lunes, 22 de julio de 2024

Ataques de Pánico y el Trastorno de Pánico

Diagnóstico

El médico de atención primaria determinará si tienes ataques de pánico, trastorno de pánico u otro trastorno, como problemas de corazón o tiroides, con síntomas que parecen ataques de pánico


Para determinar un diagnóstico, es posible que debas hacer lo siguiente:

Un examen físico completo

Análisis de sangre para verificar la tiroides y otras enfermedades posibles y análisis del corazón, como un electrocardiograma (ECG o EKG)

Una evaluación psicológica para hablar de tus síntomas, temores o preocupaciones, situaciones estresantes, problemas en tus relaciones, situaciones que puedes estar evitando y antecedentes familiares

Puedes llenar una autoevaluación o un cuestionario psicológico. Es posible que te pregunten acerca del consumo de alcohol u otras sustancias.

Criterios para el diagnóstico del trastorno de pánico

No todas las personas que sufren ataques de pánico tienen un trastorno de pánico. Para el diagnóstico del trastorno de pánico, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-5), publicado por American Psychiatric Association (Asociación Estadounidense de Psiquiatría), enumera los siguientes puntos:

Tienes ataques de pánico frecuentes inesperados.

Después de al menos uno de los ataques, hubo un período de un mes o más de preocupación continua por la posibilidad de sufrir otro ataque; sentiste miedo constante de las consecuencias de un ataque, como perder el control, padecer un ataque cardíaco o "volverte loco", o cambiaste tu comportamiento de manera significativa, por ejemplo, evitar situaciones que crees que pueden desencadenar un ataque de pánico.

Tus ataques de pánico no se deben al consumo de medicamentos u otras sustancias, a una enfermedad ni a otro trastorno relacionado con la salud mental, como fobia social o trastorno obsesivo compulsivo.

Si sufres ataques de pánico, pero no te han diagnosticado trastorno de pánico, todavía puedes beneficiarte con un tratamiento. Si los ataques de pánico no se tratan, pueden empeorar y convertirse en un trastorno de pánico o fobias.

Tratamiento

El tratamiento puede contribuir a reducir la intensidad y la frecuencia de los ataques de pánico y a mejorar tus actividades en la vida diaria. Las opciones de tratamiento principales son psicoterapia y medicamentos. Te pueden recomendar un tratamiento o los dos, según tu preferencia, tu historia clínica, la gravedad del trastorno de pánico y el acceso a los terapeutas especializados en el tratamiento de los trastornos de pánico.

Psicoterapia

La psicoterapia, también llamada terapia de conversación, se considera una primera opción de tratamiento efectivo para los ataques de pánico y los trastornos de pánico. La psicoterapia puede ayudarte a comprender los ataques de pánico y trastornos de pánico, y puede servir para que aprendas a controlarlos.

La terapia cognitiva conductual es una forma de psicoterapia que puede ayudarte a comprender, a través de tu propia experiencia, que los síntomas de pánico no son peligrosos. Tu terapeuta te ayudará a recrear poco a poco los síntomas de un ataque de pánico de una manera repetitiva y segura. Una vez que las sensaciones físicas de pánico ya no se perciben como amenazantes, los ataques comienzan a resolverse. Un tratamiento exitoso también puede ayudarte a superar los miedos a situaciones que has evitado debido a los ataques de pánico.

Notar los resultados del tratamiento puede llevar tiempo y esfuerzo. Puede que empieces a ver que los síntomas de los ataques de pánico disminuyen al cabo de algunas semanas, y los síntomas en general se reducen de manera notable o desaparecen tras varios meses. Puedes programar consultas de mantenimiento ocasionales a fin de asegurar que tus ataques de pánico sigan controlados o para tratar la reaparición de estos.

