sábado, 9 de agosto de 2014

Controlar la Impulsividad en Niños

Tratare la impulsividad desde su manifestación en niños de población normal o con algún diagnóstico de TDAH. Sin mencionar aquí las manifestaciones de impulsividad debidas a otros trastornos clínicos más severos (autismo, psicosis, síndrome x frágil, retraso mental, etc.).
Hoy en día, la impulsividad en muchos niños se manifiesta con una gran intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de los padres que la sufren. Es un hecho evidente que, además, la impulsividad parece manifestarse en niños cada vez más pequeños, esto puede atribuirse en parte a los actuales estilos de vida modernos (ambos padres con largas horas de trabajo) y también en algunos casos a una falta de recursos o conocimientos por parte de los padres o educadores que simplemente se ven desbordados y no saben cómo afrontarlo. Por ello, es cada vez más frecuente buscar ayuda profesional. Normalmente, la impulsividad viene acompañada de hiperactividad y déficit de atención en lo que denominamos: TDAH y esto puede ser la antesala de problemas de aprendizaje, conductas disruptivas y más adelante, agresivas o delictivas. Sea como fuere, hay niños que presentan serias dificultades para reprimir sus impulsos y esto les conlleva numerosos conflictos tanto en el ámbito familiar como en el escolar.

El niño Impulsivo

Las características nucleares que presentan los niños que denominamos “impulsivos”. Estas manifestaciones se están presentando en edades cada vez más avanzadas (2, 3 años) y pueden suponer para la familia una alteración significativa en la vida cotidiana si se desconocen los motivos y la forma correcta de actuar. Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:
  • Primero hace, luego piensa.
  • Contesta antes de acabar de oír la pregunta.
  • Dificultades para aguardar el turno en los juegos.
  • Dificultad para aplazar una gratificación.
  • Mal perder. No soporta que le ganen.
  • Interrumpir o estorbar a los demás.
  • Se entromete en los asuntos de los demás.
  • Baja tolerancia a la frustración.
  • Poco autocontrol.
  • Desobediencia, negativismo.
  • El niño reconoce su problema pero no puede controlarlo y reincide.
  • Poco control sobre la expresión de sentimientos.
  • No evalúa consecuencias.
  • Dificultad para inhibir la conducta. No siguen instrucciones
  • Puede involucrarse en actividades físicas peligrosas sin valorar sus consecuencias.
  • En niños pequeños se dan fuertes rabietas incontroladas.
Estas son algunas de las manifestaciones que podríamos incluir dentro del concepto de “impulsividad”. Algunos padres, simplemente definen al niño impulsivo, como un niño que tiene un fuerte carácter o temperamento.

La impulsividad, actualmente, se detecta y diagnostica como parte nuclear del TDAH. (Trastorno Déficit de Atención con Hiperactividad). Si bien, los manuales que contienen los criterios diagnósticos (DSM-V o anteriores) permiten hacer el diagnóstico de TDAH con predominio o no de alguno de los tres factores nucleares: la mencionada Impulsividad, el Déficit de Atención o la Hiperactividad.

La impulsividad como factor psicológico independiente o no, precisa de un tratamiento más detallado y un abordaje más explícito. Las razones son obvias. La impulsividad tiene repercusiones directas sobre las interacciones familiares, pudiendo alterar el desarrollo adecuado de vinculación afectiva y el equilibrio emocional. También deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación a la escuela y compañeros. Finalmente una impulsividad no trabajada a tiempo y que se manifiesta en un entorno desestructurado, es el camino más directo para conductas violentas o delictivas en el futuro.

