jueves, 12 de mayo de 2016

Prevención del Maltrato a Adultos Mayores

¿Qué es el maltrato?

“El maltrato se define como una acción única o repetida, o la falta de la respuesta apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación donde existe una expectativa de confianza y produzca daño o angustia a una persona adulta mayor.”
¿Cuáles son los tipos de maltrato?
  1. Físico: Cualquier acto no accidental, que provoque daño corporal, dolor o deterioro físico, producido por fuerza física. Por ejemplo, uso inapropiado de fármacos, falta de alimentación o castigos físicos.
  2. Psicológico: Donde intencionalmente se cause angustia, desvalorización, sufrimiento mediante actos verbales o no verbales. Por ejemplo, amenazas, insultos, descalificación, intimidaciones, tratarlo como niño o aislarlo.
  3. Abuso sexual: Cualquier contacto sexual no consentido. Por ejemplo: Lastimar, insultar, obligarlo a participar en acciones de tipo sexual o no permitir el uso de protección.
  4. Abandono: Deserción por un individuo que ha asumido el papel de cuidador. Por ejemplo, implica dejarlo en lugares peligrosos, sin cuidado o encerrado.
  5. Explotación financiera: Son medidas u omisiones que afecten la sobrevivencia del adulto mayor. Por ejemplo, despojar, destruir o hacer uso ilegal o inapropiado de sus bienes personales, propiedades y/o recursos.
  6. Estructural: Deshumanizar el trato hacia el adulto mayor en las oficinas gubernamentales y en los sistemas de atención médica, discriminarlos y marginarlos de la seguridad y bienestar social, no cumplir las leyes y normas sociales.
Nota: 
  • El maltrato suele presentarse en cualquier entorno (casa, vecindario, instituciones, etc.), donde el adulto mayor se desenvuelve.
  • Una persona generalmente presenta dos o más tipos de maltrato.
  • Se da en cualquier nivel sociocultural.
Factores de riesgo

A pesar de que el maltrato es un fenómeno multicausal, se han logrado identificar los aspectos que hacen del adulto mayor una persona más vulnerable a esta situación:
  • Ser mujer
  • A mayor edad el riego aumenta
  • Cuando existe deterioro de salud y/o discapacidad
  • Dependencia emocional, depresión, ansiedad, baja autoestima o demencia.
  • Aislamiento social
  • Antecedentes de maltrato doméstico
  • Para que una situación de maltrato se consolide, se necesita de una víctima (que permita la situación) y de un agresor (que ejecute la agresión), sin olvidar que estos papeles son dinámicos e intercambiables.
Consecuencias

Para los adultos mayores, las consecuencias del maltrato físico son importantes, al tratarse de personas físicamente más vulnerables, sus huesos son más quebradizos y los procesos de convalecencia más prolongados. Incluso una lesión relativamente leve puede causar daños graves y permanentes. Los daños psicológicos favorecen la aparición de síntomas depresivos, aislamiento, sentimientos de impotencia, baja autoestima, culpa, vergüenza, temor, ansiedad, negación, mayor pérdida de autonomía y estrés lo cual puede aumentar el riesgo de muerte. Lo anterior provoca el ingreso frecuente de los adultos mayores al sistema hospitalario, o la demanda constante de atención médica por la presencia de distintas enfermedades. 

Como profesionista o cuidador:
  1. Obtener información que me permita identificar los diferentes tipos de maltrato y sus consecuencias en los adultos mayores con los que trabajo o convivo.
  2. Auto monitorear mi comportamiento, debido a que todos podemos ser víctimas o victimarios.
  3. Buscar capacitación para brindar una mejor atención al adulto mayor y no caer en acciones de tratos inadecuados.
  4. Ampliar y fortalecer mis redes de apoyo formales como asociaciones, instituciones públicas o privadas especializados en violencia, que me apoyen en acciones de prevención o tratamiento para personas que sufren algún tipo de maltrato.
  5. Identificar grupos de autoayuda a los que pueda canalizar al adulto mayor y su familia para orientación.
  6. Conocer las instancias legales así como los procedimientos para acciones de tipo jurídico.
  7. Crear mi directorio de canalización que contenga direcciones, servicios y requisitos para la atención (comprobando la calidad de su atención).
Como adulto mayor:
  • Obtener información sobre el maltrato e identificar las consecuencias para mi salud emocional y física.
  • Buscar orientación con el personal de salud (médico, trabajadora social, psicóloga, abogado), sobre los servicios especializados que existen.
  • Involucrarse en un programa de envejecimiento activo, que incluya cuidado de la salud, aspectos emocionales y cognitivos, realizar actividades físicas y de recreación, que en conjunto favorezcan una integración social.
  • Comprometerse en realizar acciones para mejorar su autocuidado. Se ha demostrado que una persona independiente (física, emocional y económicamente) tiene menor riesgo de sufrir maltrato o de ejercerlo.
¿Qué hacer?
  • Asumir que estoy siendo maltratado.
  •  Buscar apoyo en mi entorno inmediato (algún familiar, vecino o amigo).
  • Solicitar orientación en un grupo profesional o de apoyo especializado en violencia.
  • Buscar orientación con el personal de salud para elaborar un plan de seguridad:
  • Identificar factores desencadenantes de violencia
  • Ubicar lugares a dónde ir en caso que necesite dejar su casa.
  • Tener a la mano números telefónicos de ayuda (policía y atención médica).
  • Pedir apoyo a un vecino para que llame a la policía o algún familiar si notan algún incidente violento.
  • Tener listos algunos objetos y documentos (ropa, dinero, etc.) por si se debe dejar la casa de prisa y/o tener una maleta en casa de amigos.
  • Recabar información para realizar una denuncia (lugares, condiciones, etc.).
  • Buscar apoyo psicoterapéutico.
Se recomienda que el primer apoyo que se reciba sea el psicológico, para trabajar el sentimiento de culpa que suele presentarse en estas situaciones y que dificulta el proceso de denuncia o se cierre el ciclo de violencia que en ocasiones lleva décadas de ejercerse. 

