domingo, 26 de octubre de 2014

Psicológia de la Envidia

Sentir envidia hasta cierto punto es normal, pero si llega a obsesionarte o a incidir en tu vida, se puede convertir en un grave problema. Reconocer este sentimiento te ayuda a descubrir tus propias carencias emocionales y a superarlas.
La gente envidiosa siempre piensa que lo del otro es mejor, sin profundizar en las circunstancias ajenas, que pueden ser en muchos casos, nada envidiables, pero, ellos solo ven el objeto de su deseo y que puede ser cualquier cosa, desde las más comunes, como el dinero y el aspecto físico, a la inteligencia, las dotes artísticas, la gracia al hablar, capacidad para hacer amistades, etc.  El envidioso tiene conciencia de su propia pequeñez, en realidad, el envidioso cree que vale menos que los demás, aunque no sea cierto en todos los casos.

Aunque hay mucho escrito sobre fisiognomia, lo cierto, es que no he visto ningún perfil evidente que defina al envidioso, solo escribiré en base a mi experiencia en clínica.

Perfil Psicológico del Envidioso
  • Es propenso a padecer estrés, debido a su idea competitiva de la vida.
  • Por no lograr sus objetivos padece ansiedad.
  • Tienen miedo a perder lo que envidiaron y lograron con mucho esfuerzo.
  • Estando tan asumida su necesidad de poseer, es fácil encontrar envidiosos celosos.
  • Les cuesta trabajo hacer amigos y los que tienen, es porque la vida les trata mal, si las tornas cambiasen, el envidioso se vería impulsado a romper su amistad.
  • Si la envidia es grave, puede acabar en la cárcel por apropiarse de lo ajeno.
  • En los envidiosos graves aumenta el maltrato a la pareja, violaciones o agresiones.
  • El envidioso moderado siente desprecio por sí mismo. Sin embargo, el envidioso grave desprecia a los demás.
  • La envidia conduce al complejo de culpa e inferioridad.
  • La traición es propia de los envidiosos.
  • Todos los envidiosos graves y muchos moderados, son ateos por rencor.
  •  Como el envidioso es consciente que tiene ese defecto, procura que los demás no se den cuenta, por eso teme y odia la verdad, ya que ésta, les destapa.
  • Utiliza las bromas y otras chanzas para herir.
Para finalizar, diré que el envidioso es un caso absurdo de egocentrismo, en realidad es una personalidad egoexcéntrica.

El discurso del envidioso es repetitivo y compulsivo respecto de lo que envidia y de con quién compite.  La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.

Una de las peculiaridades de la actuación envidiosa es que necesariamente se disfraza o se oculta, y no sólo ante terceros, sino también ante sí mismo. La forma de ocultación más usual es la negación: se niega ante los demás y ante uno mismo sentir envidia. El gran envidioso suele desear, fantasear y hasta llevar a cabo, acciones de prejuicio o destrucción dirigida al envidiado. Es un ser amargado incapaz de aceptar sus limitaciones, al que habría que aplicarle el refrán tradicional de “Dime que envidias y te diré de qué careces”.  La persona con envidia suele utilizar una curiosa “racionalización” para mantener su estado de envidia: argumenta que en su vida ha tenido mala suerte y que el envidiado, por el contrario, ha sido agraciado por la buena suerte.

La envidia revela una deficiencia de la persona, del ser envidioso, que no está dispuesto a admitir. Si el envidioso estuviera dispuesto a saber de sí, a reconocerse, asumiría ante los demás y ante sí mismo sus carencias. La envidia es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura.

Si se mira despacio en la vida del envidioso suelen ser frecuentes las experiencias de múltiples fracasos en su vida amorosa, laboral y social y no precisamente a causa de la mala suerte sino por no contar con numerosas variables de la realidad para tomar sus decisiones, precisamente por su baja tolerancia a la frustración y su deseo de tener las máximas satisfacciones en el plazo más inmediato. Desde esta óptica, la “envidia sana” no existe, solo hay una y es “patológica”.

La envidia es una forma enfermiza o viciosa de la tristeza desordenada que deriva de la vanagloria de querer tener siempre más y de poseerlo todo y que tendría dos causas, una intelectual o cognitiva (desconocimiento de los propios límites y cualidades) y otra afectiva (el temor a fallar en lo que se considera que supera las propias capacidades).

La envidia instaurada en el carácter del adulto es, por lo general, una reacción ante las experiencias de pequeñez y vulnerabilidad de la infancia. Esto explica su universalidad y su frecuente irracionalidad. En cada persona, la intensidad de la envidia estará presente en proporción a sus sensaciones reprimidas de la insignificancia e impotencia del ser niño.

La envidia puede convertirse en “un trastorno” o problema grave cuando pasa a ser la emoción central de la vida de un individuo. Existen varias señales que pueden alertar el problema:
  • Siempre que provoque sufrimiento y mantenga a la persona en un estado constante de ira y enojo.
  • Cuando va unida al deseo de quitarle al rival sus posesiones, con el peligro de acabar agrediendo al envidiado y a realizar actos delictivos.
  • Si impide disfrutar de aquellos bienes o cualidades que poseemos.
  • Una vez que la persona envidiosa no reconoce la emoción que está experimentando y la transforma o distorsiona.
  • Cuando se es incapaz de controlar esta emoción.
Cuando la envidia desemboca en violencia física o en una conducta delictiva implica un descontrol y con ello un mecanismo enfermizo, casi siempre un proceso neurótico, psicógeno grave. Pero también en la envidia leve y más banal existe un cierto trasfondo de agresividad, que se puede manifestar en conductas hostiles, comentarios descalificadores, desprecios, insidias, críticas negativas injustificadas y otros comportamientos de este tipo.

Como reconocer a una Persona Envidiosa

Es al que le produce tristeza y frustración el bien ajeno, el que desea siempre y secretamente lo que el otro tiene, desea la admiración por lo que el otro ha conseguido, siente un secreto dolor de no tenerlo, suele hablar mal de persona a la que envidia para bajarle el perfil, se pone insegura  al no saber por qué otros tienen lo que él/ella no tiene, tiende a decir frases hirientes para hacer daño.

La mayoría de nosotros los psicólogos y psiquiatras, y aún más los de orientación psicoanalítica han destacado los aspectos destructivos y patológicos de la envidia.

¿Y cuáles son los orígenes y causas de la envidia?

En el ámbito del psicoanálisis la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La envidia daña la capacidad de gozar. Es el factor más importante del socavamiento de los sentimientos de amor, ternura o gratitud. La envidia es un sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo. A diferencia de los celos, que se basan en el amor y comprenden un vínculo de por lo menos tres personas, la envidia se da de a dos y no tiene ninguna relación con el amor. La persona envidiosa es insaciable porque su envidia proviene de su interior y por eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien centrarse.

Freud, se refirió a la envidia en gran parte de su obra, vinculándola al origen de las normas, la justicia, la desigualdad social y hasta con la identificación, que nacería de la transformación de un impulso agresivo, en el que la envidia juega un papel preponderante. Luego la conceptualizaría como Envidia del pene, roca viva, más allá de la cual no veía curación posible.