Orientaciones Generales para Regularla

1.-En primer lugar, debe quedar claro que el niño tiene dificultades para regular su estado de activación. Por eso siempre suelo recordar que: “No es tanto que no quieran autocontrolarse sino que no pueden”. Una vez activados (descargas hormonales conjuntamente con emociones intensas de frustración) tienen que efectuar alguna acción (rabietas, huída, agresión, lanzamiento objetos, etc.). Ello no quiere decir que seamos tolerantes, sino que desde la comprensión de lo que pasa podemos ayudarle de forma más eficaz. A este respecto, hay que señalar, que la mayoría de niños impulsivos suelen luego arrepentirse y se comprometen a no volver a hacerlo cuando se lo razonamos. No obstante, vuelven a recaer en los mismos comportamientos disruptivos al tiempo que manifiestan una cierta perplejidad o inquietud al verse superados por sus propios actos y no saber por qué vuelve a ocurrir. También puede suceder que estos episodios se refuercen si con ello el niño consigue lo que quiere y, por tanto, puede aprender a manipularnos a través de ellos.
2.- El niño debe aprender, aunque aceptemos el hecho de que tiene dificultades para controlarse, que sus actos tienen consecuencias. Por ello, contingentemente a las rabietas, conductas desafiantes, agresiones u otros, deberemos ser capaces de marcar unas consecuencias inmediatas (retirada de reforzadores, tiempo fuera, retirada de atención, castigo, etc.). Por ejemplo si ha lanzado objetos, deberá recogerlos y colocarlos en su lugar; si ha insultado deberá pedir disculpas, etc. Deberemos, pero, esperar a que se tranquilice para aplicar las contingencias marcadas.
3.- Es muy importante que cuando se produzca un episodio de impulsividad extrema (rabieta, insultos, etc.) los padres, maestros o educadores mantengan la calma. Nunca es aconsejable intentar chillar más que él o intentar razonarle nada en esos momentos. Esto complicaría las cosas. Tenemos que mostrarnos serenos y tranquilos pero, a la vez contundentes y decididos. Por ejemplo, ante las rabietas incontroladas de los más pequeños, decirle: “Mamá (o papá) están ahora tristes con tu comportamiento y no queremos estar contigo mientras estés así”. Los padres se retiran buscando una cierta distancia física (según las circunstancias: calle o casa) pero también afectiva. De esta forma, el niño, recibe a nivel inconsciente un mensaje muy claro: Así no vas a conseguir las cosas.
4.- Contingentemente a estas actuaciones, también podemos introducir las medidas correctoras (castigo): “Cómo has insultado a papá (o mamá) hoy no podrás ver los dibujos que tanto te gustan (o no jugarás a la play, etc.). Papá está triste porque no quiere castigarte, pero tiene que hacerlo para ayudarte a mejorar”.
5.- No entrar en más discusiones o razonamientos en el momento de activación por parte del niño.
6.- Nunca decirle que es malo sino que se ha portado mal durante unos momentos y que eso puede arreglarlo en un futuro si se empeña en ello. Tampoco hay que compararlo con otros niños que son más tranquilos y se portan bien. En todo caso, recordarle primero los aspectos positivos que probablemente tiene al mismo tiempo que le señalamos los que debe corregir.
7.- Hay que insistir en la necesidad de mostrarnos tranquilos delante del niño cuando queramos corregir sus actos. Si éste percibe en nosotros inseguridad, incerteza o discrepancias entre los padres u otros, percibirá que tiene mayor control sobre nosotros y las rabietas u otras se incrementarán. Nunca debe vernos alterados emocionalmente (chillando, llorando o fuera de control). Tampoco debe cogernos en contradicciones, es decir: No podemos pedirle a gritos a un niño impulsivo que se esté quieto y callado.
8.- No basta con saber contestar adecuadamente a sus conductas impulsivas. Estos niños requieren también que les expliquemos qué es lo que les pasa y qué puede hacer (más adelante se dan algunas pistas). Las reflexiones sobre los hechos nunca deben ser hechas en caliente sino en frío cuando las cosas se han tranquilizado. Un buen momento es por la noche antes de acostarse.

Estrategias para Corregirla

Recordar que la impulsividad como rasgo de temperamento puede deberse, en parte, a predisposiciones genéticas pero la propia experiencia vital del niño y las condiciones de su entorno determinarán, la intensidad, frecuencia y forma en la que finalmente se expresa. Un ambiente familiar tranquilo y colaborador es el mejor aliado para corregir conductas.

Algunas estrategias para ayudar a los niños impulsivos a regular sus conductas según edad:

Para los más pequeños (hasta 5 o 6 años) ante las manifestaciones impulsivas (rabietas, gritos, lloros, etc.) deberemos aplicar la retirada de atención física y afectiva tal como hemos explicado anteriormente y, si procede (según intensidad o características del episodio), aplicar algún correctivo. No basta con saber establecer límites o castigar, deberemos completar el trabajo con ejercicios de vinculación afectiva como leerles cuentos, efectuar ejercicios de relajación por la noche antes de dormir, etc. En estos momentos es cuando podemos razonar con ellos y analizar lo que ha pasado, siempre, pero, a medida de la edad y capacidad del niño. A los más pequeños les costará entender los razonamientos basados en la lógica o moral adulta, por tanto, evitar excesivas explicaciones.

Es importante, también, que empecemos a trabajar con ellos las sensaciones internas que preceden a las manifestaciones impulsivas. Si el niño va tomando conciencia de ello podrá más fácilmente aplicar en el futuro técnicas de autocontrol. Dicho de otra forma: Si el niño logra detectar su estado de activación fisiológica previa al episodio disruptivo, podrá poner en marcha alguna de las estrategias incompatibles con el estallido impulsivo y, por tanto, evitar su manifestación.

Algunas Estrategias de Intervención

El Volcán

Muchos niños identifican la sensación que viven justo antes de “explotar” como una especie de calor interior intenso e incontrolable acompañado de fuertes emociones que no pueden reprimir y preceden irremediablemente al episodio disruptivo.

Una buena estrategia para que el niño empiece a tomar conciencia del problema y pueda comenzar a controlarlo, consiste en hacerle visualizar todo el proceso en forma de imágenes. Podemos ayudar al niño a imaginarse que en su interior hay un volcán que representa toda su fuerza y energía, pero, a veces, se descontrola y se produce la erupción. Cuando empieza a enfadarse, el volcán (que estaría situado de forma imaginaria en la zona del estómago) se calienta y empieza a producir lava caliente hasta el punto que, si no lo controlamos, estalla.

De lo que se trata es de ayudar al niño a que identifique las propias sensaciones internas previas al estallido y así, poder controlarlo. Una vez que el niño se ha ido familiarizando con estas sensaciones podemos motivarle a que ponga en marcha recursos para parar el proceso.

Debemos, pues, encontrar también, cuales son las estrategias que funcionan mejor con cada niño a la hora de hacer frente a la impulsividad y autocontrolarse. Hay estrategias muy simples que consisten en enseñarle a que cuando note la activación intente respirar varias veces profundamente al tiempo que se da interiormente autoinstrucciones (Para, Stop, Tranquilizate, Controlate, etc.). Esta técnica suele ser muy eficaz si, además, hemos trabajado con el niño alguna técnica de relajación.

