domingo, 8 de septiembre de 2013

El Suicidio

El suicidio es el acto por el que un individuo, deliberadamente, se provoca la muerte.

Aquí en México al año mueren por suicidio alrededor de un millón de personas, cada día hay en promedio casi 3 mil personas que ponen fin a su vida; al menos 20  intentan suicidarse por cada una que lo consigue y se afectan al menos 6 personas cercanas. Se estima que las dos terceras partes de quienes se quitan la vida sufren depresión y que los parientes de los suicidas tienen un riesgo más elevado (hasta cinco veces más) de padecer tendencias al respecto. Los padecimientos psíquicos se encuentran presentes en 9 de cada 10 casos de suicidio; entre ellos, aparte de la depresión se encuentran también los trastornos de ansiedad y las adicciones.

Muchas religiones monoteístas lo consideran un pecado, y en algunas jurisdicciones se considera un delito. Por otra parte, algunas culturas, especialmente las orientales, lo ven como una forma honorable de escapar de algunas situaciones humillantes o dolorosas en extremo.

El suicidio puede ser efecto de trastornos psiquiátricos, que comúnmente se acompañan de depresión o ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico, el trastorno bipolar, la esquizofrenia, trastorno límite de la personalidad, y otros trastornos, o cuestiones de vida estresantes, como problemas serios a nivel financiero o en las relaciones interpersonales.

 En estos casos patológicos es principalmente la enfermedad lo que provoca el suicidio y no el análisis lógico del individuo. Antes que la acción, el suicidio comienza en el pensamiento.

Ya sea por problemas personales y/o emocionales, las personas suicidas deben ser evaluadas como individuo para entonces entender el suicidio a nivel social. Estos individuos poseen un sentido de indefensión y desesperanza ante las situaciones que los afectan. Las personas suicidas exhiben algunas características tales como depresión, impulsividad, baja tolerancia a la frustración y son personas sin espíritu de lucha. Suelen ser pacientes más agresivos, exigentes, dependientes e insatisfechos que los demás. Teniendo en cuenta el perfil de la persona suicida se podrían prevenir algunos suicidios con psicoterapia, farmacoterapia y hospitalización en casos extremos. Los indicadores y comportamientos varían dependiendo de la persona. EL DSM-4 “los pensamientos recurrentes (no solo el temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse son síntomas de personas con depresión mayor”.

El proyecto suicida nunca es improvisado, aunque la realización a veces sea impulsiva. El suicida lo venía pensando desde tiempo antes, y en la mayoría de los casos se lo había comunicado a alguien con anterioridad. La idea de que alguien que habla de suicidarse no lo hará es falsa, toda amenaza debe ser tomada seriamente.

La mayoría de los intentos de suicidio no terminan en muerte. Muchos de estos intentos se llevan a cabo en una forma en que el rescate sea posible. Estos intentos a menudo representan un grito desesperado en busca de ayuda.

Algunas personas intentan suicidarse de una manera que sea menos probable de llevar a la fatalidad, como envenenamiento o sobredosis. Los hombres, especialmente los ancianos, tienen mayor probabilidad de escoger métodos violentos, como dispararse. Como resultado, los intentos de suicidio por parte de ellos tienen mayor probabilidad de consumarse.

Hay que diferenciar las tentativas de suicidios de los suicidios consumados, los primeros suelen ser llamadas de atención pero hay que controlarlos muy de cerca porque dichas tentativas suelen repetirse con bastante asiduidad durante las primeras semanas que siguen a la tentativa y existe el riesgo finalmente de consumarlo.

Freud aporta la hipótesis psicoanalítica de que el suicidio manifiesta una agresividad dirigida originalmente contra otra persona (el objeto de amor perdido) que al no poder ser descargada se dirige hacia el propio individuo, es decir, secundariamente, contra sí mismo.

Para algunos colegas psiquiatras y psicólogos no existe un único factor desencadenante de un suicidio, sino que éste es una acción multi-determinada por diversos factores intervinientes que al conjugarse se potencian. Es natural en el hombre relacionarse con su entorno y socializar, pero cuando estos vínculos se rompen se piensa que cierto problema no tiene solución y la persona se encuentra sumergida en un estado de depresión total. Entonces, ve en el suicidio una salida fácil y rápida para acabar con tanto malestar emocional.

Las personas que se suicidan se sienten perseguidos por su propia tortura. Es su culpa la que les hace no estar en paz consigo mismos

El ser humano continuamente lleva a cabo acciones auto-destructivas como por ejemplo fumar, beber en exceso, practicar deportes de riesgo pero la intención habitualmente no es la de acabar con la propia vida sino experimentar determinado placer. Cuando una persona tiene una intención de suicidio no buscan el deleite sino acabar con el sufrimiento porque su visión de túnel no permite ver otras posibles salidas.

