domingo, 8 de diciembre de 2013

10 Ladrones de tu Energía

Según el Dalai Lama, existen 10 ladrones de energía, los cuales pueden ponerte de malas y mantenerte estresado todo el día (o todo el año). Libérate de todo eso que te roba tu energía positiva. Conócelos, atácalos y ¡comienza a vivir más feliz!
1.- Deja ir a personas que sólo llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo y juicio de los demás. Si alguien busca un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente.

2.- Paga tus cuentas a tiempo. Al mismo tiempo cobra a quién te debe o elige dejarlo ir, si ya es imposible cobrarle.

3.- Cumple tus promesas. Si no has cumplido, pregúntate por qué tienes resistencia. Siempre tienes derecho a cambiar de opinión, a disculparte, a compensar, a re-negociar y a ofrecer otra alternativa hacia una promesa no cumplida; aunque no como costumbre. La forma más fácil de evitar el no cumplir con algo que no quieres hacer, es decir NO desde el principio.

4.- Elimina en lo posible y delega aquellas tareas que no prefieres hacer y dedica tu tiempo a hacer las que sí disfrutas.

5.- Date permiso para descansar si estás en un momento que lo necesitas y date permiso para actuar si estás en un momento de oportunidad.

6.- Tira, recoge y organiza, nada te toma más energía que un espacio desordenado y lleno de cosas del pasado que ya no necesitas.

7.- Da prioridad a tu salud, sin la maquinaria de tu cuerpo trabajando al máximo, no puedes hacer mucho. Tómate algunos descansos.

8.- Enfrenta las situaciones tóxicas que estás tolerando, desde rescatar a un amigo o a un familiar, hasta tolerar acciones negativas de una pareja o un grupo; toma la acción necesaria.

9.- Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar.

10.- Perdona, deja ir una situación que te esté causando dolor, siempre puedes elegir dejar el dolor del recuerdo. 


jueves, 5 de diciembre de 2013

Síndrome de Klüver-Bucy

El síndrome de Klüver-Bucy (Klüver syndrome) es un trastorno de la conducta que sucede cuando los lóbulos temporales bilaterales sufren alguna alteración. La amígdala está particularmente implicada en la patogenia de este síndrome.
Los doctores Heinrich Klüver y Paul Bucy, quienes retiraron los lóbulos temporales de ambos lados en monos Rhesus en un intento de determinar su función. Esto provocó en los monos el desarrollo de agnosia visual, cambios emocionales, alteraciones en la conducta sexual, hipermetamorfosis y tendencias orales. Aunque los monos podían ver, eran incapaces de reconocer incluso los objetos que previamente les eran familiares, ni tampoco su uso. Parecían examinar su ambiente con la boca en lugar de con los ojos (tendencias orales) y desarrollaron el deseo de explorarlo todo (hipermetamorfosis).

Su conducta sexual manifiesta se incrementó dramáticamente y los monos se solazaban en una conducta sexual indiscriminada, con masturbaciones y actos homo y heterosexuales. Emocionalmente los monos se volvieron desmotivados y sus expresiones faciales y vocalizaciones se hicieron menos expresivas. También tenían menos miedo de cosas que les habrían infundido pánico de forma instintiva en su estado natural, como los humanos o las serpientes. Incluso tras ser atacados por una serpiente, seguían aproximándose a ella de buena gana. A este tipo de cambio se le llamó apacibilidad.

Las características del síndrome de Klüver-Bucy (KBS) incluyen hipersexualidad, hiperoralidad, placidez, agnosia visual, amnesia, hipermetamorfosis y cambios emocionales y en la conducta nutricional. 

La causa más común de KBS es la encefalitis herpética. Las personas con lesiones en sus lóbulos temporales (lesiones bilaterales) muestran también conductas similares. Pueden mostrar conductas exploratorias orales o táctiles (tocamientos o succiones socialmente inapropiadas), bulimia, trastornos de la memoria, emociones planas (apacibilidad) y astereognosia o incapacidad para reconocer objetos y prosopagnosia o incapacidad para reconocer caras. Raramente, si es que se da alguna vez, se desarrolla el síndrome al completo en seres humanos. No obstante, se han observado partes de él en pacientes con daños bilaterales extensos en el lóbulo temporal por herpes u otras encefalitis, Alzheimer, enfermedad de Pick, Demencia frontotemporal, etiologías postraumáticas o enfermedades cerebrovasculares.