Para Melanie Klein todo era más grave aún: la envidia es expresión directa de la pulsión de muerte, constitucional, endógena y está dirigida desde el nacimiento hacia el objeto dador por excelencia: la madre o más específicamente, su pecho. O sea, naceríamos con una dotación de mayor o menor envidia, presta a atacar lo bueno del mundo.

De hecho, otros autores han insistido más aún en el papel de las primeras experiencias de frustración del niño. El psicoanalista español Guerra Cid, afirma que en la  historia personal de quién padece envidia aparece una intensa frustración que aumenta cuando el otro tiene lo que el anhela. Ese deseo, salvo en personas con mentalidad más simple, no suele ser de las cosas materiales que el otro posee, sino más bien de sus cualidades que le permiten tener la admiración y bienes materiales.

Alfred Adler decía que  la envidia se configura en una atmósfera familiar infantil donde prima la competitividad y donde la rivalidad entre los hermanos es frecuente. Los niños mayores y menores suelen ser los más vulnerables a la envidia en ese contexto. El hermano mayor porque ha sido único objeto de privilegio y atenciones, y ahora se ve “destronado de su reinado” por la venida de otro hermanito con el que rivaliza y puede recurrir “ser ahora muy malo”, “orinarse encima” y otras estratagemas conscientes e inconscientes para recuperar el trono de atenciones y afectos perdidos. 

También el menor porque suele ser objeto de mimos y protección excesivas que cuando sale del ambiente familiar habitual tiene que afrontar un mundo despiadado, difícil y frustrante.

Mi colega Iñaki Piñuel describe la envidia que siente un acosador como un sentimiento de inferioridad, el cual opera en forma de culpabilidad, que el acosador siente por no poseer atributos que él estima ideales. Los defectos físicos, intelectuales o emocionales generan un sentimiento de inferioridad que la persona intenta compensar superando esas carencias mediante el desarrollo de un complejo de superioridad. El complejo de superioridad hace que el acosador viva en la ficción de la posesión de valores, atributos y cualidades que en realidad no posee, negándolos en los demás de manera defensiva. Cuando surge en su entorno una persona (la víctima) que sí posee en verdad tales características, ello supone para el acosador un verdadero choque con la realidad. Su reacción ante esa dolorosa realidad suele consistir en negar, eliminando la fuente de la disonancia, desarrollando el psicoterror contra la víctima. El objetivo es hacer desaparecer a la víctima del horizonte psicológico del acosador porque sus capacidades suponen para éste una des-estabilización psicológica.

Hablar que la envidia no solo como afecto, sino como una forma de conducta, y hasta como forma de conducirse por la vida que no solo tiene sus “causas”, sino también sus efectos, consecuencias o funciones finalistas. La envida desde esta perspectiva cumple un papel social relacionado con la “función de regulación del poder”.

Sin embargo, no todos los autores acuerdan con esto y en los últimos años han aparecido versiones que nos hablan de otras facetas de la envidia, ya que en tanto sentimiento, puede estar presente en todos los seres humanos pero no conducir obligatoriamente a la destructividad de lo envidiado y su portador.

La envidia es un sentimiento universal ligado a los impulsos agresivos o tanáticos (de muerte) que todos albergamos. La destructividad del acto envidioso es el reflejo de la propia destructividad.

Tratamiento

La envidia es intratable e incurable para algunos colegas y para  otros especialistas el asunto no es tan pesimista, pero debe contar con varias condiciones. Para la persona que ya está en tratamiento (y no precisamente por admitir su envidia como apuntábamos al principio) esta debe de admitir su propia identidad, con sus limitaciones y cualidades; lo que conllevara “resistencias y  defensas frecuentes” y será un trabajo psicológico duro y difícil, pero no imposible. Para los padres y educadores será  muy importante en plan preventivo trabajar las conductas de solidaridad y cooperación desde las primeras fases de la vida de los niños.

Los atributos destacables y los logros excepcionales son los que atraen la envidia. Pero la calidad y cantidad de ésta reflejan indefectiblemente los orígenes y el estado actual de la autoestima del envidioso, y es esto lo que descubrimos, una y otra vez, en el psicoanálisis clínico.

Para trabajar positivamente la envidia:
  • En primer lugar y lo más importante es saber que la envidia es universal. Reconocerla y aceptarla como señal de un deseo insatisfecho es darle una funcionalidad positiva.
  • La siguiente instancia será reflexionar sobre la razón por la cual no hemos alcanzado ese deseo que envidiamos en particular y por último identificar los recursos que necesitamos para hacerlo.
  • Aprendamos a ponernos en el lugar del otro.
  • Favorecer la confianza en uno mismo.
  • Interpretar nuestro progreso personal mediante la comparación con nuestras competencias y habilidades, no con las de otros
  • Valorar correctamente nuestra capacidad, sin infravalorarnos ni sobrevalorarnos.
  • Colaborar (tanto dar a los demás como solicitar ayuda), es un buen medio para dotarnos de la pericia que requiere resolver los conflictos que causan envidia.
  • Acostumbrarse a centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos.
  • Enfocarte en el éxito propio. Y, si es posible, tomarlo incluso un poco en broma.
  • Haz un recuento de tus cualidades y fortalezas.
  • No te compares, esto daña tu amor propio y no te permite reconocerte como un ser único. Pierdes el tiempo y te desgastas mentalmente
  • Piensa en que todas las personas tienen su momento para brillar, tal vez hoy le toque a alguien más y mañana sea a ti.
  • Usa la envidia positivamente y haz que te motive a lograr tus objetivos.
Si notas que a tu alrededor hay una personas que sólo presume su logros para hacerte sentir mal, aléjate. Esa persona también tiene un problema de autoestima. 

La envidia es causada por inseguridad y baja autoestima, por lo tanto, lo primero que se debe trabajar es estos dos elementos. Difícilmente se logrará suprimir los sentimientos de frustración y envidia si no se superan primero estas dos carencias. Para que la envidia se transforme en admiración es necesario que las cualidades que se observan en el otro no sean una amenaza para la autovaloración.

El bienestar emocional consiste en el equilibrio al que conduce conocer y asumir con serenidad y buen humor lo que somos (y tenemos) y lo que aspiramos a ser (y tener).

"Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, te muestra que estas tratando con una persona psiquiátricamente enferma." Dr. Saúl F. Salischiker, Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta.

lunes, 20 de octubre de 2014

El Estrés Académico

Entre los profesores, como entre los estudiantes, se considera como algo normal que el alumno esté algo nervioso, estresado o ansioso antes de iniciar un examen, esta situación, consideran la mayoría, puede ayudar a que el alumno esté más alerta y despliegue mayor esfuerzo de concentración y acción, lo cual le ayudaría a mantener un rendimiento alto mientras hace su prueba. Sin embargo, en algunos casos el estrés es muy intenso, a tal grado que interfiere en la concentración, el rendimiento y por consiguiente el resultado.
El estrés académico puede definirse como una activación fisiológica, emocional y cognitiva, ante estímulos y eventos académicos.

“el estrés está presente en todos los medios y ambientes, incluido el educativo, en donde se centra el objetivo de esta discusión, de ahí que los psicólogos, los docentes y los padres de familia, hayan identificado la necesidad de conocer las implicaciones que tiene sobre el rendimiento de los estudiantes”.

El estrés académico  es un gran problema, para los estudiantes universitarios de hoy en día, y especialmente los que están en carreras que requieren un alto conocimiento en varias áreas y por ende, resulta realmente intensivo estudiarlas. Es por esto que los estudiantes manifiestan sentir, depresión, ansiedad y baja autoestima.