Toda muerte meditada o inmediata de un acto positivo o negativo, ejecutado por la misma víctima, se considera suicidio. La persona renuncia a su existencia, este acto es cumplido con conciencia de lo que va a ocasionar. La víctima sabe cuál va a ser el resultado de su conducta.


Los tipos de suicidio son los siguientes:

Suicidio consumado: Conducta auto-destructiva y auto infringido que acaba con la muerte de la persona que lo lleva a cabo.

Suicidio frustrado: Suicidio que no llega a consumarse porque un imprevisto (algo con lo que no contaba el sujeto) lo interrumpe. Es aquel acto suicida que, de no mediar situaciones fortuitas, no esperadas, casuales, hubiera terminado en la muerte.

Intento de suicidio: Daño auto infringido con diferente grado de intención de morir y de lesiones. También denominado parasuicidio, tentativa de suicidio, intento de auto-eliminación o autolesión intencionada. Es aquel acto sin resultado de muerte en el cual un individuo deliberadamente, se hace daño a sí mismo.
  • Ideación suicida: Consisten en pensamientos de terminar con la propia existencia y que pueden adoptar las siguientes formas de presentación:
  • Idea suicida sin un método específico, pues el sujeto tiene deseos de matarse pero al preguntarle cómo lo va a llevar a efecto, responde: “no sé cómo, pero lo voy a hacer”.
  • Idea suicida con un método inespecífico o indeterminado en la que el individuo expone sus deseos de matarse y al preguntarle cómo ha de hacerlo, usualmente responde: “De cualquier forma, ahorcándome, quemándome, pegándome un balazo.”
  • Idea suicida con un método específico no planificado, en la cual el sujeto desea suicidarse y ha elegido un método determinado para llevarlo a cabo, pero aún no ha ideado cuándo lo va a ejecutar, en qué preciso lugar, ni tampoco ha tenido en consideración las debidas precauciones que ha de tomar para no ser descubierto y cumplir con sus propósitos de autodestruirse.
  • El plan suicida o idea suicida planificada, en la que el individuo desea suicidarse, ha elegido un método habitualmente mortal, un lugar donde lo realizará, el momento oportuno para no ser descubierto, los motivos que sustentan dicha decisión que ha de realizar con el propósito de morir.

Gesto suicida: Amenaza con hechos sobre una conducta auto-destructiva que se llevará a cabo. Suele estar cargada con simbolismos. Es el ademán de realizar un acto suicida. El gesto suicida incluye el acto, que por lo general no conlleva lesiones de relevancia para el sujeto, pero que hay que considerar muy seriamente.

Amenaza suicida: Lo mismo que el anterior pero con palabras. Consiste en la insinuación o afirmación verbal de las intenciones suicidas, expresada por lo general ante personas estrechamente vinculadas al sujeto y que harán lo posible por impedirlo. Debe considerarse como una petición de ayuda.

Equivalentes suicidas: Son auto-mutilaciones que puede hacerse una persona.

Suicidio colectivo: La conducta auto-destructiva la llevan a cabo varias personas a la vez. En este tipo de suicidios lo normal es que una persona del grupo sea la inductora y el resto los dependientes.

Suicidio racional: Una persona que tras una larga enfermedad por ejemplo incapacidad, llega a la conclusión de que lo mejor que puede hacer es suicidarse.

El suicidio accidental: El realizado con un método del cual se desconocía su verdadero efecto o con un método conocido, pero que no se pensó que el desenlace fuera la muerte, no deseada por el sujeto al llevar a cabo el acto. También se incluyen los casos en los que no se previeron las complicaciones posibles

El Suicidio intencional: Es cualquier lesión auto-infligida deliberadamente realizada por el sujeto con el propósito de morir y cuyo resultado es la muerte. En la actualidad aún se debate si es necesario que el individuo desee morir o no, pues en este último caso estaríamos ante un suicidio accidental, en el que no existen deseos de morir, aunque el resultado haya sido la muerte.

De todos los componentes del comportamiento suicida, los más frecuentes son las ideas suicidas, los intentos de suicidio y el suicidio consumado, sea accidental o intencional.

Las ideas suicidas son muy frecuentes en la adolescencia sin que ello constituya un peligro inminente para la vida, si no se planifica o se asocia a otros factores, llamados de riesgo, en cuyo caso adquieren carácter mórbido y pueden desembocar en la realización de un acto suicida.


