martes, 6 de octubre de 2015

Hipoglucemia Reactiva

Es la disminución de la cantidad normal de glucosa en la sangre.
La hipoglucemia, por sí misma, entre la profesión médica se acepta sólo en condiciones diabéticas cuando el diabético sufre una bajada de glucosa. Si, por el contrario, ésta ocurre en una persona no diabética entonces se le llama hipoglucemia reactiva. Cuando un paciente llega a la consulta médica y expone los anteriores síntomas, sin ser diabético, en muchos casos no se hace el análisis bioquímico pertinente que podría evitar un falso diagnóstico. Los errores más frecuentes son el de diagnosticar de crisis de ansiedad o de trastorno de ansiedad generalizada. El médico prescribe la toma de ansiolíticos/antidepresivos y, en ocasiones, acudir a psicoterapia.

En algunos de estos casos, puede haber un origen físico de los síntomas (hipoglucemia), o una causa psicológica o bien puede ocurrir que ambas causas, físicas y psicológicas, se estén retroalimentando.

Hay dos tipos de hipoglucemia no diabética:
  • Hipoglucemia reactiva, que ocurre pocas horas después de comer
  • Hipoglucemia basal o en ayunas, que puede estar relacionada con una enfermedad
Los síntomas de la hipoglucemia se pueden dividir en dos grupos sintomáticos, los relacionados con el aporte insuficiente de glucosa al cerebro o neuroglucopenia y los síntomas adrenérgicos que dependen de la activación del sistema nervioso vegetativo y de la secreción de catecolaminas.

1. Síntomas neuroglucopénicosSemiología somática: cefalea, diplopia, convulsiones, hemiplejía, arreflexia, afasia, acinesia. 

Semiología psíquica: amnesia, dificultad de concentración, excitación, ansiedad, alteraciones del comportamiento, síntomas obsesivos-compulsivos, histrionismo, depresión, psicosis con alucinaciones, ataques de violencia, intentos de suicidio, delirium, estupor, coma y demencia. En general, los comportamientos agresivos dominan en los casos de hipoglucemia ligera, mientras que la apatía es más propia de la hipoglucemia severa.

2. Síntomas adrenérgicos. Pueden aparecer por una caída rápida de la glucemia incluso con valores normales o sólo levemente disminuidos: ansiedad, nerviosismo, temblor, sudoración, sensación de hambre, palpitaciones, irritabilidad, palidez, náuseas y debilidad.

Los síntomas generalmente incluyen:
  • Hambriento
  • Tembloroso
  • Somnoliento
  • Ansioso
  • Mareado
  • Confundido o nervioso
  • Sudoroso
  • Irritable
  • Algunas personas tienen dificultad para hablar y también se sienten débiles.
¿Cómo se diagnostica la hipoglucemia no diabética?

Su médico puede diagnosticar la hipoglucemia no diabética al examinar sus síntomas, hacerle un examen físico, analizar su riesgo de diabetes y medirle el nivel de glucosa en la sangre. Su médico también determinará si se siente mejor después de comer o beber para elevarle la glucosa a un nivel normal.

Un aspecto importante del diagnóstico es medir el nivel de glucosa en la sangre para ver si está realmente bajo (de 55 mg/dL o menos) cuando usted tiene síntomas. Su médico revisará su nivel de glucosa y posiblemente pida otras pruebas. Un medidor personal de glucosa no es suficientemente exacto para el diagnóstico. 

Para la hipoglucemia de ayuno, se le mide la glucosa cada ciertas horas mientras ayuna durante varios días. Para la hipoglucemia reactiva, es posible que se le haga una prueba llamada prueba de tolerancia a alimentos mixtos (mixed-meal tolerance test o MMTT).

Para la prueba MMTT, primero toma una bebida especial que contiene proteínas, grasas y azúcar. La bebida eleva su nivel de glucosa en la sangre, lo que hace que el cuerpo produzca más insulina. Luego se le mide el nivel de glucosa varias veces durante las siguientes cinco horas.

Ambas pruebas determinan si el nivel de glucosa en la sangre baja demasiado. Es posible que su médico también le haga un análisis de sangre para determinar el nivel de insulina u otras sustancias.

Si se lleva a cabo el test (Test de Tolerancia de la Glucosa) es importante también tener en cuenta la dieta del paciente; los horarios de comida; historia familiar de migrañas, alergias, diabetes, epilepsia, depresión, desequilibrios sufridos en el pasado como hepatitis, problemas de vesícula, náuseas durante el embarazo y posibles deficiencias nutricionales.

Los síntomas de hipoglucemia reactiva en niños son también los mismos que anteriormente. La hipoglucemia severa puede afectar el funcionamiento cognitivo de niños pequeños. Comer procesados ​​y refinados resultado alimentos en el hambre retrasada y puede llevar a deficiencias nutricionales, y cause hipoglucemia en los niños. Los síntomas de la hipoglucemia en los niños deben ser tomadas en serio y trata a tiempo.

Tratamiento:

1. Alimentación: Una dieta equilibrada es fundamental para prevenir, controlar y combatir la hipoglucemia reactiva. Es importante que consultes con un nutricionista.

Tu dieta ha de ser baja en carbohidratos de rápida absorción y refinados, moderada en grasas y que contenga proteínas, frutas y vegetales.

Consejos importantes:
  • Médicos recomiendan una dieta con mucha proteína y pocos carbohidratos, pero no se ha demostrado que este tipo de alimentación sea beneficiosa para la hipoglucemia.
  • Haz de cinco a seis comidas al día, dejando tres horas entre ellas. Las comidas más fuertes han de ser el desayuno y la comida.
  • No te saltes las comidas.
  • Evita el azúcar y los alimentos que contienen azúcar (especialmente con el estómago vacío). Una alternativa muy saludable es sustituir el azúcar por la estevia, un edulcorante natural sin calorías con propiedades muy interesantes (antioxidante, reforzador del sistema inmunitario, antialérgico, etc.
  • Sustituir el pan blanco, por el pan de centeno. Tiene muy buen sabor, es mucho más digestivo y aporta más nutrientes que las harinas refinadas.
  • Evita en lo posible el alcohol, fumar, la cafeína, la teína y las bebidas gaseosas.
  • Bebe zumos de fruta sin azúcar añadida. Cuidado con los zumos envasados.
2. Ejercicio: El ejercicio es fundamental para nuestra salud. Sin embargo, el exceso de ejercicio puede disminuir el nivel de glucosa. Así pues, se recomienda seguir una rutina de ejercicio suave. Se sabe que éste ayuda a mantener unos niveles óptimos hormonales, además de ayudar a que la glucosa entre mejor en las células aumentando la energía, sin requerir insulina. Buenas opciones de ejercicio son: caminar, nadar, ir en bicicleta, yoga, taichí. Es importante hacer algo de ejercicio suave diariamente con sesiones de media hora de duración.