Direcciones de instituciones contra la violencia:
  • Inapam. Asesoría jurídica y orientación legal: 5634 8890 ext. 218, 211 y 212.
  • Atención psicológica: 5604 8722 y 5601 1313
  • Agencia Especializada para la Atención de Personas Adultas Mayores Víctimas de Violencia Familiar: Gral. Gabriel Hernández, núm. 56, Planta Baja, col. Doctores
  • 5345 5111 y 5345 5101
  • CAVI (Centro de Atención a la Violencia Familiar): 5625 7120 – 26, 5625 8634
  • COVAC: Asociación Mexicana contra la Violencia, A.C. 5625 7120, 5276 0085
  • DIF: En cada centro estatal del Sistema de Desarrollo Integral de la Familia, se obtiene Orientación
  • GobiernodelDF:AtravésdelasUAVIF (ReddeUnidadesdeAtenciónala Violencia
  • Familiar), existe una en cada delegación (para ubicación y teléfonos comunicarse a Locatel)
  • Instituto Nacional de las Mujeres INMUJERES: En su página
  •  www.inmujeres.gob.mx/vidasinviolencia, y también su línea telefónica “Vida sin violencia” al número 01800 911 2511, servicio nacional y gratuito las 24 horas del día, los 365 días del año
  • Locatel: 5658 1111, en su línea Dorada, línea Mujer.
  • Procuraduría General Judicial: General Gabriel Hernández, núm. 56, esq. Dr. Río de la Loza, col. Doctores
  • Programa para la Participación equitativa de la mujer en el DF: 5745 4540
  • Secretaría de Salud: En sus unidades de atención primaria
Cuestionario para identificar si es víctima de violencia. Conteste las siguientes preguntas de forma honesta y objetiva:
  1. ¿Estoy siendo maltratado?
  2. ¿Ha sufrido algún tipo de lesión provocada por alguien cercano?
  3. ¿Le han obligado a permanecer encerrado en casa?
  4. ¿Ha dejado de realizar actividades que le gustaban por miedo a alguien?
  5. ¿Ha sentido que nadie lo quiere a su alrededor?
  6. ¿Las personas que viven con usted lo menosprecian o insultan?
  7. ¿Se burlan de sus sentimientos o creencias?
  8. ¿Le han dicho que usted causa muchos problemas?
  9. ¿Lo han obligado a realizar actos sexuales?
  10. ¿Lo han obligado a oír o ver actos sexuales?
  11. ¿Siente temor cuando alguien se le acerca y le toca?
  12. ¿Las personas cercanas a usted no le apoyan en sus necesidades básicas: comida, atención médica, vestido, higiene y vivienda?
  13. ¿Han olvidado proporcionarle sus medicamentos?
  14. ¿Se siente triste y solo la mayor parte del tiempo?
  15. ¿Otra persona maneja su dinero (cobro de pensión, tarjeta del banco o ahorros)  y usted no sabe cómo y en que se gasta?
  16. ¿Las personas con las que vive acostumbran pedirle dinero y no se lo devuelven?
  17. ¿Le han obligado a ceder sus posesiones?
  18. ¿Le han complicado la prestación de un servicio institucional por ser adulto mayor?
¡¡ CUIDADO!! Si contestó afirmativamente alguna de estas preguntas puede estar sufriendo maltrato. Solicite orientación.

Conclusión:

El maltrato es un problema que puede presentarse en cualquier etapa de la vida, generalmente en personas vulnerables, está relacionado con el género, edad y condición física.

Las estadísticas sobre el maltrato en la vejez son datos alejados de la realidad, debido a que la mayoría de los adultos mayores que lo viven no lo denuncian. Esta situación tiene su origen en distintas razones: no aceptan que están siendo maltratados, tienen temor a las represalias, pues es el único familiar con el que cuentan; creen que es temporal; no quieren que su familiar o cuidador vaya a la cárcel, desconocen con qué autoridad deben dirigirse o su condición física o cognitiva no le permiten realizar una denuncia.

La conjunción de estos aspectos hace de este tema un asunto complejo. Por fortuna las perspectivas de derechos humanos y de género se han sumado al estudio de este fenómeno favoreciendo su conocimiento y atención. Sumado a ello, el interés de las asociaciones civiles, las instituciones públicas y privadas que trabajan violencia (desde la teoría y la atención directa), han favorecido la generación de nuevas políticas públicas orientadas a combatirlo.

Sensibilizarnos e identificar el daño que causa el maltrato en todas sus dimensiones, permitirá realizar acciones para en un futuro erradicarlo.



sábado, 30 de abril de 2016

Tecnopatías

El término tecnopatía se ha acuñado para designar enfermedades producidas por las nuevas tecnologías.
¿Qué son las tecnopatías? Se trata de patologías surgidas en el seno de las sociedades desarrolladas y que nacen como resultado del excesivo apego a las nuevas tecnologías. Facebook y Whatsapp provocan diversos trastornos psíquicos, un "me gusta o un emoticono" pueden aliviar la sensación de soledad, pero en ocasiones aumentan el riesgo de padecer patologías físicas como enfermedades inflamatorias y auditivas, jaquecas y mareos o trastornos psicológicos. Estas denominadas tecnopatías aún se encuentran a medio camino entre las dolencias conocidas y las manías personales, pero los especialistas que han elaborado el documento opinan que terminará por consolidarse como enfermedades.

El uso inadecuado de las redes sociales y de los servicios de mensajería instantánea ha favorecido la aparición de patologías,  psiquiatras confirman la adicción a las redes sociales como una enfermedad crónica. 

En este sentido, los perfiles de Facebook pueden provocar que los jóvenes se sientan peor si consideran que no están a la altura de las imágenes con personas supuestamente felices o los mensajes actualizados que publican sus contactos. Además, una percepción inadecuada de esta plataforma puede promover una competitividad por mostrar quién profesa una vida mejor conforme a un determinado prestigio social, provocando baja autoestima y la necesidad de reafirmarla.