Llame a su médico o asista de inmediato con un profesional de la salud mental, si usted o alguien que usted conozca está teniendo pensamientos suicidas

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Nadie hará por ti lo que no hagas por ti mismo

Todo comienza con uno mismo. Desde la infancia empezamos a tener una imagen propia de quiénes somos, cómo lucimos físicamente, para qué tenemos capacidades, talentos y cuáles son nuestras debilidades. Nos formamos esa auto-imagen mental desde niños, le vamos dando forma gracias a todas las experiencias que vivimos, pero cuando auto-saboteamos nuestra propia imagen y dudamos o dejamos de creer en nuestras capacidades, perdemos la herramienta para lograr metas y deseos.
Para el campo del desarrollo personal no hay atajos. Rige la ley de la cosecha, recogemos lo que sembramos, ni más ni menos. Nuestra vida no está marcada por lo que hicieron nuestros padres o nuestro abuelo, tampoco por circunstancias sobre las que no tenemos control. Nuestra vida está marcada por nuestras decisiones. Lo que tú haces hoy es lo que podrás recoger mañana.

Nacer  en una familia pobre, haber vivido la separación de nuestros padres, tener una enfermedad o cualquier otra circunstancia no significa que nuestra vida tenga que estar marcada permanentemente por estos hechos. El único obstáculo para conseguir lo que deseas eres tú mismo. Si provienes de una familia pobre, lucha por salir de la miseria, si tus padres se han separado, aprende la lección y trata de establecer una relación fructífera con tu pareja, si tienes una enfermedad, acéptala y sigue adelante, si tuviste un trauma cuando eras niño, ahora ya no lo eres, ahora como adulto tienes muchos nuevos recursos que puedes poner en marcha para superarte. Nadie hará por ti lo que tú tienes que hacer por ti mismo.

Todo en ti es único e importa cada detalle de ti, pero es posible que, al compararte con los demás, quisieras tener más dinero, una mejor casa, un auto del año, tener más estatura, verte mejor, tener tu ojos azules o verdes, tener más cabello o de otro color y un sin fin de tópicos que simplemente te pueden agobiar; por lo que te digo, es mejor que dejes de compararte, que dejes de mirar las realidades ajenas porque no son las tuyas y que, reconociendo tus bondades, bendiciones, habilidades, posibilidades, empieces a enfocarte en lograr todo lo que puedes, agradeciendo lo que tienes y sabiendo que eres perfectamente imperfecto, que eres una obra maestra.

Cuando reconoces esto, en primer lugar, por simple que parezca, abres tus caminos a nuevas posibilidades. Debes sentir orgullo de la persona que eres, cuando te amas, te aceptas, sabes que mereces lo mejor, lo asumes, lo crees y lo proyectas y es entonces cuando la vida trae hacia ti nuevas oportunidades y los sueños dejan de ser efímeros y se tornan realidades. Abre caminos de conciencia y comienza a elegir por ti.

Si bien es cierto, no siempre nuestros días brindan lo que esperamos y a veces nuestra vida toma rumbos imprevisibles, acepta el camino abierto que tienes por delante con todas tus capacidades para lograr lo que deseas. Cree en ti mismo y entiende que hay algo dentro de ti mayor que cualquier obstáculo. Persigue tus sueños.

Hazlo lo mejor que puedas con lo que tienes. Se Feliz con lo que tienes mientras consigues lo que quieres. Trabaja para salir de las situaciones que no te benefician. Lucha por superar cualquier problema que se presente. Si no lo haces tú ¿Quién lo va hacer?

Cambia la perspectiva como te ves y sientes contigo mismo y con los demás, modifica conductas y pensamientos negativos, has cosas diferentes, y se abrirán ante ti nuevas posibilidades.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Estrés Postraumático

Las víctimas de atentados, atracos, violaciones, malos tratos y abusos, o acontecimientos violentos o peligrosos en general suelen mostrar serias dificultades para librarse de los pensamientos y sentimientos asociados a esos acontecimientos. 

Cuando esta situación se prolonga en el tiempo y la persona se siente incapaz de retomar una vida normalizada hablamos de estrés postraumático. A veces, también se puede diagnosticar este cuadro cuando el sujeto no ha sido víctima pero sí testigo (o bien ha conocido por alguien) de hechos que atentan contra la integridad física de las personas.

El trastorno de estrés postraumático hace que se sienta estresado y asustado después de pasado el peligro. Afecta su vida y a la gente que le rodea.
  • Puede causar problemas como:
  • Flashbacks o el sentimiento de que el evento está sucediendo nuevamente
  • Dificultad para dormir o pesadillas
  • Sentimiento de soledad
  • Explosiones de ira
  • Sentimientos de preocupación, culpa o tristeza

Los síntomas pueden empezar inmediatamente después del evento traumático y permanecer. Otras personas desarrollan síntomas nuevos y más serios meses o hasta años más tarde.

La presencia del estrés postraumático se conoce porque el individuo aquejado de este problema experimenta, sobre todo, una gran ansiedad. Más en concreto, puede observarse como siente temor, desesperanza y malestar corporal (o, en los niños, un comportamiento desestructurado o agitado).

Es muy característico que la persona recuerde una y otra vez el acontecimiento traumático y evite cualquier noticia o información relativa a él. Igualmente, tratará de no pasar por sitios que se lo evoquen o procurará no encontrarse con nadie que se lo pueda recordar.