Estudios de colegas de algunas universidades, dicen que los estudiantes suelen padecer un cuadro de estrés en las fechas de febrero, junio y septiembre, que curiosamente, coinciden con las épocas de exámenes. Y es que por mucho tiempo que lleves estudiando, pocos son los que se resisten a los nervios y al mal trago que provocan los exámenes. Sin embargo, mientras que todo se reduzca a los típicos nervios no pasa nada, el problema es cuando la ansiedad nos vence y afecta a nuestro rendimiento y a la calificación. En el fondo, en la mayoría de casos de los estudiantes que están tan sumamente estresados, es porque no se han preparado lo suficiente y no se sienten seguros.

De forma contraria a lo esperable, no son las situaciones de evaluación las que generan más estrés, sino que éste aparece de forma más intensa en relación con el "agobio" que provoca la relación cantidad de trabajo/tiempo. Los estudiantes tienen muchas cosas que hacer y poco tiempo, lo cual genera más estrés que la propia realización del examen. “el terror se manifiesta en forma de pensamientos destructivos, ya que el estudiante está convencido de que no será capaz de aprobar, lo que le genera ansiedad y una baja autoestima. Y a su vez, las emociones negativas, como el miedo, la ansiedad, la tristeza y la irritabilidad, hacen que todos los esfuerzos sean vanos”. Por otro lado, la sensación de fracaso y de inseguridad es tan grande, que en muchos casos, los estudiantes evitan estudiar o incluso presentarse a las pruebas, aun habiendo estudiado, porque están convencidos de que van a suspender. “los jóvenes afectados por este trastorno, paradójicamente, no es que sean malos estudiantes, sino todo lo contrario y es que son demasiado perfeccionistas, autocríticos y autoexigentes, a quienes les importan sobremanera los resultados”. Un ambiente muy competitivo en clase y padres muy exigentes, que les piden a sus hijos más de lo que estos son capaces de conseguir, también son factores que pueden llevar a los alumnos a estar angustiados.

Algunos casos de alumnos que sacan notas muy por debajo de lo que realmente saben, habitualmente el examen no es el problema, sino su autoestima. Se observa últimamente a jóvenes sobre-protegidos que no han tenido que tomar decisiones, que han sido otros quienes lo han hecho por ellos a lo largo de su proceso de maduración. Y estos tienen una tolerancia cero a la frustración, miedo a equivocarse, pánico a no saber escoger la mejor de entre todas las respuestas.

Las consecuencias de altos niveles de estrés “van desde los estados depresivos, ansiedad, irritabilidad, descenso de la autoestima, insomnio, hasta asma, hipertensión, úlceras, etcétera” afectando de modo perjudicial tanto la salud, como el rendimiento académico de los alumnos.

La preocupación también es un factor de estrés en la vida estudiantil como también la ansiedad, estas dos pueden llevar al estudiante a una depresión inmensa. El estrés no solo aparece de un día al otro, es un proceso continuo donde poco a poco se va deteriorando la capacidad mental para retener información y es cuando la mente se cansa y pierde toda capacidad para ayudar al estudiante seguir una vida académica eficaz. Muchas veces los propios estudiantes son los que crean estas preocupaciones en sus vidas por su modo de vida. Los padres también pueden contribuir al estrés de sus adolescentes al no entender cómo lidiar con su propio estrés.

El porcentaje de estudiantes afectados por el estrés se halla entre el 15% y el 25%. Nervios, estrés y ansiedad que en dos de cada diez estudiantes puede desembocar en fracaso escolar. Por otro lado, cuánto más ansioso estés, más te costará concentrarte y retener los contenidos nuevos. Por eso, tanto nosotros los psicólogos como neurólogos recomendamos hacer un corte de 5 o 10 minutos por cada hora de estudio y aprovechar para distender el cuerpo y la mente.

Existen algunos trucos para relajarse, el ejercicio físico es un buen aliado, también hacer ejercicios de estiramiento para relajar espalda y hombros, control de la respiración. Te pueden ayudar a mejorar tus niveles de concentración e imaginación aumentando tu memoria y controlando tus nervios. La “escritura expresiva” para el estudiante, reduce la cantidad de pensamientos obsesivos, ejemplo: hacerle escribir acerca de cómo se sienten/sentían justo antes de hacer sus exámenes, probablemente mejore sus resultados sustancialmente. El afrontamiento “es el proceso a través del cual el individuo maneja las demandas de la relación individuo-ambiente que evalúa como estresantes y las emociones que ello genera” modificación de pensamientos y conducta.

Síntomas de Estrés
  • Trastorno en el sueño
  • Problemas digestivos.
  • Migraña o dolor de cabeza
  • Fatiga o cansancio crónico
  • Dolor en el cuello o en la parte baja de la espalda
Recuerda que el estar relajado favorecerá la asimilación de conocimientos y el poder recordarlos luego mucho mejor.

Actualmente los adolescentes sienten la presión de un plan de estudios más exigente, períodos de tiempo más largos para hacer tareas, pruebas importantes y admisiones más competitivas para ingresar a la universidad, según una nueva encuesta.

Recientes investigaciones sobre ciencias cognitivas y psicología están proporcionando una mejor comprensión sobre el binomio estrés y rendimiento. Se sabe que una ansiedad moderada puede mejorar nuestra productividad, pero que, en cambio, cuando es elevada y sostenida en el tiempo, puede abocar al fracaso. Conocer mejor esa relación permite a los neurocientíficos, docentes y psicólogos desarrollar estrategias que ayuden a afrontar esos miedos.

Cuando sentimos estrés, aumenta la frecuencia cardíaca para bombear más sangre al cerebro, a los pulmones y a los músculos, lo que a su vez aumenta la capacidad de concentración y la velocidad de reacción. Una activación del sistema nervioso es beneficiosa, puesto que nos hace estar más alerta, atentos, preparados, y se ha visto que es capaz de mejorar nuestro rendimiento en una tarea.

Para afrontar un examen:

1. Adoptar unos hábitos de vida saludables, sobre todo en época de exámenes.
2. Tener una técnica eficaz en el estudio.
3. Tener la motivación suficiente.
4. Realizar una preparación mental.  (Respiración y relajación)
6. Estudiar más y prepararse mejor: En general, la ansiedad y el nerviosismo nos atacan cuando sentimos que no nos hemos preparado bien y que, por tanto, no nos sentimos seguros. Cuanto más hayamos estudiado antes de un examen, menos estresados iremos a la prueba.
7. Ser positivo: También hay gente tóxica, compañeros que tienen la habilidad de contagiarnos sus miedos y negatividad. Antes de los exámenes, es preciso huir de ellos.
8. También el tener una buena organización del tiempo, el poder compartir las emociones ayuda a aliviar la carga y tener un tiempo para un espacio personal donde nadie nos interrumpa, en el cual podamos relajarnos y recargar la capacidad mental para no caer en estrés.

Recuerda que la estrategia mental para lograr el éxito es la “la práctica, repetición y el ensayo”.

Sugerencias

Es necesario diseñar programas para reducir los efectos adversos que puede tener el estrés sobre el desempeño académico en general y atender oportunamente a los estudiantes en riesgo.