Cómo sabemos entonces el uso desmedido de teléfonos inteligentes, tabletas y computadores genera estrés fisiológico pero los principales trastornos son:
  • Entre las más comunes, se encuentran los dolores en las muñecas, manos, hombros o espalda, causados por los esfuerzos repetidos, movimientos rápidos o reiterados, estrés de contacto o malas posturas.
  • Apnea del WhatsApp. La sufren aquellos que chequean esta app de manera compulsiva en busca de mensajes.
  • El Síndrome de la llamada Imaginaria se desencadena cuando nuestro cerebro nos hace imaginar que escuchamos el tono de una llamada, cosa que le sucede al el 70% de los usuarios. Y ojo, que consultar el móvil para ver si nos hemos perdido algo supone ya la primera causa de distracción en el trabajo.
  • La depresión de Facebook. ¿Buceas en los perfiles de tus amigos recordando aquellos tiempos en los que lo pasabais tan bien? ¿O el de tu ex para suspirar por lo perfecto que parecía todo? Son a aquellos que visualizan perfiles de otros usuarios como medio para reducir su tristeza al recordar momentos felices del pasado.
  • El Síndrome de Google. ¿Recuerdas aquellos tiempos en los que te sabías de memoria decenas de números de teléfono? La llegada de las tecnologías ha dejado obsoleta a nuestra memoria… a base de no usarla. Un signo más es este síndrome que afecta a la memoria de muchos usuarios que tienen la costumbre de consultarlo casi todo en el famoso buscador, el resultado es que el cerebro no logra recordar y “olvidar” un dato como consecuencia de la posibilidad de acceder fácilmente y en cualquier momento esa información. Se les llama efecto Google, además, la infoxicación impide la concentración total en un tema determinado.
  • Adicción: frustración, ansiedad, comportamiento hostil y agresivo cuando no puede usar su dispositivo, este no funciona o no recibe una respuesta inmediata.
  • Nomofobia: miedo irracional a salir de la casa sin el celular.
  • Síndrome de vibración fantasma: Sentir la vibración del teléfono aunque el equipo esté apagado o no lo tenga.
  • Textofrenia: tensión y confusión por creer que su celular recibe constantes mensajes o notificaciones sin que realmente ocurran.
  • Taxofrenia: estrés que se presenta cuando el teléfono no suena o nadie escribe.
  • Aislamiento social: despreciar o ignorar a otra persona por mirar el celular.
  • Baja audición: “ jóvenes se arriesgan a quedarse sordos 30 años antes que la generación de sus padres”. También, poco a poco, destruye la habilidad de entender una conversación mantenida en voz baja y los sonidos de alta frecuencia. Es decir, que pueden oír pero no entender porque los sonidos consonantes, los de alta frecuencia, son los que se dañan primero. Esta pérdida convierte en una enorme dificultad distinguir entre los sonidos de las y la f”. “Si una persona se excede un día en particular y luego no usa los auriculares el resto de la semana, no corre riesgo; el problema está en alguien que excede el 80 por ciento del volumen, durante 90 minutos, día tras día”.
  • Enfermedades oculares: 80% de la información que el cuerpo humano recibe entra por los ojos. Según el Colegio de Ópticos de Andalucía, los principales daños a la visión, causados en su mayoría por mirar fijo a la pantalla son:
  • Tensión ocular: aumento de presión en el ojo al ver demasiado tiempo un monitor. Puede llevar al glaucoma ocular, la segunda causa de ceguera en el mundo.
  • Fatiga ocular: causada por el reflejo de las imágenes o luces en los aparatos electrónicos, como en las televisiones o computadores.
  • Ojo seco: Baja producción de lágrimas debido al uso del computador, ya que ocasiona alteraciones en el parpadeo.
  • Errores refractivos: el ojo no puede enfocar claramente las imágenes. El resultado es la visión borrosa, que a veces resulta tan grave que causa discapacidad visual, como: miopía, hipermetropía y astigmatismo.
  • Disfunciones binoculares: se presentan debido al estrés, tensión o cansancio, algunos síntomas pueden ser la disminución de agudeza visual y la fotofobia.
  • Túnel carpiano o tendinitis:  “el síndrome del túnel carpiano ocurre cuando el nervio que va desde el antebrazo hasta la mano, se presiona o se atrapa dentro del túnel carpiano, a nivel de la muñeca, causando entumecimiento, dolor, hormigueo y debilidad en la mano afectada. La Tendinitis, por su parte, se refiere a la inflamación, irritación e hinchazón de un tendón, la estructura fibrosa que une el músculo con el hueso”.
Además de estas, otras tecnopatías comunes son: obesidad y sobrepeso debido al sedentarismo, falta de concentración, problemas mentales, daños en el sistema nervioso e incluso cáncer cerebral.

Se debe agregar que el espectro de las tecnopatías no sólo abarca las dolencias corporales, también engloba  conductas y daños que derivan en patologías psicológicas emparentadas con la adicción a las tecnologías. Las personas que las padecen son quienes no pueden dejar de mirar su celular, de revisar chats y redes sociales, quienes duermen con sus dispositivos encendidos y quienes sin ellos se sienten desnudos. Algunos de los síntomas que presentan son la preocupación excesiva por el uso del dispositivo, ansiedad o irritabilidad cuando deben de interrumpir su empleo, pérdida de oportunidades, bajo rendimiento en actividades académicas, laborales o recreativas, entre otras.

Pese a que se tiene conocimiento de estas serias consecuencias por el uso excesivo de los aparatos electrónicos, sus funciones hacen que dejarlos de lado resulte cada vez más difícil. Si bien para los especialistas, distanciarse de la dependencia tecnológica es posible, lo importante es hacerlo de forma gradual. Se puede comenzar con silenciar o apagar los artefactos, al menos durante unas horas para luego apagarlos del todo, y comenzar a alimentar las relaciones interpersonales: hablar con la familia, los amigos o hacer actividad física. En definitiva, se trataría de lograr desconectarse de la virtualidad para conectarse con una comunicación más personal y, de paso, evitar algunos dolores.

