domingo, 26 de octubre de 2014

Psicológia de la Envidia

Sentir envidia hasta cierto punto es normal, pero si llega a obsesionarte o a incidir en tu vida, se puede convertir en un grave problema. Reconocer este sentimiento te ayuda a descubrir tus propias carencias emocionales y a superarlas.
La gente envidiosa siempre piensa que lo del otro es mejor, sin profundizar en las circunstancias ajenas, que pueden ser en muchos casos, nada envidiables, pero, ellos solo ven el objeto de su deseo y que puede ser cualquier cosa, desde las más comunes, como el dinero y el aspecto físico, a la inteligencia, las dotes artísticas, la gracia al hablar, capacidad para hacer amistades, etc.  El envidioso tiene conciencia de su propia pequeñez, en realidad, el envidioso cree que vale menos que los demás, aunque no sea cierto en todos los casos.

Aunque hay mucho escrito sobre fisiognomia, lo cierto, es que no he visto ningún perfil evidente que defina al envidioso, solo escribiré en base a mi experiencia en clínica.

Perfil Psicológico del Envidioso
  • Es propenso a padecer estrés, debido a su idea competitiva de la vida.
  • Por no lograr sus objetivos padece ansiedad.
  • Tienen miedo a perder lo que envidiaron y lograron con mucho esfuerzo.
  • Estando tan asumida su necesidad de poseer, es fácil encontrar envidiosos celosos.
  • Les cuesta trabajo hacer amigos y los que tienen, es porque la vida les trata mal, si las tornas cambiasen, el envidioso se vería impulsado a romper su amistad.
  • Si la envidia es grave, puede acabar en la cárcel por apropiarse de lo ajeno.
  • En los envidiosos graves aumenta el maltrato a la pareja, violaciones o agresiones.
  • El envidioso moderado siente desprecio por sí mismo. Sin embargo, el envidioso grave desprecia a los demás.
  • La envidia conduce al complejo de culpa e inferioridad.
  • La traición es propia de los envidiosos.
  • Todos los envidiosos graves y muchos moderados, son ateos por rencor.
  •  Como el envidioso es consciente que tiene ese defecto, procura que los demás no se den cuenta, por eso teme y odia la verdad, ya que ésta, les destapa.
  • Utiliza las bromas y otras chanzas para herir.
Para finalizar, diré que el envidioso es un caso absurdo de egocentrismo, en realidad es una personalidad egoexcéntrica.

El discurso del envidioso es repetitivo y compulsivo respecto de lo que envidia y de con quién compite.  La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.

Una de las peculiaridades de la actuación envidiosa es que necesariamente se disfraza o se oculta, y no sólo ante terceros, sino también ante sí mismo. La forma de ocultación más usual es la negación: se niega ante los demás y ante uno mismo sentir envidia. El gran envidioso suele desear, fantasear y hasta llevar a cabo, acciones de prejuicio o destrucción dirigida al envidiado. Es un ser amargado incapaz de aceptar sus limitaciones, al que habría que aplicarle el refrán tradicional de “Dime que envidias y te diré de qué careces”.  La persona con envidia suele utilizar una curiosa “racionalización” para mantener su estado de envidia: argumenta que en su vida ha tenido mala suerte y que el envidiado, por el contrario, ha sido agraciado por la buena suerte.

La envidia revela una deficiencia de la persona, del ser envidioso, que no está dispuesto a admitir. Si el envidioso estuviera dispuesto a saber de sí, a reconocerse, asumiría ante los demás y ante sí mismo sus carencias. La envidia es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura.

Si se mira despacio en la vida del envidioso suelen ser frecuentes las experiencias de múltiples fracasos en su vida amorosa, laboral y social y no precisamente a causa de la mala suerte sino por no contar con numerosas variables de la realidad para tomar sus decisiones, precisamente por su baja tolerancia a la frustración y su deseo de tener las máximas satisfacciones en el plazo más inmediato. Desde esta óptica, la “envidia sana” no existe, solo hay una y es “patológica”.

La envidia es una forma enfermiza o viciosa de la tristeza desordenada que deriva de la vanagloria de querer tener siempre más y de poseerlo todo y que tendría dos causas, una intelectual o cognitiva (desconocimiento de los propios límites y cualidades) y otra afectiva (el temor a fallar en lo que se considera que supera las propias capacidades).

La envidia instaurada en el carácter del adulto es, por lo general, una reacción ante las experiencias de pequeñez y vulnerabilidad de la infancia. Esto explica su universalidad y su frecuente irracionalidad. En cada persona, la intensidad de la envidia estará presente en proporción a sus sensaciones reprimidas de la insignificancia e impotencia del ser niño.