Quizás sería más importante priorizar la media de toda la escolarización y por qué no, el trabajo proactivo. Como ocurre en la universidad, se podría trabajar en proyectos, realizados a lo largo de tres o cuatro meses y no en un solo examen intensivo. Si los exámenes son o no la mejor forma para evaluar los conocimientos de un alumno es un tema candente de forma recurrente en educación.

Se recomienda analizar con mayor profundidad la etiología, prevalencia, manifestaciones clínicas y tratamiento, en las diversas poblaciones susceptibles de padecer el estrés académico. 

Finalmente se sugiere que las instituciones deben realizar un balance de los programas que ofrecen y el grado de dificultad que representan; realizar un diagnóstico para detectar si los docentes, la institución, el ambiente, etc., pueden ser causales de generador de estrés.

domingo, 19 de octubre de 2014

Los Bebes No son lo que nos Contaron

He leído este articulo por casualidad que desde hace meses circula en la red y me ha encantado. Por ello, lo comparto con ustedes.
No. Los bebés no son como nos lo contaron. A los bebés no les gusta dormir en cuna. Rodeados de barrotes. Presos en una jaula. No. Los bebés quieren dormir junto al cuerpo de su mami, calentito, seguro, amparados, amados, tocados. No. Los recién nacidos no quieren siquiera estar en posición horizontal. Quieren dormir en tu pecho, en vertical, meciéndose al arrullo de tu corazón. En horizontal su digestión se ralentiza, vomitan, buchean, cogen cólicos, se asustan, se sienten vulnerables. No. Los bebés no se acostumbran a los brazos: ya nacen acostumbrados. Desde el principio saben bien lo que es bueno. No. Los bebés no duermen toda la noche. Se despiertan a cada rato. Para comer y para no comer. Para comprobar que estás a su lado y que los estás cuidando. Para cerciorarse de tu presencia, que es su seguridad. Para tocarte y olerte. No. Los bebés no quieren estar solos. No quieren perderte de vista ni un minuto, quieren estar junto a ti, en el centro de la vida. No. Los bebés no quieren jugar solos en un corral. Quieren jugar contigo, sonreír, ser atendidos, treparte por encima, gatear por el salón. No. Los bebés no quieren tomar leche de otra especie. Quieren leche de la suya, de la que sabe a mamá. No. Los bebés no quieren chupar todo el día un trozo de plástico. Quieren chupar tus pechos, sus manitos, tus dedos, piel humana. No, los bebés no quieren que los vistas, ni que les pongas tejidos picones, pendientes en las orejas, ropas apretadas, cintas, encajes y otras cosas molestas. Quieren estar desnudos, correr sin zapatos, disfrutar del tacto de la naturaleza en su piel, de piel con piel contigo. No. Los bebés no quieren estar quietos. Quieren que te muevas, que los mezas, los arrulles, que andes y pasees, y los lleves contigo. En cuanto pueden, quieren gatear, correr, saltar, explorar, llegar a todas partes... Sí. Los bebés son curiosos por naturaleza. Quieren y deben tocarlo todo. Incluidas esas cosas que más tú tocas: los mandos, los relojes, los teléfonos, los equipos informáticos. Su riqueza sensorial se desarrolla a partir de ahí. No. Los bebés aprenden lo que viven. Si siempre oyen "no", pronto a todo te dirán no. Si a todo tienes miedo, pronto a todo tendrán miedo. No. Los bebés no son alto-demandantes. Somos nosotros los bajo-tolerantes, los bajo-pacientes, los bajo-disponibles, los bajo-respondedores. No. Los bebés no quieren que los dejes. Quieren ir contigo a todas partes, eres su ejemplo, su seguridad, su referente, su único universo.

Te guste o no te guste, así son los bebés humanos, primates, mamíferos. Si quieres comprobarlo, tan solo ten uno. Ninguna otra especie desconoce y maltrata tanto a sus propias crías. Si queremos un mundo un poquito más humano, bien haríamos en comprenderlo. 

No son como nos lo contaron. Son infinitamente mejores y más inteligentes. Cualquiera que ve a estas crías diría: ¡qué especie tan avanzada! ¿Y cómo se convirtieron en lo que hay?

martes, 14 de octubre de 2014

El Síndrome de Abstinencia

El síndrome de abstinencia es el conjunto de síntomas, reacciones físicas o corporales que ocurren cuando una persona deja de consumir sustancias a las que es adicta. El SA puede aparecer relacionado con cualquier sustancia que tenga el potencial de crear dependencia, el alcohol, el tabaco, cocaína, cannabis, cafeína, benzodiacepinas, etcétera.

Aunque los síntomas varían en forma e intensidad de acuerdo con el producto empleado y el tiempo que lleva desarrollándose la dependencia, en todos los casos se deben a que se ha alterado el funcionamiento normal del sistema nervioso.

Este síndrome también puede presentarse en algunas enfermedades psicológicas como la dependencia emocional, donde no se depende de una sustancia o droga, pero sí de afecto desmedido o dependencia hacia otra persona, presentando el individuo somatización (es decir, proceso por el cual se transforman o convierten problemas emotivos o psicológicos en dolores físicos).

Tipos de síndrome de abstinencia

El síndrome de abstinencia agudo es el más conocido. Se trata de una serie de reacciones fisiológicas y psicológicas que aparecen nada más interrumpir el consumo de una sustancia psicoactiva hacia la que se sufre adicción. Los síntomas dependerán del tipo de sustancias psicoactiva. Generalmente el SA produce lo contrario al consumo de la sustancia (por ejemplo, si el consumo de cocaína produce activación e hiperalerta, su síndrome de abstinencia produce decaimiento, desgana, etcétera). La intensidad y gravedad de estos síntomas varían en función del tipo y de la cantidad de sustancia habitualmente consumida.

Sin embargo a este síndrome de abstinencia le acompañan frecuentemente otros SA menos conocidos. Estos son:
  • Síndrome de abstinencia tardío: caracterizado por un conjunto de alteraciones del sistema nervioso asociado con problemas de salud física y psicológica. El SA tardío interfiere de forma significativa en la vida del paciente además de aumentar la probabilidad de recaía.
  • Síndrome de abstinencia condicionado (o psicológico): los síntomas del SA agudo re-aparecen cuando la persona se encuentra en situaciones en donde habitualmente consumía la sustancia. En este síndrome ha habido un proceso de aprendizaje en el que se asocian determinados estímulos a la conducta de consumir. Por ejemplo, es frecuente que los fumadores fumen más en circunstancias concretas. Así pasa por ejemplo, cuando se toma café o en el descanso de una charla. El SA condicionado aparecerá en el proceso de deshabituación tabáquica en estas circunstancias.
Causas

En términos generales, las sustancias adictivas poseen compuestos semejantes a los neurotransmisores (compuestos químicos empleados por las neuronas para comunicarse entre sí) encargados de desencadenar la actividad de los centros cerebrales de recompensa, placer o satisfacción, los cuales permiten la expresión de emociones gratificantes como entusiasmo, alegría y serenidad. Precisamente por ello hay quienes los utilizan para enfrentar momentos difíciles.