No se debe desconfiar de la tecnología en sí misma, sino darle un uso moderado y correcto

miércoles, 20 de abril de 2016

Destruyendo Mitos: Diagnosticos y Psicofarmacos

Para colegas y profesionales de la salud mental, "Algo que sabemos pero no tenemos tiempo para pensarlo en hora de consulta y al prescribir un medicamento". Les comparto un reportaje hecho por Infocop tal y como se publicó:

DESTRUYENDO LOS MITOS SOBRE LOS DIAGNÓSTICOS Y LOS PSICOFÁRMACOS EN SALUD MENTAL

La publicación The New York Review of Books especializada en la revisión de libros y obras recientes, ha editado una interesante y aguda reflexión sobre la imparable creación de categorías diagnósticas de trastornos mentales y el aumento del consumo de psicofármacos a escala mundial.

Marcia Angell, autora de los artículos titulados The Epidemic of Mental Illness: Why? (La epidemia de la enfermedad mental: ¿por qué?) y The Illusions of Psychiatry (Los engaños de la psiquiatría), reflexiona sobre la validez de la teoría que reduce la explicación de los trastornos mentales a simples desequilibrios bioquímicos y sobre los intereses de la industria farmacéutica en perpetuar este modelo y en ampliar las categorías diagnósticas de enfermedad mental, basando su análisis en las conclusiones y datos aportados por tres diferentes investigadores de nuestro tiempo:

1.- Irving Kirsch, psicólogo y prestigioso investigador de la Universidad de Hull en el Reino Unido, así como autor del libro The Emperor’s New Drugs: Exploding the Antidepressant Myth (Los fármacos nuevos del emperador: destruyendo del mito de los antidepresivos).

2.- Robert Whitaker, periodista de investigación experto en el área de la medicina y la ciencia y autor del libro Anatomy of an Epidemic: Magic Bullets, Psychiatric Drugs, and the Astonishing Rise of Mental Illness in America (Anatomía de una epidemia: panaceas, psicofármacos y el impactante ascenso de la enfermedad mental en EE.UU).

3.- Daniel Carlat, psiquiatra de la ciudad de Boston, autor de un blog y colaborador ocasional en un periódico digital, que ha lanzado al mercado otro polémico libro titulado Unhinged: The Trouble with Psychiatry—A Doctor’s Revelations About a Profession in Crisis (Los trastornados: El problema con la psiquiatría- las revelaciones de un médico relacionadas con una profesión en crisis).

En su artículo, Marcia Angell da cuenta del incremento exponencial de diagnósticos de enfermedad mental en EE.UU. desde finales de los 80, coincidiendo con la aparición en el mercado del Prozac. Durante el periodo comprendido entre 1987 y 2007, el número de estadounidenses que percibió prestación social por incapacidad asociada a un trastorno mental aumentó más del doble y en el caso de los niños, los trastornos mentales aumentaron 35 veces más durante ese mismo periodo de tiempo, convirtiéndose en la primera causa de discapacidad infantil, por encima de la parálisis cerebral o el Síndrome de Down. Desde la aparición de los primeros antidepresivos en el mercado, el número de personas que recibió tratamiento para la depresión se triplicó en tan sólo 10 años, alcanzándose cifras astronómicas en la actualidad, donde 1 de cada 10 estadounidenses mayores de seis años toma antidepresivos. Respecto al aumento del consumo de fármacos para tratar la psicosis, las cifras son aún más alarmantes: la nueva generación de antipsicóticos -Risperdal, Zyprexa (olanzapina) o Seroquel (quetiapina)- se han convertido en líderes de venta, por encima de cualquier otro fármaco para tratar dolencias físicas, incluso los medicamentos destinados a disminuir el colesterol.

Teniendo en cuenta que, según el modelo en el que se fundamenta la terapia farmacológica actual de la enfermedad mental, los trastornos vienen determinados biológicamente y no son resultado de influencias ambientales, con un agudo sentido crítico, la periodista Marcia Angell se pregunta: Estas cifras, ¿se corresponden a un aumento real de la prevalencia de trastornos mentales? (...) Según Angell, si los psicofármacos realmente funcionan, "lo esperable sería observar una reducción de estos problemas, no su aumento exponencial".

La autora, tras revisar los libros publicados de Irving Kirsch, Robert Whitaker y Daniel Carlat, señala que estos investigadores, si bien proceden de ámbitos dispares (psicología, periodismo de investigación y psiquiatría), comparten gran parte de sus conclusiones y documentan su argumentación en datos objetivos y estudios científicos.

Tal y como destaca la periodista del New York Review of Books, los tres autores coinciden en alertar acerca del preocupante hecho de que las compañías farmacéuticas hayan empezado a determinar qué es lo que se puede considerar enfermedad mental y cómo debe ser diagnosticada y tratada, y todos ellos advierten de la puesta en marcha de medidas abusivas y agresivas de venta de psicofármacos, legales e ilegales, y que muchos profesionales llegan a calificar de "sobornos".

Además, señala Marcia Angell, todos ellos cuestionan la teoría de que la enfermedad mental está causada por un desequilibrio químico cerebral, que los fármacos pueden corregir. Tal y como recogen los autores en sus respectivas obras, después de décadas de investigación, los resultados científicos evidencian que la teoría del desequilibrio químico para explicar las enfermedades mentales no se sostiene. Es más, según establece Whitaker, en base a los resultados de técnicas de neuroimagen en pacientes con trastorno mental en tratamiento farmacológico: "Antes del inicio del tratamiento farmacológico, los pacientes diagnosticados de esquizofrenia, depresión o cualquier otro trastorno psiquiátrico no presentan estos famosos desequilibrios químicos. Sin embargo, una vez que una persona inicia el tratamiento farmacológico, que de una manera u otra abre una llave en la mecánica habitual de la transmisión neuronal, su cerebro empieza a funcionar de manera anormal". Por su parte, Daniel Carlat hace referencia a la teoría del desequilibrio químico como un mito (que califica de conveniente ya que destigmatiza la enfermedad mental) y Kirsch, tras realizar una interesante línea de investigación centrada en la depresión, concluye que "parece fuera de toda duda que la explicación tradicional de la depresión como un desequilibrio químico en el cerebro es sencillamente errónea".