La incidencia del síndrome suele ocurrir típicamente como resultado de:
  • Lesiones quirúrgicas
  • Meningoencefalitis
  • Enfermedad de Pick.
  • Encefalopatía anóxico-isquémica
  • Encefalitis por herpes simple
  • Neurocisticercosis
  • Traumatismo craneoencefálico con gliosis
  • Meningitis tuberculosa.
Síntomas

A.- Pacientes dóciles, plácidos, mansos con pérdida del miedo, presentan enojo o ira, incluso ante dicha reacción los pacientes lo viven con una placidez característica.
B.- Comportamiento dietético indiscriminado, bulimia o hiperfagia, es decir, comen objetos que no son apropiados.
C.- Hiperoralidad o tendencia en exceso a explorar y a contactar oralmente con objetos incomibles o a olerlos (incluso pueden examinar un objeto dañino, como una cerilla encendida, cuchillos llevándoselos a la boca o tocándola con la lengua) y un impulso irrefrenable de tocar objetos. Capacidad de manipular toda clase de objetos sin distinguir entre peligrosos y no peligrosos.
D.- Agnosia visual: Perdida de la capacidad de reconocer objetos con la vista, puede existir asociada una agnosia táctil y auditiva.
E.- Hipermetamorfosis: Compulsión de explorar a fondo el ambiente cercano y reaccionar exageradamente a los estímulos visuales.
F.- Hipersexualidad: Aumento llamativo de la conducta sexual, que se puede poner en evidencia en la forma de conversaciones impúdicas y vagos intentos de contacto sexual. actividad autoerótica enormemente aumentada (homo y heterosexual, con elección inapropiada del sujeto).

Además de estos problemas previsibles, los pacientes también pueden experimentar amnesia, demencia o afasia, dependiendo de la extensión de la lesión en el lóbulo temporal. Muchas veces se ven estos síntomas aislados y en conjunto, se puede pensar que estamos frente a personas con lesiones amigdalinas.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Pensamientos que bajan la Autoestima

Tener autoestima baja es un problema bastante recurrente en las sociedades modernas. Es que este mundo competitivo deja fuera de su ritmo a muchas personas, que llegan a desconfiar de sus propias posibilidades. Quererse a uno mismo es lo que permite amar a los demás, relacionarse mejor y triunfar en la propia vida, por eso es tan importante elevar el nivel de autoestima.
La autoestima es el reconocimiento del valor de sí mismo, es estar conforme con el propio esquema corporal, con la identidad, con la conducta, con las relaciones y con el trabajo que se ha elegido, es haber aprendido a respetar el propio lugar, las necesidades, los sentimientos y las propias emociones, es tener el coraje de seguir las inclinaciones y la vocación personal, es saber que lo que se ha llegado a ser ha sido ganado con fuerza de voluntad y esfuerzo, es tener proyectos y confiar en sí mismo, es saber perdonarse los errores y tener esperanza, es estar orgulloso de la persona que se es.
  • No soy amable conmigo mismo
  • Desprecio las cosas buenas que sí tengo
  • Me siento incapaz e impotente
  • Me dejo influir por los demás
  • Culpo a los otros de mis propias debilidades
  • Actúo a la defensiva
  • No me quiero
todas esas son señales de una baja autoestima.

Pero existen pensamientos que pueden acosar a una persona y bajar su autoestima, como las ideas fijas que resultan inadecuadas. Esas ideas son aprendidas y condicionan su creatividad y su conducta; son un obstáculo para los cambios, la convencen de que es no es buena para algunas cosas y bloquean las oportunidades que se le presentan. ¿Reconozco algo en la siguiente lista?
  • “Creo que no valgo mayor cosa.”
  • “Ellos tienen la culpa....”
  • “Si las personas a mi alrededor fueran diferentes, mi vida sería diferente.”
Todos esos son pensamientos que restan en vez de sumar.

Todo eso proviene de pensamientos muy poderosos dentro de mí. Esos pensamientos generan creencias muy arraigadas, muy poderosas y claramente nefastas.

Esos pensamientos me quitan poder, me empequeñecen y me disminuyen. Allí está la clave para comprender la razón de mi baja autoestima: La dirección de esos pensamientos es destructiva

Sentir que no valgo nada es lo peor que puedo sentir en esta vida. Es descalificar la esencia de lo único que es verdaderamente mío: yo mismo. Si siento que no valgo nada, entonces nada de lo que soy, tengo o hago tiene ningún sentido.

Por desesperación, termino buscando al menos un culpable para desahogarme un poco. Pero la culpa nunca me llevará en una dirección positiva. No me ayuda, no me construye, no me señala una dirección de salida. Sólo me hunde y oscurece más el panorama de por sí nefasto.

Culpar a los demás es darles poder sobre mi vida: si ellos cambian, yo mejoro.
Mi bienestar – mi autoestima – ¿depende de lo que ellos hagan o no hagan?

Cuando una idea está muy estructurada en el pensamiento y uno se da cuenta que lo limita, es necesario salir de ese condicionamiento abandonando el temor a cometer errores y al fracaso y además no pretender ser perfecto
.
El perfeccionismo hace que los proyectos no se cumplan y por otro lado es una meta que es imposible cumplir porque no hay nadie que sea perfecto.