3. Psicoterapia: En ocasiones, el problema no es sólo debido a factores fisiológicos, sino que también hay aspectos psicológicos que pueden haber iniciado, agravado o mantenido la situación. Por ejemplo, personalidad ansiosa, situaciones de estrés continuado, asuntos por resolver, trastornos de ansiedad, duelo, etc. La psicoterapia puede ayudarte de forma paralela para solucionar tus problemas.

4. Suplementos vitamínicos. 

En conclusión, es importante tener en cuenta que no todos los casos de ansiedad y ataques de pánico son debidos a desequilibrios emocionales. En algunos casos el problema puede radicar en un desequilibrio de la glucosa. Muchos casos de ataques de pánico han sido exitosamente resueltos de forma muy sencilla: equilibrando los niveles de glucosa de la sangre con una buena alimentación, nutrientes y ejercicio.

jueves, 1 de octubre de 2015

Trastorno Identidad Disociativa: Síntomas

El trastorno de identidad disociativo o de personalidad múltiple es el trastorno caracterizado por la existencia de dos o más identidades o estados de la personalidad que controlan el comportamiento del individuo de modo alternante. Es una situación grave, crónica y potencialmente invalidante o mortal.
Síntomas

El TID se manifiesta a través de numerosos síntomas: La característica común de las diferentes formas de manifestarse es que existen 2 o más identidades o personalidades diferentes en una persona. En un trastorno de identidad disociativo aparecen de media entre 8 y 10 identidades parciales. De estas, al menos 2 asumen en reiteradas ocasiones el control del comportamiento.

La persona que asume la gran parte de la vida cotidiana en un trastorno de identidad disociativo se denomina host y las personalidades parciales alters.

Los síntomas pueden ser similares a los de la ansiedad, de las alteraciones de la personalidad, de la esquizofrenia y de los trastornos afectivos o de la epilepsia. La mayoría de las personas sufre síntomas de depresión, ansiedad (dificultad para respirar, pulso acelerado, palpitaciones), fobias, ataques de pánico, disfunciones sexuales, alteraciones del apetito, estrés postraumático y síntomas que simulan los de las enfermedades físicas. Pueden estar preocupadas por el suicidio y son frecuentes los intentos, así como los episodios de automutilación. Muchas personas con trastorno de identidad disociativo abusan del alcohol o de las drogas en algún momento de su vida.

El cambio de personalidades y la ausencia de consciencia del propio comportamiento en las otras personalidades hacen a menudo caótica la vida de una persona con este trastorno. Como las personalidades con frecuencia interactúan entre ellas, la persona dice oír conversaciones internas y las voces de otras personalidades. 

El trastorno de identidad disociativo con lleva vacíos de memoria (amnesia) El host solo es consciente en parte de las otras personalidades, de manera que tampoco recuerda sus actos. Muchos afectados no saben, en ocasiones, cómo han llegado al lugar en que se encuentran, quien es la persona a la que han saludado o quien ha escrito la lista de la compra que hay en su mesa.

Las diferentes identidades características de un trastorno de identidad disociativo se diferencian, casi siempre, con claridad. Tienen nombres, gustos y comportamientos diferentes. También muestran diferencias psicológicas. Así, por ejemplo, una personalidad parcial puede ser alérgica a una sustancia y la otra no. Las particularidades del carácter de los alters son, a menudo, opuestas a las del host. La medida en que las diferentes identidades cooperan mutuamente en un trastorno de identidad disociativo (es decir, tienen acceso mutuo a los recuerdos y acciones y pueden coordinar el cambio de las personalidades parciales) es diferente en cada afectado.

Las personas con TID frecuentemente oyen hablar a otros de lo que ellas han hecho pero que no recuerdan. Otras pueden mencionar cambios en su comportamiento que ellas tampoco recuerdan. Pueden descubrir objetos, productos o manuscritos con los que no contaban o que no reconocen. A menudo se refieren a sí mismas como “nosotros”, “él” o “ella”. Mientras que, en general, las personas no pueden recordar mucho acerca de sus primeros cinco años de vida, la persona con un trastorno de identidad disociativo no recuerda tampoco lo ocurrido entre sus 6 y 11 años.

Dado que el trastorno de identidad disociativo tiende a parecerse a otras alteraciones psíquicas, es típico que los pacientes refieran haber sido diagnosticados de tres o más cuadros psiquiátricos distintos y de haber seguido un tratamiento anterior sin éxito. Como grupo, estos pacientes están muy preocupados acerca de temas como el control, tanto el propio como el control sobre los demás.

Hay varios signos característicos del trastorno de la personalidad disociativo:
  1. Síntomas diferentes que ocurren en distintos momentos.
  2. Una capacidad fluctuante para asumir sus funciones, desde la eficacia en el trabajo y en la casa hasta la inhabilidad.
  3. Intensos dolores de cabeza y otros síntomas físicos.
  4. Distorsiones y errores en el tiempo y amnesia.
  5. Despersonalización y desrealización (sentimiento de estar separado de uno mismo y experimentar su medio como irreal).
Otros síntomas incluyen intentos de suicidio y lesiones, tales como cortes y quemaduras, infligidas por la misma persona. Muchos de los afectados del trastorno de personalidades múltiples manifiestan también indicios del trastorno de estrés postraumático, afección mental que sufren los que han sobrevivido a un suceso aterrador. Suelen tener pesadillas y se asustan fácilmente, tienen angustia, toxicomanía, trastornos alimentarios. Además, es común que estos pacientes puedan desarrollar depresión y cambios de humor o comportamiento psicótico y tendencias suicidas en casos severos.

La mayoría de los pacientes con trastornos disociativos expresan solamente un subgrupo de sus síntomas que predominan en su estado actual. Sin embargo, generalmente  son  capaces  de  describir todo  el síndrome en  una evaluación psiquiátrica  completa.  La  conciencia acerca  de  posibles  tipos de aplicaciones en  un escenario  clínico  puede  ayudar  a  los  clínicos a captar  el posible diagnóstico.  Sin  embargo,  la  expresión  parcial  del  síndrome  puede llevar fácilmente al   clínico   a   un   diagnóstico   alternativo   dependiendo   de   la preponderancia de un grupo de síntomas como depresión  doble, trastorno conversivo, características del trastorno límite, psicosis disociativa aguda, trastorno bipolar del  estado  de  ánimo (no es común la comorbilidad), dependencia de sustancia, disfunción sexual, intentos suicidad repetitivos, automutilación, fuga disociativa, posesión, crisis disociativa no psicótica, TOC, TDAH, TEP, y esquizofrenia.

En general los pacientes a veces presentan un importante conjunto de síntomas que pueden recordar a otros trastornos neurológicos y psiquiátricos. 