Pero, el uso frecuente de drogas, tabaco o alcohol exige cantidades cada vez mayores para lograr el mismo efecto, a este hecho se le conoce como tolerancia, y ocurre porque las sustancias adictivas sustituyen gradualmente la creación de neurotransmisores que desencadenan sensaciones de bienestar. En consecuencia, el paciente pierde la capacidad de experimentar gozo y tranquilidad de manera natural, y crea una dependencia o consumo compulsivo para no sufrir una serie de malestares como ansiedad, nerviosismo, alucinaciones, sudoración, temblores, escalofríos, dificultad para dormir, vómito y otros que, en conjunto, forman el síndrome de abstinencia.

Cabe destacar que el abuso de sustancias no siempre crea dependencia física, sino psicológica, la cual se basa en el deseo continuo de consumir un químico para hacer frente a situaciones que generan malestar. Aunque también es muy difícil de superar, tiene la peculiaridad de que cuando se deja de emplear la droga no se manifiestan cambios en el organismo, es decir, no hay síndrome de abstinencia, sólo alteraciones emocionales y de conducta. El uso continuo de sustancias que actúan sobre el sistema nervioso es responsable de dependencia física, ya que el cuerpo se adapta a ellas y el cerebro experimenta un cambio en su estructura y desempeño, de manera que sólo puede funcionar normalmente ante la presencia de dichos químicos, sin olvidar que cada vez requiere mayores dosis para obtener efectos placenteros.

Es importante mencionar que cada sustancia actúa en forma particular en el cerebro y que no todas generan dependencia física ni síndrome de abstinencia. Para explicarlo mejor, podemos recurrir a una clasificación general de dichos químicos en tres grupos:

Depresores: Dosis pequeñas generan euforia, pero cuando son altas relajan la actividad del cerebro, produciendo aturdimiento y letargo, incluso la muerte al paralizar la actividad nerviosa que controla al aparato respiratorio. Muchos de estos químicos se utilizan con finalidades médicas, como tranquilizantes (narcóticos) o inductores del sueño (hipnóticos). Los más conocidos en esta clasificación son: alcohol, benzodiacepinas, fármacos calmantes, solventes y adhesivos; los tres primeros generan dependencia física y psicológica, los dos últimos sólo psicológica, según se ha comprobado hasta la fecha.

Estimulantes: Incrementan la actividad del sistema nervioso central. Suelen generar mejoría del estado de ánimo, sensación de felicidad, aparente aumento de la capacidad mental y física, falta de sueño y apetito, así como mayor actividad en general. Este grupo incluye anfetaminas, metanfetamina (speed), metilendioximetanfetamina (éxtasis o MDMA), fenciclidina (PCP o polvo de ángel), cocaína, nicotina, y cafeína; todas estas sustancias generan dependencia física y psicológica en distinto grado, además de síndrome de abstinencia.

Alucinógenos o psicodélicos: Producen la impresión de percibir imágenes o sonidos que no pueden captarse ordinariamente con los sentidos, y son empleados por algunas culturas en rituales. Producen aumento en la actividad de algunos centros cerebrales, dilatación de las pupilas, frío en brazos y piernas, y sensación de hormigueo en el estómago; así mismo, llegan a generar experiencias muy placenteras o terroríficas. En esta categoría encontramos: dietilamida del ácido lisérgico (LSD), mescalina (peyote) y psilocibina; existe discusión acerca de su capacidad para generar dependencia psicológica, en tanto que la de tipo físico y el síndrome de abstinencia parecen estar por completo ausentes, salvo en sustancias específicas como la ketamina o la fenciclidina, cuya capacidad de provocar dependencia, tanto física como psicológica, está comprobada.

Síntomas

Los síntomas del síndrome de abstinencia siempre dependerán de la sustancia utilizada y del organismo de cada persona, ya que no siempre se tienen las mismas reacciones, en términos generales describimos a continuación los síntomas correspondientes a las adicciones más frecuentes:

Alcohol. El síndrome de abstinencia en bebedores relativamente moderados comienza de 12 a 24 horas después de haber dejado de beber, y sus síntomas son: temblor, debilidad, escalofríos, cefaleas, deshidratación y náuseas. También es común el deseo de volver a ingerir esta sustancia.

En grandes bebedores, además de lo anterior, puede producirse un evento más grave, llamado delírium tremens, que ocurre entre 2 y 10 días después de dejar de ingerir alcohol y que puede ser mortal. En principio, el paciente se muestra ansioso, desorientado, con pesadillas, sudoración excesiva, alteraciones en el tacto y depresión profunda; en ocasiones el pulso se acelera, hay fiebre, convulsiones (epilepsia alcohólica) y alucinaciones. También parece que el suelo se mueve, la cama gira o las paredes caen.

Síntomas

Los síntomas de abstinencia del alcohol se presentan por lo regular al cabo de 8 horas después del último trago, pero pueden ocurrir días más tarde. Por lo general, alcanzan su punto máximo en 24 a 72 horas, pero pueden persistir durante semanas.

Los síntomas comunes abarcan:
  • Ansiedad o nerviosismo
  • Depresión
  • Fatiga
  • Irritabilidad
  • Sobresaltos o temblores
  • Altibajos en el estado de ánimo
  • Pesadillas
  • No pensar con claridad
  • Otros síntomas pueden abarcar:
  • Piel fría y húmeda
  • Pupilas agrandadas (dilatadas)
  • Dolor de cabeza
  • Insomnio (dificultad para dormir)
  • Inapetencia
  • Náuseas y vómitos
  • Palidez
  • Frecuencia cardíaca rápida
  • Sudoración
  • Temblor en las manos y otras partes del cuerpo
Una forma grave de abstinencia alcohólica llamada delirium tremens puede causar:
  • Agitación
  • Fiebre
  • Ver o sentir cosas que no existen (alucinaciones)
  • Convulsiones
  • Confusión intensa
Si hay deficiencia de vitaminas llegan a presentarse, después del delirium tremens, el síndrome de Korsakoff, en el que se pierde la memoria de acontecimientos recientes, y encefalopatía de Wernicke, que genera movimientos anormales de ojos y extremidades, confusión y cambios de carácter.

Nicotina. Por regla general, cuanto más tiempo y más cigarrillos haya fumado una persona, mucho mayor será la probabilidad de que presente síntomas al abandonar el consumo de tabaco; los más comunes son: deseo irrefrenable de fumar, tensión, irritabilidad, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, somnolencia o insomnio y aumento del apetito y de peso. El uso de la nicotina puede tener muchos efectos diferentes en el cuerpo:
  • Disminuye el apetito (el temor a aumentar de peso hace que muchas personas no quieran dejar de fumar).
  • Estimula el estado anímico y puede incluso aliviar la depresión menor (muchas personas experimentarán una sensación de bienestar).
  • Incrementa la actividad intestinal.
  • Crea más saliva y flema.
  • Incrementa la frecuencia cardíaca alrededor de 10 a 20 latidos por minuto.
  • Incrementa la presión arterial a 5 a 10 mmHg.
  • Puede causar sudoración, náuseas y diarrea.
  • Estimula la memoria y la vigilia (las personas que consumen tabaco con frecuencia dependen de él para ayudarlos a cumplir ciertas tareas y desempeñarse bien).
Los síntomas de abstinencia de nicotina aparecen al cabo de 2 a 3 horas después del último consumo de tabaco. Las personas que fumaron por más tiempo o que fumaban una cantidad mayor de cigarrillos al día son más propensas a tener síntomas de abstinencia. Para quienes están dejando de fumar, los síntomas alcanzan su pico máximo aproximadamente de 2 a 3 días después. Los síntomas comunes abarcan:
  • Un deseo vehemente de nicotina
  • Ansiedad
  • Depresión
  • Somnolencia y problemas para dormir
  • Malos sueños y pesadillas
  • Sentir tensión, inquietud o frustración
  • Dolores de cabeza
  • Incremento del apetito y aumento de peso
  • Dificultad para concentrarse
  • Usted puede notar algunos o todos estos síntomas al cambiar los cigarrillos regulares por cigarrillos con contenido bajo de nicotina o cuando reduce la cantidad de cigarrillos que fuma.
Narcóticos. Morfina, opio y heroína, además de sustancias farmacológicas como oxicodona y codeína integran este grupo de depresores del sistema nervioso. La reacción del organismo ante la abstinencia suele ser, en principio, respiración agitada acompañada de bostezos, lagrimeo, flujo nasal y sudoración; luego se presentan hiperactividad, sentido de alerta exacerbado, incremento del ritmo cardiaco, piloerección ("piel de gallina") y fiebre. Otras manifestaciones son pupilas dilatadas, temblores, escalofríos, dolor muscular, inapetencia, dolor abdominal y diarrea.