No es la perfección lo que permite realizarse como persona, sino la creatividad personal que es única. Tampoco son sólo los resultados los que producen satisfacción, sino todo el proceso, la experiencia que se adquiere, lo que se aprende, lo que se puede expresar con el propio obrar.

Tener complejo de inferioridad es tener baja autoestima, es cometer el error de pensar que siempre serán los otros los mejores y que nunca los podrá superar porque cree que la vida es siempre una competencia con los demás.

Se puede ser diferente y único pero nunca compararse con los demás, porque los otros también son únicos y distintos. Solamente se puede hacer una comparación con el propio potencial, quién se es ahora y quién se podría ser.

Por esta razón resulta fundamental conocerse, aceptarse, comprenderse y ser bueno y compasivo con uno mismo.

Los sentimientos de culpa también bajan la autoestima y surgen cuando se actúa sin responsabilidad, pero estos sentimientos son inútiles si se continúa actuando en forma irresponsable, porque no hay juez más severo que uno mismo.
  • Mi baja autoestima persiste porque sigo permitiéndole a esas vocecillas que gobiernen mi vida.
  • Sigo aceptando su opinión de que yo no valgo nada, de que no puedo tomar mis propias decisiones ni tengo la capacidad de elegir mis propios pensamientos.
  • Mi baja autoestima dejará de mortificarme cuando yo me siente en el asiento del conductor y elija la dirección de los pensamientos que quiero en mi mente.
  • Cuando yo asumo el control, tomo cada una de esas opiniones y la reviso. Si siento que me construye, me integra y me libera, entonces adopto esa opinión o ese pensamiento como mío.
  • Si por el contrario, esa opinión me destruye, me empequeñece y me hace sentir mal, la reformulo o sustituyo por otra que sí me construya.
La autoestima no proviene de lo que dicen o piensan los demás, sino que es el propio auto concepto, la genuina sensación interna de estar intentando ser la mejor persona que se puede ser.

Las elecciones que cada uno hace revelan cómo se valora como persona. Si se elige no asumir riesgos, apostar a lo seguro, hacer lo que hace la mayoría, es porque se pretende ser perfecto y no se tiene confianza en sí mismo, en las propias cualidades ni en el potencial.

La depresión, la ira, el resentimiento y el rencor, son también elementos que disminuyen la autoestima, porque son emociones que no permiten avanzar y mantienen al individuo en el pasado, y el pasado no se puede cambiar. Cada uno es responsable de su propia vida y no puede adjudicarle al destino las experiencias que le tocan vivir, porque el problema no es lo que sucede sino qué hace la persona con lo que le pasa. Sentirse víctima es la mejor excusa para no intentar nada.

A lo largo de la vida pueden surgir multitud de problemas que nos hagan atormentarnos y valorarnos de forma negativa. Las personas tendemos a intentar ser perfectas y, al no ser capaces de conseguirlo, podemos tender a culparnos, criticarnos y castigarnos, lo que hará que nuestra autoestima se resienta.

Por ello, es importante saber valorarse de forma realista y darnos cuenta de que somos seres humanos con nuestras virtudes y defectos y que debemos aceptarnos. Es importante que aprendamos a manejar nuestros errores, a evaluar nuestra culpa de una manera equilibrada y realista y que seamos capaces de perdonarnos y de perdonar a los demás.

Debemos aprender también que culpabilizarnos no solamente es dañino para nuestra autoestima sino que, además, no conduce a nada positivo. Resultará mucho más útil para nosotros y para los que nos rodean que seamos capaces de asumir la responsabilidad de nuestras acciones y buscar soluciones para arreglar nuestros errores e intentar no cometerlos en el futuro. Por ello daremos una serie de pautas que pueden resultarnos útiles para mejorar la responsabilidad.


Todo esto nos permitirá aumentar nuestra autoestima, dejar de castigarnos con recriminaciones y responsabilizarnos de nuestra vida para mejorar de cara al futuro. Continuar sumidos en la culpa por no ser capaces de conseguir un ideal de perfección inalcanzable es un camino que sólo conduce a la baja autoestima y la depresión.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Ansiedad Sexual

Cuando la relación sexual pasa de ser placentera y relajante, a ser estresante y un motivo de nerviosismo, se padece de ansiedad sexual. Crea frustraciones y temores que surgen cada vez que una persona intenta tener relaciones sexuales con la pareja.

Causa psicológica de los problemas sexuales

Hablamos de ansiedad sexual cuando a la persona le preocupan de forma excesiva e inadecuada las relaciones sexuales. Esta preocupación puede darse por diferentes motivos pero en todos los casos va a causar disfunciones sexuales que pueden ser persistentes. La ansiedad en torno a las relaciones sexuales va a impedir que la persona disfrute de éstas debido a que se va a centrar más en sus propias preocupaciones y dudas. Esta ansiedad suele haberse originado en anteriores experiencias sexuales no satisfactorias o por una educación restrictiva con respecto al sexo. Esta ansiedad aprendida va a aparecer ante cualquier inicio de actividad sexual en forma de intenso miedo y tensión por parte de la persona que lo sufre, dificultando así, sus relaciones sexuales.