Medicamentos

Los medicamentos pueden ayudar a disminuir los síntomas de los ataques de pánico, así como los de la depresión si es un problema para ti. Varios tipos de medicamentos han demostrado ser efectivos para el control de los síntomas de los ataques de pánico, entre ellos los siguientes:

  1. Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que generalmente son seguros y conllevan un bajo riesgo de efectos secundarios graves, se suelen recomendar como la primera opción de medicamentos para tratar los ataques de pánico. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration, FDA) para el tratamiento del trastorno de pánico comprenden la fluoxetina (Prozac), la paroxetina (Paxil, Pexeva) y la sertralina (Zoloft).
  2. Inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN). Estos medicamentos son otra clase de antidepresivos. El IRSN venlafaxina (Effexor XR) cuenta con la aprobación de FDA para el tratamiento del trastorno de pánico.
  3. Benzodiazepinas. Estos sedantes son depresores del sistema nervioso central. Las benzodiazepinas aprobadas por la FDA para el tratamiento del trastorno de pánico incluyen el alprazolam (Xanax) y el clonazepam (Klonopin). Las benzodiazepinas se utilizan, por lo general, únicamente a corto plazo, dado que pueden crear adicción y causar dependencia física o mental. Estos medicamentos no son una buena opción si has tenido problemas con el consumo de alcohol o de drogas. Además, pueden interactuar con otros medicamentos y causar efectos secundarios peligrosos.

Si un medicamento no funciona bien para ti, es posible que el médico recomiende cambiar a otro medicamento o combinar algunos medicamentos para aumentar la efectividad. Ten en cuenta que es posible que la mejoría en los síntomas se note recién después de varias semanas de haber iniciado el tratamiento con medicamentos.

Todos los medicamentos conllevan un riesgo de efectos secundarios, y algunos pueden no ser recomendables en algunas situaciones, como durante el embarazo. Consulta con el médico acerca de los efectos secundarios y riesgos posibles.

Mayo Clinic 


jueves, 18 de julio de 2024

Cómo Mejorar tu Relación de Pareja en el Día a Día

Se propone seis claves para mantener la complicidad, la pasión y el cariño a lo largo de los años.

Las relaciones de pareja sufren un desgaste con el tiempo que no siempre se puede evitar, pero que, en la mayoría de los casos, puede repararse. Lo más importante, en este sentido, es prestar atención a los síntomas, ya que cuanto antes los detectemos y actuemos para mejorar la relación, más probabilidades tendremos de evitar que escale el conflicto.

«Después de unos años, comienza a haber un malestar en la pareja que los lleva a estar desconectados y plantearse si hay cosas que pueden hacer para estar mejor. Es el malestar de la convivencia, de sentir que el otro se encuentra muy lejos, no sentirle disponible emocionalmente y cada uno irse a un espacio solitario a intentar sobrevivir a esa situación con una consiguiente sensación de soledad y de no encontrar sentido»

Lo que tenemos que hacer en el día a día para que la pareja supere estos problemas:

Apertura emocional

Cuando una pareja lleva cierto tiempo conviviendo, hay cosas que pueden empezar a darse por sentadas, lleva a que se lleguen a descuidar aspectos fundamentales como la comunicación y el hecho de expresar lo que sentimos. Por eso, la importancia, como principal tarea para regar la planta de la relación, de mostrarnos disponibles a nivel emocional para la otra persona.

¿Qué significa esto? En gran medida, implica no cerrarnos y evitar estar a la defensiva si surge una discusión. «No entrar en reproches, intentar hablar no de lo que ha pasado, sino de las dificultades que tenemos en el momento actual. Si no, esas conversaciones se pueden convertir en un campo de batalla de antiguos rencores».

«Hay que hablar de los problemas actuales que tenemos y hacerlo con una comunicación clara y directa. A veces cuesta trabajo, porque tenemos como hábito pensar que si hablamos de lo que necesitamos vamos a volvernos vulnerables o débiles. Esto es una mentira. En la vulnerabilidad es donde nos encontramos».

Decir lo que necesitamos

Muchas veces, evitamos pedir cosas para no sobrecargar a nuestra pareja con nuestras demandas, o bien, hablamos en tono pasivo agresivo o indirecto. En el momento en el que nos hacemos conscientes de que tenemos estas conductas, tenemos que esforzarnos por modificarlas.

«Cuando yo no tengo una comunicación clara, el otro lo puede sentir como un reproche. Muchas veces, pensamos que el otro tiene que saber lo que nosotros necesitamos, pero lo importante es que nosotros seamos capaces de pedirlo. Si quiero que mi pareja me acompañe al mercado, lo tengo que decir. Y si el otro me dice que ya ha quedado para ir a pasear en bicicleta, tenemos que negociar. Una comunicación clara de las necesidades permite esa negociación, mientras que no ser claro y esperar que el otro sepa lo que a mí me hace falta va a dar lugar a equívocos, distanciamientos y suspicacias».