Como cualquier víctima sufre en alguna medida malestar, el estrés postraumático sólo se debe diagnosticar cuando ha pasado ya un mes desde el acontecimiento. Pero debe seguir provocando un acusado malestar, y llevar a una desintegración de la vida social y del rendimiento laboral.

Los acontecimientos que más habitualmente originan un trastorno por estrés postraumático son: los combates en el frente de guerra, ataques personales violentos (agresión sexual y física, atracos, robo de propiedades), la muerte de seres queridos (en especial, los que suceden de forma repentina), el secuestro, el ser tomado como rehén, las torturas, el encarcelamientos, desastres naturales o provocados por el hombre, accidentes automovilísticos graves, o diagnóstico de enfermedades potencialmente mortales. Ciertas relaciones muy intensas y con un final doloroso también provocan este cuadro.

En los niños, los acontecimientos más característicos como fuente de este problema son: los abusos sexuales, el maltrato físico y la muerte de los padres u otros cuidadores.

Aunque de forma menos habitual, también son causa del estrés postraumático la contemplación de sucesos dramáticos: accidentes graves (de automóviles, trenes...); la muerte no natural de otras personas a causa de la guerra, accidentes, ataques violentos y terroristas; ser testigo de desastres naturales (inundaciones, tsunamis, terremotos...); o contemplar de forma inesperada muertes, amputaciones o fragmentaciones del cuerpo humano. Igualmente, puede causar un trauma ver estos sucesos en la televisión o en los periódicos, o, incluso, recibir la información a través de la narración de otras personas.

El trastorno se vuelve más grave y duradero cuando el trauma es obra de otros seres humanos (actos terroristas, torturas, violaciones). Y la probabilidad de presentar este trastorno aumenta cuanto más cerca físicamente pueda encontrarse el agente estresante o más próximo se halle el sujeto del lugar donde ocurrió.

Las maneras de revivir el trauma pueden ser muchas, pero las más habituales son las siguientes: recuerdos que no se pueden parar y que vuelven continuamente a lo largo de todo el día, pesadillas repetitivas en las que el acontecimiento vuelve a suceder, y también, aunque es menos frecuente, la re-experimentación del suceso como si estuviera pasando realmente en ese momento. Estos episodios pueden durar pocos segundos, pero también prolongarse durante horas o, incluso, varios días. Durante estos estados disociativos se revive todo con tal intensidad que se hace difícil distinguir entre la realidad y la fantasía.

 El trastorno suele empeorar cuando la persona se expone a situaciones que recuerdan o simbolizan lo que pasó (por ejemplo, aniversarios del suceso, entrar en un ascensor que se parece a aquel en el que fue violada, etc.).

Todas las personas con este trastorno se esfuerzan deliberadamente para no sentir y no pensar en el suceso, tratan de que no se hable de ello, y se enfrascan en actividades para tratar de olvidarlo; no obstante, muchas de estas actividades acaban, al fin, por volverse recordatorios del hecho. Sólo algunas personas, intensamente traumatizadas, consiguen "olvidar" o "borrar de su mente" cualquier vestigio de lo pasado. Sin embargo, cuando algo lo vuelve a recordar sufren crisis de intenso malestar.

Justo después de vivir el acontecimiento traumático, algunas personas parecen mostrarse indiferentes. Esa reacción se denomina "embotamiento psíquico" o "anestesia emocional", y suele desaparecer al cabo de un tiempo.

Muchas personas con este cuadro acaban perdiendo interés por participar en actividades que antes les resultaban agradables, tienden a alejarse de los demás y a restringir sus contactos sociales y, sobre todo, pierden la capacidad para sentir determinadas emociones (especialmente, aquellas que hacen referencia a la intimidad, la ternura y la sexualidad). Por otro lado, pueden creer que ya no tienen futuro (familiar, laboral, social...) y que nunca más podrán desarrollar una vida normal, como antes del trauma.

Entre los síntomas que suelen perpetuarse al padecer este problema cabe citar: la dificultad para conciliar o mantener el sueño, las respuestas exageradas de sobresalto y miedo, la irritabilidad y los ataques de ira y la dificultad para concentrarse o ejecutar distintas tareas.

La detección y reconocimiento del estrés asociado a situaciones traumáticas es el primer paso para el individuo en su camino para su total recuperación e integración social.

El tratamiento es a través de psicoterapia y/o fármacos por Psicólogos Clínicos/Psiquiatras se constituye como el factor crucial junto a la propia actitud y predisposición del paciente, para ayudar a las víctimas a afrontar la tragedia y continuar con su vida de forma satisfactoria.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Victimismo

Una personalidad victimista consiste en una tendencia psicológica, que puede llegar a desembocar en una conducta patológica como un trastorno paranoide, consistente en una propensión a culpar a otros de los males que uno padece, refugiándose en la compasión ajena, mediante las quejas y/o la expresión de malestar se transmite una exigencia oculta a los demás, despertando en su interior, un sentimiento de culpa. Son personas que van de mártires por la vida, sin que sus quejas correspondan con la realidad e incluso conlleva una responsabilidad moral.

