miércoles, 7 de febrero de 2018

Educando a los Niños para Prevenir la Ansiedad

Las personas más próximas al niño tienen un papel muy importante en la prevención de los trastornos de ansiedad. Los padres y los educadores pueden reducir el impacto de las situaciones o acontecimientos vitales estresantes que viva el niño, pueden educarlo para potenciar sus recursos personales y pueden promover nuevas experiencias y fomentar hábitos de vida saludables. ¿Cómo?
Se expondrán brevemente alguna de las pautas o líneas de actuación que los cuidadores del niño deberían seguir para prevenir en la medida de lo posible que éste desarrolle un problema de ansiedad.

Disminuir el impacto de los acontecimientos estresantes…

Los niños pueden carecer de recursos para afrontar de forma adecuada situaciones o acontecimientos vitales estresantes o traumáticos. La vivencia de una separación, de la muerte de un familiar o amigo, de un desastre natural (incendio, inundación), de un robo, de un accidente, etc. pueden superar la capacidad del niño para reaccionar de forma adaptativa. En estos casos, las personas próximas al niño deberían:
  • Hablar con el niño de todo lo que le preocupa, de cómo se siente. Permitir que se desahogue y exponga todas sus preocupaciones, dudas y sentimientos. No forzar al niño a hablar de sus sentimientos, estar disponibles cuando él lo necesite.
  • Actuar como modelos de conducta y afrontamiento: los niños aprenden a actuar y a afrontar los problemas imitando y adoptando como propios los modos de actuación de personas cercanas a ellos. 
En este sentido, es importante que el niño aprenda a:
  • Demostrar los sentimientos, no ocultarlos.
  • Afrontar los problemas, no evitarlos: si el niño tiene miedo a alguna situación es importante que le anime a enfrentarse a ella. ¿Cómo?
  • Hacer de modelo para el niño: darle ejemplo afrontando la situación primero, sin forzar al niño a que lo haga: de este modo comprobará que estar cerca de ese objeto temido (perro, ascensor, etc.) o en esa situación no es peligroso ni tiene consecuencias negativas.
  • Ayudar a exponerse a la situación de forma gradual: primero acompañado, luego solo, comenzar por la situación más fácil, poco a poco aumentar la dificultad…
  • Felicitarlo por los avances.
En otros casos, acontecimientos cotidianos como el nacimiento de un hermano, la entrada al colegio, los problemas con otros compañeros, etc. pueden ser una fuente de preocupaciones para el niño. Los padres y cuidadores deberían:
  • Comprender lo importante que para el niño es esa situación. No hay que restar importancia a acontecimientos que para un adulto pueden resultar intrascendentes: una pelea con otro compañero, un cambio de profesor, la dificultad en alguna materia escolar, etc. pueden ser lo suficientemente significativas para que el niño se muestre preocupado.
  • Hablar con el niño de todo aquello que teme. ¿Qué es lo que le inquieta? ¿Qué es lo peor que puede pasar?
  • Adoptar una actitud propicia a la resolución del conflicto o problemas: ¿qué puede hacer el niño para solucionar ese problema? ¿Cómo puede hacerlo? ¿Está en su mano el solucionarlo? Es importante que los cuidadores no adopten un papel demasiado directivo: el niño debe aprender a solucionar sus propios problemas. Solucionarlos no enseña al niño a ser autónomo, sino a depender de los padres o cuidadores y recurrir a ellos cada vez que tenga un pequeño contratiempo.
  • Interesarse por la evolución del problema.
  • Animar al niño, reforzarlo por los avances.
Educarlo para potenciar sus recursos personales…

La respuesta ante una situación que genera ansiedad depende en parte de los recursos de que dispone el individuo para afrontar ese problema y de si percibe que es capaz de resolverlo. Dicho de otro modo, no basta con tener las armas para enfrentarse a un problema, hay que creer que se puede luchar contra él y superarlo. Este sentimiento de autoeficacia tiene mucho que ver con la autoestima. En la formación de la autoestima cobra especial importancia la familia y la escuela. ¿Qué se puede hacer para fomentar una buena autoestima en el niño?

Amor incondicional: la aceptación sin condiciones de los padres es, sin duda, la mejor estrategia para fomentar en el niño una buena autoestima. El niño debe estar seguro del amor de sus padres hacia él por sí mismo, no por lo que hace. Muchos trabajos han señalado que los niños que tienen una baja autoestima se sienten poco aceptados o rechazados por sus padres. Aceptar a un hijo implica, por ejemplo:
  • Demostrarle afecto, que se siente orgulloso de él, que disfruta de su compañía.
  • Demostrar que entiende lo que le preocupa, interesarse por sus problemas.
  • Aceptar sus limitaciones, no pretender que sea perfecto.
  • Demostrarle afecto incluso cuando se porta mal.
Brindarle apoyo: los padres deben demostrar a su hijo que ellos estarán allí cuando él necesite ayuda; los profesores deben expresar al niño que ellos pueden ayudarle cuando tenga dificultades en sus tareas escolares.
Ayudar al niño a encontrar aptitudes, intereses y actividades. Reforzar y potenciar sus capacidades: animar al niño a mejorar sus habilidades en las tareas que realiza de forma deficitaria y, sobre todo, potenciar aquellas que más le gustan y que mejor o más fácilmente hace.
Corregirlo cuando hace algo mal. Es importante que se critique su actuación, pero no su forma de ser. Es más adecuado decir ‘no has hecho bien la cama’ que ‘eres un gandul, torpe…’, mejor señalar ‘si hubieras estudiado más habrías aprobado este examen’ que ‘eres vago y tonto’…
Elogiarle por sus avances, por las cosas que hace bien. No exigir perfección ni rapidez. Valorar como válidos los resultados que vaya consiguiendo aunque no sean perfectos. A medida que haga las cosas le saldrán mejor y más deprisa.
No ser excesivamente sobreprotector. Se ha visto que los niños que están muy sobreprotegidos por sus padres tienen frecuentemente una baja autoestima. La sensación de podernos valer por nosotros mismos se construye día a día y depende de las actividades que realizamos y los problemas que afrontamos. Hay que dejar que el niño se enfrente por sí solo a sus problemas y que aprenda estrategias para superarlos. Los padres no estarán siempre ahí para resolver todos los problemas de su hijo.