Revisar periódicamente el reparto de tareas domésticas

El equilibrio en las tareas que cada miembro de la pareja desempeña en el hogar es uno de los puntos de conflicto más frecuentes una vez que la relación pasa a la etapa de la convivencia. En este sentido, solemos reproducir las dinámicas domésticas que hemos visto en nuestras familias de origen.

«¿Cómo se rompe esta inercia en el reparto de tareas? Teniendo en cuenta que nuestra pareja no tiene por qué ser como la de nuestros padres. Tendremos que negociar en base a lo que cada uno de los dos considera que necesita la familia» Esta negociación tiene que estar siempre abierta, porque lo que en un momento ha funcionado puede dejar de ser suficiente a medida que el tiempo pasa y la vida familiar se va modificando. «No es lo mismo, para una pareja, organizar su semana con un hijo que con dos o con tres».

Besarse

¿Hace cuánto que no besas a tu pareja? Un beso de verdad, no uno de saludo. Este es un aspecto que en muchos casos se va dejando de lado con los años, pero mantener esos pequeños gestos tiene más relevancia de lo que podríamos pensar. «El afecto es importantísimo. La sexualidad no es el acto sexual, es cogernos la mano, abrazarnos cuando estamos viendo la tele, hablar desde lo positivo, decirnos te quiero y expresar lo bien que nos sentimos juntos».

«Esto hace al cuidado de la pareja, las cosas que nos unieron y nos hicieron estar bien juntos, mantenerlas a lo largo del tiempo en la medida de lo posible. Si algo funciona mal en la sexualidad, hay que poder hablarlo desde las necesidades y no desde los reproches. Hablar claramente de lo que nos está pasando, de la necesidad que tengo de estar cerca de ti o de por qué no estoy disponible para ti. No dejar que eso se enquiste».

Cocinar juntos

Compartir momentos en los que solo participen los miembros de la pareja, sin los hijos, los amigos o la familia, no es algo que podamos relegar al terreno de lo ocasional. Tenemos que priorizar el poder hacer actividades juntos de forma semanal o mensual, «Lo fundamental para que las relaciones perduren es que se dediquen tiempo solo para la pareja: para salir a cenar, para tomarse vacaciones o fines de semana juntos, tiempos donde puedan encontrarse fuera de las rutinas diarias que queman tanto».

«Es muy importante hacerlo desde el principio de la pareja, porque si no, dejamos abandonada la relación. Tenemos que poder hacer esto una vez a la semana o al mes. Puede ser una salida gastando dinero, pero también puede ser cocinar juntos o montar en bicicleta los sábados mientras los niños están en sus actividades»

Sobre todo, cuando se ha instalado esta desconexión entre los dos, «empezar a ser cómplices de nuevo en pequeñas actividades que nos gusten a los dos, aunque cada uno luego tenga sus momentos de esparcimiento privado, nos va a ayudar a encontrar nuevas formas de estar juntos. Compartir esos pequeños momentos y volver a retomar el cenar juntos cuando hay tiempo, hacer pequeños viajes, salidas al campo u otras actividades en común que nos gusten es fundamental».

Practicar la gratitud

Cuando nos enfocamos constantemente en lo negativo y en lo que falta, es posible que se instaure una dinámica de críticas constantes de la que será difícil salir. Por eso es importante mostrar gratitud en la pareja en el día a día. Esto no significa que no podamos intentar corregir los aspectos con los que no estamos satisfechos e intentar mejorar juntos. De lo que se trata es de encontrar la forma más adecuada de hacerlo, manteniendo la capacidad de agradecer al otro todo lo que hace por nosotros y por la familia que hemos construido.

«Es muy importante tener momentos de cogernos la mano, mirarnos a los ojos, reconocer las cosas que hemos compartido, lo que hemos sacado adelante y recordar los momentos buenos que hemos tenido. La relación es como un diamante que ha quedado escondido debajo de todo lo negativo, entonces podemos volver a encontrarlo y seguirlo puliendo con la madurez que dan los años».