El victimismo suele esconder experiencias pasadas no superadas. Por tanto, el papel de víctima se basa en culpabilizar a todo y a todos con el objeto de obtener atención. Desde una visión victimista siempre es el otro el que tiene el problema y uno mismo quien sufre las consecuencias.

En Psicología esta tendencia se caracteriza por una deformación pesimista de la realidad en la que el sujeto se regodea en el lamento y queda incapacitado para realizar cualquier tipo de autocrítica. Es uno de los pilares de la cultura de la queja.

Retóricas victimistas

«Esta persona siempre me está atacando, ahora afirma que miento. Trata de imponer su punto de vista, es injusto».

«Haga el favor de disculparse, mi opinión merece ser respetada. No puede imponer la suya sobre la de los demás. Usted claramente tiene animosidad en contra mía».

En ocasiones, esta retórica va encaminada a no reconocer los errores propios, eludiendo la responsabilidad o la rectificación. De esta forma, el orador victimista logra escabullirse de la discusión desprestigiando el argumento vencedor sin reconocer que estaba equivocado, o como último recurso cuando finalmente se ve incapacitado para exponer un argumento racional.

En base al recurso del victimismo, cuando la personalidad paranoide desea influir en la toma de decisiones ajena suele acudir a dos estrategias:

Victimismo populista paranoide: Culpabilizar de supuestos fracasos al cuadro directivo (directores, administradores, etc) adoptando el papel de víctima rechazando toda autocrítica y reclamando justicia popular (ejecuciones, despidos, amenazas, etc).

Victimismo paranoide intergrupal: Acusar de una supuesta persecución, conspiración o incomprensión por parte del otro grupo. Es característico del victimismo irredento.

El victimismo es un trastorno paranoide de la personalidad muy común en la que el sujeto adopta un rol de víctima a fin de, por un lado, culpar a otros de conductas propias, y por otro, enarbolar la compasión de terceros como defensa a supuestos ataques.

Mediante una proyección, en el sentido de Sigmund Freud, el victimista recurre a la estrategia mental de colocar fuera de sí la responsabilidad o los males que realmente le pertenecen. En este sentido, la personalidad de víctima o victimismo, consiste entonces en defenderme de posibles situaciones de malestar a través del no reconocimiento y la proyección externa de una determinada situación. Estos se muestran débiles y maltratados para encontrar el apoyo de otros y evitar tener que realizar los esfuerzos que su situación de vida, natural o adquirida les requiere.

Como esta mentalidad no siempre logra alcanzar los objetivos ésta conduce a su vez con facilidad a la desesperación, el conformismo ante el infortunio e incluso el resentimiento, la ira o el deseo de venganza contra lo que le rodea; formando un victimismo agresivo, una forma rabiosa de victimismo que consiste en molestarse por que otros no son como nosotros o como deseamos que sean. En estos casos la tendencia es a atacarlos, acusarlos, etiquetarlos para dañarlos moral, emocional o físicamente en una demostración de intolerancia excluyente. Por ello en ocasiones surge junto con la megalomanía, ya que el sujeto, donde no se ve continuamente elogiado y aceptado, se ve víctima de supuestas conspiraciones y hostilidades (victimismo intergrupal).