En este sentido, es importante fomentar en el niño:

Una actitud activa dirigida a la resolución de problemas:
  • Valorar un problema como un desafío en vez de como una amenaza.
  • Creer que los problemas son resolubles.
  • Creer en la propia capacidad para resolver bien los problemas.
  • No esperar que los problemas se resuelvan por sí solos, no posponer la resolución del problema, no evitarlo.
  • Búsqueda activa de soluciones.
Está claro que no basta con animar al niño a actuar de esta forma, sino que los padres y otros cuidadores deben comportarse del mismo modo, actuar de modelos de conducta a seguir para el niño.

Fomentar su autonomía. Es importante que el niño desde pequeño adquiera responsabilidades en casa y en la escuela: ayudar en pequeñas tareas de casa (poner la mesa, fregar los platos, hacer su cama, etc.), recoger su pupitre, ayudar a mantener en orden el aula…Estas tareas serán tanto más complejas conforme aumente la edad. Sin embargo, la autonomía va más allá de que el niño sepa valerse por sí mismo en las tareas cotidianas. Los padres no deben ser directivos y sí, en cambio, promover que el niño sea capaz de tomar sus propias decisiones, aún a riesgo de equivocarse, y de tener diferentes experiencias, aún a riesgo de ser negativas. Esto implica que es mejor aconsejar que ordenar, sugerir que imponer.

No ser excesivamente exigente. Algunos padres fijan metas muy elevadas y esperan que sus hijos obtengan resultados excelentes. Otros padres no expresan de forma explícita este interés pero sí refuerzan al niño de forma diferencial en función de los resultados. Un exceso en las demandas externas que realiza la familia puede conducir a estados de elevada ansiedad en el niño. Éste puede estar preocupado por defraudar a sus padres si sus notas no son tan buenas como ellos esperan. En otros casos, son los propios niños los que se fijan metas muy elevadas. La mayoría de las veces se trata de niños y adolescentes inseguros y muy perfeccionistas, que basan su autoestima en conseguir ser el/la mejor en todo. En estos casos habría que:
  • Disminuir el nivel de exigencia de los padres. Éste debe ser realista e ir acorde con la capacidad del niño.
  • Crear una atmósfera de aceptación: el niño debe saber que sus padres no van a dejar de quererlo si lleva a casa malas notas.
  • Fomentar una vida equilibrada: el rendimiento en la escuela no lo es todo, también son importantes las diversiones.
  • Evitar hábitos perfeccionistas: estudiar hasta altas horas de la noche o repetir muchas veces un trabajo hasta que esté perfecto no es saludable. Es conveniente establecer un horario y unos objetivos de estudio realistas.
  • Programar actividades deportivas y culturales que le gusten al niño.
Fomentar hábitos saludables, promover nuevas experiencias…

Es muy aconsejable que los niños tengan experiencias muy variadas. Esto les permitirá conocer a gente diferente y hacer amigos, conocerse mejor a sí mismos y saber cuáles son sus aptitudes e intereses más destacados, encontrarse con diferentes problemas y desarrollar habilidades y estrategias para resolverlos, etc. En definitiva, fomentar nuevas experiencias en el niño puede fortalecer su autoestima y sus recursos de afrontamiento y establecer una red de relaciones sociales.

El apoyo social es, sin duda, uno de los recursos más importantes para prevenir los problemas psicológicos, entre ellos los trastornos de ansiedad. Es importante fomentar las relaciones sociales del niño: dejar que realice salidas con otros niños, excursiones, dormir en casa de amigos, fijar una hora de regreso a casa que sea prudente pero no demasiado restrictiva…Cuantas más experiencias diferentes tenga el niño más estrategias desarrollará para afrontar problemas. Cuantos más amigos tenga mejor y más apoyado se sentirá para poder superar diferentes problemas.

Uno de los miedos que tienen los padres, especialmente cuando sus hijos son adolescentes, es que los amigos que lo rodean puedan influir negativamente en él. A los padres les preocupa que el chico pueda consumir alcohol, tabaco u otras drogas, se meta en peleas, etc. Es conocida la relación que existe entre las drogas y los problemas de ansiedad. Un consumo elevado de café, tabaco, alcohol u otras drogas puede tener consecuencias negativas para la salud mental y física del chico e interferir en sus actividades escolares o laborales y en sus relaciones familiares y sociales. Es importante que los padres:
  • Estén informados sobre las drogas.
  • Hablen con el chico/a de las drogas, de sus propiedades y efectos. Es mejor no mostrarse represor, transmitirle la idea de que puede hablar con sus padres abiertamente de lo que le preocupa.
  • No actuar como un policía: los padres no están las 24h con el hijo ni pueden evitar que el chico pruebe las drogas. Deben confiar en él e insistir en el diálogo.
  • Fomentar hábitos saludables: comer de forma sana y equilibrada, realizar ejercicio físico de forma habitual. El ejercicio físico ayuda a mejorar el estado de ánimo y a relajarse. Se trata de un ‘antídoto’ natural contra el estrés.
Si bien realizar diferentes actividades para potenciar las aptitudes del niño es aconsejable y saludable, y promover diferentes experiencias permite desarrollar estrategias para afrontar problemas y construir una buena red de apoyo social, no hay que excederse ni en la cantidad de actividades a realizar ni en lo que se espera de ellas. Los niños con un exceso de actividades extraescolares muestran cansancio, estrés y se sienten presionados. Tienen la necesidad de cumplir con todo y con todos y se dan cuenta de que no pueden. Esto puede repercutir de forma negativa en su salud mental. Es recomendable:
  • No llenar la semana de actividades. Planificar un horario con el niño y destinar un tiempo suficiente a las tareas escolares, extraescolares y a su descanso. El horario debe ser realista.
  • Planificar actividades gratificantes para el niño. Por ejemplo, si al niño le cuestan las matemáticas se pueden destinar algunas horas a la semana a repasar esta materia, pero también a realizar otras actividades que al niño le resulten más agradables: fútbol, música…
  • Las actividades deben gustar al niño, no sólo a los padres. Algunos padres quieren que el niño estudie o practique una actividad que ellos no pudieron realizar en su infancia. Hay que escuchar lo que quiere el niño.
  • No hay que ser excesivamente exigentes con el niño. Hay que animarlo a que lo haga lo mejor que pueda, y reforzarlo por los pequeños avances, pero no exigir resultados.
Una última nota…

Como se ha comentado a lo largo del texto, en la educación del niño y del adolescente participan tanto los padres como los profesores y otras personas próximas al niño. Es importante que:
  • Haya comunicación entre todas las personas que se encargan de la educación del niño y se informen mutuamente de los problemas que tenga.
  • Se haga un frente común para solucionar estos problemas; esto implica que debe haber unidad de criterios y que todos deben trabajar en la misma dirección.

Vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=_2xGW5TM5Rs



Fuente: Por mi colega Noemí Gullamón. Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Barcelona

jueves, 1 de febrero de 2018

Codependencia: Características

¿Qué es codependencia?. Es un estado emocional, psicológico y conductual que se desarrolla como resultado de que un individuo haya estado expuesto prolongadamente a y haya practicado, una series de reglas opresivas, reglas que previenen la abierta expresión de sentimientos al igual que la discusión de problemas personales e interpersonales.
Originalmente se usó para describir a las personas cuyas vidas se veían afectadas como resultado de su relación cercana con alguien que tiene una dependencia química.
La codependencia es una condición psicológica en la cual alguien manifiesta una excesiva, y a menudo inapropiada, preocupación por las dificultades de alguien más.

Características de la persona codependiente:

El codependiente suele olvidarse de sí mismo para centrarse en los problemas del otro (su pareja, un familiar, un amigo, etc), es por eso que es muy común que se relacione con gente "problemática", justamente para poder rescatarla y crear de este modo un lazo que los una. Así es como el codependiente, al preocuparse por el otro, olvida sus propias necesidades y cuando la otra persona no responde como el codependiente espera, éste se frustra, se deprime e intenta controlarlo aún más. Con su constante ayuda, el codependiente busca generar, en el otro, la necesidad de su presencia y al sentirse necesitado cree que de este modo nunca lo van a abandonar.

Es muy común que en una relación, el codependiente no pueda poner límites y sencillamente todo lo perdone, a pesar de que la otra persona llegue a herirlo de manera deliberada, esto es simplemente porque el codependiente confunde la "obsesión" y "adicción" que siente por el otro con un inmenso amor que todo lo puede. Por ende, el codependiente es incapaz de alejarse por sí mismo de una relación enfermiza, por más insana que ésta sea, y es muy común que lleguen a pensar que más allá de esa persona se acaba el mundo, hasta que reconocen su condición psicológica y el codependiente decide hacer algo para cambiar la manera en que vive y así, terminar con la codependencia o no volver a generar su codependencia en otras personas o en futuras relaciones.

Algunos síntomas de la codependencia son: conducta controladora, desconfianza, perfeccionismo, evitar hablar de los sentimientos, problemas de intimidad, comportamiento protector, hipervigilancia o malestar físico debido a estrés  A menudo la codependencia va acompañada por depresión, ya que el codependiente sucumbe ante sentimientos de frustración o tristeza extrema por su incapacidad de realizar cambios en la vida de la otra persona (o personas) y puede llegar también a producir ataques de pánico en quienes lo padecen.

Los codependientes tienden a:

1). Baja Auto estima
  • Buscar desesperadamente amor y aprobación.
  • Culparse y criticarse por todo, aún por su manera de pensar, de sentir, de verse, de actuar y de comportarse.
  • Rechazar cumplidos o halagos y deprimirse por la falta de ellos (privación de caricias).
  • Sentirse diferentes del resto del mundo.
  • Temer al rechazo.
  • Victimizarse.
  • Les cuesta trabajo tomar decisiones.
  • Esperar la perfección de sí mismos y se culpabilizan y avergüenzan de ser lo que son.
  • Consideran que sus vidas no valen la pena por eso tratan de ayudar a otros a vivir su vida y obtienen sentimientos artificiales de autoestima ayudando a los demás.
  • Desean que otros los estimen y los amen.
  • Se conforman con sentir que los necesitan.
  • Provenir de familias atribuladas, represoras o disfuncionales.
  • Sentirse diferentes que el resto del mundo.
2). Represión
  • Empujan sus pensamientos y sentimientos fuera de su conciencia a causa del miedo y la culpa.
  • Se atemorizan de ser como son.
  • Parecen rígidos y controlados.
3). Obsesión
  • Sentirse muy ansiosos por los problemas y por la gente.
  • Pensar y hablar mucho acerca de otras personas.
  • Vigilar a la gente.
  • Tratar de sorprender a la gente en malas acciones.
  • Sentirse incapaz de dejar de hablar, de pensar y de preocuparse acerca de otras personas o de problemas.
  • Abandonar su rutina por estar tan afectados por alguien o por algo.
  • Enfocar toda su energía en otras personas y problemas.
4). Control
  • Han vivido en situaciones y con personas que estaban fuera de control causando a los codependientes penas y desengaños.
  • Tienen miedo de permitir que los demás sean como son y no dejan que las cosas sucedan de manera natural.
  • No pueden manejar el miedo que experimentan frente a la pérdida de control. Piensan que ellos saben cómo deben ser las cosas y cómo debe comportarse la gente.
  • Tratan de controlar los sucesos y a la gente por medio de su desamparo, de sentimientos de culpa, de coerción, amenazas, manipulación, dominio o de dar consejos.
  • Aunque eventualmente fracasan en sus intentos, intentan provocar la ira de los demás, sienten frustración y enojo; se sienten controlados por los eventos y por las personas.
5). Negación
  • Ignorar o minimizar los problemas.
  • Fantasear sobre cómo las cosas mejorará mágicamente.
  • Confundirse, deprimirse o enfermarse. Acudir con doctores o tomar tranquilizantes.
  • Volverse fanáticos del trabajo.
  • Gastar dinero en forma compulsiva, comer en exceso.
  • Negar lo que sucede, ver como los problemas empeora.
  •  Creer en mentiras y mentirse a sí mismos.
  • Sentir que se están volviendo locos, creer en mentiras, mentirse así mismo.
6). Dependencia
  • No se sienten felices, contentos ni en paz consigo mismos.
  •  Buscan la felicidad fuera de sí mismos.
  • Se pegan a cualquier cosa o persona que ellos piensen que les pueda brindar felicidad y se sienten amenazados por la pérdida de aquellos.
  • A menudo buscan amor de gente que es incapaz de amar.
  • Creen que los demás nunca están cuando ellos los necesitan.
  • Relacionan el amor con el dolor.
  • Más que amar a las personas, las necesitan
  • No se toman el tiempo para juzgar si otras personas les convienen.
  • Tampoco investigan si ellos aman a otras personas o si estas les caen bien.
  • Centran sus vidas alrededor de otras personas.
  • Concentran todos sus sentimientos de bienestar de sus relaciones en los demás. Pierden interes en sus propias vidas cuando aman.
  • Dudan en su capacidad de cuidarse a sí mismos.
  • Toleran el abuso para sentir que la gente aún los ama.
  • Se sienten atrapados en las relaciones.
  • No sintieron amor ni aprobación por parte de sus padres.
  • No se aman así mismo.
  • Se preguntan si alguna vez encontraran el amor.
7).  Comunicación Débil
  • No dicen lo que sienten, no sienten lo que dicen, no saben lo que sienten
  • Piden lo que desean y necesitan de manera indirecta, suspirando por ejemplo
  • No están seguros de saber cuál es el camino correcto
  • Hablan demasiado a fin de no comunicar lo importante
  • Evitan hablar sobre sí mismos, de sus problemas, sentimientos y pensamiento
  • Dicen que tienen la culpa de todo o bien, dicen no tener culpa de nada
  • Creen que sus opiniones no importan
  • Mienten para protegerse a sí mismos
  • Se les dificulta expresar sus emociones de manera honesta, abierta y apropiada
  • Creen que la mayor parte de lo que tienen que decir es irrelevante
  • Comienzan a hablar con cinismo, de manera auto-degradante u hostil.
8). Limites Débiles
  • Dicen no tolerar ciertas conductas en los demás y poco a poco incrementan su tolerancia hasta que permiten y hacen cosas que habían dicho que jamás harían Permiten que otros los lastimen y se preguntan por qué se sienten lastimados.
  • Se quejan, culpan y tratan de controlar al tiempo que siguen actuando igual.
  • Amenazan, sobornan, culpan, aconsejan, ejercen coerción.
  • No saben ni dicen lo que sienten ni siente lo que dicen.
  • Finalmente se enojan y se vuelven completamente intolerantes.
9). Falta de confianza
  • No tienen confianza en sí mismos, no confían en sus sentimientos.
  • No confían en sus decisiones, no confían en los demás.
  • Tratan de confiar en gente poco digna de confianza.
  • Piensan que Dios los ha abandonado, pierden la fe y la confianza en Dios.
10). Ira
  • Se sienten asustados, heridos y enojados y reprimen estos sentimientos.
  • Viven con gente atemorizada, herida y llena de ira.
  • Tienen miedo de su propia ira y de la ira de otras personas.
  • Piensan que otras personas los hacen sentirse enojados.
  • Se sienten controlados por el enojo de otras personas.
  • Lloran mucho, se deprimen, comen en exceso, se enferman, hacen cosas malvadas y sucias para vengarse, actúan de manera hostil o tienen estallidos violentos.
  • Sienten cantidades crecientes de ira, resentimiento y amargura.
  • Se sienten más seguros con su ira que con sus sentimientos heridos.
  • Se avergüenzan por sentirse enojados.
11). Problemas sexuales
  • Tienen relaciones sexuales cuando preferirían que los abrazaran, los protegieran y los hicieran sentirse amados.
  • No disfrutan del sexo porque están muy enojados con la pareja, tienen miedo de perder el control, tiene miedo de pedir lo que necesitan en la cama.
  • Se alejan emocionalmente de la pareja.
  • Reducen el sexo a un acto técnico.
  • Pierden interés por el sexo o sienten repugnancia a la intimidad.
  • Inventan razones para abstenerse de él.
  • Fantasean o tienen un romance extramarital.
  • Tienen fuertes fantasías sexuales con otras personas.
  • Consideran o tiene un affaiere extra conyugal.
12). La codependencia es progresiva En las etapas tardías de la codependencia, los codependientes pueden:
  • Sentirse aletargados.
  • Deprimirse, retirarse y aislarse.
  • Experimentar una pérdida total de la rutina diaria y de la estructura.
  • Abusan de sus hijos o son negligentes con ellos y con otras responsabilidades están desesperanzados.
  • Planean escapar de una relación que sienten como una trampa para ellos.
  • Piensan en el suicidio.
  • Son violentos.
  • Sufren enfermedades emocionales, mentales o físicas de gravedad.
  • Experimentan trastornos en la alimentación (comer en exceso o demasiado poco).
  • Se vuelven adictos al alcohol y otras drogas.
Los codependientes suele ser extremadamente responsables o irresponsables, volverse mártires  sacrificando su felicidad por causas que no lo requieran, se le es difícil cercarse a la gente, como divertirse y ser espontáneos suelen responder pasivamente o agresivamente, son vacilantes en sus decisiones y emociones, cuando sienten algo lo reprimen o exageran, son fieles a sus compulsiones aunque les hiera, se avergüenzan de sus problemas familiares, personales o de sus relaciones, se sienten confundidos por la naturaleza del problema, etc..

En síntesis, la codependencia es una dependencia de los demás: de sus estados de ánimo, de su conducta, de su enfermedad o bienestar y de su amor. Es una dependencia paradójica, parece que los demás dependen de los codependientes pero en realidad ellos son los dependientes. Parecen fuertes pero se sienten desamparados. Parecen controladores pero en realidad ellos son los controlados por ellos mismos.