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Los Niños ante la Separación de los Padres

Todo niño que tiene una familia crece con la idea de esta es para siempre. Una ruptura como el divorcio de sus padres es una experiencia muy fuerte para ellos. Dado el elevado número de separaciones entre parejas que se producen hoy en día, son muchos los niños afectados por esta situación.
Los niños (que experimentan el divorcio de sus padres) están distraídos en clases, decaídos, más pensativos o callados. Si es una niña muy sociable o alegre, el cambio es notorio y puede reflejarse en las notas. Hay niños más irritables o intolerantes, con un fastidio interno.
  • Los sentimientos que suelen vivir estos niños son de tristeza, ansiedad o culpa, pues a veces piensan que algo que hicieron ocasionó la separación; otros se bloquean pues el divorcio es una experiencia fuerte que no quieren conectase con sus emociones sobre todo al inicio.
  • En la primera etapa de la separación los niños pueden presentar trastornos de sueño o sientan miedo al abandono de ambos padres.
  • Es frecuente que estén más irritables de lo normal.
  • Pueden aparecer también conductas de tipo regresivo (por ejemplo hacerse pípí cuando ya no se lo hacían, volver a usar pañales) o que aparezcan síntomas psicosomáticos (dolor de cabeza, dolor abdominal...) que expresan el malestar secundario a la separación de sus padres.
  • Pueden mostrarse más retraídos o agresivos, ansiosos o angustiados.
  • El llanto puede ser frecuente: puede tranquilizarlos, es necesario acompañarlos y favorecer que expresen el dolor que sienten.
  • Hasta que no aceptan que volver a juntar a sus padres es imposible pueden mostrarse tristes e infelices.
  • Pueden aparecer situaciones de "chantaje emocional" cuando uno de los dos padres los regaña: es importante no caer en ese "juego" del niño.
  • Pueden aparecer también trastornos del sueño, la alimentación o el rendimiento escolar.
Recomendación para los padres:
  • Los padres deben dejar claro a sus hijos de que los padres se divorcian, los hijos no.
  • Es importante que ambos padres hablen juntos con el niño y no lo hagan por separado para evitar dar mensajes diferentes y causarle confusión. La comunicación “debe ser clara, concreta, sin dar mucho detalle y sin mentiras”. Tienen que ponerse de acuerdo sobre qué se le va a decir al niño. No tanto el detalle sobre qué pasó, sino explicarle el por qué en forma genérica diciéndole que ‘no logramos comprendernos, papá y mamá se han estado peleando mucho, debemos darnos un tiempo´”.
  • Los hijos no son la terapia de los padres, ni tan siquiera el bastón en el que se apoyen. Cuándo más cueste a los padres superar la ruptura, más le va a costar a su hijo asumirla.
  • Es importante explicarle que la separación es un problema de los padres y que los niños no tienen nada que ver con el asunto. “Los hijos que atraviesan esta situación pueden responsabilizarse o culpabilizarse por las dificultades entre los padres”.
  • Emplea un lenguaje claro, ajustado a su edad y madurez, para hablarle de la situación en la que se encuentra la relación.
  • Es necesario explicitarles a los niños el amor que se les tiene a cada uno de ellos. “Hay que tener más detalles y ser explícitos a ese nivel. Como algo se ha quebrado, el niño puede pensar que ya no lo quieren”.
  • No manifestar los desacuerdos de pareja delante del niño.
  • Es indispensable propiciar espacios donde los niños puedan expresar el tema, sus emociones y pensamientos.
  • Los padres deben estar al tanto de los cambios de conducta de los hijos. Observar si algo ha cambiado en sus hábitos de alimentación, sueño, de estudio. No hay razón para alarmarse. Si los padres se mantienen firmes en su educación y cuidado, todo volverá a la normalidad en muy poco tiempo. No se puede volcarse en exceso en los hijos ni tampoco dejarles hacer lo que quieran.
  • Evite incumplir con lo que le promete al niño.
  • Si ya no existe una relación afectiva no es bueno que salgan en familia ( solo cuando sea necesarios, ej. Eventos, salidas de la escuela, etc.) Y organícese para que el niño tenga un espacio con papá y mamá por separado.
  • Cuida los comentarios que haces del otro progenitor delante del pequeño: recuerda que es su padre/madre.
  • Los padres deben evitar enfrentamientos entre ellos mismos. Vivir enfrentado obliga a odiar y el odio no aporta nada a los niños.
  • Es bueno establecer límites entre los padres.
  • Cuando la separación genera mucho conflicto a la pareja hace mucho daño a los niños. Es importante que los padres sean lo más racionales y busquen algún apoyo externo si saben que no pueden la relación con la pareja.
  • Fijar la custodia, régimen de visitas, y demás asuntos relacionados con el menor cuanto antes es siempre beneficioso para el niño. Más aún si lo hacen de mutuo acuerdo. Es importante no utilizar nunca al niño para chantajear a la pareja.
  • Los padres deben ayudar a los hijos a que entiendan que sus hábitos de vida van a cambiar y que tendrán que construir sus nuevas rutinas. Los niños deben acostumbrarse a disponer de uno u otro, en casas y ocasiones distintas. La normalidad en la vida de los padres provoca normalidad en la vida de los hijos.
  • Siempre se recomienda a los padres a que afronten la separación con la madurez suficiente, de manera pacífica y respetuosa, asumiendo que la estabilidad de sus hijos depende en gran medida de ellos.
Puntos básicos a tener en cuenta:
  • Es fundamental que los padres sepan desvincular sus problemas como adultos (procesos judiciales, régimen de custodia, etc.) de las necesidades de sus hijos ante una separación. Es decir, independientemente de nuestras diferencias personales, hemos de ser capaces de consensuar un proyecto educativo común. Los niños deben percibir complicidad y compromiso incondicional de sus progenitores hacia ellos aunque ya no vivan juntos.
  • Una de las peores situaciones que se puede producir es que uno de los padres intente manipular al hijo en contra del otro (hablarle mal, culpabilizar a la otra parte, crear incertidumbres, etc.). También que alguno de ellos (quizás con mayor poder adquisitivo) le colme de regalos o juguetes para ganar su afecto. El afecto de los hijos sólo se gana dedicándoles tiempo, comprensión y afecto incondicional, nunca con bienes materiales exclusivamente.
  • Evidentemente deberemos evitar cualquier discusión delante de ellos y crear más angustia. No obstante, desde el mismo momento de la separación deberemos hablar con nuestros hijos y enfatizar especialmente aquello que nos une más que lo que nos separa. Explicar (adecuándolo a su edad) la decisión tomada y que, en todo caso, ellos van a seguir disponiendo incondicionalmente de sus padres. Que es mucho lo que les une y seguirá uniendo. Evitar excesivos detalles de las causas de la misma. Procurar también que los hijos no se sientan en una u otra medida culpables de la situación.
  • No caer en el error de utilizar al niño como mensajero o espía de lo que sucede en casa del otro progenitor.
  • Ambas figuras paternas son importantes para el niño. La madre, pero, es la principal figura de vinculación, especialmente hasta los 5 o 6 años. Por tanto, es muy arriesgada, una separación maternal traumática (aunque sea temporal) y sólo debería contemplarse en casos extremos de evidente incompetencia o enfermedad física o mental de la madre.
  • Recordemos que la separación en los hijos, especialmente en los más pequeños, produce una pérdida de los referentes principales que los mantienen seguros delante el mundo exterior. Su forma de reaccionar, según edad, puede pasar de un incremento de miedos, inseguridad y baja autoestima a manifestaciones de tipo conductual (rabietas desobediencia, etc.). La forma, pues, de combatirlo es precisamente reforzando la vinculación afectiva. Una forma de hacerlo es mantener unos espacios comunes en los momentos de transición de un hogar al otro. Por ejemplo, es habitual que la madre deje al niño por la mañana en la escuela y por la tarde lo recoge el padre. En la medida de lo posible se aconseja que durante la transición de hogar ambos padres dediquen un espacio común (aunque sea corto) para intercambiar información del niño y transmitir la sensación de complicidad e interés por su futuro. Esto puede hacerse mediante una breve merienda o encuentro en algún parque.
  • Otro de los problemas que suelen surgir es el papel de las nuevas parejas de los respectivos padres. Estas figuras pueden establecer también vínculos afectivos con los hijos de sus parejas pero también ser una fuente de problemas si cuestionan algunos de los principios educativos establecidos por los padres. En todo caso no podemos imponer la aceptación de nuestra nueva pareja a los hijos y forzar un nuevo padre o madre. No obstante, la vinculación afectiva hacia unos u otros dependerá de los recursos que cada uno dediquen al niño y así lo perciba.
  • En algunos casos se intenta compensar el estrés que produce la separación en el niño con regalos y concesiones que, normalmente, no se harían. Hay que evitar ese exceso de permisividad y actuar siempre de común acuerdo con el otro progenitor. Esto evita entrar en el juego afectivo del niño.
  • La separación produce al igual que otras pérdidas en la vida un proceso de duelo. El período de duración dependerá de cómo se ha afrontado por parte de los diferentes agentes y de la edad del niño. Normalmente antes de un año los niños suelen haberse adaptado a su nueva situación y no deberían presentar problemas significativos al respecto.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Trastorno Bipolar: Recomendaciones para Pacientes y Familiares