Características de la persona victimista
  • No dice directamente lo que se desea, sino que se expresa en forma de queja o sufrimiento.
  • Cuando no logra alcanzar su objetivo, se desespera, se lamenta y se queja de manera excesiva. En vez de luchar por cambiar las cosas, se regocija y exhibe sus desgracias, describiendo a todos sus desdichas.
  • Busca protagonismo, con la pretensión de ser el centro de atención, trasmitiendo pena y forzando la compasión de los demás, mediante lamentos y quejas. Al victimista le gusta mostrarse como una persona a quien le suceden muchas desgracias e injusticias.
  • Cualquier hecho negativo que le suceda, lo exagera hasta el punto de que en la mayoría de las ocasiones deforme la realidad, de forma que sobre-dimensiona lo negativo y llega a perder la perspectiva real de las consecuencias de ese hecho negativo.
  • Cualquier mínima ofensa la exagera para mostrar que se siente discriminado con el fin de manifestar que están contra él. Suele pensar mal de los demás.
  • Tiene el deseo de sentirse protegido por quienes le rodean y para mostrarlo se muestra débil y desamparado, haciéndoles sentir mal si no consigue su apoyo y protección.
  • Para aquellas personas que tienen que soportar de manera constante sus desgracias y lamentos, puede convertirse en un lastre.
  • Llegan a convertirse en víctimas de sí mismos, haciendo del sufrimiento su forma de vida.
  • Buscan dar pena, suscitar compasión, que se le reconozca que es una persona perseguida por la mala suerte (en todas sus áreas de la vida: amor, trabajo, familia, amigos) es decir, se presentan ante los demás como una víctima.
  • Suelen acometer y criticar a aquellos que no le dan la razón o que no son como él desearía que fuesen, de forma que quien recibe la queja, lo percibe como una exigencia, no pudiendo elegir con libertad. De forma que si accede, puede renunciar a sus deseos o necesidades y si se niega aparece culpabilidad o miedo a que el otro se enfade o lo rechace.
  • Se manifiesta de forma abierta (inseguridad), en ocasiones de modo exagerado, con una actitud de “pobre de mí”.
  • El victimista siente que él se sacrifica y nunca recibe lo mismo a cambio.
  • Se justifica la propia actitud agresiva como una defensa a los anteriores ataques recibidos.
  • No sabe asumir las críticas, se ofende y se enoja ante ellas, y sólo ve mala intención, en quien se las hace o cuando tratan de hacerle una corrección.
  • Ante un fracaso suele justificar su actitud y culpar a quien le rodea de sus propios errores. Adopta el rol de víctima reconociendo su parte de culpa y reclamando justicia como si fuese él quien ha sufrido las consecuencias de esa equivocación o error. Rechaza cualquier autocrítica y no asume ninguna responsabilidad.
  • Ante una discusión o crítica, adquiere una actitud defensiva, ya que considera que la intención de su adversario es ir más allá de una simple discusión o desacuerdo. Considera que le están atacando y que van contra él.
Otras Características

Táctica del reconocimiento: el individuo suele utilizar el victimismo para llamar la atención, dimensionando cuestiones y hechos poco relevantes de carácter negativo. Siendo común que interprete el rol de víctima para que reconozcan sus méritos.

Deformación de la realidad: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que la culpa en todo caso es del entorno o los demás.

El sujeto muestra un pesimismo exacerbado frente a la realidad que le rodea, dimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su alrededor y presumiendo mala fe. De esta actitud surge un morboso afán por descubrir agravios nimios para sentirse discriminado o maltratado con el fin de achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y agresiva que representa todo lo malo que le sucede. De esta forma, su susceptibilidad les lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.

Consuelo en el lamento: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que no merece sentirse culpable.

El sujeto encuentra placer en manifestarse como una víctima ante los demás. Esta cultura de la queja en realidad es una forma llamar la atención, mendigando protagonismo mediante una estrategia de lamentos y forzando la compasión de los que le rodean. De esta forma, en vez de luchar por mejorar las cosas el sujeto compite en la exhibición de sus supuestas desdichas.

Incapacidad de autocrítica: El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que no tiene la culpa de nada de lo que hace.

El sujeto victimista es incapaz de extraer una crítica constructiva de lo que le rodea, tendiendo a considerar como enemigo a cualquiera que se atreva a hacerle alguna corrección. A lo sumo será capaz de aceptarla cuando provenga de alguien que le resulte afín. De esta forma, el victimista se auto-contempla con indulgencia, eludiendo su verdadera responsabilidad, sintiendo que su posición de víctima justifica todos sus actos. Para las personas que caen en esta actitud, todo lo que les hacen a ellos es intolerable, mientras que sus propios errores o defectos son sólo simples sutilezas sin importancia que sería una falta de tacto señalar.

Táctica ofensiva: “Manipulador” la cual no es en absoluto inocua, sino plenamente consciente y con un afán manipulador que no repara en medios para lograr sus objetivos. Siempre miran hacia uno mismo y no les importa demasiado los daños colaterales causados por su actitud.

Táctica defensiva: Se caracteriza por individuos que viven en el autoengaño, cuyo victimismo se ha convertido en la razón de su existencia.

“Sentirse víctima es fácil y muy rentable, pues permite usar el sufrimiento como recurso para influir en la conducta ajena. Pero la víctima renuncia a su poder y su libertad para cambiar las situaciones”.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Niños y el Divorcio

Conservar un matrimonio a veces es muy difícil, pero proteger a los hijos después de un divorcio puede ser aún más complicado. Cuando los padres evitan un divorcio conflictivo y destructivo, evitan o disminuyen una gran parte del sufrimiento y daño en los hijos.

No podemos evitar su sufrimiento pero si podemos disminuirlo

Ayuda a tus hijos.

El divorcio es una situación difícil y muy dolorosa para la pareja pero es mucho peor para los hijos. Cuando los adultos se divorcian, pierden una relación, sus sueños, su identidad como familia y pareja, sus amigos, etc.