No es la primera vez que se pone en duda el modelo farmacológico que impera en nuestros días para tratar los trastornos mentales, ni que se advierte sobre el peligro de que la industria farmacéutica haya comenzado a adquirir demasiado poder e influencia en la forma de determinar qué es lo que puede considerarse enfermedad mental y cómo tratarla. En esta línea, el Premio Nobel de Química de 2009, Thomas Steitz, denunció a los medios de comunicación que los laboratorios farmacéuticos "prefieren centrar el negocio en medicamentos que sea necesario tomar durante toda la vida". Este prestigioso investigador advirtió, en una rueda de prensa celebrada en nuestro país el pasado mes de agosto de 2011, que las compañías farmacéuticas (que son las que subvencionan gran parte de las investigaciones) eran las primeras interesadas en cronificar la enfermedad, mostrándose tajante en sus declaraciones: "Puedo sonar cínico, pero las farmacéuticas no quieren que la gente se cure".

Durante los dos últimos años, las voces de científicos, investigadores, médicos e incluso cineastas sobre este fenómeno han ido sumándose. Junto a las obras de los autores mencionados y las declaraciones del Premio Nobel de Química 2009, cabe destacar también el documental Orgasm Inc., de la reconocida directora estadounidense Liz Canner, estrenado en 2011, donde se exploran los intereses de la industria farmacéutica para la creación de un nuevo trastorno: la disfunción sexual femenina. Liz Canner realizó un seguimiento e investigación de los pasos de diferentes compañías famacéuticas en su camino por lograr ser las primeras en lanzar al mercado un producto que prometía solucionar el problema de la disfución sexual en las mujeres, y que fuese aprobado por la agencia encargada de la regulación de medicamentos en EE.UU. (U.S. Food and Drug Administration, FDA).

La creadora de este documental recogió interesantes testimonios de representantes de las compañías farmacéuticas, mujeres sometidas a estas pruebas, médicos, ginecólogos y psicólogos, aportando una amplia y esclarecedora visión del tema.

Dado el protagonismo que están alcanzando estas voces, que alertan de la necesidad de un giro en la atención que se presta en salud mental y que ponen en duda la validez del modelo de atención basado en la administración de fármacos, Infocop dedicará los próximos días al análisis de los planteamientos de estos investigadores, a través de los siguientes artículos:
  • Irving Kirsch y la caída del mito de los antidepresivos
  • Robert Whitaker y los efectos nocivos de los psicofármacos
  • Daniel Carlat y la alianza entre la psiquiatría y la industria farmacéutica
Irving Kirsch, devoto del método científico en investigación, plantea la duda de si los antidepresivos realmente funcionan y pone a prueba su eficacia a través de un interesante proyecto de investigación, cuyas revolucionarias conclusiones suponen un cambio radical en la interpretación que se venía haciendo hasta la fecha de los resultados de los ensayos clínicos en depresión. Robert Whitaker se centra en los efectos de los fármacos psicoactivos en el organismo y se pregunta, con gran sentido crítico, si éstos mejoran o, por el contrario, resultan perjudiciales para la salud, recopilando datos de investigaciones y otros testimonios. Por su parte, el psiquiatra Daniel Carlat habla sin tapujos sobre la alianza de la psiquiatría con la industria farmacéutica y su manipulación sobre lo que debe considerarse o no enfermedad mental.



miércoles, 13 de abril de 2016

Evaluación de la Credibilidad de las Declaraciones de Menores Víctimas de Delitos Contra la Libertad Sexual

Comparto este artículo de Ma. Luisa Alonso Quecuty. En Papeles del psicólogo, ISSN 0214-7823, Nº. 73, 1999.

Este artículo ha estado dirigido al doble objetivo de la descripción de algunos procedimientos de análisis de contenido para la evaluación de la credibilidad de niños víctimas de delitos contra la libertad sexual, así como la discusión de la figura del psicólogo forense experimental de reciente creación en España. En primer lugar se discuten algunos problemas relacionados con las técnicas de entrevista a emplear en la exploración de los niños testigos. Por último se discute la necesidad de cualificación experta en este campo de la intervención psicológica.
En los últimos años el número de denuncias por delitos contra la libertad sexual de menores se ha incrementado de forma alarmante. No obstante, al contrario de lo que ha sucedido con otras situaciones en las que se ha producido una demanda urgente de psicólogos (ej: catástrofes naturales, accidentes de aviación, guerras...), no se ha planteado la formación de profesionales que puedan intervenir eficazmente en ayuda de los menores víctimas de este tipo de delitos. Si bien es cierto que algunas delegaciones del Colegio Oficial de Psicólogos ha mostrado su preocupación por la problemática de la evaluación de la credibilidad de los niños, en la mayoría de las ocasiones, el psicólogo al que se le solicita una pericial de credibilidad se ve, como si de un nuevo Gary Cooper se tratara: sólo ante el peligro.

Cuando revisamos la literatura que existe sobre el tema en castellano, nos encontramos con una propuesta de evaluación de la credibilidad desde la Psicología Clínica focalizada en los síntomas que, de haber sido víctima de uno de estos delitos, presentaría el menor (ver: Pérez Conchillo y Borrás, 1996). No es mi intención en este artículo realizar un análisis exhaustivo de las ventajas e inconvenientes de la evaluación de la credibilidad del menor a partir de la presencia/ausencia de síntomas de abuso; no obstante, sí me gustaría comentar algunos de los problemas que con mayor frecuencia me he encontrado en los años que llevo trabajando en este tema. En primer lugar, tenemos el problema de la existencia de múltiples listados de síntomas que es de esperar, cursen asociados a episodios de abusos sexuales. Si bien algunos de estos listados son fruto de una rigurosa investigación de menores que han sido realmente víctimas de este tipo de delitos (ver: Sauzier, Saltz y Clahoun , 1990), no es menos cierto que otros de esos listados reflejan una casuística que en ocasiones parece más fruto de la fantasía de sus autores, que de un tratamiento serio del tema. Así, nos encontramos con psicólogos que listan entre los síntomas de abuso sexual en menores de edad pre-escolar los siguientes: trastornos de sueño, enuresis, pataletas, rabietas, dificultad de concentración, rechazan bañarse, o conducta sexualizada. De ser así, la práctica totalidad de los niños menores de cinco años sería considerada como víctima de una agresión sexual.

