lunes, 8 de julio de 2024

¿Por qué se suicidó Hemingway?

Un día como hoy, 2 de julio y domingo, en 1961, Ernest Miller Hemingway se voló la cabeza con su escopeta de caza. ¿Por qué ese hombre cuyos personajes consideraban el suicidio como una cobardía decidió terminar con su vida de ese modo? Viaje a la mente del creador de ‘El viejo y el mar’.

Son algo menos de las siete de la mañana del domingo 2 de julio. El día anterior había regresado de la clínica Mayo en donde recibió terapias de electrochoques luego de su tercer intento de suicidio en menos de un año. Ese día, también, mientras cenaba en un restaurante, le dijo a su esposa que los meseros eran agentes del FBI contratados para seguirlo.

Se levanta. Se viste con la que llama 'la bata del emperador', desciende las escaleras en silencio para no despertar a la mujer y llega hasta el cuarto en el que tiene sus armas.

Son muchas, quizá más de 20: pistolas, rifles, escopetas, cada una de ellas portadora de un fragmento de la historia de su dueño, tardes de caza, de pesca, de disparos en bosques venecianos o desérticas explanadas africanas. Elige una de ellas, acaso la misma con que la que se retrató años antes junto un leopardo en el África, la Boss calibre doce de doble cañón.

Regresa, sube las escaleras y se sienta en la sala de su casa en Ketchum, Idaho, allí mismo en donde meses antes había estado escribiendo su última obra, ‘A moveable feast’. Luego el movimiento es nimio, casi trivial y sin embargo irrevocable: presiona el gatillo después de haber puesto el cañón en su boca.

Durante algunas semanas los diarios desconfiarían de las palabras de Mary Welsh, su esposa, que insistía en que se había tratado de un accidente mientras limpiaba el arma. La policía no encontró elementos de limpieza. Poco tiempo después fue imposible ocultarlo: Ernest Miller Hemingway, el hombre que sobrevivió a tres guerras –participó en la I Guerra Mundial en el frente italiano y cubrió como periodista la II Guerra Mundial y la Guerra Civil de España-; el hombre que se jactaba de pescar sin ayuda de nadie 'marlins' más grandes que él y de cazar leones en el África; la personalidad literaria más fascinante del siglo XX, se había suicidado aquella mañana del domingo 2 de julio de 1961.

Cinco días después, el 9 de julio de 1961, Gabriel García Márquez escribió en una columna para una revista mexicana: “Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico”.

A primera vista el suicidio de Hemingway era una especie de contradicción.

De algún modo podría ser verosímil un suicidio en Kafka, Dostoyevski o Nietzsche o, para ser un poco más cercanos, en Norman Mailer o Scott Fitzgerald. Pero no en Hemingway: no en esa personalidad portentosa que se había encargado de erigir un mito más allá de la literatura, el mito de un hombre que se enfrascaba en estruendosas peleas en medio de borracheras y resistía las lluvias de las balas del franquismo español y sobrevivía al desembarco en Normandía.

Sin embargo, con el pasar de los años, la imagen de aquel hombre duro como un mármol empezó a agrietarse: poco a poco comenzaron a conocerse los testimonios de sus enfermedades mentales, de sus miedos profundos, de sus traumas de infancia y de sus inclinaciones al suicidio.

En 2006, 45 años después de su muerte, el psiquiatra Christopher D. Martin, miembro del Departamento de Psiquiatría de la escuela de medicina de Baylor College en Houston, Texas, publicó el ensayo 'Ernest Hemingway: A Psychological Autopsy of a Suicide', un trabajo basado en varias de las biografías del escritor y en un cúmulo de cartas que había escrito a varios de sus amigos.

Según el médico, las causas del suicidio de Hemingway, y también de su vida desenfrenada y de su esfuerzo por construir su imagen de rudeza y exacerbada masculinidad, residían, aunque de modo parcial, en su infancia. De acuerdo con el psiquiatra, lo primero que es necesario entender para comprender la muerte del autor de 'El viejo y el mar', era la relación que había establecido con sus padres. Por un lado estaba su madre, que había creado una confusión de identidad en él pues solía vestirlo como mujer, tratarlo como mujer y quien, de hecho, lo llamaba cariñosamente 'Dutch Dolly', algo como 'muñequita holandesa'.

Por otro lado, su padre era un hombre mentalmente inestable, irritable, que padecía ataques de depresión y que, además, solía golpearlo fuertemente en muchas ocasiones sin razón alguna. “Desde su temprana infancia acumuló resentimiento contra el padre que lo golpeaba cruelmente y contra la madre que le había entregado mensajes confusos sobre su identidad. El resultado pudo haber desembocado en una fachada defensiva de hipermasculinidad y autosuficiencia”, escribió Martin.

Hemingway también, razona el psiquiatra, era heredero de una serie de desórdenes mentales entre los que se contaba el trastorno bipolar y las tendencias depresivas, que de algún modo lo llevaron a desarrollar dependencia por el alcohol, sumados a traumas cerebrales por varios golpes y al desarrollo de una personalidad narcisista en exceso.

Tales condiciones, en el caso de Hemingway, eran mucho más graves si se tenía en cuenta que su padre, Clarence Edmonds Hemingway, se había suicidado en diciembre de 1928 –cuando el escritor tenía 29 años– disparándose en la cabeza.

 “La familia de Hemingway tenía una larga historia de trastorno afectivo y otros desórdenes relativos al suicidio que precedieron el nacimiento de Ernest. Se suicidaron al menos tres hermanos de su generación y se presentaron suicidios en las dos generaciones siguientes”, escribe Martin haciendo referencia a los suicidios de Ursula, Leicester y Marcelline, tres de sus hermanos, y de Margaux Hemingway, la hija de su hijo mayor, Jack.