Para niños muy impulsivos, es probable que les cueste cierto tiempo y práctica desarrollar estos hábitos. En estos casos, podemos darles también la instrucción de que cuando se noten muy activados intenten separarse físicamente de la situación como método para tratar de evitar el episodio (apartarse de un niño que le insulta, ir a su habitación ante una reprimenda, etc.). Todo ello debe llevarse a cabo bajo supervisión del adulto y teniendo en cuenta la edad del niño. Los niños más pequeños (menos de 5 años) tendrán más dificultades para trabajar con auto instrucciones.

El Semáforo

Uno de los problemas recurrentes que nos encontramos cuando trabajamos con niños impulsivos y/o hiperactivos es que no son conscientes de su estado de activación y eso les conduce irremediablemente al conflicto. Esto es especialmente problemático en la escuela.

Una estrategia que empleamos a menudo y suele funcionar, es la técnica del semáforo. La estrategia es simple: se trata de avisar al niño o grupo de alumnos (proporcionarles feedback) cuando se están empezando a activar.

Lo importante aquí es trabajar en la identificación de las sensaciones previas a las conductas impulsivas y fomentar en el niño su reconocimiento como paso previo a la incorporación de recursos de autocontrol. Si el niño ha trabajado, paralelamente, alguna técnica de relajación o estrategia alternativa de afrontamiento, podrá intentar ponerla en marcha cuando note la activación o se le avise de ella. Por ejemplo podemos (según edad y características del niño) enseñarle a que cuando se note activado procure respirar profundamente al tiempo que se da auto instrucciones: “Tranquilo”, “Cálmate”, etc.

En casos de niños especialmente conflictivos podemos darle instrucciones para que se separe físicamente de la situación o vaya fuera a un espacio abierto. Insisto en la necesidad de adaptar todo esto a las circunstancias del niño y, en su caso, a la de los centros escolares.

La técnica del semáforo es muy adecuada también para utilizarla en dinámicas grupales en las que todos los niños reciben las instrucciones y así conseguir una cierta autorregulación del grupo en casos en los que haya riesgo de conflicto.

La Relajación

Uno de los mejores aliados en nuestra lucha por ayudar a los niños impulsivos, lo constituyen, sin duda, los diferentes métodos de relajación. Podemos utilizar técnicas adaptadas a las diferentes edades y necesidades. Además la relajación, bien efectuada, no presenta ningún tipo de contraindicación y puede ser aplicada a la mayor parte de la población. En la siguiente tabla expondré las diferentes técnicas de relajación según edad para pasar después a una explicación de las mismas.

a) Primera Infancia de 2 a 6 años
Se inicia la relajación básicamente como un juego.
b) De 7 a 9 años
En esta etapa pueden introducirse técnicas más estructuradas. Recomendamos probar con la progresiva (tensión-distensión) y con autógena la  Hay que adaptar la técnica a la edad del niño.
c) Preadolescencia de 10 a 12 años
En esta edad debemos actuar según las preferencias naturales del niño. Si no se ha familiarizado antes con estas técnicas, aconsejamos probar con todas ellas para averiguar la que se adapta mejor al niño. El orden puede ser: Progresivaautógena, pasiva y respuesta relajación. Puede utilizarse también una mezcla de ellas.
d) Adolescencia de 13 a 17 años
En esta etapa es importante que el niño consolide el hábito de aplicar las diferentes técnicas por él mismo y según sus necesidades. A esta edad puede utilizar cualquiera de las técnicas o combinación de ellas que le resulten agradables o más fáciles de manejar. En general, pero, se prefieren las de tipo autógeno

a) Primera infancia (de 2,5 a 6 años)
Evidentemente, en esta etapa hablaríamos de “juegos de relajación” más que de técnicas. Con ello queremos resaltar el hecho de que este tipo de intervenciones guiadas por los padres deben ser, ante todo, vividas y entendidas por el niño como un juego. Más adelante, a partir de los 6 años, podemos ya introducir diferentes técnicas más estructuradas en función de las necesidades de cada caso. 

Con los más pequeñitos, nos ayudará tener un entorno tranquilo, silencioso. Podemos trabajar la relajación justo antes de empezar a dormir, en la cama, y facilitarle así su transición al sueño. La forma en que debemos aplicarla es básicamente a través de los cuentos. Podemos utilizar, por ejemplo, el cuento de la tortuga y la liebre. "El cuento narra la historia de una liebre que retó a una tortuga a efectuar una carrera. Convencida de su superioridad, la liebre empezó a correr y se dispuso a esperar la tortuga justo antes de cruzar la meta y así poder reírse de ella. La tortuga fue llegando poco a poco pero, cuando llegó, la libre se había dormido…"


A partir de este relato se le puede pedir al niño que haga de tortuga (respirar lento, mover brazos y pies lentamente, meterse en su casa y permanecer quieto unos instantes…) o de liebre (respirar rápido, agitar brazos y pies…). El cuento debe acabar que gana la tortuga y el niño efectúa las respiraciones lentas y relaja todas las extremidades. Al final la tortuga se mete en su casa, apaga la luz y se dispone a descansar para recuperarse y empezar el día bien…


Los cuentos pueden variarse utilizando otros animales (elefante-hormiga; gato-ratón; etc..) o situaciones pero buscando siempre que el niño tenga que imitar ciertos comportamientos antagónicos (lento-rápido,ruido-silencio, tenso-relajado, etc). Podemos utilizar también algún objeto o juguete para ayudarle a identificar tensión-distensión. Por ejemplo una pequeña pelota de goma colocada en su mano y haciendo los ejercicios apretando y aflojando la presión sobre la pelota. Otra opción es utilizar algún peluche de su preferencia.