Incluso, cuando un individuo padece ansiedad sexual puede sentir taquicardia, palpitaciones, mareos, temblores, sudoración y tensión como si se estuviera frente alguna amenaza. Además, cuando un hombre tiene este tipo de pensamientos negativos es normal que aumenten sus niveles de estrés, lo que genera una disminución de sangre al pene y dificultad para mantener o lograr la erección.

En tanto, en las mujeres el estrés no le permite una buena lubricación, lo que puede generar incomodidad y falta de deseo durante las relaciones sexuales.

Principales causas de ansiedad hacia la sexualidad
  • Ansiedad
  • Preocupación por un posible fracaso sexual
  • Temor a eyacular rápido o de no poder tener una erección duradera que le permita a la mujer llegar al orgasmo.
  • La influencia cultural y la educación represiva
  • Tener una baja autoestima.
  • Actitudes negativas y perjuicios hacia la sexualidad.
  • Miedos y falta de información sexual.
  • Miedo al embarazo.
  • Estar insatisfecho con el tamaño de sus órganos reproductivos.
  • Tener una imagen negativa de tu cuerpo y/o de tu peso.
  • Falta de habilidades sexuales y prácticas sexuales inadecuadas.
  • Factores emocionales (depresión, miedo a perder el control, etc.)
  • Inseguridad hacia uno mismo, problemas de autoestima.
  • Problemas en la relación de pareja (resentimientos, falta de comunicación, etc.)
  • Circunstancias inadecuadas (lugares, momentos, situaciones, etc.)
  • No tener sexo frecuente.

¿Cuáles son los efectos de la ansiedad en las relaciones sexuales?

Estos cuadros de ansiedad tienen los siguientes efectos en el hombre:
  • Disminución del deseo sexual
  • Inhibición de la erección: problemas de impotencia, de erección
  • Eyaculación precoz, etc.

En las mujeres, los efectos de la ansiedad se van a ver en:
  • Disminución del deseo sexual
  • Falta de una adecuada lubricación vaginal por problemas de excitación sexual femenina
  • Dolores durante el acto sexual: dispareunia y vaginismo
  • Aversión al sexo, etc.

Si las disfunciones sexuales están causadas por cuadros de ansiedad hacia el sexo, la Terapia Sexual irá dirigida precisamente a disminuir la ansiedad a través de una adecuada educación e información sobre la sexualidad que disminuya los miedos y rechazos hacia el mismo. Esto va a tratar de romper el círculo vicioso que se ha formado para mejorar así las relaciones sexuales.

Para algunas personas, una actividad tan placentera como es la intimidad con su pareja puede convertirse en una pesadilla si se padece ansiedad sexual, es decir, si se preocupa excesivamente por el desempeño o por el temor a eyacular demasiado pronto

Tips
  1. Habla abiertamente con tu pareja de tus preocupaciones, para que te entienda y busquen juntos una solución.
  2. Dale prioridad a los jugueteos y caricias previas a la penetración
  3. Haz ejercicio para mantenerte en forma y sentirte mejor con tu cuerpo; te dará más energía para la intimidad.
  4. Busca estímulos externos que desvíen tu atención, como la música
  5. Visita a un profesional. Al buscar ayuda psicológica lograrás identificar tus miedos y las razones de tu ansiedad sexual.
  6. Conoce tu cuerpo para que aprendas tus reacciones, tiempos, preferencias y limitaciones.
  7. Lee información científica para que aprendas todo sobre la respuesta sexual humana
  8. Elimina los mitos sobre la sexualidad y que distorsionan totalmente la realidad
  9. Visualiza las relaciones sexuales como un momento de placer y entrega mutua, no como competencia
  10. Tómate tu tiempo para acoplarte con tu pareja, así como para realizar los deseos y fantasías de ambos.

No dejes que la ansiedad sexual te mate tu deseo de tener relaciones simplemente por “el miedo” a no cumplir ciertas expectativas.

Distrae tu mente haciendo ejercicio, comunícate con tu pareja (es muy importante para mejorar el desempeño sexual que seas abierto con tu pareja) y no veas tanta pornografía, ya que te desvirtúa de la realidad y te crea un “ideal sexual” falso.

Práctica, practica y práctica, es la única manera de relajarte y decirle adiós a la ansiedad sexual. No olvides que es importante disfrutar un momento íntimo con tu pareja, el cual te ayudará a mejorar tu salud física y mental. Libérate de los complejos y deja que tu imaginación predomine en tus relaciones sexuales.