Convivir con el trastorno bipolar puede ser realmente difícil. Aunque hay algunas actitudes y conductas que pueden ayudar tanto al enfermo como a quienes les rodean.
Recomendaciones generales
  • Conocer la enfermedad: Leer libros, consultar en Internet, contactar con asociaciones y educarse (aprender conceptos, tipos diferentes de tratamientos, ir a grupos de ayuda, psicoterapias...).
  • Se debe distinguir entre varias fases del trastorno: En las crisis de manía e hipomanía se tiene poca colaboración; en la depresión normalmente sí que se colabora; y en la fase de eutimia prácticamente no hay síntomas.
  • Se debe identificar las señales de alarma de inicio de una descompensación, los denominados pródromos o síntomas iniciales, antes de que estos sean más graves y puedan darse situaciones de riesgo. Actuar con serenidad y sentido común. No culpabilizar a nadie de la situación.
  • En momentos de eutimia, planificar estrategias conjuntas, entre afectado, familiares, amigos y psiquiatra para afrontar futuros episodios agudos, incluso aprobar por compromiso mutuo una futura hospitalización. Se ha de tener en casa una copia del informe psiquiátrico actualizado.
  • Frente a la existencia de situaciones que sugieran un trastorno bipolar, se ha de consultar con un médico especialista que realice un diagnóstico por medio de una entrevista clínica. Si ya se tiene, y dudamos sobre la efectividad del actual tratamiento, podemos consultar con nuestro médico o hacer otra consulta médica.
  • Si existen síntomas depresivos o eufóricos se tendrá que evitar tomar decisiones transcendentes, al menos hasta que se estabilice el ánimo del paciente.
  • Frente a un episodio grave, contactar con su psiquiatra, llamar al teléfono de emergencia o llevar al afectado a urgencias psiquiátricas.
  • Prohibir el consumo de alcohol o drogas. Hablar abiertamente con ellos del tema.
  • Crear un ambiente familiar relajado. No consentir comportamientos agresivos (disminuir las situaciones de riesgo y controlar los objetos de riesgo). No admitir comportamientos egocentristas.
  • Mantener una red social de familiares, amigos y asociaciones, para tener ayuda frente un episodio de crisis.
  • No se han de confundir los síntomas con actitudes voluntarias.
  • Vigilar la interacción con otros medicamentos, y vigilar los cambios estacionales.
  • Controlar la medicación. No automedicar al afectado. No permitir que deje de tomar la medicación, intentar convencerle de que es una forma de evitar el ingreso hospitalario o tener una crisis más grave.
  • No sobreproteger ni fiscalizar la conducta del afectado.
En episodios maníacos-hipomaníacos
  • Evitar discusiones que incrementen la irritabilidad. Mantener interacción no hostil: gesticulación y tono de voz adecuados, tratar de calmarlo. No llevar la contraria a los planes o ideas propias del paciente ya que normalmente se enfadarán y no entrarán en razón. Tampoco se han de fomentar sus delirios.
  • En conversaciones fuera de lo corriente - normal cambiar de tema, no responder, u ofrecer versiones alternativas al discurso alterado.
  • Minimizar situaciones de riesgo como compras, inversiones...Controlar los gastos, tarjetas de crédito, talonarios. En algunas situaciones excepcionales se puede considerar una incapacidad legal del afectado. La incapacidad se declara cuando una persona sufre una enfermedad que le impide gobernarse a sí mismo.
  • Recordar que cuando más grande es la euforia, más dura es la caída.
Se sugiere en Fase de Manía: 
  1. En fase de manía es habitual que la persona con trastorno bipolar fantasee con nuevos proyectos, a menudo descabellados. En estos casos, lejos de alimentar estas ideas, es importante que como familiar le recuerdes que esto es un síntoma del trastorno bipolar y que es fundamental que hable sobre ello con su psiquiatra. En ningún caso entres a discutir sobre estas nuevas empresas con él.
  2. Restringe su acceso al dinero, sobre todo a las tarjetas de crédito. Es bastante habitual que durante la fase de manía la persona gaste dinero en exceso, por lo que, para evitar problemas mayores, evita que pueda dilapidar el dinero en estos momentos críticos.
  3. Sabemos que convivir con una persona en fase de manía puede hacer perder los nervios hasta al más calmado. Sin embargo, es importante que evites a toda costa las discusiones que pudiesen incrementar su irritabilidad. Mantén una actitud no hostil y trata de calmarlo cuando se encuentre muy alterado.
  4. Aprende a identificar las señales de alarma que avisan de una descompensación. Si observas que duerme poco, fuma compulsivamente, se salta comidas cuando jamás lo hace, hace muchas llamadas al día o sale sin parar, probablemente esté entrando en una fase de manía. A ti te costará mucho menos que a él reconocer cualquier comportamiento fuera de lo normal.
  5. Aunque ni mucho menos debes convertirte en una especie de policía que vigila constantemente sus pasos, es aconsejable que te mantengas al tanto de si toma la medicación. No permitas que deje de hacerlo y convéncele de que el abandono del tratamiento puede derivar en un ingreso hospitalario.
  6. Si la situación se torna demasiado grave, no dudes en llamar al teléfono de emergencia 911 o acudir con él a Urgencias. No esperes a su próxima cita con el psiquiatra/psicólogo clinico: existen momentos en los que se debe actuar de inmediato.
En episodios depresivos
  • Controlar las ideas suicidas. Hacerle notar que su vida es importante para usted. Crear turnos de vigilancia, en caso necesario.
  • No dejar la medicación al alcance del afectado. Ayudar a preparar dosis de medicamentos.
  • Mejorar y controlar los hábitos saludables: dormir menos de 9 horas, alimentación, higiene personal...
  • Intentar continuar con la rutina habitual.
  • Animarlos a practicar ejercicio físico, a realizar actividades gratificantes de relajación o distracción.
  • Tratar de hacer tareas con él, para que recupere la confianza.
  • Posponer situaciones estresantes.
  • Impedir la recriminación y autocrítica.
  • A un enfermo depresivo no hace falta intentar consolarlo del motivo de su depresión ya que este no es el motivo “real”.
  • La ayuda más valiosa es recordar que todo desaparecerá espontáneamente cuando pase el episodio.
  • Paciencia, ayuda, y comprensión sinceros, sin insistir ni agobiar.
Conclusión