Los ejercicios de respiración (aprender a inspirar por la nariz y expirar por la boca de forma pausada) lo podemos hacer también diciéndole al niño que se imagine que es un globo que lentamente se va hinchando (le damos también instrucciones para que vaya alzando los brazos al tiempo que se hincha) para después deshincharse (expirando el aire y bajando lentamente los brazos). 

A medida que se va haciendo mayor podemos introducir imágenes y sensaciones, por ejemplo, que el niño piense en sus colores, juguetes, situaciones o personas favoritas que le ayudan a sentirse bien y, también, instrucciones del tipo “Estás muy relajado y tranquilo” o “Nota como sientes un calorcito muy agradable en tus brazos o piernas…”


En definitiva, deberemos ir probando diferentes recursos para adaptarnos a las características de cada niño.

Nota: En esta primera etapa el objetivo es más que el niño se empiece a familiarizar con algo que se llama “relajarse” que no a conseguir resultados espectaculares respecto a las áreas que queremos mejorar.


b) Infancia (de 7 a 9 años)
En esta etapa podemos ir dejando los cuentos para centrarnos en instrucciones más estructuradas. Podemos empezar a utilizar la Progresivaautógena, pasiva y respuesta relajación o una combinación de ellas. La idea es seguir trabajando la diferenciación entre tensar y relajar de los diferentes grupos musculares, el control de la respiración, y las sensaciones de calor, pesadez, etc. Podemos hacerlo en la cama por la noche o también utilizando un sofá, un asiento cómodo, etc. Lo importante es hacerlo en momentos del día tranquilos.

El niño debe interiorizar que cuando está nervioso, cuando tiene miedo o simplemente está enojado, parte de sus músculos están tensos y todo él está activado. Reconocer estas sensaciones es el primer paso para poner en marcha las estrategias trabajadas de relajación y tratar de tomar él mismo el control de la situación. 
En esta etapa la visualización de colores o situaciones suele funcionar bastante bien. Así que podemos darle instrucciones para que cuando tome aire pausadamente lo convierta en su color preferido y de esta forma llene todo su cuerpo de tranquilidad y bienestar. Debe notar como entra por la nariz baja por la garganta y llena los pulmones al tiempo que una agradable sensación de calor inunda su cuerpo.


Debemos también trabajar en el sentido de que el niño practique por él mismo la relajación en los momentos en los que esté especialmente nervioso a lo largo del día. Para ello primero deberá identificar sus emociones y tensión para aplicar la respiración tranquila y la visualización de su color o imagen preferida. También podemos añadir auto instrucciones del tipo: relájate, tranquilo, respira…”  
Normalmente estas rutinas pueden costar algún tiempo o pueden parecer irrelevantes para el niño, pero con la supervisión y el trabajo constante se producen mejoras significativas.

Otros recursos interesantes, según características del niño, es efectuar algún ejercicio de relajación más físico a través de los cepillos con ruedas, varillas y otros elementos que permiten a los padres dar masajes en la cabeza, espalda, etc.. Este tipo de relajación es muy adecuado en niños muy nerviosos y como preámbulo de la relajación más formal por la noche antes de acostarse.


c) Preadolescencia (10 a 12 años)
A estas edades las técnicas de relajación preferidas por los niños ya están muy bien definidas si se han trabajado con anterioridad y aconsejamos utilizar las de su preferencia.En el caso de empezarlas a trabajar ahora, es necesario probar un poco con todas ellas para averiguar la que se adapta mejor al niño. El orden puede ser: Progresiva, autógena, pasiva y respuesta relajación. Puede utilizarse también una mezcla de ellas.

Ahora el objetivo debe ser que el niño sea capaz de aplicar en su vida cotidiana los recursos que le hemos ido enseñando. Debe ser él mismo que delante de situaciones de conflicto o estrés genera respuestas de relajación. Si se han trabajado correctamente, estas estrategias se van interiorizando y se convierten en procesos casi automáticos.
d) Adolescencia (13 a 17)
Al llegar esta etapa, el joven, ya debería tener adquiridos los recursos necesarios para manejar la relajación. En caso de no haberse iniciado en su práctica puede ser ahora el momento. Como en la etapa anterior deberemos efectuar una pequeña prueba con las diferentes técnicas para encontrar la que mejor se ajuste a sus características. Es importante que el joven tome parte más activa y que sea capaz de practicar él solo experimentando cuál de ellas le resulta más cómoda y eficaz. Igualmente debe aprovechar cualquier situación cotidiana para practicar los recursos de afrontamiento.

Canalizar la Energía

La impulsividad, hemos ya comentado, que podemos interpretarla como un estado de activación que nos prepara, a nivel orgánico, para una respuesta inmediata ante una situación que no toleramos o interpretamos como hostil a nuestros intereses o hacia nosotros mismos. No obstante, esta pronta activación, puede ser especialmente útil si se canaliza en forma de actividades reguladas. Por ejemplo, en cualquier actividad deportiva, los niños impulsivos pueden beneficiarse si aprenden a canalizar esta activación para potenciar sus destrezas. Las artes marciales que combinan concentración y despliegue de fuerza inmediata pueden ser especialmente útiles para aprender a controlar impulsividad (salvo en el caso de niños que, además, presente un componente antisocial o de agresividad con las personas).