Según sus biógrafos y los testimonios de algunos de sus amigos como el escritor Jhon Dos Passos y la periodista Lillian Ross - quien publicó en 1950 una crónica en The New Yorker que describe los estados de ánimo de Hemingway- el novelista era un hombre que pasaba de la alegría a una profunda melancolía con facilidad y que tenía fuertes explosiones de irritabilidad, incluso con quienes más quería. “El péndulo en su sistema nervioso oscilaba periódicamente entre la megalomanía y la melancolía”, escribió Carlos Baker, su más famoso biógrafo.

Hemingway tuvo varios traumas craneoencefálicos, uno de ellos en un accidente en 1944 con el fotógrafo Robert Capa - cubriendo como periodista la II Guerra Mundial- que requirió 57 puntos de sutura; otro en un doble accidente de avión en Nairobi, en el que intentó salir de la aeronave en llamas golpeando la ventana con la cabeza y fracturándose el cráneo al punto de que el líquido cefalorraquídeo corrió por uno de sus oídos.

Esos traumas, mezclados con el abuso constante del alcohol y con un sentimiento de culpa por la muerte de su padre, además de un odio cada vez más fuerte contra la figura de su madre -a quien en una carta escrita a Jhon Dos Passos trata de “bitch”-, todas esas circunstancias, de algún modo se habían convertido en una especie de laberinto para Hemingway en el que la idea de la muerte y el suicidio eran una obsesión.

“Su correspondencia personal revela una fuerte obsesión con el suicidio. En 1923 escribió a Gertrude Stein: ‘Por primera vez entiendo cómo un hombre puede cometer suicidio solo por tener tantas cosas con las que debe cumplir que no sabe por dónde empezar’. 12 años después Hemingway le escribió a Archibald MacLeish: ‘A mí me gusta mucho la vida, tanto que será un gran disgusto cuando tenga que dispararme a mí mismo’”, según se lee en el ensayo del psiquiatra.

En 1954 el escritor le envía a Ava Gardner una carta que tremendamente esclarecedora en la que dice: “Aunque no soy un creyente de los análisis, creo que gasto todo este infierno de tiempo matando animales y pescando 'marlins' para de ese modo no matarme a mí mismo”.

La muerte de los animales que cazaba y su constante sometimiento a aventuras que podrían costarle la vida pero que afirmaban y profundizaban su implacable masculinidad fueron, de algún modo, los mecanismos por los cuales pudo aferrarse a la vida. Algún día, por supuesto, tendrían que fallar.

Como es evidente, fue también la literatura su tabla de salvación. El propio Martin lo sostiene en su ensayo diciendo: “La obra de Hemingway puede ser vista como un mecanismo de defensa para luchar con sus dolorosos estados de ánimo y sus impulsos suicidas. Hemingway pudo haber escrito ciertas historias con el objetivo de aliviar el dolor que la vida le causaba. En 'Adiós a las armas' (1929), él cuenta la historia de Frederick Henry, un joven americano que es herido en la I Guerra Mundial mientras servía en el frente italiano y luego se enamora de una enfermera. En la vida real Hemingway se enamora de aquella enfermera cuando es herido en Italia, pero ella se niega a casarse con él. En la novela, ambos consuman su amor, pero ella muere durante el parto de su hijo. Contar la historia de esas heridas y hacer cambios ficticios pudo haber servido como defensa para el autor”.

El uso de la escritura como mecanismo de defensa es sugerido incluso por él mismo en una respuesta al artículo de Scott Fitzgerald, 'The Crack Up', en el que el autor habla de su lucha contra la depresión. Hemingway pensaba que Fitzgerald debía darse cuenta de que “el trabajo era lo único que lo salvaría, trabajo honesto con ficción honesta”.

Y su obra más conocida, esa misma de la que Faulkner –su mayor contendiente literario y el único escritor de su generación que ha sido juzgado superior a él– dijo que el tiempo habría de mostrar que era “la mejor composición de cualquiera de nosotros, quiero decir, de sus y de mis contemporáneos”, ‘El viejo y el mar’, fue la culminación de sus intentos por salvarse con la literatura.

Aquel hombre empobrecido que no ha podido pescar por 84 días, que no tiene una cama para dormir ni un plato que comer y que ha salido en su barco a cazar el pez más hermoso y grande y noble que pudo conocer, aquel hombre, podría decirse, es él, es el mismo Hemingway.

‘El viejo y el mar’ es la imagen de lo que él quiso hacer con su vida: enfrentarse con toda su fragilidad al mundo, a la existencia, a ese pez fuerte y púrpura que es su vida, y atraparlo y luchar con él, sabiendo que es su hermano, pero que debe asesinarlo, que debe ser superior a él.

Aquello fue lo que quiso hacer con su vida y lo que hizo, hasta el fin, cuando ya no pudo escribir más y su cuerpo y su cerebro se derrumbaron ante la enfermedad, cuando los tiburones se llevaron ese espléndido 'marlín' que él había atrapado. Así lo hizo, se mantuvo atado a aquel animal que arrastró su pequeño barco y lo extravió en el océano hasta el último momento, hasta esa mañana del 2 de julio de 1961, cuando supo que no podía escribir más porque le fallaba la memoria y no encontraba las palabras, cuando el delirio de persecución se exacerbó en extremo y la droga que le dieron en la Clínica Mayo agravó sus crisis depresivas; aquella mañana en que tomó la querida Boss calibre doce que llevaba a su jornadas de cacería, la cargó, subió a la sala de su casa e hizo retumbar el disparo por el mundo entero.

Esa obra fue su último triunfo y también la materialización de aquella sentencia inolvidable del final de ese, su último gran libro: “El hombre no está hecho para la derrota -se dijo el viejo pescador en medio de la lucha-. El hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.



Por: Yefferson Ospina  / Periodista de El País


jueves, 27 de junio de 2024

Epilepsia y Accidente Cerebrovascular

La Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular son dos condiciones del sistema nervioso central que, aunque distintas en su origen y manifestaciones, comparten la capacidad de alterar significativamente la vida de quienes las padecen.

El enfoque interdisciplinario es esencial para el manejo eficaz de estas condiciones, dado que involucran múltiples aspectos físicos, psicológicos y sociales que deben ser abordados de manera holística.