Cuando pedir ayuda

Si hemos llegado a un punto de la relación en el que solo nos comunicamos de manera negativa, es momento de pedir ayuda profesional. «Cuando estoy constantemente criticando al otro es porque hemos entrado en una lucha de poder y buscamos tener la razón en este conflicto que se nos plantea. Si el conflicto es hacer las cosas de la casa, yo quiero convencerle de que no es suficiente lo que hace y el otro quiere convencerme a mí de que yo soy una obsesiva de la limpieza. A la hora de romper este ciclo negativo, yo recomendaría ir a terapia, porque muchas veces es difícil salir de estas dinámicas solos, porque no somos conscientes de ellas, aunque tengamos buena voluntad e intentemos muchas cosas para salir de esto».

«Desde luego, cuando se empieza a notar esto, es mejor pedir la ayuda de un profesional que estar acumulando malestar hasta que llegue un momento en el que ya no nos reconozcamos en la relación con la persona que elegimos. Para salir de estas dinámicas del reproche, hay que hacer un ejercicio de reflexión. Parar y pensar en qué es lo que nos está generando malestar. En el momento en el que estoy enojada, si empiezo a hablar, lo voy a hacer desde el reproche. Pero si me he tomado el tiempo para pensar en lo que necesito del otro, voy a hacer un análisis mucho más racional y no tan emocional, y vamos a poder comunicarnos sobre lo que realmente necesitamos».

 

Laura Miyara La Voz De La Salud

lunes, 15 de julio de 2024

Trauma Complejo

Cuando las personas piensan en trauma, suelen imaginar una experiencia concreta y definida: un accidente aterrador, una catástrofe natural o una experiencia de violencia. Y es cierto que pasar por cualquier experiencia muy perturbadora o que pone en riesgo la vida (o presenciar que un ser querido pase por algo así) puede conducir a un trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros desafíos de salud mental.

Pero los expertos en trauma reconocen cada vez más que existe otra forma de trauma que involucra experiencias y síntomas prolongados y repetidos que a menudo se ven diferente al TEPT. Esto se conoce más comúnmente como trauma complejo.

Los niños que han pasado por un trauma complejo suelen experimentar como resultado desafíos profundos, y sus síntomas con frecuencia son malinterpretados. Conocer las señales de un trauma complejo y comprender cómo afecta a los niños puede contribuir en gran medida a que reciban el apoyo que necesitan.

¿Qué es trauma complejo?

Trauma complejo no es un diagnóstico en sí, sino un concepto que describe cómo las experiencias perturbadoras y peligrosas crónicas afectan a las personas, especialmente a los niños.

“Se trata de un cambio más fundamental en un individuo”, afirma la doctora Jamie Howard, psicóloga clínica y directora del Servicio de trauma y resiliencia del Child Mind Institute. “Un trauma típico podría alterar realmente tu concepción acerca de cómo funciona el mundo. Un trauma complejo afecta en primer lugar la manera en que se construye esa concepción”.

Un trauma complejo suele ser el resultado de experiencias interpersonales negativas y crónicas como abuso, abandono o violencia en el hogar o la comunidad del niño. Dado que, en situaciones como estas, suelen ser los padres o cuidadores los responsables del daño, el niño no tiene la oportunidad de desarrollar un sentido de seguridad y confianza en los adultos. Esa alteración del sentido básico de apego del niño hacia sus cuidadores es un elemento clave del trauma complejo.

“Cualquier tipo de trauma puede alterar la confianza”, dice la Dra. Howard. “Pero con un trauma complejo, no se desarrolla necesariamente la capacidad de confiar en las personas en general”.

La base de evidencias sobre el trauma complejo es cada vez mayor, y las investigaciones indican que los niños que han experimentado trauma continuo y de naturaleza interpersonal tienden a presentar síntomas y desafíos de comportamiento más intensos que quienes han experimentado otras formas de trauma.

¿El trauma complejo es un trastorno?

El desarrollo del concepto de trauma complejo comenzó hace varias décadas, cuando los profesionales clínicos que trabajaban con personas que habían experimentado eventos traumáticos continuos (como los sobrevivientes de abuso infantil) observaron que los síntomas de estas personas eran a menudo más variados que los síntomas del TEPT. Este conjunto diferenciado de síntomas se llamó “TEPT complejo” (CPTSD, por sus siglas en inglés) y más tarde evolucionó hacia una propuesta de diagnóstico denominado “trastorno traumático del desarrollo” (DTD, por sus siglas en inglés).