Participe en su tratamiento, haga preguntas, tome las ideas de suicidio en serio, sea consciente de los síntomas iniciales, cree apoyo,  dése importancia a sí mismo, tome el medicamento para el trastorno bipolar regularmente (aunque se sienta mejor), guarde sus citas, sea optimista, mantenerse al margen de relaciones tóxicas, establezca metas personales, aprender formas de relajarse y manejar el estrés, hacer ejercicio con regularidad, encontrar alternativas y hábitos saludables, alejarse del alcohol, el tabaco y otras drogas, dormir lo suficiente, planificación económica, aprenda sobre el trastorno bipolar y como se recuperan las personas con esta enfermedad. Recuerda la importancia de ser feliz, de compartir con los otros y de controlar tus emociones. Cuanto más sepa sobre su enfermedad, mejor preparado estará para controlarla.

Estas y otras estrategias similares, pueden ayudar a prevenir que episodios menores se conviertan en episodios graves de manía o depresión, ayudando en consecuencia a convivir con el trastorno sin demasiados sobresaltos.

“La lucha para aprender a vivir mejor con el trastorno bipolar”



http://www.guiasalud.es/GPC/GPC_510_Trastorno_Bipolar_compl.pdf
https://www.personasque.es/trastorno-bipolar/experiencias/41-consejos-para-familiares-y-amigos-de-afectados-con-trastorno-bipolar


viernes, 18 de septiembre de 2015

Trastorno de la Excreción: Tratamiento Psicológico

La terapia va dirigida a encontrar la causa y a utilizar técnicas para que el niño aprenda a controlar los esfínteres.
Los trastornos de eliminación de orina y heces, enuresis y encopresis respectivamente, son característicos de la infancia. Pueden tener una causa orgánica o psicológica y en ambos casos, tienen tratamiento. La terapia psicológica comprende la enseñanza para aprender a controlar los esfínteres, psicoterapia y una serie de recomendaciones para los padres del niño afectado sobre cómo afrontar la situación y resolverla.

La enuresis es el escape involuntario de la orina durante la noche. Consiste en la aparición de una emisión repetida de la orina en la cama o en la ropa, superados los cuatro años de edad, tiempo en el que el niño debería haber adquirido la continencia urinaria. Para que se pueda hablar de enuresis también hay que hablar de frecuencia: este tipo de incontinencia tiene que ser de dos episodios semanales al menos durante tres meses consecutivos.

La encopresis, por su parte, es la evacuación repetida de heces en cualquier lugar inadecuado que no sea el retrete, como en el suelo o la ropa. Y al menos tiene que producirse una vez a la semana durante tres meses consecutivos. La edad a partir de la cual puede considerarse encopresis son los cuatro años.

Por lo general, la enuresis es el trastorno de la eliminación más común y por ello, más estudiado. Este trastorno ocurre por igual en menores de ambos sexos, en cambio, la encopresis es más frecuente en niños. La enuresis nocturna afecta al 15% de los niños de cinco años. El porcentaje de afectados va disminuyendo con la edad. En el 70% de los casos no está diagnosticada y, según un 83% de los casi 1.200 pediatras a los que se consultó para elaborar el libro, los progenitores no acuden a la consulta por sentir vergüenza de que sus hijos sigan teniendo pérdidas de orina.

En la encopresis, a los cuatro años se les escapan las heces al 3% de los niños una vez por semana y a los siete años, y tiene una prevalencia del 2,3% en los niños y del 0,7% en las niñas, según datos de un documento sobre los "Trastornos de la eliminación: enuresis y encopresis". Además, se sabe que un tercio de los niños con encopresis sufre también enuresis nocturna, un 20% enuresis diurna y que un 10% de las niñas padecen infecciones urinarias recurrentes.

Causas Orgánicas y Psicológicas

Cuando un niño mayor de cuatro años se orina durante la noche es importante acudir al pediatra para descartar alguna causa orgánica.

El trastorno enurético puede tener causas orgánicas por afecciones urológicas, irritaciones o algún proceso infeccioso como una cistitis, pero también puede ser debido a que la capacidad funcional de la vejiga esté disminuida, lo que implica que los niños enuréticos necesiten ir más con más frecuencia al baño. Otras veces puede tener su origen en trastornos neuromusculares que afectan al sistema genitourinario, en la médula espinal o en los centros del cerebro.

Cuando un niño de más de cuatro años orina durante la noche y fuera del retrete, es importante acudir al pediatra para que descarte cualquiera de las causas orgánicas anteriores. Una vez descartadas, si se determina que la enuresis tiene un origen psicológico, se hace necesario acudir a un psicólogo clínico.  Las causas psicológicas que están detrás de la enuresis también pueden ser múltiples: falta de aprendizaje del niño porque no se le ha enseñado correctamente, insensibilización de la piel a la humedad, favorecida o provocada por usar pañales hasta edades avanzadas, lo que priva al menor del mecanismo de emergencia que le lleva a despertarse cuando se siente húmedo.