La relación entre la Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular

La Epilepsia es un trastorno neurológico caracterizado por episodios recurrentes de actividad eléctrica anormal en el cerebro, conocidos como crisis epilépticas. Estas crisis pueden variar desde breves y casi imperceptibles hasta prolongadas y severas, afectando la conciencia, el movimiento y la percepción del individuo.

Un ejemplo específico es la epilepsia parcial compleja, que puede provocar episodios en los que el paciente no reconoce su entorno o a las personas a su alrededor, generando confusión y angustia. Por otro lado, el Accidente Cerebrovascular, también conocido como derrame cerebral, ocurre cuando el suministro de sangre a una parte del cerebro se interrumpe o se reduce, impidiendo que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes.

Esto puede resultar en daño cerebral inmediato y duradero, afectando las funciones motoras, el habla y la percepción del paciente. La recuperación de un ACV a menudo implica un largo proceso de rehabilitación para recuperar las funciones perdidas o deterioradas.

La importancia del trabajo interdisciplinario

El manejo de la Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular requiere la colaboración de un equipo interdisciplinario de profesionales de la salud, incluyendo neurólogos, neuropsicólogos, psicólogos, psiquiatras y terapeutas ocupacionales. Cada uno de estos especialistas aporta una perspectiva única y un conjunto de habilidades necesarias para abordar los múltiples desafíos que enfrentan los pacientes.

Los neurólogos son esenciales para diagnosticar y tratar las condiciones subyacentes del sistema nervioso. En el caso de la Epilepsia, determinan el tipo de epilepsia y prescriben la medicación adecuada para controlar las crisis. Para los pacientes con ACV, los neurólogos ayudan a identificar el área del cerebro afectada y planifican el tratamiento médico inicial.

Los neuropsicólogos, por otro lado, evalúan las funciones cognitivas y conductuales del paciente, identificando áreas que requieren rehabilitación. Trabajan para fortalecer las capacidades cognitivas afectadas por la epilepsia o el ACV, como la memoria, la atención y la capacidad de resolver problemas.

La salud mental es un componente fundamental en el tratamiento de estas condiciones. Los psicólogos y psicoterapeutas ayudan a los pacientes a manejar el Estrés y la Ansiedad asociados con sus condiciones, proporcionando estrategias para afrontar las crisis epilépticas y las secuelas emocionales de un ACV.

En algunos casos, es necesario el apoyo de un psiquiatra para manejar los síntomas de Ansiedad y Depresión que pueden acompañar a la epilepsia y el ACV. Los psiquiatras pueden recetar medicación para estabilizar el estado de ánimo del paciente y prevenir la exacerbación de las crisis epilépticas.

Apoyo a la familia del paciente

Un aspecto fundamental del trabajo interdisciplinario es el apoyo a la familia del paciente. Es vital que la familia entienda las condiciones del paciente y cómo pueden ayudar en su recuperación y manejo diario. La educación familiar incluye enseñarles sobre los síntomas, el manejo de las crisis y la creación de un entorno seguro y de apoyo.

Epilepsia Parcial Compleja: Un caso de estudio

Imaginemos el caso de Manuel, un paciente con epilepsia parcial compleja. Manuel a veces no reconoce a las personas a su alrededor y puede sentirse desorientado. Su tratamiento involucra a un equipo interdisciplinario que trabaja conjuntamente para proporcionarle un entorno seguro y comprensivo.

Neurólogo: Identifica el tipo de epilepsia y prescribe la medicación adecuada para reducir la frecuencia de las crisis

  • Neuropsicólogo: Evalúa las áreas cognitivas afectadas y diseña un plan de rehabilitación
  • Psicoterapeuta: Ayuda a Manuel a entender y manejar sus crisis, reduciendo su ansiedad
  • Psiquiatra: Proporciona medicación adicional para estabilizar su estado emocional

Este equipo, junto con la familia de Manuel, trabaja para crear un ambiente que minimice el estrés y maximice las oportunidades de recuperación y adaptación.

El trabajo interdisciplinario sobre la Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular es esencial para proporcionar un tratamiento integral y efectivo. Al combinar las habilidades y conocimientos de diversos profesionales de la salud, y al involucrar activamente a la familia del paciente, se puede mejorar significativamente la calidad de vida de quienes padecen estas condiciones.

Entender que cada paciente requiere un enfoque personalizado y comprensivo es clave para su recuperación y bienestar a largo plazo.

 

 

Psic. Norma Angélica Rosas Villaseñor, Psicología en Miguel Hidalgo


lunes, 24 de junio de 2024

Ansiedad y Depresión: Diferencias

Consideraciones.

La ansiedad y la depresión son los dos trastornos más comunes en nuestra sociedad. Todos hemos pasado por momentos malos que han mermado nuestro estado de ánimo, pudiendo haber caído en las garras de la depresión. 


También todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sufrido una pérdida o adversidad que nos hemos sabido afrontar no gestionar, haciendo que nuestros niveles de estrés se elevan tanto que nos lleve a padecer la temida ansiedad. Y aunque a veces pueda padecer lo contrario, tenemos que tener en cuenta las grandes diferencias entre ansiedad y depresión para poder afrontar cada trastorno del modo más efectivo posible.

Los resultados del Instituto Americano de estadística sobre las enfermedades mentales afirman que, el 81% de la población adulta ha sufrido alguna vez en sus vidas un cuadro depresivo o algún episodio ansioso, viéndose incrementado la incidencia en un 6% más durante la pandemia que hemos sufrido por el Covid-19 en el año 2020. Estos dos trastornos son muy comunes en nuestras sociedades, pero realmente sabemos muy poco de ellos, como por ejemplo cuáles son sus síntomas, sus causas, o sus tratamientos, y eso es algo que debemos reparar o solucionar por el bien de todos.

