miércoles, 4 de septiembre de 2013

Nadie hará por ti lo que no hagas por ti mismo

Todo comienza con uno mismo. Desde la infancia empezamos a tener una imagen propia de quiénes somos, cómo lucimos físicamente, para qué tenemos capacidades, talentos y cuáles son nuestras debilidades. Nos formamos esa auto-imagen mental desde niños, le vamos dando forma gracias a todas las experiencias que vivimos, pero cuando auto-saboteamos nuestra propia imagen y dudamos o dejamos de creer en nuestras capacidades, perdemos la herramienta para lograr metas y deseos.
Para el campo del desarrollo personal no hay atajos. Rige la ley de la cosecha, recogemos lo que sembramos, ni más ni menos. Nuestra vida no está marcada por lo que hicieron nuestros padres o nuestro abuelo, tampoco por circunstancias sobre las que no tenemos control. Nuestra vida está marcada por nuestras decisiones. Lo que tú haces hoy es lo que podrás recoger mañana.

Nacer  en una familia pobre, haber vivido la separación de nuestros padres, tener una enfermedad o cualquier otra circunstancia no significa que nuestra vida tenga que estar marcada permanentemente por estos hechos. El único obstáculo para conseguir lo que deseas eres tú mismo. Si provienes de una familia pobre, lucha por salir de la miseria, si tus padres se han separado, aprende la lección y trata de establecer una relación fructífera con tu pareja, si tienes una enfermedad, acéptala y sigue adelante, si tuviste un trauma cuando eras niño, ahora ya no lo eres, ahora como adulto tienes muchos nuevos recursos que puedes poner en marcha para superarte. Nadie hará por ti lo que tú tienes que hacer por ti mismo.

Todo en ti es único e importa cada detalle de ti, pero es posible que, al compararte con los demás, quisieras tener más dinero, una mejor casa, un auto del año, tener más estatura, verte mejor, tener tu ojos azules o verdes, tener más cabello o de otro color y un sin fin de tópicos que simplemente te pueden agobiar; por lo que te digo, es mejor que dejes de compararte, que dejes de mirar las realidades ajenas porque no son las tuyas y que, reconociendo tus bondades, bendiciones, habilidades, posibilidades, empieces a enfocarte en lograr todo lo que puedes, agradeciendo lo que tienes y sabiendo que eres perfectamente imperfecto, que eres una obra maestra.

Cuando reconoces esto, en primer lugar, por simple que parezca, abres tus caminos a nuevas posibilidades. Debes sentir orgullo de la persona que eres, cuando te amas, te aceptas, sabes que mereces lo mejor, lo asumes, lo crees y lo proyectas y es entonces cuando la vida trae hacia ti nuevas oportunidades y los sueños dejan de ser efímeros y se tornan realidades. Abre caminos de conciencia y comienza a elegir por ti.

Si bien es cierto, no siempre nuestros días brindan lo que esperamos y a veces nuestra vida toma rumbos imprevisibles, acepta el camino abierto que tienes por delante con todas tus capacidades para lograr lo que deseas. Cree en ti mismo y entiende que hay algo dentro de ti mayor que cualquier obstáculo. Persigue tus sueños.

Hazlo lo mejor que puedas con lo que tienes. Se Feliz con lo que tienes mientras consigues lo que quieres. Trabaja para salir de las situaciones que no te benefician. Lucha por superar cualquier problema que se presente. Si no lo haces tú ¿Quién lo va hacer?

Cambia la perspectiva como te ves y sientes contigo mismo y con los demás, modifica conductas y pensamientos negativos, has cosas diferentes, y se abrirán ante ti nuevas posibilidades.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Estrés Postraumático

Las víctimas de atentados, atracos, violaciones, malos tratos y abusos, o acontecimientos violentos o peligrosos en general suelen mostrar serias dificultades para librarse de los pensamientos y sentimientos asociados a esos acontecimientos. 

Cuando esta situación se prolonga en el tiempo y la persona se siente incapaz de retomar una vida normalizada hablamos de estrés postraumático. A veces, también se puede diagnosticar este cuadro cuando el sujeto no ha sido víctima pero sí testigo (o bien ha conocido por alguien) de hechos que atentan contra la integridad física de las personas.

El trastorno de estrés postraumático hace que se sienta estresado y asustado después de pasado el peligro. Afecta su vida y a la gente que le rodea.
  • Puede causar problemas como:
  • Flashbacks o el sentimiento de que el evento está sucediendo nuevamente
  • Dificultad para dormir o pesadillas
  • Sentimiento de soledad
  • Explosiones de ira
  • Sentimientos de preocupación, culpa o tristeza

Los síntomas pueden empezar inmediatamente después del evento traumático y permanecer. Otras personas desarrollan síntomas nuevos y más serios meses o hasta años más tarde.