Su vida económica, trabajo y actividades diarias se ven afectadas. Sufren y generalmente se sienten atrapados en un caos emocional. A los hijos les pasa lo mismo. Pierden la cercanía física o emocional con uno o ambos padres, su identidad como familia, su estabilidad, su seguridad emocional, etc.

También se afecta su vida diaria, sus rutinas y su vida emocional está fuera de su control.

Sufren los padres y sufren los hijos. Pero hay una gran diferencia.
Los padres tienen más herramientas con que luchar, para superar esta situación.
Los niños están mucho más limitados.

Estas palabras no buscan provocar culpa. La culpa es una emoción que desgasta e impide actuar adecuadamente. El entender lo que sucede con los niños, nos permite ayudarlos.

Si tú pediste el divorcio, tienes todo el derecho de buscar una vida mejor. Si tú no lo querías, pero lo estás viviendo, no tuviste la opción de decidir en ese momento. Pero puedes decidirte a luchar por tu bienestar emocional y el de tus hijos. Por buscar una vida mejor.

La vida sigue y mereces ser feliz. En tus manos está, trabajar por esa felicidad. También en tus manos está, trabajar por el bienestar de tus hijos.

¿Qué tanto afecta el divorcio a los niños?
  
El divorcio siempre afecta a los niños, pero las consecuencias negativas pueden ser:
  • Temporales y pasajeras o permanentes.
  •  El daño del divorcio, depende más de los padres y de algunos otros elementos, que de la ruptura en sí.
  •  Algunos de los factores que influyen son:
  •  La estabilidad emocional del niño, durante el matrimonio de los padres.
  •  Las características del niño.
  •  Las características de cada uno de los padres.
  •  El tipo de relación que mantiene el niño con el padre con el que vive.
  •  El tiempo y el tipo de relación que comparten el niño y el padre con el que no vive.
  •  El que sus necesidades físicas, psicológicas y emocionales, sean satisfechas.
  •  La relación de los padres, durante y después del divorcio.
  •  La cantidad e importancia de los cambios que vive el niño a partir del divorcio (cambio de casa o escuela, menos tiempo con personas importantes en su vida, cambio de actividades, etc.).
  •  El surgimiento de problemas económicos.
  •  El apoyo emocional de otras personas o familiares.
El hecho de que los niños se acostumbren a la nueva vida y aparentemente regresen a la "normalidad", no siempre significa que el divorcio no va a tener repercusiones a largo plazo. Sobre todo en cuanto a: Su manera de relacionarse con el sexo opuesto, la forma de resolver sus conflictos, de manejar sus emociones y la fuerza o debilidad de su autoestima. 

Es importante estar conscientes de esto aspectos. No para evitar el divorcio cuando éste es importante o necesario para uno o ambos miembros de la pareja. Tampoco para crear sentimientos de culpa. Simplemente para hacer un esfuerzo y darle al niño el ejemplo, la atención, tiempo y cariño, que necesita para superarlo adecuadamente.

Satisfacer las necesidades físicas y emocionales del niño, en esta situación, sí significa una carga extra para los padres, que necesitan hacer un mayor esfuerzo. Sobre todo, en un momento en el que están sufriendo y en el que tienen menos energía y fuerza. Pero es indispensable para el bienestar de los hijos.

¿Qué hacer?
  • El conocer los sentimientos del niño ante el divorcio de sus padres y entender las distintas emociones por las que atraviesan, te permite ayudarlos.
  •  Obtén información sobre el manejo de la disciplina, el niño deprimido y el agresivo, para resolver tus dudas o algunos de los problemas que se te presenten.
  •  Tu bienestar es indispensable para poder ayudar hijos.
  •  Apóyate en la lectura sobre algunos consejos para superar el divorcio y evitar mayores problemas.
  •  Quizás no puedas eliminar, en estos momentos, todo tu sufrimiento y problemas, pero puedes disminuirlos.
  •  Maneja tu coraje, culpa, estrés y el sentimiento de fracaso.
  •  Al entender las etapas emocionales por las que tú puedes atravesar, te será más fácil identificar los sentimientos de tus hijos.
  •  Seguramente estás agobiada de problemas, responsabilidades y actividades, pero tus hijos necesitan tiempo.
  •  Establece tus prioridades para poder manejar tu tiempo y estar menos presionado.
Si sientes que necesitas ayuda en tu separación/divorcio acude al Psicólogo Clínico que es profesional de la Salud Mental

Para los hijos determinados comportamientos de los padres una vez que han adoptado la decisión de separarse. Hacer como que el otro miembro de la pareja no existe, cuestionar su forma de vida, usar al niño para espiar al otro o incluso como confidente son actitudes que pueden suponer la aparición de «daños psicológicos» en la infancia y desequilibrios en el desarrollo emocional de los menores afectados.

sábado, 24 de agosto de 2013

Inteligencia Social

Innovación, comunicarnos, colaborar, prospectiva, expedito, ubicuo, new media, social media, redes sociales, cultura digital, son las palabras claves del nuevo lenguaje.