Ejercicios para Potenciar Aprendizaje

El niño impulsivo no tan sólo presentará problemas en su conducta sino que su perfil de funcionamiento, le acarreará dificultades en aquellas tareas que requieren de atención sostenida (lectura) o coordinación visomotriz fina (escritura).

Por tanto, resulta de suma importancia trabajar, también desde casa, con ejercicios para mejorar estos aspectos. Al respecto, recomendamos ejercicios de papel y lápiz como (según edad), el pintado, los laberintos, ejercicios de discriminación de las diferencias, etc

Podemos también trabajar con diferentes juegos en el ordenador siempre y cuando la actividad priorice la atención sostenida y la organización del material presentado visualmente bajo algún criterio antes de efectuar la respuesta. Es decir, no nos interesan los juegos demasiado movidos o que priorizan los reflejos visuales más que los racionales. El niño primero debe pensar y organizar antes de ejecutar la respuesta (demora de la respuesta = control de la impulsividad).

Otro recurso que nos puede ayudar son los juegos de mesa. Recomendamos especialmente el juego de Damas y el Ajedrez. En ambos, es necesario pensar antes de responder (lo contrario a la impulsividad), además, los niños, deben situarse en unas coordenadas espaciales para mover las fichas, lo que incrementa su capacidad visomotriz.

Finalmente, señalar un último recurso que podemos aplicar en casa para ayudar a los niños que tienen dificultades con la grafía o la escritura. Frecuentemente, el niño impulsivo, presenta dificultades para escribir correctamente y suele agrandar la escritura o de formarla significativamente con escaso control sobre las coordenadas espaciales. En estos casos, podemos trabajar con el niño utilizando los mandalas, laberintos u otros pero teniendo especial cuidado en que primero aprenda a relajar el brazo y la mano. El niño impulsivo cuando coge el lápiz lo hace de forma rígida y suele tensar todo el brazo. Deberemos darle instrucciones para que, antes de empezar a dibujar o escribir, el brazo deje de estar tenso. Para ayudarle podemos, por ejemplo, decirle que deje el brazo completamente muerto (podemos hacérselo con nuestra mano e indicarle que cuando soltemos, el brazo debe caer a plomo. Si es así el brazo está relajado). Una vez relajado podemos situar nuestra mano encima de la suya y ser nosotros los que vayamos escribiendo (dibujando o coloreando) al tiempo que el niño procura seguir teniendo el brazo relajado. Una vez más, lo importante es que el niño vaya discriminando entre tensión y distensión (activación versus relajación).

El objetivo fundamental de toda intervención con niños impulsivos es dotarlos de herramientas prácticas que les permitan por ellos mismos regular, en la medida de lo posible, su impulsividad.

Blog Psicodiagnosis, Psicología Infantil y Juvenil 

martes, 5 de agosto de 2014

Ted Bundy: Perfil Psicológico Criminal

Advierto de la extrema dureza de algunas declaraciones que pueden leerse en este artículo. Si no está seguro, pulse el botón volver atrás de su navegador, ya que puede "herir susceptibilidades".
Género:  Masculino
Fecha de nacimiento: 24 de noviembre 1946
Lugar de nacimiento:  Burlington, Vermont
Fecha de fallecimiento: 24 de enero 1989
Lugar de la muerte: Florida
Trabajo: Empleado de la tienda Stocker
              Director de campaña Rockefeller
Patología: Asesino múltiple, violador serial y necrofílico.
Modus Operandi: Variada, precedido por violación.
Tipo: Lujuria Organizado.
Estado:  (ejecutado)

Los problemas psicológicos de Theodore Robert Cowell Bundy nacen ya en su infancia, dónde tuvo que aceptar que su madre era su hermana mayor a la luz de la sociedad, porqué esta le había tenido demasiado joven y sin casarse y el abuelo de Bundy nunca quiso que se supiera la verdad. Se crió en casa de su abuelo, un hombre violento que pegaba a su mujer. Un hecho le marcó su infancia, dando pie a una adolescencia con trastornos (cleptomanía y voyerismo Fantasías  sexuales y tendencias homicidas), en su madurez Ted Bundy se convirtió en un psicópata sexual y sádico. Adicto al crimen. Unos rasgos psicológicos que marcaron bien su personalidad. "un hombre brutal, sádico y pervertido".

En la adolescencia su carácter era tímido e infantil y con tendencia a la soledad. Comienza a aislarse de sus compañeros y empieza a adoptar un cruel comportamiento hacia todo lo que le rodea como por ejemplo mutilando a los animales.

En la primavera de 1967 entabló una relación amorosa con Stephanie Brooks, una joven hermosa, inteligente, sofisticada y de buena familia proveniente de San Francisco, quien cambiaría para siempre la existencia de Ted. Ella era su compañera en la Facultad de Psicología, donde Ted Bundy estudiaba. Él siempre había anhelado tener una mujer rica, guapa, lista y con clase; la muchacha era su sueño materializado. Además, la chica lo amaba. Pero en 1969, año en que Stephanie se graduó en Psicología, la muchacha decidió terminar su relación con Bundy, había notado la extraña personalidad del joven, sobre todo la falta de dirección y de objetivos claros en su vida. Ted nunca se recuperaría de la ruptura. Aquella muchacha se convirtió en una obsesión e intentó seguir en contacto con ella escribiéndole cartas, aunque ella no cambiara de decisión. A causa de la ruptura, Bundy abandonó sus estudios. Con el tiempo se inscribió en la Universidad de Washington, esta vez en la carrera de Derecho. Era brillante y tenido en buena estima por sus profesores. En esta época inició un nuevo romance con Meg Anders que duraría varios años. Meg desconocía la pasada relación de Bundy con Stephanie y que aún mantenían comunicación. Bundy siempre le pedía que, mientras hacían el amor, se quedara completamente quieta, fingiendo estar muerta, sólo así podía alcanzar el orgasmo. Años después, Meg Anders narraría sus años al lado de Bundy en un libro publicado bajo el pseudónimo de “Elizabeth Kendall”.