Es esencial que aprendamos las características de cada uno de estos dos trastornos. Hay muchas personas que por desinformación piensas que la depresión y la ansiedad se entremezclan, llegando a ser parte del mismo trastorno, cuando cada una de dichas patologías tiene unas características muy diferencias como podremos ver a continuación. La información es la vía que da paso a la búsqueda de un tratamiento efectivo, porque solo podemos afrontar aquello que podemos identificar.

Si sufres ansiedad o depresión, o ambas a la vez, debes saber a qué te enfrentas. Son dos patologías que ataca a cada persona de un modo diferente, pero cada una tiene unas características que se repiten en cada paciente. Sabiendo como nos puede atacar cada una de estas patologías mentales, podemos saber cómo debemos afrontarla, y que ayuda tenemos que pedir para poder hacerles frente con éxito. En este artículo veremos las grandes diferencias entre ansiedad y depresión.

 Las grandes diferencias entre ansiedad y depresión

Entre las grandes diferencias entre ansiedad y depresión que podemos encontrar son:

Tipo de trastorno

La depresión corresponde a un trastorno del estado de ánimo, mientras que la ansiedad es un trastorno de tipo ansioso. Es decir, los cuadros depresivos se centran en la falta de motivación, la apatía y una profunda tristeza que nos paraliza y no nos permite tener una vida normal. La ansiedad es producto de un miedo irracional cuando nos enfrentamos a algo que nos sobrepasa. El estrés que eso nos genera hace que nos sintamos realmente nerviosos, y nos paralicemos por completo. La ansiedad se alimenta de nuestro miedo, y de nuestra incapacidad de afrontar las cosas de un modo constructivo.

Las causas de la ansiedad y de la depresión

La depresión puede tener dos causas bien diferenciadas. La primera es una causa biológica, es decir, una alteración cerebral y hormonal que puede llevarnos a sufrir una tristeza tan profunda que nos paralizará por completo. Esta clase de depresión se le denomina: depresión endógena. Después está las depresiones cuya causa se centra en estímulos negativos externos, como sufrir una gran pérdida, o pasar por un mal momento personal. Esas experiencias que no podemos gestionar nos puede llevar a sufrir una bajada del estado de ánimo, y por tanto sufrir un cuadro depresivo. En esta clase de depresión se le denomina: depresión exógena.

Las causas de la ansiedad no tienen tanto que ver con alteraciones de tipo biológico, sino que surge por no saber como enfrentarnos a un estímulo adverso externo. Es decir, cuando no somos capaces de afrontar un problema, una adversidad, o una pérdida, nuestros niveles de estrés se elevan, y ese hecho prolongado en el tiempo, da paso a la ansiedad. La ansiedad es la respuesta de todo nuestro organismo a padecer una gran presión ocasionada por un problema que no podemos resolver. Podemos decir que la ansiedad patológica es una reacción a un miedo incontrolable.

Sus síntomas principales

Entre los principales síntomas de la ansiedad y de la depresión encontramos:


Como podemos observar, existen algunos síntomas comunes entre la ansiedad y la depresión, como es la alteración del sueño o del apetito, pero lo cierto es que tiene una sintomatología muy diferenciada. Cada psicopatología ataca de un modo diferente, y nos ataca a cada persona de un modo distinto, todo dependerá de nuestras características personales. Es decir, hay personas que sufrirán algunos síntomas, y otras personas que sufren el mismo trastorno puede sufrir otros distintos. 

Por ello es importante conocer todos los síntomas que podemos llegar a sufrir si padecemos alguno de estos dos trastornos.

También me gustaría remarcar la duración de los síntomas de cada uno de estos dos trastornos, para poder diagnosticarlos. Para poder diagnosticar la ansiedad, la persona que puede padecerla ha debido sufrir sus síntomas durante al menos seis meses. En cambio, para poder diagnosticar la depresión, solo basta con que la persona haya sufrido sus síntomas durante al menos dos semanas. Esta es un de las grandes diferencias entre ansiedad y depresión.

Los pensamientos y sentimientos

La depresión hace que nos sumerjamos en una terrible y profunda tristeza, donde la apatía y la desmotivación están totalmente presentes, haciendo de nuestra vida un auténtico infierno. Estar mucho tiempo atrapados en ese pozo oscuro puede destruirnos por completo. Cuando nuestro estado de ánimo es muy bajo como ocurre en los cuadros depresivos, nuestra mente solo se centrará en lo inútil que nos sentimos, y todo lo que se nos ha escapado de nuestra vida. Es decir, nos centraremos en el pasado, y en nuestra incapacidad para poder salir de esa tristeza que nos envuelve y nos oprime.

En cambio, la ansiedad hace que nos centremos en el futuro, y en el miedo que nos produce la incertidumbre de aquello que sucederá. La ansiedad se alimenta por completo del miedo, y no hay nada que podamos temer más que aquello que no podemos controlar, como es el futuro. Por ese motivo, las personas que sufren ansiedad siempre están pendientes de lo que ocurrirá, siempre intentando prevenir algún posible peligro. El miedo se hace dueño de las personas que padecen este trastorno. Pero aun así, las personas que sufren ansiedad tienen la suficiente motivación para hacer cosas, e incluso plantearse luchar contra el trastorno ansioso que padecen.

Las emociones predominantes

La emoción predominante en la depresión es la tristeza. Padecer un cuadro depresivo lleva a las personas a padecer un profundo estado de tristeza continua y persistente. La aparición de esta emoción es fruto de una caída de nuestro estado de ánimo. Sufrir este tipo de emociones hace que toda nuestra vida se vea alterada. Las personas que sufren depresión sufren tal grado de tristeza que eso les lleva a padecer otra sintomatología intensa como la apatía o la desesperanza. También añadir que una persona que sufra depresión puede sentirse incapaz e inútil, ya que no puede tener un ritmo de vida normalizado. Un estado anímico afectado nos incapacita, generándonos una gran apatía, y una dificultad importante para hacer cualquier actividad.

En la ansiedad la emoción predominante es el miedo. Padecer ansiedad hace que nuestros temores más primitivos afloren, percibiendo todo como un peligro potencial. La ansiedad se alimenta del miedo, y el miedo hace que nuestra ansiedad se haga cada vez más fuerte. Es el pez que se muerde la cola, al final si no controlamos aquello que tanto miedo nos produce se convertirá en nuestros dueños, y nuestra vida quedará limitada por ello. Normalmente quien padece un cuadro ansioso suele sentir un gran sentimiento de culpabilidad por no poder controlarse y enfrentarse a las adversidades. Ese sentimiento puede tener un lado positivo, y es la voluntad por combatir este trastorno buscando la ayuda que necesita esa persona.

Recuerda que para afrontar tanto la ansiedad como la depresión no existen los atajos, ni hay medicamentos mágicos que te sanen sin más. Para afrontar cualquier problema emocional o psicológico siempre es necesario la terapia. Gracias a la terapia podrás obtener todas las herramientas que necesitas para poder superar cualquier obstáculo. Así que, si sufres ansiedad o depresión no lo dudes más y busca ayuda terapéutica. La solución está en tu mano. ¡Adelante! 

Conclusión

Tanto la ansiedad como la depresión paralizan al individuo y son consideradas enfermedades que restan calidad de vida y el placer de realizar actividades que antes eran placenteras. Son trastornos que van de la mano, pero cada uno tiene sus síntomas y un tratamiento adecuado. la mayor diferencia es que la ansiedad se caracteriza por el miedo y la angustia constante, mientras que la depresión suele ser un trastorno en el que la persona se siente deprimida y no tiene motivación ni interés para realizar tareas que antes eran satisfactorias.

En general, la presencia de un trastorno de ansiedad se considera un factor de riesgo de depresión y viceversa. ¿Pero por qué?

Según un grupo de ocho investigadores de la Universidad de Groningen, en los Países Bajos, existe la perspectiva de una red interconectada en el área de la psicopatología (el brazo de la ciencia dedicado a la salud mental). Explican que un trastorno psiquiátrico tiende a generar síntomas que desencadenan nuevos trastornos. Por ejemplo, sentirse letárgico dificulta mantenerse activo durante el día, lo que luego se traduce en mayor tristeza e inquietud porque la persona no logró lo que pretendía hacer", detalló el grupo de investigadores en un artículo publicado en 2020

Los investigadores sugirieron la posibilidad de que exista una especie de puente de estados mentales que conectaría la ansiedad y la depresión. Además, hay varios síntomas comunes (y superpuestos) en estos dos trastornos que pueden ayudar a comprender la comorbilidad entre los dos. Como es el caso del dolor.

Según la Universidad de Harvard, los estudios científicos muestran que existe una relación anatómica entre la ansiedad, la depresión y el dolor, especialmente en pacientes con afecciones crónicas como fibromialgia, síndrome del intestino irritable, lumbalgia, migrañas y dolor neuropático (causado por daño nervioso).

La corteza somatosensorial (la parte del cerebro que interpreta sensaciones como el tacto) interactúa con la amígdala, el hipotálamo y la circunvolución del cíngulo anterior (áreas que regulan las emociones y la respuesta al estrés) para generar la experiencia mental y física del dolor. Estas mismas regiones también contribuyen a la ansiedad y la depresión.

Además, dos neurotransmisores, la serotonina y la noradrenalina, contribuyen a la señalización del dolor en el cerebro y el sistema nervioso. Estos neurotransmisores también están relacionados con la ansiedad y la depresión.

Los trastornos mentales comórbidos (como la ansiedad y la depresión) ocurren en el 60% al 90% de los casos y que hay un aumento en las tasas de trastornos depresivos y, en menor grado, de trastornos por uso de sustancias psicoactivas en los primeros años del trastorno de ansiedad.

La presencia de estas condiciones en la infancia, adolescencia o adultez temprana aumenta el riesgo de trastornos depresivos y la probabilidad de un curso de depresión grave con cronicidad e intentos de suicidio.

Además, los estudios científicos indican que todos los trastornos de ansiedad, en particular el trastorno de pánico, la agorafobia y el trastorno de ansiedad social son fuertes factores de riesgo para el desarrollo de trastornos depresivos y abuso de sustancias. 

Psic. Cl. Alexandro A R

miércoles, 19 de junio de 2024

Fexting

Cuando escuché por primera vez del fexting, me di cuenta de que era algo que han estado haciendo muchas personas, sobre todo en relaciones duraderas. Se pelean a través de mensajes de texto por todo tipo de cosas, desde las más insignificantes hasta las más serias.

¿Qué es el fexting?

Fexting proviene de dos palabras en inglés “figh”, que significa discutir o luchar o “texting”, que significa enviar mensajes de texto.

El fexting es ese momento en el que te das cuenta de que estás teniendo una discusión con tu pareja a través de mensajes.

Vivimos en la era de la comunicación instantánea, así que si algo te preocupa en tu relación o sientes que la persona con la que estás saliendo se está distanciando, puede que sientas el impulso de actuar en el momento, en lugar de esperar a la próxima conversación cara a cara. Si te sientes ansioso por el estado de tu relación, también puedes desencadenar sin querer una discusión; aunque no sea sano que tu pareja responda a tu mensaje enfadado, obtienes la confirmación de que 'está ahí. Todo esto ¿suena demasiado familiar?

¿Por qué es tan común fexting?

El conflicto es vulnerable e incómodo y tenerlo a través de texto en lugar de hablar en persona es una manera de manejar esa incomodidad y evitar la confrontación. Por desgracia, el fexting a menudo continúa y se intensifica a partir de ahí. La falta de comunicación es la culpable en muchas ocasiones.

Hablando con amigos y compañeros, me di cuenta enseguida de que, aunque mis experiencias no son ideales, tampoco son raras: "Mi ex y yo tuvimos muchas discusiones por mensajes de texto, que culminaron en nuestra ruptura después de cinco años juntos", me cuenta una amiga. Otra, que tuvo una relación a distancia, dice: "La comunicación era lo principal por lo que peleábamos; a distancia, todo lo que tienes son mensajes de texto." Descubrió que el fexting ocurría a menudo cuando "sacas un tema y se convierte en una enorme discusión que ni siquiera pretendías que fuera".