La presencia del estrés postraumático se conoce porque el individuo aquejado de este problema experimenta, sobre todo, una gran ansiedad. Más en concreto, puede observarse como siente temor, desesperanza y malestar corporal (o, en los niños, un comportamiento desestructurado o agitado).

Es muy característico que la persona recuerde una y otra vez el acontecimiento traumático y evite cualquier noticia o información relativa a él. Igualmente, tratará de no pasar por sitios que se lo evoquen o procurará no encontrarse con nadie que se lo pueda recordar.

Como cualquier víctima sufre en alguna medida malestar, el estrés postraumático sólo se debe diagnosticar cuando ha pasado ya un mes desde el acontecimiento. Pero debe seguir provocando un acusado malestar, y llevar a una desintegración de la vida social y del rendimiento laboral.

Los acontecimientos que más habitualmente originan un trastorno por estrés postraumático son: los combates en el frente de guerra, ataques personales violentos (agresión sexual y física, atracos, robo de propiedades), la muerte de seres queridos (en especial, los que suceden de forma repentina), el secuestro, el ser tomado como rehén, las torturas, el encarcelamientos, desastres naturales o provocados por el hombre, accidentes automovilísticos graves, o diagnóstico de enfermedades potencialmente mortales. Ciertas relaciones muy intensas y con un final doloroso también provocan este cuadro.

En los niños, los acontecimientos más característicos como fuente de este problema son: los abusos sexuales, el maltrato físico y la muerte de los padres u otros cuidadores.

Aunque de forma menos habitual, también son causa del estrés postraumático la contemplación de sucesos dramáticos: accidentes graves (de automóviles, trenes...); la muerte no natural de otras personas a causa de la guerra, accidentes, ataques violentos y terroristas; ser testigo de desastres naturales (inundaciones, tsunamis, terremotos...); o contemplar de forma inesperada muertes, amputaciones o fragmentaciones del cuerpo humano. Igualmente, puede causar un trauma ver estos sucesos en la televisión o en los periódicos, o, incluso, recibir la información a través de la narración de otras personas.

El trastorno se vuelve más grave y duradero cuando el trauma es obra de otros seres humanos (actos terroristas, torturas, violaciones). Y la probabilidad de presentar este trastorno aumenta cuanto más cerca físicamente pueda encontrarse el agente estresante o más próximo se halle el sujeto del lugar donde ocurrió.

Las maneras de revivir el trauma pueden ser muchas, pero las más habituales son las siguientes: recuerdos que no se pueden parar y que vuelven continuamente a lo largo de todo el día, pesadillas repetitivas en las que el acontecimiento vuelve a suceder, y también, aunque es menos frecuente, la re-experimentación del suceso como si estuviera pasando realmente en ese momento. Estos episodios pueden durar pocos segundos, pero también prolongarse durante horas o, incluso, varios días. Durante estos estados disociativos se revive todo con tal intensidad que se hace difícil distinguir entre la realidad y la fantasía.

 El trastorno suele empeorar cuando la persona se expone a situaciones que recuerdan o simbolizan lo que pasó (por ejemplo, aniversarios del suceso, entrar en un ascensor que se parece a aquel en el que fue violada, etc.).

Todas las personas con este trastorno se esfuerzan deliberadamente para no sentir y no pensar en el suceso, tratan de que no se hable de ello, y se enfrascan en actividades para tratar de olvidarlo; no obstante, muchas de estas actividades acaban, al fin, por volverse recordatorios del hecho. Sólo algunas personas, intensamente traumatizadas, consiguen "olvidar" o "borrar de su mente" cualquier vestigio de lo pasado. Sin embargo, cuando algo lo vuelve a recordar sufren crisis de intenso malestar.

Justo después de vivir el acontecimiento traumático, algunas personas parecen mostrarse indiferentes. Esa reacción se denomina "embotamiento psíquico" o "anestesia emocional", y suele desaparecer al cabo de un tiempo.

Muchas personas con este cuadro acaban perdiendo interés por participar en actividades que antes les resultaban agradables, tienden a alejarse de los demás y a restringir sus contactos sociales y, sobre todo, pierden la capacidad para sentir determinadas emociones (especialmente, aquellas que hacen referencia a la intimidad, la ternura y la sexualidad). Por otro lado, pueden creer que ya no tienen futuro (familiar, laboral, social...) y que nunca más podrán desarrollar una vida normal, como antes del trauma.

Entre los síntomas que suelen perpetuarse al padecer este problema cabe citar: la dificultad para conciliar o mantener el sueño, las respuestas exageradas de sobresalto y miedo, la irritabilidad y los ataques de ira y la dificultad para concentrarse o ejecutar distintas tareas.