"Cada persona es responsable de sí misma"


lunes, 29 de enero de 2018

Ludopatía: Adicción al Juego

El juego patológico es un trastorno del control de los impulsos cuya característica esencial es un comportamiento de juego, desadaptativo y persistente, que altera la continuidad de la vida personal, familiar o profesional. Consiste en un trastorno en el que la persona se ve obligada, por una urgencia psicológicamente incontrolable, a jugar y apostar, de forma persistente y progresiva.
“el ludópata es como un drogodependiente que necesita el juego y hace lo que sea por jugar, es decir, convierte el juego en una primera necesidad urgente”.

El ludópata presenta los mismos rasgos que un adicto:
  • Repetición de una conducta o acción que resulta placentera y aumento de su frecuencia para obtener los efectos deseados. Diferentes sustancias químicas, como la dopamina y las endorfinas, actúan como estimulantes y refuerzan las conductas patológicas.
  • Pérdida de control de la persona derivada del fallo de los mecanismos cerebrales de inhibición de la conducta .
  • Aparición del síndrome de abstinencia si se interrumpe el hábito.
Síntomas

La ludopatía se manifiesta a través de las consecuencias que derivan del juego patológico. Según Saiz, se hace visible a raíz de los cambios que el juego produce en los hábitos y conducta de los jugadores, que comienzan un período de autodestrucción. Los signos que pueden indicar un caso de ludopatía son:
  • Abandono de la vida laboral y social: Según explica Saiz, el juego empieza a ocupar un lugar preponderante en la vida de los individuos, que comienzan a despreocuparse de su vida laboral y de sus relaciones sociales. La pasividad repentina y la conducta excesivamente reservada, asociadas a factores como que la persona acuda de forma frecuente al casino o que esté constantemente apostando en internet, pueden indicar un caso de juego patológico.
  • Problemas económicos: Gastos imprevistos, préstamos, falta de dinero, etcétera. Todo esto hace que el individuo pueda recurrir a la mentira para eludir responsabilidades y ocultar las consecuencias derivadas de su ludopatía.
  • Trastornos de ansiedad y depresión: El ludópata tiene necesidad de seguir apostando, a pesar del daño que le hace. Su mente está preocupada por las apuestas, en obtener fórmulas para ganar y en conseguir dinero para apostar. Todo esto, unido al hecho de que en muchas ocasiones el ludópata no tiene acceso al juego, puede provocar trastornos de ansiedad. Por otro lado, el conjunto de problemas económicos, mentiras acumuladas, deterioro de las relaciones sociales y familiares y el resto de situaciones conflictivas que conlleva el juego patológico pueden conducir a una depresión.
  • Cambios en la personalidad: Los problemas derivados de la ludopatía y la necesidad constante de jugar pueden producir cambios en la conducta, como irritabilidad, falta de comunicación o, incluso, agresividad.
El juego está fuera de control si:
  • Está afectando a sus relaciones, sus finanzas o su vida laboral
  • Usted está dedicando cada vez más tiempo y energía a actividades de juegos de azar
  • Usted ha intentado, sin éxito, para detener o reducir en su juego
  • Intenta ocultar su juego de los profesionales de familiares o de salud
  • Usted recurre al robo o fraude para conseguir dinero del juego
  • Usted le pide a otros a que saquen de los problemas financieros porque has apostó dinero.
Factores de riesgo

El juego compulsivo afecta a hombres y mujeres y a través de líneas culturales y socio-económicos. Aunque la mayoría de las personas que juegan a las cartas o apuesta nunca desarrollan problemas con el juego, algunos factores se asocian más a menudo con los jugadores compulsivos. Las personas que parecen apostar compulsivamente a menudo tienen problemas de abuso de sustancias, el estado de ánimo y los trastornos de la personalidad, así como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Muchos jugadores compulsivos abusan del alcohol, y muchos jugadores compulsivos experimentan depresión mayor.

Problemas psicológicos y sociales

Las personas que estén pasando por momentos de inestabilidad psicológica o que tenga problemas personales y sociales representan un grupo de riesgo importante a la hora de desarrollar ludopatía. El juego puede servir de escape para huir de la realidad y acabar convirtiéndose en un hábito patológico necesario.

La influencia de la familia: Si sus padres tuvieron un problema con el juego, hay mayor probabilidad de que usted también lo hará.

Perfil de ludopatía en hombres y mujeres

En el caso de las mujeres, la edad media es de 46-55 años. En cambio, en los  hombres es de 31-45 años. La mayoría de ellos son solteros, a diferencia que las mujeres, que en su mayoría con casadas.

También difieren variables psicopatológicas: en la mayoría de mujeres también está presente la depresión; en el caso de los hombres, el abuso de drogas/alcohol.

Si los hombres encuentran en esta adicción una forma de liberar tensiones con un hábito que implica cierto riesgo, las mujeres lo ven más como una evasión a los problemas cotidianos. Pero en ambos casos, el perfil es el de una persona cercana a un estado depresivo, con ansiedad, tristeza y envuelta en una situación familiar problemática.

Actualmente estamos viendo un cambio brusco de tendencia, con la entrada del juego online, lo que ha traído consigo un perfil diferente de jugador, más joven e internauta, con estudios universitarios, con más recursos, y con una evolución mucho más corta en su desarrollo del trastorno.

Ciertas características de la personalidad

El jugador patológico como dependiente emocional del juego, con pérdida de control y su correspondiente afectación negativa en su vida cotidiana. Esta dependencia puede estar generada por la falsa expectativa de ganar para recuperar lo perdido; distorsión cognitiva o pensamiento erróneo que mantiene la espiral del juego. Las mentiras y el ocultamiento del juego es otra gran característica observable en este trastorno. Al ser altamente competitivo, un adicto al trabajo, inquieto o aburrido fácilmente podrían aumentar su riesgo.