Entre las técnicas de intervención adecuada se encuentran aquellas que buscan ofrecer educación e información sobre la sexualidad y que disminuya los miedos y rechazos, como algunas técnicas específicas de control de la ansiedad, como el entrenamiento en la relajación, control de impulsos y de pensamientos negativos. 

martes, 19 de noviembre de 2013

Motivar para Estudiar

La falta de ganas para ponerse a estudiar es bastante habitual. Expresiones como “no tiene interés”, “le da todo igual”, “es una batalla diaria comenzar a hacer los deberes con él”, “se distrae constantemente”, “se olvida de apuntar los deberes”, etc, son quejas habituales de los padres interesados en conocer qué tienen que hacer para mejorar esta situación. Probablemente no haya una respuesta única sino que tendremos tantas soluciones como niños haya, ya que cada uno de ellos presentará sus propias peculiaridades y circunstancias.
Cuando un niño se enfrenta al reto de ir a la escuela, asumir unos aprendizajes, hacer unos exámenes y aprobar, sus resultados van a venir determinados por dos grandes factores:

1.- Su capacidad intelectual. Es decir, su potencial de aprendizaje.
2.- Su motivación para el estudio.

Por dónde empezar: Algunas consideraciones.

1.- Conocer las características del niño

Hemos comentado que una buena capacidad intelectual sin motivación puede llevar al fracaso escolar, pero también, un niño que tiene capacidades limitadas o un trastorno específico del aprendizaje puede hacerle perder la motivación por el estudio. Por tanto si hay sospecha de cualquier dificultad en el aprendizaje, paralelamente a motivarle en sus deberes, deberíamos efectuar una evaluación para detectar estas posibles dificultades ya que si nos quedamos sólo en motivarle y no somos capaces de darle los recursos y medios que necesita para tal aprendizaje, probablemente no avanzaremos.

2.- Pregúntese cuando el niño dejó de motivarse por los estudios

¿El niño siempre ha presentado una desmotivación hacia el colegio y el estudio o ha sido una cosa repentina? La respuesta a esta pregunta es importante dado que podemos valorar si estamos delante de una actitud que se ha ido construyendo, es decir, hay niños que siempre les ha costado avanzar y, por tanto, pueden haber desarrollado un cierto desinterés por algo que les cuesta más que a sus compañeros y esto les produce baja motivación.

Es muy diferente cuando la desmotivación ocurre en un momento determinado del ciclo evolutivo del niño. El niño que baja repentinamente en sus calificaciones escolares en un momento dado puede señalarnos la intrusión de factores externos. Estos pueden ser de tipo familiar (problemas económicos, rupturas matrimoniales, etc.) pero también intra-escolares. A veces nos encontramos con niños que son víctimas fáciles de otros compañeros o incluso algunos que deciden bajar de notas para ser mejor aceptados en el grupo. Si no somos capaces de detectar estos problemas difícilmente podremos ayudar a motivarlo.

3.- ¿Somos como padres unos modelos coherentes con lo que pedimos?

Más adelante hablaremos de rutinas, trabajo, esfuerzo, etc, pero ¿somos coherentes con lo que les pedimos a nuestros hijos? ¿Estamos en condiciones de motivar a nuestros hijos?.

Aquí va una primera regla de oro: “Los niños siempre aprenden más por lo que ven en sus modelos de referencia (normalmente padres) que por las instrucciones verbales que reciben de los mismos”.

Esto quiere decir que si quiero motivar a mi hijo, yo debo ser el primero en dar ejemplo. Cómo puedo pedirle que lea un libro, que haga sus deberes, que se esfuerce, si nunca me ha visto tomar un libro y disfrutar de su lectura y además se ,e recuerda tumbado en el sofá bebiendo una cerveza. Aunque el padre pueda alegar en su defensa que él ya ha trabajado y ahora se merece un descanso, de poco servirá si queremos motivar a nuestro hijo hacia el esfuerzo. No se trata de adoptar ningún rol especial sino de pedírselo con sinceridad, sentándome con él, diciéndole lo feliz que se siente de poder ayudarlo y lo importante que significa para nosotros verle hacer los deberes o estudiar.

Dedicar estos tiempos diarios a los niños es fomentar en ellos la motivación. No se trata de hacer teatro, cosa que molestaría más al niño, sino enviarle el mensaje de que estamos con él en su esfuerzo.

Si como adultos no hemos sabido transmitir ilusión, pautas, objetivos, constancia y también por qué no, recompensas, no estaremos en las mejores condiciones para motivar a nuestros hijos.

“Muchas veces recuerdo a los padres que los cambios importantes que queremos implementar en nuestros hijos se harán realidad en tanto seamos capaces de aplicarlos también a nosotros mismos”.

4.- Condiciones para el estudio

Es también importante para motivar a los niños en el estudio que dispongan de un espacio suficiente con su propio material en una zona silenciosa y fuera de elementos distractores (ruidos, ventanas a la calle, etc). Factores como una adecuada iluminación y temperatura resultan muy importantes para su adecuado rendimiento. En la medida de lo posible podemos dejar al niño que personalice su rincón de estudio según sus preferencias (colgar algún cartel, dibujo, etc.) esto le hará sentir en un lugar más próximo y personal.