Las ideas del trauma complejo y del trastorno traumático del desarrollo se desarrollaron en gran parte gracias al trabajo del profesional clínico y autor el Dr. Bessel van. El trastorno traumático del desarrollo no se incluye como un trastorno específico en el manual de diagnóstico más reciente que utilizan los profesionales clínicos, el DSM-5. Pero algunos de los síntomas del TEPT que se han incluido en el DSM-5 se vieron influidos por la investigación del Dr. van der Folk y sus colegas.

¿Cómo se manifiesta un trauma complejo?

Hasta cierto punto, los síntomas del trauma complejo se superponen con los síntomas del TEPT. Por ejemplo, los niños que han atravesado por un trauma complejo pueden experimentar escenas retrospectivas, pesadillas y sentimientos de insensibilidad emocional.

Pero con un trauma complejo, los síntomas son más generalizados. El comportamiento de los niños podría parecer completamente impredecible. “Sus vidas han sido tan caóticas que no han encontrado una forma coherente de estructurar el mundo”, dice la Dra. Howard. “Y por eso parecen física y emocionalmente desorganizados y desregulados. No se quedan quietos, se mueven de un lado a otro, se muestran algo agitados. Son como un cable en tensión”.

Los niños que han experimentado trauma complejo a menudo cumplen con los criterios de una serie de trastornos diferentes incluidos en el DSM-5, pero actualmente no existe un diagnóstico que capture su perfil de síntomas típico.

Sin embargo, los expertos coinciden en que los siguientes síntomas están generalmente asociados con un trauma complejo:

  • Desafíos con el apego y las relaciones
  • Dificultad para regular emociones y comportamientos
  • Desafíos relacionados con la capacidad de atención y otras capacidades cognitivas
  • Disociación de la realidad
  • Baja autoestima
  • Perspectiva negativa general del mundo

La Dra. Howard señala que estar en ambientes ruidosos y caóticos puede sobre estimular rápidamente a los niños que han pasado por un trauma complejo. “Es entonces cuando los niños empiezan a parecer como si tuvieran TDAH”, dice. “O podría parecer que tienen un trastorno mental grave porque su capacidad para controlar sus reacciones fisiológicas y dar sentido al entorno está muy comprometida”. También se sabe que un trauma complejo interfiere en el aprendizaje y a menudo conduce a enfrentar desafíos de comportamiento y de atención en la escuela.

¿Cuáles son las causas del trauma complejo?

No existe una lista definitiva de los tipos de experiencias que pueden conducir a un trauma complejo. Dicho esto, los expertos suelen estar de acuerdo en que los eventos subyacentes a un trauma complejo suelen cumplir con los siguientes criterios:

  • Son seriamente negativos, como abuso, abandono o violencia.
  • Se producen durante un largo período de tiempo.

Afectan la capacidad del niño para relacionarse con los demás y establecer relaciones de confianza con sus cuidadores y otras figuras de autoridad.

“Un trauma complejo no tiene que ser necesariamente abuso físico, pero la razón por la que el apego se ve tan afectado es porque generalmente lo lleva a cabo (o no lo puede detener) el cuidador principal del niño”, afirma la Dra. Howard. “Y eso es lo que lo hace tan fundamentalmente perturbador: el cuidador principal no le puede proporcionar constancia y seguridad al niño”.

La Dra. Howard señala que este tipo de alteración también puede ocurrir cuando un padre no es causante del trauma. Por ejemplo, los niños que están expuestos a mucha violencia comunitaria pueden desarrollar trauma complejo porque sus cuidadores no los pueden proteger de esos peligros, por mucho que lo deseen.

Todavía no existe evidencia concluyente sobre si determinadas poblaciones de niños son más propensas a experimentar trauma complejo. Pero, dice la Dra. Howard, “normalmente esto ocurre en el contexto de escasos recursos y entornos que son estresantes en general”, lo que significa que los niños de familias con bajos ingresos pueden correr un riesgo mayor.

Tratar el trauma complejo

Un trauma complejo puede ser difícil de tratar porque, a diferencia del tipo de evento traumático típico del TEPT, las experiencias traumáticas crónicas pueden continuar incluso mientras el niño está recibiendo tratamiento. Y la mayor parte de la investigación que respalda los tratamientos basados en evidencia para los síntomas de trauma en niños se centra en el TEPT.

Escrito por: Hannah Sheldon-Dean Experto clínico: Jamie M. Howard, PhD


lunes, 8 de julio de 2024

¿Por qué se suicidó Hemingway?