La detección y reconocimiento del estrés asociado a situaciones traumáticas es el primer paso para el individuo en su camino para su total recuperación e integración social.

El tratamiento es a través de psicoterapia y/o fármacos por Psicólogos Clínicos/Psiquiatras se constituye como el factor crucial junto a la propia actitud y predisposición del paciente, para ayudar a las víctimas a afrontar la tragedia y continuar con su vida de forma satisfactoria.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Victimismo

Una personalidad victimista consiste en una tendencia psicológica, que puede llegar a desembocar en una conducta patológica como un trastorno paranoide, consistente en una propensión a culpar a otros de los males que uno padece, refugiándose en la compasión ajena, mediante las quejas y/o la expresión de malestar se transmite una exigencia oculta a los demás, despertando en su interior, un sentimiento de culpa. Son personas que van de mártires por la vida, sin que sus quejas correspondan con la realidad e incluso conlleva una responsabilidad moral.

El victimismo suele esconder experiencias pasadas no superadas. Por tanto, el papel de víctima se basa en culpabilizar a todo y a todos con el objeto de obtener atención. Desde una visión victimista siempre es el otro el que tiene el problema y uno mismo quien sufre las consecuencias.

En Psicología esta tendencia se caracteriza por una deformación pesimista de la realidad en la que el sujeto se regodea en el lamento y queda incapacitado para realizar cualquier tipo de autocrítica. Es uno de los pilares de la cultura de la queja.

Retóricas victimistas

«Esta persona siempre me está atacando, ahora afirma que miento. Trata de imponer su punto de vista, es injusto».

«Haga el favor de disculparse, mi opinión merece ser respetada. No puede imponer la suya sobre la de los demás. Usted claramente tiene animosidad en contra mía».

En ocasiones, esta retórica va encaminada a no reconocer los errores propios, eludiendo la responsabilidad o la rectificación. De esta forma, el orador victimista logra escabullirse de la discusión desprestigiando el argumento vencedor sin reconocer que estaba equivocado, o como último recurso cuando finalmente se ve incapacitado para exponer un argumento racional.

En base al recurso del victimismo, cuando la personalidad paranoide desea influir en la toma de decisiones ajena suele acudir a dos estrategias:

Victimismo populista paranoide: Culpabilizar de supuestos fracasos al cuadro directivo (directores, administradores, etc) adoptando el papel de víctima rechazando toda autocrítica y reclamando justicia popular (ejecuciones, despidos, amenazas, etc).

Victimismo paranoide intergrupal: Acusar de una supuesta persecución, conspiración o incomprensión por parte del otro grupo. Es característico del victimismo irredento.

El victimismo es un trastorno paranoide de la personalidad muy común en la que el sujeto adopta un rol de víctima a fin de, por un lado, culpar a otros de conductas propias, y por otro, enarbolar la compasión de terceros como defensa a supuestos ataques.

Mediante una proyección, en el sentido de Sigmund Freud, el victimista recurre a la estrategia mental de colocar fuera de sí la responsabilidad o los males que realmente le pertenecen. En este sentido, la personalidad de víctima o victimismo, consiste entonces en defenderme de posibles situaciones de malestar a través del no reconocimiento y la proyección externa de una determinada situación. Estos se muestran débiles y maltratados para encontrar el apoyo de otros y evitar tener que realizar los esfuerzos que su situación de vida, natural o adquirida les requiere.

Como esta mentalidad no siempre logra alcanzar los objetivos ésta conduce a su vez con facilidad a la desesperación, el conformismo ante el infortunio e incluso el resentimiento, la ira o el deseo de venganza contra lo que le rodea; formando un victimismo agresivo, una forma rabiosa de victimismo que consiste en molestarse por que otros no son como nosotros o como deseamos que sean. En estos casos la tendencia es a atacarlos, acusarlos, etiquetarlos para dañarlos moral, emocional o físicamente en una demostración de intolerancia excluyente. Por ello en ocasiones surge junto con la megalomanía, ya que el sujeto, donde no se ve continuamente elogiado y aceptado, se ve víctima de supuestas conspiraciones y hostilidades (victimismo intergrupal).