“La motivación respecto a cualquier actividad, si bien puede surgir de forma inesperada e intensa, no es algo que podamos crear de forma mágica cuando la queremos canalizar hacia algo concreto sino que hay que construirla paso a paso”.

5.- Orientaciones para construir la motivación

Para motivar al niño es imprescindible que el niño perciba que puede conseguirlo y además tiene un plan en el que le vamos ayudar. Para desarrollar el tema lo estructuraremos en los 2 puntos básicos:

a) Marcar los objetivos a conseguir: Primero deberemos establecer con el niño los objetivos a conseguir. Estos deben ajustarse a la realidad de la situación y las posibilidades del niño y sus circunstancias. Es decir, podemos establecer que el objetivo es aprobar todas las asignaturas del primer trimestre o que si llevamos 4 asignaturas pendientes vamos a centrarnos en 3 de ellas para salvar el curso.

Aconsejamos (especialmente en niños pequeños) establecer objetivos a corto plazo (mejor centrarse en el trimestre que en las notas finales del curso).

Este proceso debe efectuarse con la participación activa del niño, preguntándole o dejándole opinar al respecto para que se sienta partícipe del proyecto y no un mero receptor de órdenes. Evidentemente cuanto más pequeño es el niño o peor es la situación (muchos suspensos, larga historia de fracaso escolar o desinterés, absentismo, etc.) los padres deberán asumir más el papel de toma de decisiones. Aún así recomendamos implicar al niño de una forma u otra.

Para motivar a los adolescentes deberíamos dejar que pudieran decidir algunos aspectos, aunque esto dependerá, entre otras cosas, de su propia historia educativa y su estado general. Lo ideal es proponerles que nos presenten su propio plan para empezar a estudiar y sacar adelante el curso. A partir de este esbozo los padres pueden supervisarlo, ajustarlo según su propia experiencia y finalmente pactar su puesta en marcha y efectuar una supervisión.

La motivación del joven aumentará a medida que percibe cierta autonomía y que él mismo es capaz de generar el cambio no tanto por imposición de los padres sino por convicción. Una vez las notas favorables llegan y recibe el reconocimiento de compañeros, padres y maestros, esta motivación se afianzará.

b) Desarrollar y aplicar nuestro plan para conseguirlos: Una vez fijado el objetivo vamos a ver como lo hacemos para conseguirlo. Aquí pueden entrar todas las estrategias y recursos que necesitemos para el niño pero es necesario ir concretando cosas.

Hay que marcar primero un objetivo final (aprobar todas las asignaturas del trimestre o curso –según edad-) y objetivos parciales (por ejemplo, estudiar cada semana una lección de Historia, etc.). Debemos estructurar y concretar paso a paso. Es decir, antes de conseguir aprobar el curso, el niño debe ser capaz de estudiar un determinado tiempo durante unos días para aprender la lección antes del examen.

En el caso de los niños que inician el curso debemos echar un vistazo a todo el temario, asignaturas, contenidos, etc., así como las fechas de los exámenes. Normalmente ya conocemos a nuestro hijo, sus puntos fuertes y débiles. Concretemos pues como vamos a organizar los tiempos de estudio, el lugar y como vamos a efectuar la supervisión.

Primero determinar los horarios que el niño va a dedicar al estudio. Es importante que sea realista para empezar. Es decir, es mejor empezar con un tiempo de estudio que el niño pueda asumir que empezar a marcar tiempos demasiado largos o exigentes, especialmente si no hemos conseguido antes establecer unos hábitos mínimos de estudio. Si vemos que el niño necesita más tiempo para cumplir los objetivos intentemos hacerlo progresivamente.

Después, según necesidades, debemos plantearnos cuál de los padres, familiar u otro le dará apoyo o supervisión y cómo va a hacerlo. Los niños pequeños serán más dependientes mientras que para los mayores, salvo dudas concretas, es preferible una cierta autonomía y centrar nuestro papel en preguntar lo estudiado o supervisar la realización de los deberes.

Estar muy encima de los niños cuando estudian puede desarrollar cierta dependencia y malos hábitos que hay que evitar.