Complicaciones

El juego compulsivo puede tener consecuencias profundas y duraderas para su vida, incluyendo:
  • Problemas de pareja
  • Problemas financieros, incluyendo la quiebra
  • Problemas legales o encarcelamiento
  • Pérdida del empleo o el estigma profesional
  • Desarrollo de los problemas asociados, como el alcohol o abuso de drogas
  • Suicidio
Mirada desde el psicoanálisis

El ludópata no juega para ganar sino para perder. El juego no termina para él hasta que ha perdido. La pérdida nos constituye como sujetos psíquicos y toda pérdida implica siempre una ganancia ¿Qué? Ese amor mitificado al que todo el mundo recurre cuando la realidad se desvanece, con el juego busca calmar la angustia que le provoca todo aquello cuanto le rodea.

Como decía Freud: Lo que verdaderamente le importa al jugador es jugar, ubicando una “adicción original” en el onanismo y dice que las otras que se presentan como “tentación irrefrenable”  revelan a si mismo su origen en la masturbación. (Análisis de Dostoivski) el jugador empedernido termina arruinado. Freud analiza allí, tanto como el sentimiento de culpa del sujeto como la satisfacción de la necesidad del castigo

“El jugador adicto al juego de azar busca desesperadamente ‘recuperar’ un goce, repite su necesidad de gozar”.
Tratamiento

La terapia farmacológica es de gran utilidad, ya que los medicamentos ayudan a frenar los impulsos y a manejar los sistemas de regulación de la conducta. Se pueden administrar fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, empleados también en el tratamiento de la depresión. También se utiliza la naltrexona, un fármaco que frena la impulsividad.

Es necesario que los fármacos se acompañen de psicoterapia individual, cuyo objetivo es reforzar las conductas positivas y suprimir las negativas.

El tratamiento de la ludopatía puede ser un reto. Eso es en parte porque la mayoría de la gente tiene dificultades para admitir que tienen un problema. Sin embargo, un componente importante del tratamiento que se trabaja es en el reconocimiento de que 'es' un jugador compulsivo. Si su familia o su jefe, amigo le presiona para ir a terapia, usted puede resistirse al tratamiento. Pero el tratamiento de un problema de juego puede ayudarle a recuperar una sensación de control y tal vez incluso ayudar a sanar las relaciones dañadas o las finanzas. Ya que a partir de reconocer la situación y querer cambiarla, existen diferentes tipos de terapia donde la implicación familiar y del entorno desempeñan un papel crucial. 

Una de las claves para tratar la ludopatía es establecer un control externo. Además, muchas veces el juego sustituye carencias, por lo que hay que intentar reforzar ciertos factores, como las habilidades sociales o la autoestima, para darle al individuo ese pilar que le falta y que, de alguna manera, encuentra en el juego.

El tratamiento para la ludopatía compulsiva implica tres enfoques principales:
  1. Psicoterapia: tratamientos psicológicos, como la terapia conductual o terapia cognitivo-conductual, pueden ser beneficiosos para la ludopatía compulsiva. La terapia de comportamiento utiliza la exposición sistemática de la conducta que desea que desaprender La terapia cognitiva conductual se centra en la identificación de las creencias malsanas, irracionales y negativos y reemplazarlos con los positivos, saludables.
  2. Medicamentos: Los antidepresivos y estabilizadores del estado de ánimo pueden ayudar a los problemas que a menudo acompañan a la ludopatía – como la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo o ADHD – pero no necesariamente en sí el juego compulsivo. Los medicamentos llamados antagonistas de los narcóticos, que se han mostrado útiles en el tratamiento de abuso de sustancias, pueden ayudar a tratar la ludopatía.
  3. Grupos de autoayuda: Algunas personas encuentran los grupos de autoayuda, como Jugadores Anónimos, una parte útil del tratamiento.
Incluso con tratamiento, es posible volver a los juegos de azar, especialmente si usted pasa tiempo con la gente que juega o en entornos de juego. Si usted siente que usted comenzará a jugar de nuevo, póngase en contacto con su proveedor de atención médica o patrocinar de inmediato para evitar una recaída total.

En terapia: Se utilizan diferentes técnicas como la desensibilización automática y la relajación que se dirigen a controlar la ansiedad generada por la abstinencia de jugar. Técnicas de terapia cognitiva como el registro de pensamientos automáticos repetitivos o distorsionados, la toma de conciencia del problema, o la solución de problemas. Y se considera muy efectiva la terapia de grupo, ya que ayuda el compartir dificultades, favorecer la comunicación y encontrar estrategias de solución de problemas.

En psicoanálisis: la ludopatía requiere una escucha de los procesos inconscientes, que permita leer a quién y para qué entrega el sujeto toda su vida.

Nota: Siendo el juego una conducta social normalizada, en el jugador patológico o ludópata aumenta tanto en frecuencia de episodios, implicada en juegos del azar, destruyendo su vida familiar y laboral.

DSM

Por otro lado, con respecto al DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales), éste aparece por primera vez en el DSM-III, situándolo en la categoría Trastorno del control de los impulsos no clasificado en otros apartados. Posteriormente con la publicación del DSM-IV pasa a ser clasificado como Trastorno del control de los impulsos. Actualmente, el DSM-5 lo clasifica como una conducta adictiva en el apartado Trastorno adictivo no relacionado con sustancias.

¿Cómo afrontar una adicción de juego patológico?
  • Si existen indicios razonables de juego patológico, en caso de sospecha, acudir a profesionales especializados en adicciones.
  • Es difícil que un ludópata pueda dejar de jugar sin recibir ayuda, por mucha fuerza de voluntad que tenga o declare tener.
  • Muy pocas veces la ludopatía tiene una sola causa o circunstancia que la genere, por lo que requiere de la intervención de especialistas.
  • Es frecuente que el ludópata tenga ciertas características de personalidad inmadura, miedos, sentimientos de inferioridad y falta de responsabilidad.
  • La familia debe entender que se trata de una enfermedad y asumir la responsabilidad de acompañar y ayudar al paciente en el proceso de tratamiento.
  • Es importante tener en cuenta que ninguna persona se vuelve jugador patológico o compulsivo desde un inicio, y que es un hecho que nadie comienza a jugar con la intención de convertirse en un adicto.
De volverse un jugador patológico, al igual que la adicción a las drogas, la ludopatía se genera de una manera progresiva.