También puede haber un interés del niño por conseguir una reacción de sus padres, porque obtiene algo, que habitualmente es su atención. O problemas emocionales, como cambio de colegio, de casa, la separación de los padres o el nacimiento de un hermano pequeño; en definitiva, cualquier factor que altere el entorno del niño.

De la misma manera, detrás de las causas de la encopresis puede estar el estreñimiento: los niños retienen tanto las heces que la presión del colon vence al esfínter y se producen evacuaciones involuntarias.

Tratamiento para la Enuresis

"Se Utiliza técnicas conductuales porque son los procedimientos más seguros, no tienen efectos secundarios y consiguen una mejor cura a corto y a largo plazo". El tratamiento de la enuresis se dirige a corregir los defectos de aprendizaje que existen detrás, a encontrar su causa y a utilizar técnicas conductuales para que el niño aprenda a controlar la micción. Y la duración del tratamiento varía notablemente de un niño a otro. Depende del origen del trastorno y de si éste está asociado a problemas emocionales. En promedio, duran unas diez sesiones máximo.

Entre otros aspectos, se trabaja para que los niños afectados aumenten la capacidad funcional de su vejiga a través de una serie de ejercicios: mediante un entrenamiento se les enseña a aguantar las contracciones del detrusor (músculo que envuelve la vejiga) a retener la orina y a aumentar la capacidad de la vejiga. También se les prescriben ejercicios para que fortifiquen sus esfínteres, cortando el flujo de la orina, mientras están miccionando.

Para que fortifiquen el esfínter también se les puede proveer de unos aparatos antienuréticos o de alarma (el Pipí-stop), provistos de un sensor de humedad y un timbre que se activa ante las primeras gotas de orina que se escapan. Al encenderse esta alarma, el pequeño tiene que despertarse, cerrar el esfínter y levantarse para ir al baño y terminar de orinar. Este sistema se debe mantener hasta que el niño afectado haya pasado dos semanas seguidas sin pérdidas de orina nocturnas, después se le puede retirar gradualmente.

“No hay que castigar al niño afectado ni tampoco ponerle pañales durante mucho tiempo”.

Sin embargo, todo este entrenamiento se debe acompañar de un refuerzo por parte de los progenitores para que el niño descubra las ventajas de no orinarse, ya que puede ocurrir que los padres no le presten tanta atención cuando deja de escapársele la orina. Por este motivo, Chicote explica a los padres que se les tiene que demostrar que hacerlo bien sí resulta ventajoso.

Tratamiento de la Encopresis

El tratamiento de la encopresis es similar al de la enuresis. Primero se deben descartar las causas orgánicas y se pide a los padres que realicen un registro de defecaciones de los niños. En este caso, en que también se trabaja mucho con los padres, la media de duración del tratamiento es de unas diez sesiones aunque, de nuevo, depende del niño y su familia. Si los niños afectados por este trastorno de eliminación sufren estreñimiento, deben seguir un tratamiento dietético.

Como en el caso de la enuresis, a los niños con encopresis se les entrena en hábitos defecatorios y se utiliza una estrategia de recompensa y de reforzamiento e, igualmente, debe ser el niño quien se quite la ropa, la lleve a la lavadora, busque su ropa limpia y se cambie. Otro ejercicio que se aconseja en estos casos es una práctica positiva, es decir, dejar que el niño permanezca solo en su habitación tranquilamente sentado durante diez minutos. Después, repetir el ejercicio en el retrete, de modo que permanezca sentado otros diez minutos y finalmente, repetir la secuencia en los mismos horarios, coincidiendo con las horas de comida para que vaya adquiriendo los hábitos de defecación adecuados. 

Tanto los niños enuréticos como los encopréticos pueden recaer, lo que "puede ser muy traumático", pero no por ello deben dejar de intentarlo. Los padres no deben dar estos casos por perdidos, al final, ambos trastornos se acaban solucionando. Muchas veces las recaídas se deben a que no se ha acertado bien en las causas que los desencadenan. Entonces se trata de buscar de nuevo la causa de la conducta afectada, revisarla y volver a empezar el tratamiento. Erosky Consumer

Ver tratamiento farmacológico. 

www.inprf-cd.gob.mx/guiasclinicas/manejo_trastornos.pdf
www.alex-psicoclinica.blogspot.mx/2012/02/definicion-la-enuresis-es-la-descarga.html
www.alex-psicoclinica.blogspot.mx/2012/06/encopresis.html