Algunas estrategias que nos ayudarán en el plan:
  • Una vez acordados los objetivos, tiempos de estudio, lugar, supervisión, posibles recompensas, etc., escríbanlo en un papel a modo de compromiso por las partes. Tenerlo por escrito evita discusiones posteriores sobre lo que se ha pactado o no y es una forma de formalizar el compromiso.
  • Puede ayudarnos el cambiar un poco la habitación o lugar donde estudia el niño. Podemos incorporar una nueva luz, cambiar cosas (pintura, muebles, cuadros, etc). El niño puede colocar algún elemento de interés para él (póster, libros, juego…). Esto creará en él una cierta percepción de cambio y una motivación extra.
  • Tenga en cuenta las características personales del niño. Por ejemplo, si determinamos que debe dedicar cada día 1 hora a estudiar, en los niños hiperactivos y/o con déficit de atención necesitaremos efectuar varios descansos durante ese intervalo, sino lo más probable es que no aprovechen el tiempo. Por tanto, sería más aconsejable que la hora se distribuyera en 3 períodos de 20 minutos o menos entre los cuales podemos introducir alguna otra actividad.
  • Un recurso que suele funcionar muy bien es que el niño, una vez hemos trazado nuestro plan y lo vamos a poner en marcha, se comprometa delante alguna figura relevante de su entorno (padrino, tío, abuelo u otro) a llevarlo a cabo. Esta persona puede ir preguntándole regularmente (hay que acordar unas fechas concretas) para aumentar su motivación e incluso establecer algún tipo de premio o recompensa (por ser capaz de cumplir primero y un premio final si consigue el objetivo).
  • Los padres deben estar tranquilos y ser pacientes, evitar mensajes derrotistas o de desaliento cuando las cosas van mal y el hijo está cansado o no quiere. En estos casos podemos buscar una actividad que le guste al niño (jugar a cualquier cosa, dar un paseo, etc.) para cuando acabe los deberes.
  • Antes de recriminarle o reclamarle el cumplimiento de sus deberes, hacerle ver los aspectos en los que ha avanzado positivamente, esto le dará seguridad y verá que todavía confiamos en él.
  • Si el niño ya presenta cierto retraso en los aprendizajes busque ayuda profesional, establezca los apoyos necesarios (refuerzo, maestro particular, etc.). No obstante, no debemos caer en el error de sobre dimensionar las horas de estudio para compensar estas dificultades. Ello puede tener un efecto nefasto sobre la motivación que queremos impulsar. Ir paso a paso es fundamental. Debemos ser constantes y perseverantes pero nunca perder la calma.
  • Recuerde que si como padres queremos motivar a nuestros hijos, nosotros mismos deberemos ser capaces de ofrecer un modelo claro y coherente con nuestras peticiones. Si a menudo nos quejamos del trabajo, nos damos fácilmente por vencidos, preferimos callar que luchar o no somos capaces de transmitir ilusión en general, lo tendremos difícil.
6.- Tener expectativas razonables

Si queremos motivarle adecuadamente deberemos pedirle que consiga aquello para lo que realmente está capacitado si le dedica tiempo y está suficientemente motivado. No debemos nunca exigirle por encima de sus posibilidades. La motivación, debe basarse en expectativas realistas.

Estas expectativas hacen también referencia a lo que usted transmite a su hijo. Normalmente si tenemos unas expectativas positivas pero realistas y somos capaces de transmitírselas al niño, sus posibilidades de éxito aumentarán. Transmítale inseguridad o bajas expectativas y el fracaso está garantizado.

No lo engañe nunca. Las expectativas que la transmita tienen que estar a la altura de lo que realmente el niño puede conseguir, nunca por encima de ellas ya que podría producir frustración y baja autoestima.

Se recomienda además respetar los tiempos que se establezca el niño o adolescente para estudiar y la alternancia con otras actividades necesarias para su desarrollo y crecimiento como el deporte, el juego y la sociabilidad.

Otro de los puntos importantes para que tu hijo se vea motivado a estudiar es que pueda comprender que la vida no se trata solamente de consumir y de dinero y que uno no vale por lo que tiene sino por lo que es. Lo que uno es no lo determinan las cosas materiales solamente sino fundamentalmente lo que uno sabe, lo que uno piensa, etc. La recompensa será que al llegar a estudiar lo que le guste, tendrá una gran satisfacción.

Hay que crear hábitos que nos faciliten la tarea.

Consulte con un profesional y averigüe si su hijo presenta algún problema específico de aprendizaje.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Trastorno por Acomulación

El síndrome de acaparador compulsivo, también conocido como síndrome de acumulación compulsiva, trastorno por acumulación o disposofobia1. Es un trastorno psicológico caracterizado por la tendencia a la acumulación de artículos u objetos (implicando la incapacidad para deshacerse de ellos) en forma excesiva en referencia a cantidades socialmente aceptadas, incluso si los objetos no tiene valor, son peligrosos o insalubres. Este acaparamiento compulsivo puede afectar la movilidad en la vivienda e interfiere con las actividades básicas, como cocinar, limpiar, reposo, dormir y el uso de instalaciones sanitarias. No está del todo claro si el síndrome de acaparador compulsivo es un trastorno aislado o se combina con otros problemas, como el trastorno obsesivo-compulsivo o el síndrome de Diógenes.