“Las personas ludópatas manifiestan efectivamente un sufrimiento profundo”

Prevención

Una de las claves para prevenir la ludopatía es encontrar el límite entre el juego sano como actividad de ocio y el juego patológico o perjudicial, para ello son necesarias la información y la comunicación. Encontrar alternativas de ocio y mantener una vida ocupada también pueden ser una forma de prevención. Pero si usted tiene factores de riesgo de la ludopatía, evite los juegos de azar en cualquier forma, la gente que juega y los lugares donde se produce el juego pueden ayudar. Recibir tratamiento al primer síntoma de un problema puede ayudar a prevenir un problema de juego empeore. Más vale prevenir que lamentar, con responsabilidad.

El curso de la ludopatía tiende a cronificarse, por lo que es difícil que remita, es decir, que la persona deje de jugar, si no es con intervención psicológica. Al igual que en otros trastornos de adicción sin sustancia (comida, internet, trabajo), la persona tiene la falsa creencia de controlar su problema, y poder dejarlo sin necesidad de ayuda.

Además en general los estudios sugieren que las personas que buscan ayuda tienen una mayor variedad e intensidad de problemas psicológicos que aquellos que no buscan ayuda.

EL JUEGO SE HA CONVERTIDO EN UNA PATOLOGÍA CADA VEZ MÁS FRECUENTE ENTRE LA POBLACIÓN MUNDIAL






Fuentes:


jueves, 25 de enero de 2018

Trastorno por Estrés Postraumatico en el Secuestro

Cuando hablamos de los efectos psicológicos que lleva consigo el secuestro y la desaparición forzada, los diferentes estudios muestran que la experiencia del secuestro tiene características muy particulares y dependen de múltiples factores. 
TEPT Se origina tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, violación, asalto, secuestro, accidente, etc.), en el que está en juego la vida de las personas. Donde las imágenes de la situación traumática vuelven a re-experimentarse una y otra vez (flashback), en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo, imaginándolo con detalles, acompañado de intensas reacciones de ansiedad (preocupación, miedo intenso, falta de control, alta activación fisiológica, evitación de situaciones relacionadas, etc.) Todo ello genera un fuerte estrés, agotamiento y emociones intensas.

Se estima que, sin importar edad o sexo, tres de cada 10 víctimas o testigos directos de un hecho violento que causa horror extremo, como el caso de violación, tortura, secuestro, desastres naturales o accidentes, pueden sufrir Síndrome de Estrés Postraumático, un cuadro que incluye alteraciones físicas y psicológicas que impiden la reintegración social de la persona.

El estrés postraumático en el secuestro, se caracteriza porque se concede mucha importancia a estas imágenes y a la ansiedad que provocan. Se desarrollan muchos pensamientos relacionados con el acontecimiento traumático y con sus consecuencias. El mundo se percibe como altamente peligroso. Tras el trauma, el pensamiento, no sólo provoca más ansiedad, sino que tiende a generar sentimientos de culpa, por aquello que se hizo, por lo que no se hizo, etc.

Bajo el estrés agudo inicial que se produce tras el trauma (en el primer mes), así como el estrés postraumático, también son frecuentes los sentimientos de indefensión e impotencia, las reacciones de ira, los sentimientos de hostilidad, de rabia, y las imágenes de agresión contra el agente que ha generado el daño, o se considera que lo ha generado. Este estado de estrés se caracteriza por un intenso estado emocional en el que predominan la ansiedad, la culpa, la ira, la rabia, la hostilidad, a veces la vergüenza, y con mucha frecuencia la tristeza e incluso la depresión (el trastorno de estrés postraumático tiene una alta co-morbilidad con el trastorno depresivo, entre un 60-80% de personas lo presentan). Dicho estado emocional produce un fuerte malestar psicológico, alta activación fisiológica y problemas de conducta a la hora de readaptarse a las distintas facetas de la vida cotidiana.

Características

Los individuos que padecen TEPT sufren una angustia emocional, mental y física extrema cuando se ven expuestos a situaciones que les recuerdan el suceso traumático.

Algunos de ellos vuelven a vivir el trauma repetidas veces en forma de pesadillas o recuerdos perturbadores cuando están despiertos, y pueden experimentar también los siguientes problemas:
  • Problemas al dormir.
  • Depresión.
  • Sensación de estar distantes o paralizados emocionalmente.
  • Sensación de inquietud, de “estar en guardia”.
  • Mayor facilidad para sobresaltarse.
  • Pérdida de interés en las cosas que solía disfrutar.
  • Dificultades para demostrar cariño.
  • Sensación de irritación, mayor agresividad que antes del suceso traumático, que puede manifestarse incluso violentamente.
  • Evitar ciertos lugares o situaciones que despiertan recuerdos desagradables.
Síntomas

A continuación se enumeran los síntomas más comunes del PTSD. Sin embargo, cada individuo puede experimentarlos de una forma diferente. Los síntomas pueden incluir:
  • Irritabilidad.
  • Reacciones violentas.
  • Dificultades para trabajar o mantener relaciones sociales.
  • Imágenes recurrentes que no pueden evitarse
  • Las personas acosadas por estos recuerdos, sea en forma de imágenes, sonidos, olores o sentimientos, por lo general creen que el suceso traumático está volviendo a ocurrir.
  • Pérdida de contacto con la realidad.
  • Vivencia recurrente del suceso traumático que puede durar unos segundos, horas o, muy raramente, días enteros.
Nota: El trastorno por estrés postraumático puede ser agudo (si los síntomas duran menos de 3 meses) o crónico (si los síntomas duran 3 meses o más) y si es de inicio demorado (6 meses después)

Riesgos posteriores al trauma

Las personas con estrés postraumático tienen mayor riesgo de tener conductas impulsivas, suicidio y homicidio. Personas que durante el secuestro fueron violadas, pueden llegar a tener un riesgo mayor de desarrollar problemas psicológicos (quiebre psicótico) y suicidio.

El proceso de superación puede tardar varios años, hasta que la víctima pueda salir de su casa o del trabajo sin sentir miedo, pero dependerá mucho de su personalidad y fortaleza mental, además del grado de agresión que haya sufrido.