jueves, 10 de septiembre de 2015

90 Errores más Comunes en el Matrimonio

Cada matrimonio y cada cónyuge por separado, según sean sus características y situaciones, tendrá un concepto diferente de cuáles son los más importares para ellos. Es tarea de cada uno el ponerlos en el orden que quieran, para intentar evitarlos o en su caso corregirlos. Es fácil caer en estos errores si no se ponen los medios para impedirlo. Lo importante es levantarse siempre y buscar la manera de evitar o afrontar los errores y sus correspondientes soluciones. 
  1. Contraer matrimonio en la adolescencia o sus cercanías, sin la madurez suficiente. Los cónyuges tienen que hacer un esfuerzo extraordinario de formación para solucionar los problemas que su inmadurez les produce.
  2. Cuando a la vista de los primeros síntomas del nacimiento de un problema grave, o aparentemente irresoluble, no buscan un intermediario para que les ayude a encontrar soluciones. Bien sea un sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que profesen, o amigos y familiares en común, que sean serios, bien formados y respetables y que puedan servir de orientadores.
  3. Cuando coexiste la Incongruencia entre el decir y el actuar relacionado con las continuas promesas expresamente incumplidas de cosas importantes para los cónyuges.
  4. Cuando desaparece el amor por el tu, y sólo queda el amor por el yo.
  5. Cuando desaparece el encanto físico de los comienzos y empiezan a romperse u olvidarse los compromisos y proyectos que hicieron, incluso el futuro familiar que construyeron juntos.
  6. Cuando el comportamiento del cónyuge es muy diferente en el hogar o ante familiares y amigos, estando presente o ausente el otro cónyuge,
  7. Cuando falta el amor humano y el religioso y predomina el egoísmo.
  8. Cuando falta el deseo de negociar y llegar a acuerdos constantemente y se sustituye por la imposición a ultranza.
  9. Cuando falta el pedir perdón en las ofensas, la alegría en las penas, y la fuerza en la debilidad. Son situaciones que ambos cónyuges deben prevenirlas y descubrirlas para tratar de ponerles remedio y así evitar que empiecen los riesgos de un divorcio
  10. Cuando falta el respeto interior y exterior, la comprensión, el compromiso y el entendimiento entre los cónyuges, estando solos o acompañados.
  11. Cuando falta la generosidad y la solidaridad con los problemas o situaciones del cónyuge.
  12. Cuando falta la madurez y el equilibrio y no ponen ambos los remedios para mejorarlo.
  13. Cuando falta la sagrada intimidad que produce el matrimonio y esta se comparte con terceros.
  14. Cuando falta la unidad. Es muy peligroso decir o pensar: Haz lo que quieras que yo también haré lo que quiera.
  15. Cuando falta, en uno o en los dos cónyuges, la actitud para mejorar el matrimonio y se conforman por igualarse por la alpargata en vez de por la corbata. Es decir en vez de crecer juntos, se disminuyen.
  16. Cuando hay una mala comunicación en los temas difíciles e importantes para los cónyuges en sus relaciones privadas o externas.
  17. Cuando hay una sistemática disparidad en las relaciones con los hijos, premiando, castigando o consintiendo sus actos, solamente por llevar siempre la contraria al cónyuge para desautorizarle.
  18. Cuando impiden por la fuerza que los hijos o el otro cónyuge practiquen sus sentimientos religiosos.
  19. Cuando las faltas matrimoniales se cubren con aparatosos regalos para cerrar la boca del otro cónyuge, incluso con dinero que sale de los ingresos familiares. A la larga la compra de esos silencios para evitar reproches, forman una escalada que siempre termina mal.
  20. Cuando los cónyuges basan las acciones de su matrimonio en el egoísmo personal, pretendiendo ser satisfechos continuamente por el otro cónyuge.
  21. Cuando los cónyuges convierten la libertad matrimonial en libertinaje. Nadie está más esclavizado que aquellos que se creen falsamente libres.
  22. Cuando los cónyuges no quieren trabajar juntos en los momentos de adversidad matrimonial, religiosa, económica o emocional, para superar las crisis. 
  23. Cuando no aceptan las diferencias de conocimientos y las consideran como distanciadoras, lo que en realidad deberían ser enriquecedoras y complementarias, además de una ayuda para crecer los dos hacia una mejor vida intelectual y profesional.
  24. Cuando no hay una actitud amable del uno con el otro, ni gestos físicos de cariño.
  25. Cuando no se es lo suficientemente valiente e inteligente como para callarse ante la injuria y buscar posteriormente la reconciliación tras la ofensa.
  26. Cuando no se está abiertos a la relación con los otros familiares: Abuelos, hermanos políticos, tíos, primos, etc.
  27. Cuando no se ha tratado de igualar o mejorar en lo posible, las diferentes educaciones, culturas, situaciones económicas, prácticas religiosas, ideas políticas, amistades, costumbres anteriores, etc. y se conforman con decir ¡A mi me educaron así!
  28. Cuando no se quiere hablar con el cónyuge sobre el sexo matrimonial, la educación de los hijos, el valor del dinero u otros temas importantes y difíciles, teniendo que digerirlos en soledad.
  29. Cuando no se quiere, no se puede o no se sabe compaginar las profesiones o actividades del otro cónyuge.
  30. Cuando no se reconocen las propias limitaciones y se rehúsa a aceptar la realidad física, económica, intelectual o social. Esto puede producir graves frustraciones que perjudiquen a los dos cónyuges y arrastrar a ambos a situaciones peligrosas familiares, profesionales o sociales.
  31. Cuando no se respetan las legítimas diferencias físicas, mentales, educativas y emocionales del otro consigue, ni se intentan entenderlas.
  32. Cuando se culpabiliza de todos los errores del matrimonio a los padres o familiares del otro cónyuge, sin querer asumir la responsabilidad que a cada uno le corresponda.
  33. Cuando se encarga al cónyuge con responsabilidades o trabajos impropios de su condición, debido a que el otro cónyuge no quiere hacerlas.
  34. Cuando se ignora, desprecia o se tienen relaciones tensas con la familia política.
  35. Cuando se manipula al otro cónyuge para obtener intereses en beneficio propio.
  36. Cuando se permite al cónyuge, hacer lo que quiera, dónde quiera, cómo quiera y la hora que quiera, aunque eso vaya en contra del matrimonio y de las responsabilidades familiares.
  37. Cuando se producen errores, el uso inadecuado del respeto y de las atribuciones lógicas de cada cónyuge, si prevalece el autoritarismo o la permisividad, sin punto medio.
  38. Cuando se sobreprotege al cónyuge de todas las dificultades, tratándole como si fuera menor de edad y demostrando un amor obsesivo, para crearle inseguridad y evitar su desarrollo intelectual y social, casi siempre en beneficio del otro cónyuge.
  39. Cuando solamente hay unión de los cuerpos, pero no de las almas y no buscan en ambos el crecimiento interior, moral y espiritual.
  40. Cuando surge la indiferencia, la falta de comunicación, la frialdad amorosa, la critica constante, la falta de compromiso y el entendimiento hacia el otro cónyuge.
  41. Cuando sus formas de vida anteriores al matrimonio eran diferentes o antagónicas y no se ponen a procurar llegar a acuerdos para que haya armonía y compatibilidad.
  42. Discutir sobre ideas políticas o religiosas antagónicas, queriendo imponerlas o mantenerlas a ultranza. Traten de convencer, no de vencer.
  43. El abandono mental del matrimonio, incluso mucho antes que llegue el divorcio.
  44. El aburrimiento: Frases más frecuentes: Nos hemos cansado el uno del otro. Somos incompatibles. Ya no nos queremos. Nuestro matrimonio está irremediablemente perdido.
  45. El engaño o violencia económica que suele ocurrir cuando se tienen ingresos que no se aportan al fondo común y cada uno gasta en lo que quiere,  cuando quiere y como quiere, sin importarles las necesidades de la familia. Este es uno de los principales motivos de los fracasos matrimoniales. Pero es muy difícil corregirlo, pues en algunas culturas los matrimonios no son para todo, pues dejan fuera la parte económica.