La marihuana y la salud mental: Varios estudios han demostrado que existe una asociación entre el consumo crónico de marihuana y una mayor incidencia de ansiedad, depresión, ideas suicidas y esquizofrenia. Algunos de estos estudios han demostrado que la edad del primer consumo es un factor importante, y que el uso temprano de la droga constituye un marcador de vulnerabilidad para problemas más adelante. Sin embargo, en este momento no está claro si el consumo de marihuana causa los problemas mentales, los empeora o si se utiliza la droga en un intento de automedicarse los síntomas preexistentes. El consumo crónico o habitual de marihuana, especialmente en una persona muy joven, también puede ser un marcador de riesgo para las enfermedades mentales, incluyendo la adicción, que provienen de vulnerabilidades genéticas o ambientales, tal como la exposición temprana al estrés o a la violencia. Actualmente, la evidencia más fuerte establece un vínculo entre el consumo de marihuana y la esquizofrenia y otros trastornos relacionados.6 Las dosis altas de marihuana pueden producir una reacción psicótica aguda. Además, el consumo de esta droga podría provocar la aparición de esquizofrenia o una recaída en aquellas personas vulnerables a este trastorno.

Ansiolíticos e hipnóticos. Son fármacos depresores de la actividad nerviosa, como benzodiacepinas, barbitúricos, glutetimida, cloralhidrato y meprobamato que se prescriben con receta médica para controlar la ansiedad o inducir el sueño, pero que al tomarse en altas dosis o por periodos prolongados generan adicción. Al interrumpir su consumo cuando hay dependencia se desencadena una reacción grave, aterrorizante y potencialmente mortal, muy parecida al delirium tremens, cuyos síntomas principales son debilidad, malestar general, depresión, temblores, deshidratación, delirio, insomnio y alucinaciones.

Anfetaminas. La adicción a estos estimulantes del sistema nervioso suele iniciar cuando se administran como medicamentos para bajar de peso, aunque la metanfetamina y el MDMA o éxtasis han alcanzado amplia difusión en el mercado ilegal. Cuando se interrumpe bruscamente su consumo se generan cansancio y somnolencia extremas, si bien algunas personas se muestran intensamente ansiosas e inquietas. Los consumidores que estaban deprimidos al comenzar a usar las anfetaminas pueden incrementar su malestar cuando las dejan, al grado de que adoptan tendencias suicidas. También experimentan delirios y alucinaciones.

Cocaína. Es otro estimulante del sistema nervioso, sólo que más potente; puede inhalarse o inyectarse, y cuando se hierve con bicarbonato sódico se obtiene el crack, que puede ser fumado. La tolerancia se desarrolla rápidamente y las reacciones de abstinencia incluyen cansancio extremo, depresión y ansia de suicidio; en ocasiones hay alucinaciones.

Síntomas
  • Estado de ánimo deprimido. Sin necesidad de que haya ninguna otra causa a parte de no consumir cocaína.
  • Irritabilidad. Tendencia del adicto a discutir con toda persona que intente hablar con él o ella.
  • Cambios de humor. Del enfado a la depresión y vuelta al enfado, una y otra vez.
  • La fatiga. El adicto se siente muy cansado. El síndrome de abstinencia por cocaína le mueve a intentar descansar todo lo que puede aunque sea sentado sin conseguir que esto le aporte energía.
  • Insomnio. Dificultad para conciliar el sueño, lo que unido al cansancio impide al adicto a recuperar energía y salir de este cansancio.
  • Malestar en todo el cuerpo. El adicto o la adicta, se siente como si tuviese una gripe. El síndrome de abstinencia de la coca hace que le duela todo el cuerpo aunque no esté enfermo. Es su cuerpo reclamando el consumo de cocaína.
  • La desaceleración de la actividad. El adicto se vuelve torpe y lento a la hora de hacer algo.
  • Agitación y conducta inquieta. El síndrome de abstinencia de la cocaína vuelve al adicto muy nervioso.
  • Incapacidad para pensar con claridad. El adicto o adicta es incapaz de concentrarse. Esto hace muy trabajoso el conseguir hablar o razonar con el adicto sobre lo que le está pasando, y aún más ayudarle.
  • Aumento del apetito. Consumir cocaína reduce el apetito. Mientras que el síndrome de abstinencia lo dispara.
  • Pesadillas y sueños desagradables. Sueños muy vívidos y muy inquietantes. Paranoia. Que vuelve al adicto agresivo contra los que le rodean mientras dura el síndrome de abstinencia de la cocaína.
  • Extrema sospecha. Como consecuencia del síndrome paranoide, el adicto desconfía de todo el mundo. Llega a creer que todo el que le rodea pretende acabar con él o ella.
  • Deseo de más cocaína. Un deseo compulsivo y muy fuerte que obsesiona al adicto o adicta.
Polvo de ángel o fenciclidina. Fue desarrollado a mediados del siglo XX como anestésico, pero se suspendió su uso porque los pacientes presentaban ansiedad, delirios y cuadros de psicosis temporal (alteraciones profundas de la realidad y de la percepción sensorial); sin embargo, comenzó a sintetizarse en laboratorios clandestinos para su uso como estimulante. Su abstinencia genera depresión, ansia de consumir drogas, fatiga, dificultades para dormir o dormir mucho, aumento del apetito y de peso, movimientos lentos o súbitos y sueños vívidos desagradables. El carácter suele volverse violento y suicida.

Diagnóstico

Por lo general se basa en: 
  • Observación de los síntomas antes descritos.
  • Historia clínica, en la mayoría de las veces con ayuda de familiares o personas cercanas.
  • Revisión física realizada por un médico general, adictólogo o, en ocasiones, por un especialista en urgencias.
En algunos casos se requieren exámenes de toxicológica (detección de drogas) para descubrir la presencia de numerosas sustancias en el organismo. Dichos estudios pueden efectuarse con pruebas de orina (los más frecuentes) o de sangre (de mayor precisión).