Bundy cometió varios hurtos pequeños en casas y comercios, siempre tras haber consumido alcohol. La aparición de sus primeros rasgos psicopáticos se produjo en su juventud. Le gustaba espiar a las chicas mientras se cambiaban de ropa para verlas desnudas. También leía revistas de pornografía y después se sumergió en lecturas donde la violencia era la condicionante de la sexualidad.

Su labor empezó a insinuarse en 1972. Haciendo el amor con un ligue casual, le presionó en el cuello con el brazo y siguió apretando hasta que su pareja tuvo dificultades para respirar. Ella gritó, pero él no reaccionó: “no retiró el brazo hasta después de alcanzar el clímax, al parecer, no se dio cuenta de lo que hacía”. A los pocos meses de aquel incidente, empezó a asfixiar a su amante mientras hacían el amor, experimento al que ella puso fin después de que él empezara a estrangularla, como en un trance. Poco después, Bundy siguió a una mujer que acababa de salir de un bar y se había adentrado en un callejón oscuro. Encontró un grueso listón para madera en un callejón y la adelantó a buen paso, ocultándose en un lugar en el que creía que sus caminos se cruzarían, pero, para su decepción, ella entró en su casa antes de tropezarse con él. Excitado por las expectativas que le había deparado esta experiencia, empezó a seguir a otras mujeres, y finalmente golpeó a una con una porra mientras buscaba nerviosa las llaves delante de la puerta de su casa. La mujer lanzó un grito y cayó al suelo, presa de pánico por la gravedad de lo que había hecho, Bundy huyó corriendo.

El 4 de enero de 1974, Bundy cruzó la línea. Atacó en su barrio, el barrio universitario de Seattle, Washington. Entró al cuarto de Joni Lenz, estudiante de universidad de dieciocho años, y la golpeó con una barra metálica en la cabeza, dejándola inconsciente. Después quitó una pieza de la cama de la víctima y la penetró vaginalmente con ella, desgarrándola. Al día siguiente la chica fue encontrada tirada en medio de un charco de sangre. Aunque sobrevivió, quedó en coma varios meses y sufrió daño cerebral permanente.

Bundy mató por primera vez unas semanas después. La noche del 31 de enero de 1974, Lynda Ann Healy, estudiante de psicología. Luego de 6 semanas siguió con otros asesinatos perfeccionando sus métodos…

Su penúltimo ataque fue devastador. Durante las primeras horas del 15 de enero de 1978, vestido con ropa oscura y armado con una cachiporra, aprovechó una cerradura defectuosa en la puerta del Colegio Mayor Femenino Chi Omega. Forzó la puerta, entró en él y fue de habitación en habitación, atacando sin hacer ruido a las jóvenes dormidas. Su víctima número dieciocho fue Lisa Levy. Le aplastó el cráneo con la porra, arrancó con los dientes uno de sus pezones, le dio un profundo mordisco en las nalgas antes de violarla y la sodomizó con un bote de aerosol, que dejó luego insertado en su vagina. Cruzó luego el vestíbulo y entró en otra habitación, donde se dedicó a destruir los cráneos de las estudiantes que dormían. Golpeó con tal fuerza a sus víctimas con la porra que salpicó y manchó de sangre todo el dormitorio; las gotas esparcidas incluso llegaron al techo. No consiguió matar a las dos mujeres de esta habitación, pero en otra le rompió la mandíbula, el brazo derecho y un dedo a Karen Chandler, y le fracturó el cráneo, la órbita del ojo derecho y los dos carrillos, infligiéndole además profundos cortes en la cara. Luego se volvió hacia la compañera de habitación de Karen, Kathy Kleiner, que seguía durmiendo, y le golpeó en la mandíbula con tal fuerza que varios de sus dientes se encontraron después entre las sábanas manchadas de sangre. Pasó a otra habitación, golpeó y estranguló a Margaret Bowman. Ésta fue su víctima mortal número diecinueve. Con las fuerzas asombrosamente enteras, detuvo la carnicería. Mientras volvía a la seguridad de su habitación, Bundy hizo una parada frente al apartamento de Cheryl Thomas, estudiante de danza de veintiún años de edad, que estaba dormida en su cama. Consiguió entrar, le destrozó la mandíbula de varios porrazos, dejó la media que usaba para cubrirse y una gran mancha de semen en la cama ensangrentada y escapó a toda prisa. Cheryl Thomas no murió.