  46. El no compartir los principio e ideas fundamentales en el matrimonio.
  47. El permitir que las adicciones se instalen en la familia.
  48. Faltar a la palabra de honor dada en el matrimonio, al prometer que es para siempre, en la salud y en la enfermedad e indisoluble.
  49. Hablar continuamente y hacer comparaciones de los matrimonios, hijos o familiares anteriores.
  50. Imponer por la fuerza lo que creemos que es nuestra verdad.
  51. La escasa educación en los órdenes: Familiar, religiosa, social, económica, sexual, etc.
  52. La falta de ayuda al cónyuge para que mejore sus capacidades profesionales, escolares, sociales, religiosas, etc. privándole del crecimiento personal y fomentando la dependencia al otro cónyuge. Suprimiéndole cualquier posibilidad de tener una alternativa o que esté bien preparado para el caso de que haya graves problemas familiares.
  53. La falta de comunicación o la comunicación inadecuada o deficiente.
  54. La falta de cumplimiento de los derechos y obligaciones entre los cónyuges y para con los hijos.
  55. La falta de la práctica de las virtudes y valores humanos,  principalmente las relacionadas con el matrimonio.
  56. La falta de perdón, arrepentimiento, reconciliación y firme propósito de la enmienda. Deben aprender a pedir perdón y a perdonar. Nunca deberán acostarse sin perdonar y buscar el ser perdonado. Un pequeño gesto sentimental puede ser suficiente para indicar el deseo del perdón.
  57. La falta de planificación financiera, imprescindible para intentar alcanzar unos objetivos mutuamente acordados.
  58. La falta de un buen sistema de administración de todos los ingresos familiares, incluyendo la realización de unos objetivos económicos, un presupuesto y un sistema de control de lo realizado y de lo que hay que realizar.
  59. La incompatibilidad o egoísmo sexual, que normalmente oculta una falta de auténtico amor, carencia de sensibilidad y capacidad de donación y aceptación.
  60. La Infidelidad conyugal, sexual o económica que rompe el compromiso del amor mutuo, exclusivo y para siempre, que además siembra la desconfianza.
  61. La inmadurez en las relaciones matrimoniales, al no haber tratado previamente de amoldar o eliminar las diferencias que los separan y reforzar las que más les unen, pensando que ya habrá tiempo para hacerlo.
  62. La monotonía, enfrentamientos o violencia física o mental que hacen disminuir o anulan el placer sexual, o la monotonía en la vida cotidiana.
  63. La pérdida de objetivos e intereses comunes relacionados con las obligaciones, gustos y aficiones de ambos, normalmente comentadas durante el noviazgo.
  64. La primera agresión o acto violento si no se corrige en ese mismo momento.
  65. La reincidencia en cosas graves sin que haya verdadero arrepentimiento, propósito de la enmienda y satisfacción de obra, corrección de actitudes y controles de comportamiento.
  66. La soberbia hace que muchos cónyuges equivocadamente se rodeen de una muralla, como en las fortificaciones antiguas, no permitiendo que nadie ni nada la traspase. Soberbiamente creen que lo saben todo y no aceptan ni oír otras opiniones. Así sucede que con el paso del tiempo se van aislando en sus “creencias” y las personas que les deberían aconsejar con otras alternativas, no se las dicen porque no quieren ser rechazados, incluso antes de ser escuchados. Eso pasa a las personas y las naciones que se aislaron del mundo, con murallas o sin ellas, y no permitieron que los habitantes de sus países conocieran los avances mundiales.
  67. La violencia familiar física, mental y en todas sus facetas, principalmente la originada por el machismo, el feminismo y el desprecio. La violencia física no es más que una cuestión de prepotencia y hábito en el uso de la fuerza.
  68. Las envidias profesionales o sociales.
  69. Las graves adicciones a las drogas, alcohol, sexo, juego, etc.
  70. Las opiniones políticas mantenidas a ultranza y queriendo imponerlas al otro cónyuge.
  71. Las pasiones confundidas con el amor y la mutua entrega. La pasión se marchita y el amor se queda.
  72. Las respectivas familias políticas, pues hay algunos cónyuges que no quieren admitir que han formado una nueva familia, a la que tienen que poner como máxima prioridad para todas sus acciones. No por eso tienen que romper relaciones con sus familias de sangre. Tienen que intentar darle su lugar a cada uno.
  73. Los celos infundados que contaminan el matrimonio y hacen la vida un infierno para los cónyuges.
  74. Los noviazgos mal llevados: Sin una buena formación prematrimonial, demasiado cortos, falta de dialogo, falta de objetivos claros comunes, egoísmos para conseguir mejor posición social, fama, conveniencia personal, pasiones desordenadas, etc. Que haya sido uno de los denominados “de a primera vista”, o motivado por otros actos que les llevaron a contraer matrimonio sin haberlo querido. El camino que no han andado antes del matrimonio tienen que recorrerlo después para evitar el fracaso.
  75. No cuidar con mucho esmero las seis cosas más importantes del matrimonio: El amor y educación de la familia, la vida espiritual, la salud, el trabajo, los amigos y la formación contínua.
  76. No dedicar a la familia el máximo tiempo posible, empleándolo en cuestiones que les satisfagan personalmente, pero no familiarmente.
  77. No formalizar ante Dios y ante la sociedad su realidad matrimonial, máxime si tienen hijos o esperan tenerlos.
  78. No hacer algo concreto para atraer al otro cónyuge, prestando solamente atención a su persona.
  79. No poner los medios para manejar, resistir y superar los problemas, graves disgustos y enfrentamientos entre cónyuges, que algunas veces producen los hijos y que repercuten enormemente en las relaciones matrimoniales, principalmente los motivados por los malos o diferentes tratos dados los hijos, propios o de anteriores matrimonios.
  80. No preguntarse periódicamente, las cosas que le gustaría que el otro cónyuge hiciera y no hiciera, y las que podrían hacer juntos para mejorar el matrimonio. Así como lo que cada uno espera del otro.
  81. Pretender maliciosamente sacar provecho personal, económico o social del matrimonio, utilizando o manipulando al cónyuge únicamente en beneficio propio.
  82. Ridiculizar al cónyuge, aunque sea con ironía o por hacer una gracia, ante los hijos, la familia o los amigos, sacando o agrandando los defectos que pudiera tener.
  83. Ser intolerantes con las costumbres y formas de vida del otro cónyuge.
  84. Si el matrimonio o cada uno de los cónyuges se rodea de amistades tóxicas que les impiden seguir las promesas matrimoniales contraídas.
  85. Siendo de convicciones religiosas, casarse solamente por el procedimiento civil o vivir en pareja sin ningún vínculo religioso ni civil.
  86. Tener cuentas separadas de ingresos, gastos, ahorros y deudas, aunque en algunas culturas sea una desgraciada costumbre que avala la unión de cuerpos pero no del dinero.
  87. Vivir solamente el día a día, sin preocuparse de tener objetivos comunes y planes futuros realistas de vida para vivir en armonía. No preguntándose cómo será su matrimonio después de 30, 40, o 50 años.
  88. Impedir que el cónyuge tenga su espacio vital propio, que le permita tener actividades de lo que le guste hacer, siempre y cuando no sean extremistas que afecten su crecimiento como persona o el matrimonio.
  89. No querer sacrificarse por el cónyuge, lo necesite o no, evitando hacer los esfuerzos necesarios en beneficio del otro. Renunciando o cediendo en las diferencias y sin entregarse el uno al otro,
  90. Cuando no hay adaptación ni cambio y no se suprimen las cosas que separan y refuerzan las que unen en la convivencia. El matrimonio es para darse sin egoísmos y adaptarse al cónyuge, sin esperar nada a cambio.

Fuente: Mi Cumbre.