Tratamiento

El objetivo del tratamiento abarca:
  • Reducir los síntomas de abstinencia.
  • Prevenir complicaciones del consumo.
  • Terapia para lograr que usted deje de tomar (abstinencia).
La terapia de rehabilitación contra las adicciones tiene entre sus principales objetivos ayudar a superar el síndrome de abstinencia. Nuevamente, en cada caso se debe considerar cuál es la sustancia empleada por el paciente, ya que de ello dependerán las medidas a seguir:

Alcohol. Una de las primeras complicaciones en ser tratadas es la deficiencia nutricional, por lo que es común la administración de complejos vitamínicos ricos en vitamina C y vitamina (B1, B2,B6); también se combate la deshidratación con soluciones intravenosas de magnesio y glucosa. Por otra parte, se suele prescribir un fármaco benzodiacepínico durante algunos días para calmar la agitación, y en caso de que el paciente sufra alucinaciones se darán antipsicóticos. Todas estas medidas son más agresivas en caso de delírium trémens, aunque también se requiere el empleo de analgésicos que ayuden a fiebre y dolores de cabeza.

Una vez que se ha superado la fase crítica del problema, se requiere la supresión del alcohol por completo. Debido a que es prácticamente imposible que el paciente lo logre por cuenta propia, es necesario que cuente con ayuda psicológica y apoyo de sus familiares, sin olvidar la importancia de recibir asesoría individual por parte del médico (a veces prescribirá algunos medicamentos que le ayuden a prevenir recaídas, sin olvidar que probablemente requerirá atención especial debido a problemas hepáticos o en los riñones). Es de mucha utilidad que se integre a terapias grupales como las que brinda Alcohólicos Anónimos y que sea llevado por un especialista.

Nicotina. Se han desarrollado diversas estrategias de terapia, aunque para que cumplan con el objetivo de superar definitivamente el síndrome de abstinencia y dejar de fumar es conveniente que se utilicen bajo prescripción médica. En casos moderados es ideal recurrir a suplementos de nicotina en forma de goma de mascar o parches, y en casos más severos fármacos como clonidina (ayuda a regular la presión sanguínea), fluoxetina y buspirona (antidepresivos).

También son importantes el apoyo emocional y la terapia psicológica para superar la dependencia a la nicotina, por lo que es altamente recomendable acudir a una clínica antitabaco, donde se brinda tratamiento integral al paciente, siempre de acuerdo con sus características.

Narcóticos. La sustitución de estas sustancias por metadona es el principal procedimiento para superar la abstinencia; de hecho, este fármaco es también un narcótico, pero genera alteraciones menores, se toma con menos frecuencia y puede disminuirse la dosis poco a poco. Asimismo, la naltrexona es útil para la recuperación en caso de dependencia a la heroína, ya que bloquea los efectos de esta droga incluso en dosis intravenosas importantes. Los grupos de ayuda o la terapia psicológica son también de gran utilidad.

Ansiolóticos e hipnóticos. Incluso aplicando el mejor tratamiento, una persona puede tardar un mes o más en sentirse normal. Frecuentemente, los médicos tratan la abstinencia volviendo a administrar el fármaco causante, sólo que en dosis inferior y disminuyéndola progresivamente a lo largo de días o semanas.

Anfetaminas. Un consumidor crónico llega a necesitar de hospitalización durante la abstinencia. Si sufre delirios y alucinaciones puede recibir un fármaco antipsicótico, como clorpomacina, que tiene efecto calmante y alivia el sufrimiento, aunque puede reducir la presión arterial en forma considerable. Asimismo, un ambiente tranquilizante y seguro ayuda a la persona a recuperarse.

Cocaína. El tratamiento exige supervisión de cerca porque la persona puede volverse depresiva y suicida, por ello, muchas veces se recomienda su ingreso a un hospital o centro de rehabilitación. El método más eficaz consiste en combinar asesoramiento médico y psicoterapia personalizada o en grupo, además de que en caso de que se presenten depresión o trastorno bipolar se deben administrar antidepresivos o litio, respectivamente.

Polvo de ángel o fenciclidina. Las medidas a tomar dependen de los síntomas específicos: se administran fármacos para bajar la presión arterial elevada o para frenar las convulsiones; cuando el paciente se agita, se le instala en una habitación tranquila para que se relaje, aunque se le debe supervisar a menudo la presión sanguínea, respiración y ritmo cardiaco. No ayuda hablarle de manera calmada, ya que esto puede agitarle todavía más. En caso que la intranquilidad permanezca, se dará un medicamento como diazepam. Superada la crisis se requiere tratamiento psicológico y probablemente algún antidepresivo.

Abstinencia en recién nacidos. Los bebés con este problema son irritables y es difícil consolarlos, por lo que envolverlos en una manta durante estos episodios puede ayudar. Además, pueden requerir calorías adicionales debido a su mayor actividad, de modo que se les proporcionan fórmulas lácteas que cubran sus exigencias. En caso de vómito o diarrea, se administran líquidos por vía intravenosa para evitar deshidratación.

Se pueden recetar medicamentos para tratar síntomas severos, como metadona y benzodiacepinas, especialmente las convulsiones. También es común que se utilice la misma sustancia a la que fue expuesto el recién nacido, y una vez que se controlan los síntomas del síndrome de abstinencia, se reduce gradualmente la dosis.

Tratamiento Hospitalario

Las personas con síntomas de abstinencia de alcohol u otra sustancia de moderados a graves pueden necesitar tratamiento como paciente interno en un hospital u otro centro que trate este tipo de abstinencia. A usted lo vigilarán muy de cerca para ver si se presentan alucinaciones y otros signos de delirium tremens.

El tratamiento puede abarcar:

Monitoreo de la presión arterial, la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y los niveles sanguíneos de diferentes químicos en el cuerpo.
Líquidos o medicamentos a través de una vena (IV).
Sedación empleando medicamentos llamados benzodiazepinas hasta que la abstinencia sea completa.

Tratamiento Ambulatorio

Si usted tiene síntomas de abstinencia de alcohol o tras sustancias de leves a moderados, a menudo puede recibir tratamiento en forma ambulatoria. Será necesario alguien que se comprometa a permanecer con usted durante este proceso y que pueda vigilarlo. Con frecuencia, se necesitan visitas diarias a un médico hasta que usted se estabilice.

El tratamiento Generalmente abarca:

Sedantes para ayudar a mitigar los síntomas de abstinencia.
Exámenes de sangre.
Asesoría al paciente y a la familia para abordar el problema del alcoholismo o drogadicción a largo plazo.
Pruebas y tratamiento para otros problemas de salud asociados con el consumo de alcohol.

Es importante que el paciente viva en un contexto que le sirva de apoyo para mantenerse sobrio (sin consumo).

Posibles complicaciones:

Depresión
Deseo vehemente y sobredosis
Suicidio

sábado, 11 de octubre de 2014

En Paz con el Pasado

Un hábito bastante común de la mente es el de divagar hacia eventos y situaciones del pasado. Algo que incluso puede parecernos normal y que no merece mayor atención. Sin embargo, una reflexión más minuciosa acerca de esta tendencia tan natural, nos alerta sobre sus implicaciones y efectos. A veces el pasado nos atrapa como si fuera el diagnóstico de una enfermedad crónica y nos condena a un futuro limitado. Pero no tiene que ser necesariamente así.
Aferrarse al pasado, ya sea a través de la culpa, de la nostalgia, de la negación o del resentimiento, es un desperdicio de valiosa energía, de energía que se puede usar para transformar el hoy y el mañana.
Al vivir en el pasado no le damos la posibilidad a nuestro ser interior de aprender, de experimentar sensaciones nuevas. Nos perdemos el hoy y cerramos las puertas a todo lo nuevo. Mirar hacia atrás es retroceder, todo lo que sucedió ya forma parte del pasado.