La Inteligencia Social es la parte de nuestra inteligencia que se utiliza para relacionarnos con efectividad con la gente que nos rodea.

Es una habilidad innata de todos los seres humanos pero que es necesario desarrollar para lograr una mejor convivencia y una buena calidad de vida. Digamos que la inteligencia social es la capacidad de optimizar al máximo nuestra relación con la gente, sacando lo mejor de ellos, generando el mínimo nivel de rechazo y consiguiendo los mejores resultados de ellos.

Cuando nacemos, nuestra supervivencia depende principalmente del trato y el cuidado que nos brinda nuestra madre; no solamente necesitamos alimentos y atención, también tenemos una gran necesidad de afecto y proximidad y esa primera forma de relación será la que condicionará en gran parte nuestras relaciones futuras.

Algunas herramientas para tener una buena Inteligencia Social son:
  • La empatía.
  • El liderazgo.
  • La inteligencia verbal.
  • La inteligencia emocional
  • La asertividad.
  • Saber escuchar y prestar atención.
  • Ser bueno analizando el lenguaje no verbal de la gente.
  • Ser bueno psicoanalizando a la gente y leer entre líneas cuando nos hablan.
  • Gestionar bien el contacto físico.

La Inteligencia Social es, con mucho, la habilidad más útil para tener éxito en la vida. Si tenemos éxito al tratar a la gente que nos rodea, tendremos éxito en las relaciones profesionales, los amigos, los negocios, las parejas sexuales, la familia, etc. Y pocas cosas pueden valorar una mujer más que el hecho de estar con un hombre socialmente brillante.

La inteligencia social es la que nos permite tener en cuenta al otro y no guiarnos solamente por nuestro interés personal; es la que disminuye nuestro afán de poder, la que nos hace más solidarios y la que nos hace más fácil la integración a un grupo.

Tener inteligencia social eleva la autoestima porque hace sentir a la persona más querida y segura y le permite darse cuenta de cómo se sienten los demás y comprenderlos.

Aunque ser sociable sea parte de nuestra naturaleza, no todos logran la habilidad para convivir pacíficamente, para sentirse bien en un grupo o para tener relaciones personales armoniosas.

Las personas con inteligencia social tienen capacidad de empatía, pueden ponerse en el lugar del otro y ver las cosas desde su perspectiva; son capaces de aceptar otros puntos de vista y de involucrarse emocionalmente.

Las personas socialmente inteligentes tienen mayores posibilidades de alcanzar unas excelentes relaciones humanas, desde pequeños parecen disfrutar con sus amigos, en general no encuentran dificultades para compartir y son capaces de aceptar las diferencias sin dramatizar o crear polémicas.

Estas personas son capaces de interrelacionarse con gente de diferentes culturas, edades y clases sociales y tienen la habilidad para lograr que los demás se sientan bien en su compañía y muy posiblemente son personas que más fácilmente logran sentirse felices porque suelen ser positivas y atraer una buena energía.

La inteligencia social lleva a participar activamente en todos los sectores de la sociedad, laboral, recreativo, cultural, deportivo, político o educacional; permite interesarse no sólo por el propio trabajo sino también por el progreso de la empresa donde se prestan servicios; sentirse bien en el lugar donde se habita; tener curiosidad por el pasado personal y por la historia del país donde se vive; trabajar en equipo; colaborar para mejorar el mundo; ser solidario; ver a los otros como hermanos y no como enemigos; destacarse en lo que se sabe hacer para contribuir al proyecto común valorando la participación de los demás y no creerse imprescindible.

La inteligencia social desarrolla el sentido de comunidad y de pertenencia y hace posible identificarse con el entorno.

Para poder desarrollar la inteligencia emocional hay que sentirse parte del todo y no un individuo separado; preocuparse por los que están alrededor tanto como por sí mismo, sentirse responsables y estar disponibles cuando es necesario.

La inteligencia emocional es poder darse cuenta de lo que le está haciendo falta al otro, percibir su estado de ánimo más allá de las palabras y tener el tacto suficiente como para no introducir en la comunicación con él cuestiones que puedan crearle molestias.

La inteligencia social es poder compartir momentos gratos e intentar hacer felices a los demás; lograr ser bien recibido en todas partes, tener buen trato y llevarse bien con todos.

Se actúa con inteligencia social cuando se aprende a escuchar, cuando se deja de criticar y se aceptan a los demás como son porque se puede entender lo que piensan y sienten.

La inteligencia emocional reduce la brecha generacional porque une a la gente y no permite discriminar; hace que la persona se pueda poner a la altura de cualquier interlocutor, sea quien sea, con respeto y sin prejuicio alguno y pueda aprender de él.

La inteligencia emocional armoniza los vínculos familiares y hace posible mantener relaciones de pareja estables.