La envidia puede convertirse en “un trastorno” o problema grave cuando pasa a ser la emoción central de la vida de un individuo. Existen varias señales que pueden alertar el problema:
  • Siempre que provoque sufrimiento y mantenga a la persona en un estado constante de ira y enojo.
  • Cuando va unida al deseo de quitarle al rival sus posesiones, con el peligro de acabar agrediendo al envidiado y a realizar actos delictivos.
  • Si impide disfrutar de aquellos bienes o cualidades que poseemos.
  • Una vez que la persona envidiosa no reconoce la emoción que está experimentando y la transforma o distorsiona.
  • Cuando se es incapaz de controlar esta emoción.
Cuando la envidia desemboca en violencia física o en una conducta delictiva implica un descontrol y con ello un mecanismo enfermizo, casi siempre un proceso neurótico, psicógeno grave. Pero también en la envidia leve y más banal existe un cierto trasfondo de agresividad, que se puede manifestar en conductas hostiles, comentarios descalificadores, desprecios, insidias, críticas negativas injustificadas y otros comportamientos de este tipo.

Como reconocer a una Persona Envidiosa

Es al que le produce tristeza y frustración el bien ajeno, el que desea siempre y secretamente lo que el otro tiene, desea la admiración por lo que el otro ha conseguido, siente un secreto dolor de no tenerlo, suele hablar mal de persona a la que envidia para bajarle el perfil, se pone insegura  al no saber por qué otros tienen lo que él/ella no tiene, tiende a decir frases hirientes para hacer daño.

La mayoría de nosotros los psicólogos y psiquiatras, y aún más los de orientación psicoanalítica han destacado los aspectos destructivos y patológicos de la envidia.

¿Y cuáles son los orígenes y causas de la envidia?

En el ámbito del psicoanálisis la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La envidia daña la capacidad de gozar. Es el factor más importante del socavamiento de los sentimientos de amor, ternura o gratitud. La envidia es un sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo. A diferencia de los celos, que se basan en el amor y comprenden un vínculo de por lo menos tres personas, la envidia se da de a dos y no tiene ninguna relación con el amor. La persona envidiosa es insaciable porque su envidia proviene de su interior y por eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien centrarse.

Freud, se refirió a la envidia en gran parte de su obra, vinculándola al origen de las normas, la justicia, la desigualdad social y hasta con la identificación, que nacería de la transformación de un impulso agresivo, en el que la envidia juega un papel preponderante. Luego la conceptualizaría como Envidia del pene, roca viva, más allá de la cual no veía curación posible.

Para Melanie Klein todo era más grave aún: la envidia es expresión directa de la pulsión de muerte, constitucional, endógena y está dirigida desde el nacimiento hacia el objeto dador por excelencia: la madre o más específicamente, su pecho. O sea, naceríamos con una dotación de mayor o menor envidia, presta a atacar lo bueno del mundo.

De hecho, otros autores han insistido más aún en el papel de las primeras experiencias de frustración del niño. El psicoanalista español Guerra Cid, afirma que en la  historia personal de quién padece envidia aparece una intensa frustración que aumenta cuando el otro tiene lo que el anhela. Ese deseo, salvo en personas con mentalidad más simple, no suele ser de las cosas materiales que el otro posee, sino más bien de sus cualidades que le permiten tener la admiración y bienes materiales.

Alfred Adler decía que  la envidia se configura en una atmósfera familiar infantil donde prima la competitividad y donde la rivalidad entre los hermanos es frecuente. Los niños mayores y menores suelen ser los más vulnerables a la envidia en ese contexto. El hermano mayor porque ha sido único objeto de privilegio y atenciones, y ahora se ve “destronado de su reinado” por la venida de otro hermanito con el que rivaliza y puede recurrir “ser ahora muy malo”, “orinarse encima” y otras estratagemas conscientes e inconscientes para recuperar el trono de atenciones y afectos perdidos. 

También el menor porque suele ser objeto de mimos y protección excesivas que cuando sale del ambiente familiar habitual tiene que afrontar un mundo despiadado, difícil y frustrante.