En segundo lugar, están las evaluaciones de "fiabilidad del menor" que se focalizan en la personalidad del menor: su simpatía, su extroversión o su sinceridad. El problema del análisis subjetivo del menor llega a su extremo más peligroso cuando la evaluación de la credibilidad del menor se realiza desde su "honestidad probada". Mal está que los letrados de la defensa, en su afán por realizar su trabajo con éxito, lo utilicen, pero no debería ser el argumento central de un informe sobre la credibilidad de un menor, no importa si la conclusión del informe lo favorece o lo perjudica. Recordemos que hasta en el célebre cuento de "Pedro y el Lobo", no importa lo mentiroso que fuera Pedro, al final el lobo había venido y se estaba comiendo a la ovejas (Alonso-Quecuty, 1998).

Por último, está el problema del momento en el que se detectan los síntomas. Aún con un listado de síntomas válido y fiable, con excesiva frecuencia los síntomas se detectan durante el proceso que sigue a la denuncia de un presunto abuso. La pregunta aquí es: ¿Qué ha causado la alteración en el menor? ¿Un episodio de abuso sexual o el estrés derivado del procedimiento judicial en el que se ha vista involucrado tras denunciarlo?. Ningún psicólogo podría honestamente responder a esta pregunta con un cien por cien de certeza. Más aún, ese psicólogo al que se le pide que evalúe la credibilidad del menor si no es el último en entrar en el procedimiento, al menos no es el primero en hacerlo. No es infrecuente que el psicólogo evalúe la presencia de estos síntomas de abuso varios años después de sucedida la agresión. Otras veces, como he tenido ocasión de presenciar, el psicólogo evalúa la existencia de estos síntomas tras una entrevista mantenida con el menor durante la celebración del juicio oral, inmediatamente después de que el menor prestara declaración ante el juez o el tribunal que juzga el caso. ¿Qué estaríamos evaluando en ese momento? ¿El trauma producido por el abuso, o la nueva victimización de que ha sido objeto el menor al declarar? (Alonso-Quecuty, 1994).

Dejando a un lado aquellas situaciones más extremas como algunas de las que aquí he comentado, no deberíamos olvidar que sólo ha habido un niño del que con sólo observar su comportamiento, podíamos decir si mentía o no: Pinocho (Kassin y Wrightsman, 1988, citados en Alonso-Quecuty, 1991).

¿Cuál es la alternativa a la evaluación de la credibilidad centrada en la figura del menor?: la evaluación de la realidad de los hechos que denuncia, el análisis de su declaración sobre la presunta agresión sexual.

La obtención de declaraciones de los menores víctimas

La demanda de periciales de credibilidad de menores víctimas de delitos contra la libertad sexual, ha llevado a los psicólogos interesados en el campo de la Psicología del Testimonio a recabar información sobre los distintos procedimientos de análisis del contenido de las declaraciones existentes. La búsqueda de un listado de criterios que permitan realizar el análisis de la credibilidad ha pasado por alto algo que es aún más importante que ese listado: dominar los procedimientos de entrevistas a menores presuntamente víctimas de estos delitos. Sólo siguiendo un procedimiento correcto podemos estar seguros de que la información que nos ha proporcionado el menor es válida. De ahí la importancia de una buena entrevista: sin ella, de nada nos vale disponer de los más rigurosos criterios de credibilidad y sólo con ella tendremos un material al que aplicarlos con fiabilidad.

La tarea del psicólogo comienza con la preparación de la entrevista. Para ello, se debe estudiar cuidadosamente todas y cada una de las páginas del sumario del caso. Esta es una de las diferencias más importantes existentes entre la entrevista en una pericia de credibilidad y las clásicas entrevistas utilizadas en casos de niños víctimas de este tipo de delitos, en las que el psicólogo garantiza su objetividad enfrentándose a la entrevista sin haber recibido ningún tipo de información sobre el caso. En los peritajes de credibilidad, esta objetividad conlleva un considerable riesgo de pérdida de información. La entrevista forense maximiza la importancia de disponer de toda la información útil que es posible obtener del niño evitando posibles sesgos en las preguntas. Sólo una vez analizadas todas las declaraciones formuladas por el niño y los restantes testigos, incluyendo la del presunto agresor, estamos en condiciones de entrevistarnos con el menor.

La limitación de espacio no permite un análisis extenso de los procedimientos a seguir en el desarrollo de esta entrevista, no obstante, considero que merece la pena dejar constancia aquí de algunas de las precauciones que habría que considerar a la hora de realizarlas.

En primer lugar está la creación de un clima de simpatía y confianza, el objetivo es que el niño se sienta tan cómodo y relajado como sea posible. Durante esta primera fase hay que tomar una serie de precauciones que van desde explicar al niño el motivo de la entrevista y quiénes somos, hasta dejar claro que no se va a decidir sobre su credibilidad o su culpabilidad en el episodio que ha sido objeto de denuncia. Uno de los aspectos más importantes es proporcionar al niño las diversas opciones de que dispone para responder a nuestras preguntas durante la entrevista. Entre ellas se encuentran advertencias como: que existen muchas formas de responder a las preguntas, que lo mejor es decir siempre la verdad, si la sabe, o decirnos que no conoce la respuesta si no la sabe; advertirle de que si se le pregunta sobre algo que sí pasó o algo de lo que conoce la respuesta pero no quiere hablar de ello en ese momento, no debe decirnos que no sucedió o que no lo recuerda; aclarar que, es esos casos, le basta con decirnos que no tiene ganas de hablar de eso ahora, o que le asusta hablar de eso, o simplemente que no le gusta esa pregunta... etcétera (ver Bull, 1992). Sólo tras haber obtenido un clima de confianza y haber aclarado todas y cada una de los múltiples opciones de que dispone para responder a nuestras preguntas, estaremos en condiciones de comenzar a hablar con el menor sobre el episodio crítico.