¿El fexting siempre es negativo?

No siempre; en algunas ocasiones puede ser útil: A veces los miembros de una pareja tienen diferentes velocidades de procesamiento, por lo que escribir lo que sentimos, puede dar tiempo a cada persona para que analice la situación. Pero el fexting debe hacerse de la forma correcta, y eso suele significar esperar a verse en persona para aclarar realmente las cosas:  Prioriza las conversaciones en persona (o las videollamadas) para los temas delicados, de modo que puedas conectar con tu pareja (la capacidad de calmar y regular las emociones del otro mediante interacciones reconfortantes y de apoyo).

¿Y cómo impacta en tu relación?

Es importante señalar que el fexting puede tener tanto ventajas como desventajas. Entre los puntos en contra que tiene, destacan que puede ser muy fácil bloquear, eliminar o ignorar a la pareja cuando nos lleva la contraria o no tiene la misma opinión que nosotros, lo que no ayuda en nada a la comunicación en pareja ni la resolución de problemas.

Se estima que el 55% de lo que comunicamos es no verbal, es decir, que mucho de lo que decimos proviene de nuestros gestos, el tono de voz y el lenguaje corporal en general. Cuando no tenemos esta parte de la comunicación, nos exponemos a que ocurran malos entendidos y problemas de interpretación con la pareja. 

En los mensajes de texto, una coma mal puesta, un emoji equivocado o hasta tardar en contestar, puede enfadar más a la pareja que cualquier otro gesto.

Pero discutir por mensajes con la pareja también puede tener algunas ventajas, como tomarnos el tiempo y leer detenidamente lo que la pareja nos escribió para analizar la respuesta antes de contestar. En una discusión en persona esto es imposible, ya que debemos dar una respuesta inmediata a lo que nos dicen, lo que puede favorecer respuestas poco amigables o que digamos palabras hirientes por el calor de la discusión.

Puede ser un registro importante de la relación, ya que los hilos de texto pueden servir como un relato archivado de la historia de una relación… son el historial médico de la salud de una relación, releer estos mensajes o hasta compartir una captura de pantalla de la conversación con un terapeuta de pareja o experto, puede ayudar a responder de mejor manera para discusiones más constructivas.

¿Cómo discutir de forma correcta a través de mensajes de texto?

Es posible discutir de forma constructiva a través de mensajes de texto con la pareja y para ello, debemos poner atención a ciertos puntos:

  • Lee detenidamente los mensajes de texto de tu pareja
  • Reflexiona antes de responder, tómate el tiempo necesario
  • Lee tu propio texto en voz alta si es posible, para ver cómo podría interpretarlo la otra persona.
  • Comunícate siempre con empatía, paciencia y aceptación
  • Evita criticar, despreciar, evadir o estar a la defensiva
  • En caso de que la conversación sea delicada, mejor hablen en persona
  • Si empezaron una discusión por mensaje, no dejes pasar el momento de pasar a una conversación de frente, y que el contacto visual y corporal pueden hacer una diferencia.

Los mensajes de texto entre parejas son inevitables, pero hay que saber aprovecharlos.

Compilador


martes, 11 de junio de 2024

Trastorno Depresivo Mayor

Síntomas

Si bien la depresión puede producirse solamente una vez en la vida; por lo general, las personas tienen varios episodios de depresión. Durante estos episodios, los síntomas se producen durante gran parte del día, casi todos los días y pueden consistir en:

  • Sentimientos de tristeza, ganas de llorar, vacío o desesperanza
  • Arrebatos de enojo, irritabilidad o frustración, incluso por asuntos de poca importancia
  • Pérdida de interés o placer por la mayoría de las actividades habituales o todas, como las relaciones sexuales, los pasatiempos o los deportes
  • Alteraciones del sueño, como insomnio o dormir demasiado
  • Cansancio y falta de energía, por lo que incluso las tareas pequeñas requieren un esfuerzo mayor
  • Falta de apetito y adelgazamiento, o más antojos de comida y aumento de peso
  • Ansiedad, agitación o inquietud
  • Lentitud para razonar, hablar y hacer movimientos corporales
  • Sentimientos de inutilidad o culpa, fijación en fracasos del pasado o autorreproches
  • Dificultad para pensar, concentrarse, tomar decisiones y recordar cosas
  • Pensamientos frecuentes o recurrentes sobre la muerte, pensamientos suicidas, intentos suicidas o suicidio
  • Problemas físicos inexplicables, como dolor de espalda o de cabeza

Para muchas personas con depresión, los síntomas suelen ser lo suficientemente graves para causar problemas evidentes en las actividades cotidianas, como el trabajo, la escuela, las actividades sociales o las relaciones con otras personas. Algunas personas pueden sentirse infelices o tristes en general sin saber realmente porqué.

Síntomas de depresión en niños y adolescentes

Los signos y síntomas frecuentes de depresión en los niños y adolescentes son similares a aquellos en los adultos, pero puede haber algunas diferencias.

En los niños más pequeños, los síntomas de depresión pueden consistir en tristeza, irritabilidad, apego, preocupación, dolores, negarse a ir a la escuela o bajo peso.

En los adolescentes, los síntomas pueden comprender tristeza, irritabilidad, sentirse negativo e inútil, ira, bajo rendimiento o poca asistencia a la escuela, sentirse incomprendido y extremadamente sensible, consumir drogas de uso recreativo o alcohol, comer o dormir demasiado, autolesionarse, perder el interés por las actividades habituales y evitar la interacción social.