Con la población aterrada e indignada tras los acontecimientos de Chi Omega, Bundy emprendió su última cacería de manera confusa. Si se hubiera dirigido a otro estado, tal vez nunca lo hubieran aprensado. Pero ya no podía seguir realizando su tarea, estuvo vagando por toda Florida, deteniéndose sólo para emborracharse y para cometer su vigésimo asesinato. El 9 de febrero de 1978, convenció a Kimberly Leach, una niña de doce años de edad, para que saliera del patio de su colegio. Bundy secuestró a la niña, la violó vaginal y analmente, y después la mató, estrangulándola y luego degollándola. Cuando se encontró el cadáver, estaba ya en una fase de descomposición muy avanzada para poder certificar la causa definitiva de la muerte. Arrojó el cuerpo a un tonel abandonado tras haberlo retenido un período indeterminado. A los pocos días, estaba conduciendo de manera tan errática que otro agente de policía, sospechando algo, le mandó parar: era la noche del 14 al 15 de febrero. Tras una refriega fue detenido. Pidió al agente que lo detuvo que lo abatiera de un tiro. Ya no volvería a estar libre nunca más. Fue apresado. Donde al poco tiempo docenas de jovencitas con cabello largo, lacio y negro, le enviaban cartas ardientes y le declaraban su amor. Todas ellas se ofrecían a lavarle la ropa y convertirse en sus amantes.

La familia de Bundy llegó a confesar episodios realmente escalofriantes, como en el caso de su tía, que después de acostarse a una siesta se despertó rodeada de cuchillos y con Ted, que entonces contaba con 3 años de edad, sentado a su lado sonriéndole.

El modo de actuar de Ted Bundy era ingenioso: acudía a los campus universitarios en busca de víctimas con un brazo en cabestrillo y varios libros en el brazo. Al pasar al lado de una de las chicas que elegía, los dejaba caer y pedía ayuda. Posteriormente les asestaba un golpe y las secuestraba para posteriormente golpearlas brutalmente, violarlas e incluso matarlas.  

Bundy fue especialmente difícil de capturar, ya no solo porque cambiaba radicalmente de aspecto continuamente y su descripción no concordaba con algún testigo que pudiera haberle visto, sino que encima se trasladaba de un estado a otro adoptando otros nombres para no ser capturados. En algunos de sus asesinatos utilizaba un Volkswagen simulando ser un policía y pidiendo a sus víctimas que le acompañaran para identificar el coche. Siempre actuaba por los mismos métodos.

Tenía una fijación especial por asesinar a mujeres jóvenes de pelo oscuro y largo, que le recordaban a su ex novia, la cual lo había rechazado unos años atrás. Pero las jóvenes víctimas vendrían a representar del mismo modo a su madre, por haberlo abandonado de pequeño. El asesino confesaría personalmente a los psiquiatras: "Toda la rabia que he estado desahogando con las mujeres que maté, estaba dirigida contra mi madre".

El sociópata encantador, apuesto que no tenía dificultad alguna en seducir a sus víctimas, todas mujeres, para luego matarlas. Siempre había elementos comunes que permitieron trazar el perfil criminal de Bundy: golpes en el cráneo, violencia generalizada, hematomas y violación.

Los expedientes de aquellos casos evidenciaban escabrosas violaciones, descuartizamientos y prácticas necrófilas. Cuando todavía vivía en Washington, Bundy se deshacía de los cadáveres en los frondosos bosques a las afueras de Seattle. Sin embargo, regresaba a la escena del crimen con frecuencia enfermiza. Pudo comprobarse que en ocasiones se llevaba a casa cabezas decapitadas para aplicarles maquillaje.

“A veces me siento como un vampiro” “Quiero dominar la vida y la muerte” “Yo soy el desgraciado con más sangre fría que jamás hayan conocido” “Todos nos volvemos un poco locos a veces”

En diciembre de 1987, Bundy fue examinado durante siete horas por Dorothy Otnow Lewis, profesora de la New York University Medical Center. Lewis lo diagnosticó como un maníaco-depresivo cuyos delitos ocurrían normalmente durante los episodios depresivos. Se cree que la permanente insistencia de Bundy de que la pornografía fue un factor contribuyente en sus crímenes fue otro intento de manipulación. Una vana esperanza de impedir su ejecución diciéndole a Dobson lo que quería oír.

Bundy manifestó "He conocido a personas que irradian vulnerabilidad... Sus expresiones faciales dicen: Tengo miedo de ti. Estas personas invitan al abuso... Esperando ser lastimadas, ¿sutilmente lo fomentan?”.

Los múltiples test psiquiátricos realizados evaluarían una personalidad propia de esquizofrénico: Cambios de humor muy repentinos, impulsivo, sin emociones, afán de protagonismo, ataques de histeria, doble personalidad, inestabilidad emocional, rechazo a la sociedad, ansiedad, depresión, complejo de inferioridad, inmadurez, mentiras que termina por creerse él mismo, obsesivo, egocéntrico, falsa realidad adaptada por él mismo, manía persecutoria..

Se puede considerar como una mezcla entre asesino organizado y desorganizado. Podía mostrarse con una personalidad muy inmadura, dejar indicios en el lugar del crimen, o por lo contrario prepararlo cuidadosamente, seleccionar a las víctimas y dejar pocas huellas. Posteriormente dijo ser víctima de una farsa, de un juicio injusto y abusivo. Y no tenía que pedir clemencia por nada, llegando a escuchar su sentencia de muerte sin inmutarse ni mostrar ninguna clase de sentimiento de pena o desesperación. Llegó a tratársele como pervertido y necrofílico.

Bundy conservaba por algún tiempo en su casa los cadáveres de sus víctimas como trofeos y de que practicaba la necrofilia. 