Mi colega Iñaki Piñuel describe la envidia que siente un acosador como un sentimiento de inferioridad, el cual opera en forma de culpabilidad, que el acosador siente por no poseer atributos que él estima ideales. Los defectos físicos, intelectuales o emocionales generan un sentimiento de inferioridad que la persona intenta compensar superando esas carencias mediante el desarrollo de un complejo de superioridad. El complejo de superioridad hace que el acosador viva en la ficción de la posesión de valores, atributos y cualidades que en realidad no posee, negándolos en los demás de manera defensiva. Cuando surge en su entorno una persona (la víctima) que sí posee en verdad tales características, ello supone para el acosador un verdadero choque con la realidad. Su reacción ante esa dolorosa realidad suele consistir en negar, eliminando la fuente de la disonancia, desarrollando el psicoterror contra la víctima. El objetivo es hacer desaparecer a la víctima del horizonte psicológico del acosador porque sus capacidades suponen para éste una des-estabilización psicológica.

Hablar que la envidia no solo como afecto, sino como una forma de conducta, y hasta como forma de conducirse por la vida que no solo tiene sus “causas”, sino también sus efectos, consecuencias o funciones finalistas. La envida desde esta perspectiva cumple un papel social relacionado con la “función de regulación del poder”.

Sin embargo, no todos los autores acuerdan con esto y en los últimos años han aparecido versiones que nos hablan de otras facetas de la envidia, ya que en tanto sentimiento, puede estar presente en todos los seres humanos pero no conducir obligatoriamente a la destructividad de lo envidiado y su portador.

La envidia es un sentimiento universal ligado a los impulsos agresivos o tanáticos (de muerte) que todos albergamos. La destructividad del acto envidioso es el reflejo de la propia destructividad.

Tratamiento

La envidia es intratable e incurable para algunos colegas y para  otros especialistas el asunto no es tan pesimista, pero debe contar con varias condiciones. Para la persona que ya está en tratamiento (y no precisamente por admitir su envidia como apuntábamos al principio) esta debe de admitir su propia identidad, con sus limitaciones y cualidades; lo que conllevara “resistencias y  defensas frecuentes” y será un trabajo psicológico duro y difícil, pero no imposible. Para los padres y educadores será  muy importante en plan preventivo trabajar las conductas de solidaridad y cooperación desde las primeras fases de la vida de los niños.

Los atributos destacables y los logros excepcionales son los que atraen la envidia. Pero la calidad y cantidad de ésta reflejan indefectiblemente los orígenes y el estado actual de la autoestima del envidioso, y es esto lo que descubrimos, una y otra vez, en el psicoanálisis clínico.

Para trabajar positivamente la envidia:
  • En primer lugar y lo más importante es saber que la envidia es universal. Reconocerla y aceptarla como señal de un deseo insatisfecho es darle una funcionalidad positiva.
  • La siguiente instancia será reflexionar sobre la razón por la cual no hemos alcanzado ese deseo que envidiamos en particular y por último identificar los recursos que necesitamos para hacerlo.
  • Aprendamos a ponernos en el lugar del otro.
  • Favorecer la confianza en uno mismo.
  • Interpretar nuestro progreso personal mediante la comparación con nuestras competencias y habilidades, no con las de otros
  • Valorar correctamente nuestra capacidad, sin infravalorarnos ni sobrevalorarnos.
  • Colaborar (tanto dar a los demás como solicitar ayuda), es un buen medio para dotarnos de la pericia que requiere resolver los conflictos que causan envidia.
  • Acostumbrarse a centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos.
  • Enfocarte en el éxito propio. Y, si es posible, tomarlo incluso un poco en broma.
  • Haz un recuento de tus cualidades y fortalezas.
  • No te compares, esto daña tu amor propio y no te permite reconocerte como un ser único. Pierdes el tiempo y te desgastas mentalmente
  • Piensa en que todas las personas tienen su momento para brillar, tal vez hoy le toque a alguien más y mañana sea a ti.
  • Usa la envidia positivamente y haz que te motive a lograr tus objetivos.
Si notas que a tu alrededor hay una personas que sólo presume su logros para hacerte sentir mal, aléjate. Esa persona también tiene un problema de autoestima. 

La envidia es causada por inseguridad y baja autoestima, por lo tanto, lo primero que se debe trabajar es estos dos elementos. Difícilmente se logrará suprimir los sentimientos de frustración y envidia si no se superan primero estas dos carencias. Para que la envidia se transforme en admiración es necesario que las cualidades que se observan en el otro no sean una amenaza para la autovaloración.

El bienestar emocional consiste en el equilibrio al que conduce conocer y asumir con serenidad y buen humor lo que somos (y tenemos) y lo que aspiramos a ser (y tener).

"Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, te muestra que estas tratando con una persona psiquiátricamente enferma." Dr. Saúl F. Salischiker, Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta.