lunes, 18 de mayo de 2015

Llevar a mi Hijo al Psicólogo

Es común para muchos pensar en la infancia como "la etapa más feliz de la vida" en efecto, se crean los primeros vínculos afectivos y se conocen las maravillas del mundo con asombro y fascinación, pero este proceso puede enfrentar dificultades que alteran la conducta de un niño, generando una relación conflictiva con su entorno, aislamiento y situaciones angustiantes que merman su capacidad creativa y de convivencia.
A veces los niños, como los adultos, pueden encontrar ayuda en la terapia. La terapia puede ser útil para que los niños desarrollen habilidades para resolver problemas y también para enseñarles el valor de buscar ayuda. Los terapeutas pueden ayudar a los niños y a las familias a manejar el estrés y temas diversos relacionados con las emociones y el comportamiento.

Muchos niños necesitan ayuda para manejar el estrés en la escuela, por ejemplo, por los deberes, los exámenes, el acoso escolar y la presión de los compañeros. Otros necesitan ayuda para poder hablar de sus sentimientos respecto a temas relacionados con la familia, sobre todo en el caso de transiciones importantes, como puede ser un divorcio, un traslado o una enfermedad seria.

¿Debería mi hijo ver a un terapeuta?

Ciertos acontecimientos serios como la muerte de un miembro de la familia, un amigo o una mascota;un divorcio o un traslado, abusos, trauma o una enfermedad importante en la familia pueden causar un estrés que podría dar lugar a problemas de comportamiento, estado de ánimo, sueño, hambre, rendimiento en la escuela o problemas de interacción social.

En algunos casos, no es tan claro lo que puede estar causando que un niño de repente se muestre retraído, preocupado, estresado, malhumorado o triste. Pero si usted siente que su hijo podría tener un problema emocional o de comportamiento o que necesita ayuda para enfrentar un acontecimiento difícil de la vida, confíe en su instinto.

La psicología infantil nos dice que siempre que observemos cualquier cambio notable en la conducta del menor, por exceso o por defecto, deberíamos de ponernos alerta. Como posibles ejemplos de situaciones a las que prestar atención tenemos:

Cambios en los patrones de alimentación. Come más o menos que antes o lo hace de forma diferente.
Cambios en los patrones de sueño. Presencia de alteraciones como insomnio, pesadillas, se duerme “por las esquinas”, se orina en la cama, etc.
Cambios en el rendimiento escolar. No es capaz de prestar atención, no hace sus tareas, su rendimiento ha bajado notablemente
Cambios en su estado de ánimo. Parece más triste, apagado, sin energía.
Cambios en su nivel de actividad. Es más elevado o menos que el de sus compañeros, ha habido una notable disminución o aumento en los últimos meses, parece más nervioso.
Alteraciones en el juego. Juega siempre solo, no participa en juegos sociales, se aísla, juega siempre a juegos violentos.
Alteración en la conducta. No acata normas, tiene conductas extrañas (diferentes a las de sus compañeros o hermanos), tiene conductas repetitivas.
Alteraciones en las relaciones sociales. Ha dejado de relacionarse o siempre ha tenido problemas con sus compañeros, no llama a nadie o no le llaman para salir, no es capaz de hacer nuevos amigos, evita situaciones sociales o presenta claros síntomas de ansiedad en dichas situaciones.

Las señales que pueden indicar que su hijo podría beneficiarse de la ayuda de un psicólogo clinico, incluyen:
  • Un retraso en el desarrollo del habla, el lenguaje o en el control de los esfínteres para dejar lo pañales
  • Problemas de aprendizaje o de atención (como el TDAH)
  • Problemas de comportamiento (como ira excesiva, mal comportamiento, hacerse pipí en a cama o trastornos de la alimentación)
  • Empezar a sacar malas notas en la escuela, sobre todo si solía sacar buenas notas
  • Episodios de tristeza, llanto o depresión
  • Retraimiento social o aislamiento
  • Ser víctima del acoso escolar o acosar a otros niños
  • Menor interés por actividades que previamente disfrutaba
  • Comportamiento excesivamente agresivo (como morder, dar patadas o pegar)
  • Cambios repentinos en el apetito (especialmente en los adolescentes)
  • Insomnio o excesiva somnolencia
  • Ausentismo o faltas de puntualidad de manera reiterada en la escuela
  • Cambios en el estado de ánimo (p. ej., estar feliz ahora y al minuto siguiente sentirse desgraciado)
  • Desarrollo de síntomas físicos (como dolor de cabeza, de estómago o malestar) a pesar de que el reconocimiento físico realizado por el médico no haya revelado nada anormal
  • Tener una enfermedad grave, aguda o crónica
  • Signos que delaten el consumo de alcohol, drogas u otras sustancias (como disolventes inhalables o fármacos)
  • Problemas en las transiciones (después de una separación, divorcio o traslado)
  • Temas relacionados con duelos
  • Evaluaciones para la custodia
  • Abuso sexual, físico o emocional u otros acontecimientos traumáticos
“decir que llevar al niño al psicólogo no significa que haya un problema de salud mental detrás. En la mayoría de los casos los padres necesitan más una orientación sobre qué pautas llevar a cabo con sus hijos, y éstos un entrenamiento en ciertas habilidades de afrontamiento, ayudando así al correcto desarrollo del menor”.

Encontrar al Terapeuta Adecuado

¿Cómo encontrar un profesional en salud mental que tenga experiencia en trabajar con niños y adolescentes? Aunque la experiencia y la formación son importantes, también lo es encontrar a un terapeuta con el que su hijo se sienta cómodo hablando. Busque uno que no sólo tenga la experiencia adecuada, sino también que pueda ayudar a su hijo en las circunstancias actuales.

Su pediatra puede ser una buena opción para que le oriente en esto. Muchos pediatras, por su trabajo, están en contacto con especialistas en salud mental, como los psicólogos o trabajadores sociales clínicos. Los amigos, compañeros de trabajo o familiares también podrían recomendarle alguien.

Cuando busque un terapeuta adecuado para su hijo, debería tener en cuenta diversos factores. Un buen primer paso es preguntar si el terapeuta está dispuesto a darle una cita para una breve consulta o a entrevistarse con usted por teléfono antes de comprometerse a llevar a su hijo para las visitas regulares. No todos los terapeutas tienen la posibilidad de hacer esto, debido a sus apretadas agendas. La mayoría de los terapeutas cobran este tipo de servicio, otros lo consideran un servicio gratuito.

En lo referente al terapeuta de su hijo:

Le propongo una serie de sugerencias que pensé le podrán ayudar a la hora de elegir un buen profesional.

Acuda en la medida de sus posibilidades a un psicólogo privado. Aunque tanto los privados como los públicos dispongamos de la misma formación, la avalancha a la que se ven expuestos los segundos (y prueba de ello son las listas de espera), hacen que pudiera ser que uno público no prestase con detenimiento y minuciosidad la atención necesaria que su hijo (y cualquier otra persona) merece, habiendo casos que por estar comprimidos en historias clínicas o por la complejidad del problema, opten por derivarlos directamente al psiquiatra. Le aseguramos que si elige el adecuado no se arrepentirá jamás y nunca pensará que ha “tirado el dinero”.

Desconfíe del terapeuta que no haga una evaluación exhaustiva del problema. La importancia de tener un buen análisis funcional del problema de conducta de su hijo es crucial, si no, el psicólogo irá a buen seguro “dando palos de ciego”. Tras lo cual le indicará cuál es la intervención que deberá realizar sobre su hijo.

Mal asunto si se centra en aspectos pasados demasiado tiempo y no en el presente. No es tanto lo fundamental el qué fue lo que provocó el trastorno de su hijo, sino cómo se mantiene actualmente y, desde luego, como se podría extinguir. El pasado sólo nos puede ayudar para arrojar algo de luz sobre el presente, pero no para modificarlo.

¿Le ha dicho en alguna ocasión que usted “no” es parte implicada en el tema y que sólo debe entrevistarse con el niño? Si es así, le recomiendo que se vaya de la consulta cuanto antes (y si puede, sin pagar). Aunque sea probable y verdad que en las sesiones deba entrevistarse a solas con el niño, tendrá que hablar usted con el profesional no en una, sino en varias o bastantes ocasiones. Los problemas del niño o adolescente se mantienen en parte por comportamientos erróneos de los padres, que refuerzan inadecuadamente o castigan del mismo modo por ejemplo, y que su profesional le informará y ayudará a cambiar. En su defensa  es que nadie nace sabiendo educar y (el niño no nace con un manual de instrucciones evidentemente).

Factores a Tener en Cuenta

Considere los siguientes factores para elegir un posible terapeuta:
  • ¿Tiene el terapeuta la titulación adecuada para ejercer en su estado? (Podría comprobarlo en la junta estatal de acreditación para ese tipo de profesionales o fijarse si en su consulta tiene expuesto algún titulo.) ¿Está cubiertos los servicios del terapeuta en las prestaciones de salud mental de su seguro médico? En caso de que lo estén, ¿cuántas sesiones cubre su plan? ¿Qué porcentaje debe pagar usted?
  • ¿Cuál es su titulación?
  • ¿Qué tipo de experiencia tiene el terapeuta?
  • ¿Durante cuánto tiempo ha trabajado el terapeuta con niños y adolescentes?
  • ¿Le cae bien el terapeuta a su hijo?
  • ¿Cuál es su política de cancelación de sesiones en el caso de que le sea imposible asistir a una cita?
  • ¿Es posible llamar al terapeuta por teléfono si se presenta una emergencia?
  • ¿Quién podrá atender a su hijo durante las vacaciones del terapeuta, si está enfermo o fuera de las horas de consulta?
  • ¿En qué tipo de terapia está especializado el terapeuta?
  • ¿Está el terapeuta dispuesto a encontrarse con usted además de trabajar con su hijo?
La buena conexión entre el terapeuta y el cliente es esencial, por lo que puede ser necesario que se entreviste con varios antes de encontrar alguien que encaje tanto con usted como con su hijo.

Como con otros profesionales de la salud, los terapeutas pueden tener distintas formaciones y titulaciones. Como norma general, el terapeuta de su hijo debería tener un título profesional en el campo de la salud mental (psicólogo, trabajador social o psiquiatra) y estar autorizado para trabajar en su estado. Los psicólogos, trabajadores sociales y psiquiatras pueden diagnosticar y tratar trastornos de salud mental. Conviene saber lo que significan las descripciones en la propaganda o promoción que pueden acompañar al nombre del terapeuta.

Prepararse para la Primera Visita
  • Es posible que a usted le preocupe que su hijo pueda sentirse mal cuando le diga que va a ir a ver a un terapeuta. Aunque a veces esto es verdad, es esencial que le hable con honestidad de la sesión y de la razón por las que su hijo (o la familia) va a ir al terapeuta. Este tema va a surgir en la sesión, pero es importante que prepare a su hijo para ello.
  • Explique a sus hijos pequeños que este tipo de visitas al médico no implican exámenes físicos ni inyecciones. Quizá también quiera destacar que este tipo de médicos hablan y juegan con los niños y las familias para ayudarles a resolver problemas y a sentirse mejor. Los niños pueden tranquilizarse si saben que el terapeuta va a ayudar a los padres y a otros miembros de la familia también.
  • A los niños mayores y a los adolescentes les tranquilizará saber que todo lo que expliquen al terapeuta será confidencial y no podrá explicarse a nadie, incluidos los padres u otros médicos, sin su permiso; la excepción a esto es si explican que tienen ideas relacionadas con el suicidio o con hacerse daño a ellos mismos o a otros.
  • Dar a los niños este tipo de información antes de la primera visita puede ayudar a marcar un buen precedente, evitar que su hijo se sienta puesto en evidencia o aislado y tranquilizarle respecto a que toda la familia va a trabajar sobre el problema.
Cuando se Necesita más Apoyo
  • Aunque su hijo sea capaz de manejar los aspectos emocionales, muéstrele su disposición a escucharlo y quererlo, y ofrézcale su apoyo sin juzgarlo. La paciencia es esencial también, pues muchos niños son incapaces de verbalizar sus temores y emociones.
  • Intente reservar un espacio de tiempo para hablar con su hijo de lo que le preocupa y le inquieta. Para evitar las distracciones, apague el televisor y active el contestador en el teléfono. Esto hará que su hijo sepa que ahora él es su principal prioridad.
Otras maneras para comunicarse abiertamente y para la resolución de problemas incluyen:
  • Hable con su hijo honestamente y tan frecuentemente como pueda.
  • Muestre amor y afecto a su hijo, especialmente en los momentos difíciles.
  • Sea un buen ejemplo para él atendiendo a sus necesidades físicas y emocionales.
  • Solicite el apoyo de su pareja, familiares inmediatos, el pediatra de su hijo y sus profesores.
  • Mejore la comunicación en su hogar convocando reuniones familiares frecuentes que terminen con alguna actividad divertida (p. ej., jugar a algo o hacer helados).
  • Por muy difícil que sea, establezca límites respecto a los comportamientos inapropiados. Pida al terapeuta que le sugiera algunas estrategias para animar a su hijo a cooperar.
  • Mantenga una comunicación frecuente con el terapeuta.
  • Tenga una actitud abierta hacia cualquier punto de vista de su hijo o del terapeuta.
  • Respete la relación entre su hijo y el terapeuta. Si siente esto como una amenaza, coméntelo con el terapeuta (no es nada por lo que deba avergonzarse).
  • Disfrute de sus actividades o aficiones favoritas con su hijo.
Conclusión

Reconociendo los problemas y buscando ayuda lo antes posible puede ayudar a su hijo y a toda su familia a atravesar los momentos difíciles, para que más adelante puedan disfrutar de otros momentos de mayor felicidad y bienestar.

Dar importancia a la detección y al tratamiento de problemas de salud mental en la infancia es muy necesario porque previene dificultades en el futuro no sólo en lo individual sino en lo familiar, debido a que "lo que le ocurre al niño es un reflejo de su condición de vida" y, ante todo, considerar que en la salud mental siempre es mejor prevenir que lamentar.