Llegados a este punto, hay que detenerse un momento a considerar algo que va a ser vital para la evaluación de la credibilidad de la declaración del menor: necesitamos obtener un relato completo del episodio de principio a fin, sin interrupciones, ni preguntas por parte del entrevistador. Este es el pre-requisito que cualquiera de los distintos procedimientos de análisis de contenido de declaraciones exige para que la valoración posterior de los contenidos de la misma sea válida y fiable. Así, se hace imprescindible formular una pregunta abierta que permita al menor narrar el episodio sin interrupción alguna (e.g.: Cuéntame lo que ha pasado), pero incluso algo tan sencillo como esa instrucción requiere una atención especial en los niños más pequeños. A éstos es necesario advertirles que no se sabe nada de lo sucedido; así evitaremos el que el niño asuma que, habiéndoselo contado previamente a otros adultos (ej: su madre, el juez...) nosotros estamos informados de lo sucedido. De no hacerlo, el menor podría no realizar un relato tan extenso y detallado del episodio como para permitir la posterior evaluación de la credibilidad del mismo.

Una vez obtenida esa versión completa y detallada del episodio sin interrumpir al menor en ningún momento de su relato, podría ser necesario plantear al niño algunas preguntas específicas relacionadas con la narración del episodio que acaba de realizar, o con lo que ha declarado en ocasiones previas a su familia, policía, juez... En este momento se hace aún más importante el dominio de las estrategias de entrevista necesarias para no introducir sesgos involuntarios en su declaración. Entre la extensa lista de precauciones a considerar estarían: repetir las afirmaciones del niño como introducción a las preguntas, no interrumpirle en sus respuestas, evitar preguntas cerradas o, caso de ser imprescindibles, formularlas sin dar por hecho que existe una respuesta correcta a la pregunta (ej.: ¿Sabes si...?)

La situación de entrevista se complica aún más cuando el menor presenta problemas de comunicación, bien debido a la edad, porque presente algún déficit físico o psíquico que dificulte la comunicación, o porque no domine el español (ver Alonso-Quecuty, 1994b).

El análisis del contenido de las declaraciones de los menores víctimas

El análisis de la credibilidad de las declaraciones surge en los años 50 en Alemania (Undeutsch, 1957), si bien el primero en dar con las claves por las que se debería evaluar la credibilidad del testimonio es Arne Trankel quien define dos criterios sobre los que se debería basar la discriminación entre declaraciones verdaderas y falsas: el criterio de realidad (las declaraciones que tienen su origen en percepciones reales se caracterizan por contener un mayor número de detalles periféricos que las declaraciones falsas), y el criterio de secuencia (en una secuencia de declaraciones verdaderas son de esperar modificaciones en los aspectos periféricos: momento del día, duración del incidente..., del episodio sobre el que se declara.

Undeutsch, a partir de estos criterios de Trankel y de su experiencia en el campo de la evaluación de declaraciones de niños víctimas de abusos sexuales, desarrolla el primero de los distintos procedimientos de análisis de la credibilidad de que disponemos en la actualidad: el Análisis de la realidad de las declaraciones (SRA) (Undeutsch, 1967).

El punto de partida de este análisis es que las declaraciones basadas en hechos reales (autoexperienciados) son cualitativamente diferentes de las declaraciones que no se basan en la realidad y son mero producto de la fantasía. Los criterios de realidad reflejan los aspectos en los que difieren específicamente los testimonios reales de los falsos.

El procedimiento se basa en dos tipos de datos igualmente importantes. Los primeros se obtienen de la declaración del niño obtenida por el encargado de evaluar la credibilidad de su testimonio. Esta declaración debe ser lo suficientemente extensa como para permitir el análisis, pero -como señalaba en el apartado anterior de este artículo- debe realizarse de forma narrativa libre, sin preguntas ni interrupciones. El segundo bloque de datos se obtiene de las declaraciones previas realizadas por el menor ante las distintas instancias legales.

Undeutsch agrupa los criterios de análisis en dos grandes categorías según se refieran a la declaración considerada aisladamente, o a la secuencia de las declaraciones que el niño ha realizado en los diferentes momentos de la investigación. En cada caso, la presencia de un criterio en la declaración favorece su credibilidad (salvo en el caso de los criterios negativos) a la vez que su ausencia no la hace disminuir. En total, Undeutsch lista 16 criterios:  14 a buscar en la declaración que hemos obtenido del menor con las garantías ya comentadas y 2 que consideran esta declaración en relación con las previamente realizadas por el menor a lo largo del proceso.

Los criterios a considerar en la declaración se agrupan a su vez en tres grandes subcategorías: criterios fundamentales (ej: concreción), manifestaciones especiales de estos criterios (ej: detalles que exceden la capacidad del niño), y criterios negativos o de control (e.g.: falta de consistencia). Sólo éstos últimos afectarían negativamente con su presencia a la credibilidad de la declaración. Por su parte, los criterios a considerar en la declaración analizada en el contexto de las declaraciones previas se centran en el grado de falta de persistencia.

Además de la mera presencia/ausencia de cada uno de estos criterios, Undeutsch señala que la evaluación final de la declaración del niño debe considerar los siguientes factores: (La intensidad con que ha sido pronunciado cada uno de los criterios, el número de detalles que aparecen en la declaración, la capacidad de la persona que declara y las características del suceso). Una vez valorados estos factores, la declaración se evaluará como: creíble, probablemente creíble, indeterminada, probablemente increíble o increíble (ver Alonso-Quecuty, 1994b; Diges y Alonso-Quecuty, 1995).

El procedimiento originalmente diseñado por Undeutsch ha dado lugar a nuevos métodos semi-estructurados de análisis de la credibilidad de las declaraciones como el denominado: Criterios de contenido para el análisis de las declaraciones (CBCA) (Steller y Köhnken, 1990).