Características de la persona victimista
  • No dice directamente lo que se desea, sino que se expresa en forma de queja o sufrimiento.
  • Cuando no logra alcanzar su objetivo, se desespera, se lamenta y se queja de manera excesiva. En vez de luchar por cambiar las cosas, se regocija y exhibe sus desgracias, describiendo a todos sus desdichas.
  • Busca protagonismo, con la pretensión de ser el centro de atención, trasmitiendo pena y forzando la compasión de los demás, mediante lamentos y quejas. Al victimista le gusta mostrarse como una persona a quien le suceden muchas desgracias e injusticias.
  • Cualquier hecho negativo que le suceda, lo exagera hasta el punto de que en la mayoría de las ocasiones deforme la realidad, de forma que sobre-dimensiona lo negativo y llega a perder la perspectiva real de las consecuencias de ese hecho negativo.
  • Cualquier mínima ofensa la exagera para mostrar que se siente discriminado con el fin de manifestar que están contra él. Suele pensar mal de los demás.
  • Tiene el deseo de sentirse protegido por quienes le rodean y para mostrarlo se muestra débil y desamparado, haciéndoles sentir mal si no consigue su apoyo y protección.
  • Para aquellas personas que tienen que soportar de manera constante sus desgracias y lamentos, puede convertirse en un lastre.
  • Llegan a convertirse en víctimas de sí mismos, haciendo del sufrimiento su forma de vida.
  • Buscan dar pena, suscitar compasión, que se le reconozca que es una persona perseguida por la mala suerte (en todas sus áreas de la vida: amor, trabajo, familia, amigos) es decir, se presentan ante los demás como una víctima.
  • Suelen acometer y criticar a aquellos que no le dan la razón o que no son como él desearía que fuesen, de forma que quien recibe la queja, lo percibe como una exigencia, no pudiendo elegir con libertad. De forma que si accede, puede renunciar a sus deseos o necesidades y si se niega aparece culpabilidad o miedo a que el otro se enfade o lo rechace.
  • Se manifiesta de forma abierta (inseguridad), en ocasiones de modo exagerado, con una actitud de “pobre de mí”.
  • El victimista siente que él se sacrifica y nunca recibe lo mismo a cambio.
  • Se justifica la propia actitud agresiva como una defensa a los anteriores ataques recibidos.
  • No sabe asumir las críticas, se ofende y se enoja ante ellas, y sólo ve mala intención, en quien se las hace o cuando tratan de hacerle una corrección.
  • Ante un fracaso suele justificar su actitud y culpar a quien le rodea de sus propios errores. Adopta el rol de víctima reconociendo su parte de culpa y reclamando justicia como si fuese él quien ha sufrido las consecuencias de esa equivocación o error. Rechaza cualquier autocrítica y no asume ninguna responsabilidad.
  • Ante una discusión o crítica, adquiere una actitud defensiva, ya que considera que la intención de su adversario es ir más allá de una simple discusión o desacuerdo. Considera que le están atacando y que van contra él.
Otras Características

Táctica del reconocimiento: el individuo suele utilizar el victimismo para llamar la atención, dimensionando cuestiones y hechos poco relevantes de carácter negativo. Siendo común que interprete el rol de víctima para que reconozcan sus méritos.

Deformación de la realidad: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que la culpa en todo caso es del entorno o los demás.

El sujeto muestra un pesimismo exacerbado frente a la realidad que le rodea, dimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su alrededor y presumiendo mala fe. De esta actitud surge un morboso afán por descubrir agravios nimios para sentirse discriminado o maltratado con el fin de achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y agresiva que representa todo lo malo que le sucede. De esta forma, su susceptibilidad les lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.

Consuelo en el lamento: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que no merece sentirse culpable.

El sujeto encuentra placer en manifestarse como una víctima ante los demás. Esta cultura de la queja en realidad es una forma llamar la atención, mendigando protagonismo mediante una estrategia de lamentos y forzando la compasión de los que le rodean. De esta forma, en vez de luchar por mejorar las cosas el sujeto compite en la exhibición de sus supuestas desdichas.

Incapacidad de autocrítica: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que no tiene la culpa de nada de lo que hace.

El sujeto victimista es incapaz de extraer una crítica constructiva de lo que le rodea, tendiendo a considerar como enemigo a cualquiera que se atreva a hacerle alguna corrección. A lo sumo será capaz de aceptarla cuando provenga de alguien que le resulte afín. De esta forma, el victimista se auto-contempla con indulgencia, eludiendo su verdadera responsabilidad, sintiendo que su posición de víctima justifica todos sus actos. Para las personas que caen en esta actitud, todo lo que les hacen a ellos es intolerable, mientras que sus propios errores o defectos son sólo simples sutilezas sin importancia que sería una falta de tacto señalar.

Táctica ofensiva: “Manipulador” la cual no es en absoluto inocua, sino plenamente consciente y con un afán manipulador que no repara en medios para lograr sus objetivos. Siempre miran hacia uno mismo y no les importa demasiado los daños colaterales causados por su actitud.

Táctica defensiva: Se caracteriza por individuos que viven en el autoengaño, cuyo victimismo se ha convertido en la razón de su existencia.

“Sentirse víctima es fácil y muy rentable, pues permite usar el sufrimiento como recurso para influir en la conducta ajena. Pero la víctima renuncia a su poder y su libertad para cambiar las situaciones”.