Una cosa es dirigirnos al pasado de manera consciente, para recordar hechos y para extraer información y aprendizaje. En ese sentido es algo no sólo útil sino necesario en muchas ocasiones. Algo muy diferente es volar de modo involuntario, a escenas y situaciones del pasado y volver a revivirlas, evocando los sentimientos, sensaciones y emociones que se produjeron que a veces incluso son dolorosas y nos aferramos a eso. Tanto si fueron escenas agradables como desagradables, en ambos casos, volver con nuestra mente al pasado nos impide vivir con plenitud el presente, ya que no estamos plenamente alertas ni conscientes de lo que está sucediendo. Cuando hablamos del presente, por un lado implica el momento actual y por otro es el regalo más valioso, es la oportunidad de aprender y crecer, pero sólo si sabemos vivirlo con plena consciencia.

Vivir en paz es vivir en armonía con uno mismo, con los demás y todos los seres sintientes a tu alrededor, vivir en paz es tanto un proceso externo como interno. De manera exterior, vivir en paz es una forma de vida en la nos respetamos y amamos unos a los otros a pesar de nuestras diferencias culturales, religiosas y políticas. De manera interior, todos tenemos que buscar  en nuestros corazones y entender, el miedo, el impulso de violencia, el rencor y el odio, ya que si continuamos ignorando esto, la tormenta afuera nunca desaparecerá. Olvida los sentimientos de victimismo e impotencia, aceptando tu realidad que es el primer paso para avanzar de una manera sana, consiste en comprender y si es necesario, perdonar.

Para olvidar el pasado, dejar de lado la idea de que la culpa es de otro. Cuando culpamos a los demás, lo que hacemos en realidad es buscar excusas para llenar el vacío que dejamos con nuestras decisiones que consideramos erróneas.

Habréis de quedar en paz con nuestro pasado, bendiciendo a nuestros detractores y enemistades, tal vez un engaño amoroso, o una relación sentimental destructiva, una experiencia negativa o impactante, un fracaso o falla importante, ¡¡Suéltalo, déjalo ir!! Marca tu raya, suelta el ancla, desata amarres y libérate de la esclavitud de todos los recuerdos que atormentan tu razón y tu corazón. Desatórate, suelta las costumbres, los hábitos, los vicios, los apegos que te hacen esclava(o) de tus propios sentimientos y resentimientos. Comprende que nosotros tampoco fuimos perfectos al estar en las vidas de las personas que ahora decimos odiar. No permitir el odio bajo ninguna circunstancia, evento o condición. No permitir la falta de perdón bajo ninguna circunstancia. Busca el perdón, más no la venganza. Ponerse en paz con el pasado implica comprenderlo.

"Dejar el pasado atrás, pesado compañero de viaje, sombra que no cubre pero enfría. Te dejo pasado mío, te dejo dormir en paz, ya no te buscaré para sacar de ti recuerdos amargos. Ya no te llamaré para que seas refugio recordando esos  momentos de glorias pasadas que no me permiten ver la vida en su esplendor y belleza. Te dejo atrás con amor y respeto y agradeciendo lo que fuiste que ya no serás más".

Vive en el presente, no en el pasado. Pensar mucho en lo que podría haber sido y revivir las heridas del pasado, mantendrá vivos los aspectos negativos del pasado y traerá un conflicto interno constante. Nadie va a venir y arreglar tu vida, eres tú quien debe hacerlo y si estás leyendo esto, es porque lo comprendes a la perfección. Acepta que lo que has hecho en tu vida, simplemente ha ocurrido y no es posible cambiarlo ahora, pero si puedes elegir como confrontarlo de manera que no te afecte y puedas crecer con él. Si logras perdonar y perdonarte, aprender de tu pasado, y comprendes que es tu responsabilidad cambiar tu vida desde ahora…pondrás en paz tu pasado, así no arruinara tu presente.

Si tú eres una persona que vive anclada en el pasado, tu presente se tornará en una vida muy accidentada.

“Hoy empezare a sentir gratitud por mi pasado. No puedo cambiar lo que ocurrió, pero puedo transformar el pasado adueñándome de mi poder, ahora, para aceptar, para curarme y para aprender de él”.

Comparto un fragmento del libro “el lenguaje del adiós”:

“Yo solía vivir en mi pasado”, dijo una mujer en recuperación. “O bien estaba tratando de cambiarlo, o lo estaba dejando que me controlara. Por lo general eran ambas cosas. Constantemente me sentía culpable de cosas que habían sucedido. De cosas que yo había hecho, de cosas que otros me habían hecho a mí, aunque había reparado casi todos los daños, la culpa me embargaba. De alguna manera, todo era mi culpa. Simplemente, nunca pude dejarlo ir. Me aferre a la ira durante años, diciéndome a mí misma que era justificada. Estaba en negación acerca de muchas cosas. A veces, trataba de olvidarme absolutamente de mi pasado, pero nunca me detuve a analizarlo realmente, mi pasado era como una nube oscura que me perseguía, y del cual no me podía sacudir. Supongo que me asustaba dejarlo ir, que le temía al hoy, que le temía al mañana. He estado en recuperación durante años, y me ha llevado casi los mismos años tener una perspectiva adecuada de mi pasado. Estoy aprendiendo que puedo olvidarlo, necesito curarme de él. Necesito sentir y dejar ir cualquier sentimiento que aún tenga, especialmente la ira. Necesito dejar de culparme a mí misma por los eventos dolorosos que ocurrieron y confiar en que todo ha sucedido de acuerdo con lo programando y que verdaderamente todo está bien. He aprendido a dejar de tener remordimientos, a sentirme agradecida. Cuando pienso en el pasado, le doy gracias a Dios por la curación y el recuerdo. Si ocurre algo que necesite de una reparación, lo hago y termino con ello. He aprendido a ver mi pasado con compasión hacia mí misma, confiando en que mi Poder Superior tenía el control, incluso entonces. Me he curado de algunas de las peores cosas que me pasaron. He hecho las paces conmigo misma acerca de estas cuestiones y he aprendido que curarme de algunas de ellas me ha permitido ayudar a los otros a curarse también. Soy capaz de ver cómo las peores cosas me ayudaron a formar mi carácter y a desarrollar algunas de mis facetas más sutiles. Incluso he llegado a desarrollar gratitud por mis relaciones fracasadas porque ellas me han llevado a ser quien soy y a encontrarme donde me encuentro hoy. Lo que he aprendido ha sido la aceptación, sin culpa, sin ira, sin culpar y sin vergüenza. He tenido incluso que aprender a aceptar los años que pasé sintiéndome culpable, enojada, avergonzada y culpando a los demás. Nosotros no podemos controlar el pasado. Pero podemos transformarlo permitiéndonos curarnos de él y aceptándolo con amor a nosotros mismos y a los demás. Lo sé, porque esa persona soy yo”