La CBCA añade tres criterios a los considerados por Undeutsch en la SRA y los reorganiza en cinco bloques en función de que sus contenidos hagan referencia a características generales del suceso (e.g.: estructura lógica), sean contenidos específicos (e.g.: complicaciones inesperadas), se refieran a peculiaridades de contenido (ej: asociaciones externas), sean contenidos relacionados con la motivación (ej: culpabilidad) o se refieran a elementos específicos de la ofensa.

Tras la consideración de estos 19 criterios, Steller y Köhnken (1990) recomiendan, como una fuente de información adicional, aplicar una check-list de validez de la declaración (SVA) que considera 11 nuevos factores agrupados en cuatro categorías según se refieran a características psicológicas del niño (e.g.: susceptibilidad a la sugestión), características de la entrevista (e.g.: adecuación general), la motivación del niño (ej: contexto donde se produce la primera declaración) o a cuestiones relacionadas con la investigación (ej: consistencia).

No es el objetivo de este artículo, realizar una exposición didáctica de estos procedimientos, pero llegados a este punto, vale la pena detenerse y aclarar que la evaluación de la credibilidad de la declaración del menor no termina con la detección de la presencia/ausencia de uno u otro listado de criterios (SVA, CBCA) en la declaración del niño, ni con la aplicación de una check-list de validez (SVA).

La traducción del procedimiento en un nuevo listado de "síntomas" de credibilidad, nada tiene que ver con su correcta aplicación, ya que -y ahí reside el dominio de la técnica- no todos los contenidos poseen el mismo peso a la hora de valorar la credibilidad. Más aún, el peso a otorgar a cada uno, no posee un valor estándar ya que depende de múltiples factores que van desde la edad del menor a la complejidad del episodio, tomando en consideración factores tan diversos como el paso del tiempo (Alonso-Quecuty, 1993) o el número de ocasiones en las que el menor se ha visto obligado a repetir su relato (Alonso-Quecuty y Hernández-Fernaud, 1997). Para todo ello, se hace imprescindible un conocimiento actualizado de los resultados de la investigación que se va desarrollando con estos procedimientos de análisis, tanto en el contexto del laboratorio, como en de los estudios de campo (ej.: Esplin, Boychuk y Raskin, 1988). Sólo tras considerar cuidadosamente todos y cada uno de los posibles factores implicados en cada caso, podremos realizar una valoración de la credibilidad fiable.

En la actualidad, algunos de los profesionales que están utilizando los análisis de contenido de las declaraciones (que en ocasiones ni siquiera poseen el título de psicólogos) han pervertido su uso transformándolo en una check-list de síntomas a partir del cual, gracias a un mero recuento llegan a una conclusión en cuanto a la credibilidad de la declaración del menor. Más aún, como he tenido ocasión de comprobar, estos criterios se llegan a aplicar a cualquier material disponible en el sumario (ej: cartas de familiares del menor) y, sin tan siquiera entrevistar al niño, se formulan conclusiones a favor o en contra de la credibilidad del menor.

El psicólogo experto en la evaluación de la credibilidad de las menores víctimas

Cuando desde la dirección de Papeles del Psicólogo se me invitó a participar en este A Fondo sobre informes psicológicos y peritajes, se me solicitó que comentara los problemas asociados con las periciales de credibilidad de menores víctimas de delitos sexuales. A lo largo del artículo he comentado muy brevemente algunos de ellos. No obstante, la evaluación de la credibilidad, como los poliedros que estudiábamos en geometría, posee múltiples caras y todas ellas llevan asociada una problemática concreta. La solución a los problemas de la pericial de credibilidad comentados, y a los muchos otros que han quedado en el tintero, viene de la mano de la correcta elección del psicólogo encargado de realizarla. Ahora la pregunta es ¿quién es el experto?.

Como ya he tenido ocasión de exponer en trabajos previos (Diges y Alonso-Quecuty, 1995), ese experto debe ser un psicólogo experimental, cuya formación haya profundizado en el estudio avanzado de los procesos psicológicos (percepción, atención, memoria, pensamiento, lenguaje y aprendizaje), así como en la experimentación en alguno o varios de esos procesos. Así, el calificativo de experimental expresa la especialización de su formación, diferente de la de otros expertos que intervienen también en el ámbito forense, como el psicólogo clínico o el evolutivo.

Estas diferencias en formación tienen como consecuencia lógica una diferenciación en términos de las áreas de actuación forense. En el caso de los delitos contra la libertad sexual de los menores, la argumentación que subyace a la evaluación de la credibilidad de la declaración del niño siempre utiliza como referencia lo que sabemos sobre el funcionamiento de la memoria humana y del lenguaje. El psicólogo forense experimental toma como punto de partida el funcionamiento normal de la memoria de los niños para tratar de verificar si el relato de memoria en cuestión se ajusta, y en qué grado, al curso que se podría esperar desde ese funcionamiento normal. En la medida en que se aparte del perfil de un relato verdadero de memoria puede hacer surgir dudas sobre su origen (ej: un relato inducido por un adulto, una mentira...). Asimismo, se toma en consideración su nivel de lenguaje y de metalenguaje que posee el menor: su capacidad para comunicar lo que recuerda del incidente y cómo se realiza esa comunicación (ej: tono emocional).

En ningún caso, la no disponibilidad inmediata de un psicólogo cualificado debería suponer la aceptación de cualquier psicólogo, médico o trabajador social más accesible en el momento. Hay un grave peligro en la aceptación como experto del psicólogo "doméstico", es decir, aquél que está más cerca del tribunal por pertenecer a alguna otra institución relacionada con la Justicia (e.g.: el psicólogo de la prisión cercana, el psicólogo del juzgado de menores, etc.), y aún más peligroso es confundir la cualificación profesional en un campo (ej: la categoría dentro de la universidad) con la cualificación profesional en un área tan específica, como lo es ésta de la evaluación de la credibilidad de declaraciones.

En última instancia, es el COP quien debe garantizar la cualificación de estos profesionales, una tarea a la que espero haber contribuido desde estas páginas.

Bibliografía

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