Síntomas de depresión en adultos mayores

La depresión no es una parte normal del envejecimiento, y nunca debe tomarse a la ligera. Lamentablemente, la depresión a menudo no se diagnostica ni se trata en adultos mayores, quienes pueden sentir reticencia a buscar ayuda. Los síntomas de la depresión pueden ser diferentes o menos evidentes en los adultos mayores, entre ellos:

  • Problemas de memoria o cambios en la personalidad
  • Dolores físicos
  • Fatiga, pérdida del apetito, problemas del sueño o pérdida del interés en el sexo, que no son resultado de una enfermedad ni de un medicamento
  • Querer quedarse en casa con frecuencia, en lugar de salir a socializar o hacer cosas nuevas
  • Pensamientos o sentimientos suicidas, en especial en los hombres mayores

Cuando consultar al médico

Si te sientes deprimido, pide una cita con un médico o un profesional de salud mental tan pronto como sea posible. Si no quieres buscar tratamiento, habla con un amigo o un ser querido, cualquier proveedor de atención médica, un líder religioso u otra persona en quien confíes.

Cuando pedir ayuda de urgencia

Si crees que puedes lastimarte o intentar suicidarte, llama de inmediato al 911 en los o al número local de emergencias.

  • Además, considera estas opciones si tienes pensamientos suicidas:
  • Llama al médico o profesional de la salud mental.
  • Llama a la línea directa para prevención del suicidio  (llamada gratuita).
  • Comunícate con un amigo íntimo o un ser querido.
  • Ponte en contacto con un pastor, un líder espiritual u otra persona de tu comunidad religiosa.

Si tienes un ser querido que está en peligro de suicidarse o ha tenido un intento de suicidio, asegúrate de que alguien se quede con esa persona. Llama de inmediato al 911 o al número local de emergencias. Asimismo, si crees que puedes hacerlo de forma segura, lleva a la persona a la sala de emergencias del hospital más cercano.

Causas

Se desconoce la causa exacta de la depresión. Al igual que sucede con muchos trastornos mentales, puede comprender diversos factores, como:

  1. Diferencias biológicas. Las personas con depresión tienen cambios físicos en el cerebro. La importancia de estos cambios aún es incierta, pero con el tiempo pueden ayudar a identificar las causas.
  2. Química del cerebro. Los neurotransmisores son sustancias químicas que se encuentran naturalmente en el cerebro y que probablemente desempeñan un rol en la depresión. Las investigaciones recientes indican que los cambios en la función y el efecto de estos neurotransmisores, y cómo interactúan con los neuro circuitos involucrados en mantener la estabilidad del estado de ánimo pueden tener un rol importante en la depresión y su tratamiento.
  3. Hormonas. Es posible que los cambios en el equilibrio hormonal del cuerpo tengan un rol al causar o desencadenar la depresión. Los cambios hormonales pueden presentarse en el embarazo y durante las semanas o meses después del parto (posparto), y por problemas de tiroides, menopausia u otros trastornos.
  4. Rasgos hereditarios. La depresión es más frecuente en las personas cuyos parientes consanguíneos también tienen este trastorno. Los investigadores están buscando genes que puedan intervenir en el origen de la depresión.

Factores de riesgo

Por lo general, la depresión comienza en la adolescencia o entre los veinte o treinta y tantos años, pero puede aparecer en cualquier momento de la vida. Esta enfermedad se les diagnostica más a las mujeres que a los hombres, pero puede ser, en parte, porque es más probable que las primeras busquen recibir tratamiento.

Algunos de los factores que parecen aumentar el riesgo de que se manifieste o se desencadene la depresión son:

  1. Ciertos rasgos de la personalidad, como tener la autoestima baja y ser demasiado dependiente, muy autocrítico o pesimista
  2. Situaciones traumáticas o estresantes, como maltrato físico o abuso sexual, la muerte o la pérdida de un ser querido, una relación difícil o problemas económicos
  3. Familiares consanguíneos que tienen antecedentes de depresión, trastorno bipolar, alcoholismo o suicidio
  4. Ser lesbiana, gay, bisexual, transgénero o presentar variaciones en el desarrollo de los órganos genitales que no son claramente ni masculinos ni femeninos (intersexualidad) en un entorno que no brinda apoyo
  5. Antecedentes de otros trastornos de salud mental, como un trastorno de ansiedad, de la alimentación o de estrés postraumático.
  6. Abuso de alcohol o de drogas recreativas
  7. Una enfermedad grave o crónica, como cáncer, un accidente cerebrovascular, dolor crónico o una enfermedad cardíaca
  8. Ciertos medicamentos, como los que se indican para la presión arterial alta o las pastillas para dormir (habla con el médico antes de suspender la toma de cualquier medicamento.  

Complicaciones

La depresión es un trastorno grave que puede causar efectos devastadores tanto en ti como en tus familiares. La depresión suele empeorar si no se trata y puede derivar en problemas emocionales, de conducta y de salud que pueden afectar todos los aspectos de tu vida.

Los ejemplos de las complicaciones relacionadas con la depresión comprenden:

  • Sobrepeso u obesidad, que pueden derivar en enfermedades cardíacas o diabetes
  • Dolor o enfermedad física
  • Consumo inapropiado de alcohol o de drogas
  • Ansiedad, trastorno de pánico y fobias sociales
  • Conflictos familiares, dificultades en tus relaciones y problemas en la escuela o el trabajo
  • Aislamiento social
  • Sentimientos suicidas, intentos de suicidio o suicidio
  • Automutilación, como por ejemplo cortes
  • Muerte prematura a raíz de enfermedades

Prevención

  1. No existe una manera segura para evitar la depresión. Sin embargo, las siguientes estrategias pueden ser útiles.
  2. Toma medidas para controlar el estrés, mejorar tu resiliencia y levantar tu autoestima.
  3. Acércate a la familia y a los amigos, especialmente en momentos de crisis, para que te ayuden a superar los malos tiempos.
  4. Consigue tratamiento ante el primer signo de un problema para que te ayude a impedir que la depresión empeore.
  5. Considera tener tratamiento de apoyo de larga duración para que te ayude a prevenir la reaparición de los síntomas.







Mayo Clinic / Referencias:
Brown AY. Allscripts EPSi. Mayo Clinic, Rochester, Minn. 17 de noviembre de 2016.
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lunes, 10 de junio de 2024

Alivio del Estrés y Relajación

El estrés es normal. Pero, aunque algo de estrés es normal e incluso necesario, demasiado estrés puede afectar su calidad de vida y su salud. Estas son algunas medidas sencillas que puede tomar para ayudar a aliviar el estrés.