Para una víctima, lo más difícil de superar, es dejar de pensar que va a volver a pasar. La víctima de un secuestro puede generar ansiedad, miedo, obsesiones, dificultades para dormir, comer, salir y desarrollar sus actividades cotidianas, puede llegar a tener delirios de persecución o llegar al suicidio.

Tratamiento

Entre más rápido comience un tratamiento, más rápido será su recuperación, tanto para la víctima como para sus seres cercanos, ya que existen terapias familiares que abordan la problemática tanto para quienes sufren el secuestro de un ser querido, como para aquellos que logran ser liberados.

En situaciones más graves, el medicamento nos apoya, porque bajamos la ansiedad del individuo, entonces podemos empezar a hacer dinámicas de distención por parte del paciente, para que empiece a liberar sus ansiedades, para que empiece a liberar sus miedos y para que empiece a desechar todo aquello que pensó, que sintió y se imaginó.

En psicología clínica, habrá que trabajar y abordar específicamente lo que el paciente traiga como material en relación al evento traumático. Permitir que el paciente hablara sobre aquellas vivencias que lo traumatizaron, los sueños, temores y fantasías que manifiesta posterior al evento para de esta manera poderlo ayudar eventualmente a rescatar/reparar una parte de lo que siente que ha perdido y su dificultad para confiar en otros, intentando que retome eventualmente su vida social, laboral, familiar y de pareja, si no como solía hacerlo, de la mejor manera posible.

Pronóstico

En casos de estrés postraumático es difícil de determinar ya que varía significativamente de paciente a paciente. Las personas que no reciben ayuda se recuperan gradualmente en un periodo de años. Varias personas que reciben la atención médica y psicológica adecuada se recuperan completamente (o casi por completo).

La familia

Cuando un miembro de la familia tiene estrés postraumático, la familia entera puede estar afectada. Pueden experimentar “shock”, temor y dolor por su preocupación por la víctima. Los familiares pueden presentar algunos síntomas parecidos y algunos miembros se les pueden dificultar la comunicación con la persona con estrés postraumático. Puede haber dificultades del sueño o abuso de sustancias en los familiares. En el secuestro, la víctima queda con sentimientos de culpa por lo que se pagó para salvar su vida. Sienten que la familia está en problemas económicos por su culpa.

Ya en libertad, las personas que se han visto sometidas a este tipo de situaciones comienzan a presentar algunos síntomas específicos como:

Evitación de estímulos o situaciones asociadas al acontecimiento traumático e intento deliberado para evitar los pensamientos o sentimientos que puedan provocar ese recuerdo, distanciamiento de las demás personas y pérdida de interés por actividades que anteriormente resultaban atractivas y también de la capacidad de sentir emociones como la intimidad o ternura, re-experimentación del suceso traumático, lo que hace que el individuo tenga que luchar contra pensamientos de tipo recurrente, repetitivo, o sueños angustiantes, síntomas de incremento de la activación emocional, con dificultades para concentrarse, hipervigilancia, trastornos del sueño, entre otros. Pueden además presentarse un conjunto de problemas asociados al trastorno del estrés postraumático, como: depresión, ansiedad u otros trastornos comportamentales, las personas suelen manifestar reacciones emocionales dolorosas, tristeza, ira, ansiedad; pueden manifestar síntomas de regresión y dependencia, aislamiento o incremento de la apatía.

La anterior descripción de la sintomatología que puede llegar a padecer un sujeto posterior al afrontamiento de una vivencia traumática, tal como el secuestro, evidencia claramente que la etapa posterior a la liberación no es fácil de afrontar a pesar de la libertad. Se hace claro por qué se entiende el después como una etapa en la que el plagiado a pesar de la libertad física se siente aún secuestrado.

"En algunos casos se presenta también el `Síndrome del Sobreviviente, la tríada típica compuesta por cefaleas frecuentes, pesadillas recurrentes y estados de tristeza más o menos periódicos".

Otra manifestación anímica que puede darse, también posterior a la liberación, es una euforia desmesurada, que produce la sensación en la persona liberada de querer aprovechar la vida de mejor manera, de recuperar tiempo perdido. Esta etapa " es también un espacio de negación de la realidad, de todos los padecimientos del cautiverio y de las dificultades y contradicciones de la vida familiar y laboral. Por lo tanto, en este lapso las huellas dejadas por el secuestro no se manifiestan".  Esta etapa de manía comienza a cesar y da paso a los recuerdos que permiten la apertura de una elaboración objetiva, en la que se hace necesario el acompañamiento emocional al individuo.

Conclusión

El Estrés Postraumático en el secuestro se presenta como "un trastorno provocado por una respuesta retardada a una situación que ha representado para un sujeto una grave amenaza, o una experiencia psicológica desastrosa que se sale del marco de sus experiencias habituales".

Las personas que han permanecido secuestradas adquieren un profundo sentido de la vida, reconocen un gran valor en su comportamiento y en lo que hicieron tanto por ellos como por su familia. Generalmente, esto está acompañado de un incremento en sus creencias religiosas y espirituales en su relación con los demás y consigo mismo. Cuando una persona y su familia viven el secuestro, se pone a prueba su identidad, y eso contribuye a que puedan estructurarla aún más y a que desarrollen nuevas construcciones de significados alrededor de sí mismos, de su familia, del trabajo, de las relaciones interpersonales, de sus prioridades, de la libertad y del secuestro en sí.

Finalmente, el secuestro además de todos sus efectos psicológicos, también trae consecuencias a nivel de grandes pérdidas económicas, afecciones en el desempeño laboral y profesional, en el protagonismo familiar y social, obligando a la persona y a su familia a modificar su estilo de vida.




Bibliografía:
DSM-IV Breviario
Centro de Criminología y Victimología: Afanador, Rostros del secuestro. (1ª. Ed.). Bogotá: Planeta Colombiana Editorial S.A.
Medline Plus: Posttraumatic Stress Disorder
Estudio sobre el estrés postraumático de la Universidad Complutense de Madrid.
Artículo de Secuestro en México. Periódico El Universal.
Ramírez, M. (2008) Dos caras del Secuestro