Características del trastorno por acumulación

A diferencia de quienes también tienden a almacenar muchos objetos, los afectados por el trastorno de acumulación perturban la convivencia y habitabilidad de su vivienda, al invadir varias habitaciones o el pasillo, donde se apilan objetos sin ton ni son, y se llega a crear un pequeño camino por el que hay que pasar. Incluso acaparan los sillones y sofás del comedor, de manera que, para sentarse, hay que retirar todo lo amontonado, o la cocina, con el peligro de infecciones e incendios que entraña.

Los afectados por el trastorno de acumulación perturban la convivencia y habitabilidad de su vivienda.

"Todo el mundo guarda cosas por si acaso, pero en estos casos hablamos de una acumulación extraordinaria, ya que los armarios y las estanterías no son suficientes para ellas y se invaden las habitaciones con pilas de objetos. Las personas afectadas llegan a ocupar más del 70% o el 75% del espacio de su domicilio. Atañe algo más a los hombres que a las mujeres, y los afectados tienden a vivir solos”

En la actualidad, se estima que alrededor de un 6% de la población reúne objetos en exceso, pero que la proporción de afectados por un trastorno de acumulación patológica es menor, del 2% o 3%

En la última revisión del "Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V)" de la Asociación Americana de Psiquiatría, que data de mayo de este año, esta conducta problemática de acumulación enfermiza se ha clasificado como una entidad independiente del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), mientras que en la anterior se incluía dentro de la esfera del TOC.

Trastorno por acumulación distinto al síndrome de Diógenes 


Se estima que alrededor de un 6% de la población acumula objetos en exceso

El síndrome de Diógenes, que se presta a confusión con el trastorno por acumulación, se diferencia de este porque el individuo con un Diógenes no solo acumula objetos, sino suciedad, alimentos y desperdicios y también padece un deterioro personal importante, relacionado con la demencia, el alcoholismo crónico o la drogadicción. "Estas personas se abandonan, no se cuidan, mientras que las que sufren un trastorno por acumulación llevan una vida más o menos normal y no sufren deterioro".

Pero, ¿por qué tienden los afectados a guardar objetos sin criterio alguno? "Son personas que realizan esta acumulación por trastornos obsesivos de persistencia, de rigidez o de falta de flexibilidad cognitiva. Pero el porqué de esta conducta no queda claro. Hay una hipótesis evolutiva: la conducta de acumular también existe en las especies animales, entre ellas la humana, y este comportamiento se acentúa en algunas personas que establecen una vinculación con los objetos. Es normal que se otorgue un valor sentimental a unas fotografías y un valor más neutro a otros artículos, pero estas personas tienen una vinculación más alta e intensa con los objetos, desde el punto de vista emocional, de manera que les cuesta desprenderse de ellos. Se puede almacenar de dos formas: adquiriendo objetos y también no desprendiéndose de ellos. Pues bien, en estas personas predomina más la dificultad para desprenderse".

No hay profesiones que entrañen un mayor riesgo de acumular objetos, ni esta costumbre se explica del todo por factores genéticos. Pero es posible que en los hogares donde uno de los miembros (un padre o madre) tienda a esta acumulación, los hijos la repitan por aprendizaje, pero no por herencia genética.

Cuándo acumular objetos se convierte en un problema patológico

Trazar una línea entre la acumulación excesiva, pero no patológica, y la enfermiza puede resultar difícil, pero Menchón aconseja guiarse por estos criterios:

¿La acumulación altera el normal funcionamiento del domicilio? ¿El afectado no se conforma con apilar sus artículos en la mesa del despacho, los armarios y estanterías, sino que empieza a invadir el suelo del comedor, el despacho y el pasillo?

¿Colecciona objetos con una intención o finalidad o simplemente los almacena? El coleccionista reúne unos artículos determinados (libros, discos, figuritas), está más centrado en un tipo de cosa o información y no acumula cualquier cosa, sino que su objeto de interés está más acotado y definido. Busca una información determinada y sigue una planificación, mientras que el afectado por el trastorno acapara sin más, sin planificar.

¿La acumulación es selectiva, organizada y tiene un propósito, o la persona guarda cada objeto que le llega sin ser capaz de desprenderse de él?

Tratamiento para aprender a desprenderse

En los pacientes con un trastorno por acumulación casi siempre suele ser un familiar quien da el primer paso de animarlo a que vaya a un profesional. Algunos lo aceptan y siguen el tratamiento, pero a otros les cuesta de manera notable y, tras unas pocas visitas, lo abandonan.


El tratamiento que funciona mejor en estos casos es psicológico, por medio de la terapia cognitivo-conductual, en ocasiones con el apoyo de tratamiento farmacológico. "Esta terapia implica realizar cambios cognitivos sobre qué piensa el paciente acerca de estos objetos y qué valor y atribuciones les asigna. Por norma general, son ideas distorsionadas que les confiere un valor de utilidad futura. En definitiva, el tratamiento exige un cambio de comportamiento, que consiste en empezar a desprenderse de los objetos y aprender a tolerar el malestar o disgusto que provoca tener que hacerlo".