Cuando usted se sienta estresado, puede:

  • Hacer inspiraciones lentas y profundas.
  • Darse un baño de inmersión tibio.
  • Escuchar música tranquilizante.
  • Dar una caminata o hacer alguna otra actividad.
  • Meditar o rezar.
  • Tomar una clase de yoga.
  • Hacer que le den un masaje o le froten la espalda.
  • Beber una bebida tibia que no contenga alcohol ni cafeína.

También puede hacer algunos cambios en sus hábitos cotidianos para reducir y aliviar el estrés.

  • Duerma lo suficiente.
  • Manténgase en contacto con su familia, sus amigos y otras personas importantes para usted.
  • Haga ejercicio en forma regular. Esto puede ayudarle a despejar la mente y a superar los sentimientos de frustración y ansiedad.
  • No beba ni coma nada que contenga cafeína. La cafeína puede hacerle sentir "más tenso" y más estresado.
  • No fume ni consuma tabaco. La nicotina puede hacerle sentir más ansioso.
  • No beba bebidas alcohólicas. Pueden causarle problemas del sueño y depresión.
  • Relajación de los músculos para aliviar el estrés

Es posible que el cuerpo responda al estrés poniéndose tenso, lo cual puede causar dolor. Si usted aprende a relajar los músculos, puede reducir la tensión muscular y la ansiedad. La relajación progresiva de los músculos es un ejercicio que puede ayudarle a lograrlo.

En la relajación progresiva de los músculos hay que tensar grupos relacionados de músculos y después relajarlos. Puede usar un casete o disco compacto de relajación que le ayuden a recorrer los grupos de músculos. También puede aprenderse los grupos de músculos y recorrerlos de memoria.

Encuentre un lugar tranquilo donde nadie le moleste. Asegúrese de que pueda acostarse boca arriba con comodidad.

Con cada grupo de músculos:

  • Inspire y tense el grupo de músculos de 4 a 10 segundos. Haga tensión fuertemente, pero no hasta acalambrarse.
  • Después, exhale mientras relaja repentinamente y por completo el grupo de músculos. No lo relaje gradualmente.
  • Descanse de 10 a 20 segundos.

A continuación presentamos los grupos de músculos:

  • Manos y brazos
  • Manos: Cierre los puños con fuerza.
  • Muñecas y antebrazos: Ténselos y flexione las manos hacia atrás a la altura de la muñeca.
  • Bíceps y parte superior de los brazos: Cierre los puños, flexione los brazos a la altura del codo y tense los bíceps.
  • Hombros: Encójase de hombros.
  • Cabeza y cuello
  •  Frente: Frunza el ceño con fuerza.
  • Alrededor de los ojos y el puente de la nariz: Cierre los ojos lo más apretadamente posible. Si usa lentes de contacto, quíteselos antes de comenzar el ejercicio.
  • Mejillas y mandíbulas: Sonría lo más ampliamente que pueda.
  • Alrededor de la boca: Apriete fuertemente los labios.
  • Nuca: Presione la cabeza contra el piso o una silla.
  • Frente del cuello: Tóquese el pecho con el mentón.
  • Parte superior del cuerpo
  • Pecho: Respire hondo y retenga el aire; después exhale.
  • Espalda: Arquee la espalda hacia arriba, separándola del piso o una silla.
  • Estómago: Contráigalo con fuerza.
  • Parte inferior del cuerpo
  • Caderas y asentaderas (glúteos): Junte los glúteos con fuerza.
  • Muslos: Apriételos fuertemente.
  • Parte inferior de las piernas: Estire los talones hacia afuera y flexione los dedos de los pies hacia arriba, como si quisiera tocarse las espinillas. Después estírelos hacia afuera y dóblelos hacia abajo.
  • Es posible que se sienta somnoliento (con sueño) después de hacer este ejercicio. Para "despertar" el cuerpo, cuente hacia abajo del 5 al 1. Después mueva los dedos, las manos y los pies. Finalmente, estírese y mueva todo el cuerpo.

Asegúrese de estar alerta antes de conducir o hacer otras actividades.

Respiración completa para aliviar el estrés

La respiración completa le ayuda a usar más los pulmones y a estar en contacto con el ritmo de su respiración. Puede practicarla en cualquier posición, pero es mejor si lo hace acostado boca arriba, con las rodillas dobladas. Practique la respiración completa diariamente durante varias semanas hasta que pueda hacerla casi en cualquier lugar.

  1. Cuando está respirando completamente, siempre inhale por la nariz y exhale por la boca. Al exhalar, haga un sonido silbante.
  2. Colóquese la mano izquierda sobre el estómago y la derecha sobre el pecho. Note cómo se mueven las manos a medida que inhala y exhala.
  3. Inhale para llenar la parte baja de los pulmones. El abdomen empuja la mano izquierda cuando lo hace. La mano derecha no se mueve. Después exhale. La mano izquierda baja al mismo tiempo que baja el abdomen. Haga esto de 8 a 10 veces.
  4. Después, inhale como lo hizo antes, pero no pare cuando empuje la mano izquierda. Continúe inhalando. Sentirá que la parte superior del pecho se expande y empuja la mano derecha hacia arriba. La mano izquierda baja un poco al mismo tiempo que baja el estómago.
  5. Exhale lentamente por la boca. Al exhalar, sienta cómo la tensión abandona su cuerpo. Las dos manos bajarán.
  6. Haga esto de 3 a 5 minutos. Note que el estómago y el pecho se mueven como en olas, subiendo y bajando en un movimiento uniforme.

Note cómo se siente después de respirar de esta manera.

Precaución: Algunas personas se marean las primeras veces que hacen respiración completa. Si comienza a respirar en forma muy rápida o se siente aturdido, respire más lentamente. Levántese despacio.

Cigna, Healthwise