Parte del informe pericial: 

Criminogénesis

Aspecto biológico y social dentro de su núcleo familiar no existen antecedentes heredo familiares criminales, es el único que delinquió desde temprana edad, no existiendo enfermedades psiquiátricas, de alguno de sus miembros que pudiere heredar el entrevistado, gozando de una buena condición de salud, dentro de su núcleo familiar primario

Ted Bundy tenía una familia extraña. Muy mimado por su madre, fue un adolescente retraído con el que se metían en el colegio. Con Stephani, Ted maduró un gran complejo de inferioridad patológica incentivada por su madre. Al acabar la Universidad, Brooks decide terminar la relación porque, según ella, Bundy carecía de “objetivos en la vida”. Entonces a él le da por beber, abandona los estudios, consume diversos tipos de pornografía y es detenido en varias ocasiones por delitos menores. Durante un año tras la ruptura con Stephani, Ted se transforma en un maníaco depresivo episodios de euforia y tristeza aunque nunca estuvo medicado. Precisamente en ese momento, su madre decide contarle su gran secreto: en verdad, ella no es su hermana sino su madre y que su padre no es su abuelo. De ahí su odio patológico contra las mujeres. “Me voy a vengar de Stephani” y estudia, con calificaciones brillantes psicología, su situación económica era precaria.

Aspecto psicológico

Actualmente Theodore Robert Bundy se encuentra orientado en tiempo, lugar y persona, su conciencia es clara y su concentración adecuada, con atención, sin alteraciones, sin memoria de hechos inmediatos, de hechos recientes y remotos, sin alteraciones y conservada, pensamiento que lleva una directriz, llegando a metas sin actividad delirante, posee una capacidad de síntesis y análisis promedio, es coherente y congruente. Sensoperceptualmente sin actividad alucinatoria.  Afectivamente eutímico, aunque con periodos de ansiedad que oscila con la normalidad, teniendo control emocional, emite juicios congruentes con la realidad, el auto-critico se encuentra apegado a la realidad y el heterocritico ligeramente disminuido, sin distorsión de la realidad. Presenta capacidad intelectual promedio. Es perseverante, con dominio de sí mismo, sin daño ni alteración orgánica cerebral, mediante equilibrio en la demostración de emociones, no canaliza adecuadamente sus reacciones negativas, el control de sus impulsos se presenta de manera poco funcional y con poca tolerancia en eventos frustrantes, utiliza como mecanismo principal de defensa la intolerancia. La figura de autoridad está siendo trasladada de la figura paterna a la materna por algún motivo de introyección de normas, sin embargo se identifica que este parámetro de normas es correcto

Criminodiagnóstico

Es un delincuente endocriminal preponderante, reincidente, rasgos de su personalidad egocéntrico social dispuesto a preocuparse más por sí mismo, falta de interés o preocupación por los sentimientos de los demás, falta de remordimiento por el daño causado, Seducción que usa para burlarse o explotar a otro presenta trastorno antisocial de la personalidad, inadaptado, profesional, psicológico, con indiferencia afectiva, egoísta, activa, crónica. Egocentrismo alto, agresividad alta, indiferencia afectiva alta dando como resultado una capacidad criminal alta Adaptabilidad social sujeto antisocial adaptado Grado de peligrosidad máximo.

El pronóstico de Bundy fue:

Volverá a cometer la conducta delictiva de delitos de robo, así como la de homicidio secuestro y violación, ya que no tiene sentimientos de remordimiento o culpa además de que no puede ser reinsertado a la sociedad, en razón de que el pueblo, está molesto con su actitud por los actos de homicidios dirigidos al pueblo es un reincidente.

Observaciones

Es considerado uno de los criminales más sádico de todos los tiempos por realizar actos de homicidios en contra de la población femenina.

El final de Ted Bundy llegó el 24 de Enero de 1989, fue ejecutado en la silla eléctrica, tras haber sido culpado por haber asesinado a 14 jóvenes. Considerado el peor criminal sexual en la historia contemporánea de Estados Unidos.

Cuando le sacaron de su celda, habló por última vez con su madre y rechazó su última comida. Fue llevado a la silla eléctrica y fue declarado muerto por el personal de la prisión a las 07.16 hora local. Afuera de la cárcel numerosas personas esperaban la noticia y cuando el vocero de la institución declaró la muerte de Bundy, se escucharon vítores y aplausos. Fueron lanzados también fuegos artificiales. Mucha gente quemó muñecos con la efigie de Bundy. El ambiente era de algarabía y gozo. Un rato después, una carroza funeraria salió camino al crematorio. Al pasar, la multitud aplaudió. Pero lo más sorprendente fue ver a muchas mujeres llorando y protestando por la ejecución del multihomicida. Hasta la fecha, muchas mujeres hablan de él con admiración y la pulsión sexual que despierta su recuerdo es muy fuerte.

Ted se convirtió con el tiempo en uno de los asesinos emblemáticos. Además, en el caso del silencio de los corderos, Bundy ayudó a la policía desde la cárcel a capturar a otro peligroso serial killer. Ted Bundy dijo a la policía que vigilasen los lugares donde hallaron los cadáveres del asesino de Green river porque este volvería para tener sexo con los cuerpos. Un dato que resultó correcto. 

Los analistas estiman que el número de sus víctimas podría rondar las cien mujeres, muy lejos de los números oficiales de alrededor de treinta y seis. No llegaron a encontrarse nunca los cuerpos de varias de ellas. Ese secreto se lo llevó a la tumba, aunque el confesó cerca de treinta asesinatos.