Un día como hoy, 2 de julio y domingo, en 1961, Ernest Miller Hemingway se voló la cabeza con su escopeta de caza. ¿Por qué ese hombre cuyos personajes consideraban el suicidio como una cobardía decidió terminar con su vida de ese modo? Viaje a la mente del creador de ‘El viejo y el mar’.

Son algo menos de las siete de la mañana del domingo 2 de julio. El día anterior había regresado de la clínica Mayo en donde recibió terapias de electrochoques luego de su tercer intento de suicidio en menos de un año. Ese día, también, mientras cenaba en un restaurante, le dijo a su esposa que los meseros eran agentes del FBI contratados para seguirlo.

Se levanta. Se viste con la que llama 'la bata del emperador', desciende las escaleras en silencio para no despertar a la mujer y llega hasta el cuarto en el que tiene sus armas.

Son muchas, quizá más de 20: pistolas, rifles, escopetas, cada una de ellas portadora de un fragmento de la historia de su dueño, tardes de caza, de pesca, de disparos en bosques venecianos o desérticas explanadas africanas. Elige una de ellas, acaso la misma con que la que se retrató años antes junto un leopardo en el África, la Boss calibre doce de doble cañón.

Regresa, sube las escaleras y se sienta en la sala de su casa en Ketchum, Idaho, allí mismo en donde meses antes había estado escribiendo su última obra, ‘A moveable feast’. Luego el movimiento es nimio, casi trivial y sin embargo irrevocable: presiona el gatillo después de haber puesto el cañón en su boca.

Durante algunas semanas los diarios desconfiarían de las palabras de Mary Welsh, su esposa, que insistía en que se había tratado de un accidente mientras limpiaba el arma. La policía no encontró elementos de limpieza. Poco tiempo después fue imposible ocultarlo: Ernest Miller Hemingway, el hombre que sobrevivió a tres guerras –participó en la I Guerra Mundial en el frente italiano y cubrió como periodista la II Guerra Mundial y la Guerra Civil de España-; el hombre que se jactaba de pescar sin ayuda de nadie 'marlins' más grandes que él y de cazar leones en el África; la personalidad literaria más fascinante del siglo XX, se había suicidado aquella mañana del domingo 2 de julio de 1961.

Cinco días después, el 9 de julio de 1961, Gabriel García Márquez escribió en una columna para una revista mexicana: “Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico”.

A primera vista el suicidio de Hemingway era una especie de contradicción.

De algún modo podría ser verosímil un suicidio en Kafka, Dostoyevski o Nietzsche o, para ser un poco más cercanos, en Norman Mailer o Scott Fitzgerald. Pero no en Hemingway: no en esa personalidad portentosa que se había encargado de erigir un mito más allá de la literatura, el mito de un hombre que se enfrascaba en estruendosas peleas en medio de borracheras y resistía las lluvias de las balas del franquismo español y sobrevivía al desembarco en Normandía.

Sin embargo, con el pasar de los años, la imagen de aquel hombre duro como un mármol empezó a agrietarse: poco a poco comenzaron a conocerse los testimonios de sus enfermedades mentales, de sus miedos profundos, de sus traumas de infancia y de sus inclinaciones al suicidio.

En 2006, 45 años después de su muerte, el psiquiatra Christopher D. Martin, miembro del Departamento de Psiquiatría de la escuela de medicina de Baylor College en Houston, Texas, publicó el ensayo 'Ernest Hemingway: A Psychological Autopsy of a Suicide', un trabajo basado en varias de las biografías del escritor y en un cúmulo de cartas que había escrito a varios de sus amigos.

Según el médico, las causas del suicidio de Hemingway, y también de su vida desenfrenada y de su esfuerzo por construir su imagen de rudeza y exacerbada masculinidad, residían, aunque de modo parcial, en su infancia. De acuerdo con el psiquiatra, lo primero que es necesario entender para comprender la muerte del autor de 'El viejo y el mar', era la relación que había establecido con sus padres. Por un lado estaba su madre, que había creado una confusión de identidad en él pues solía vestirlo como mujer, tratarlo como mujer y quien, de hecho, lo llamaba cariñosamente 'Dutch Dolly', algo como 'muñequita holandesa'.

Por otro lado, su padre era un hombre mentalmente inestable, irritable, que padecía ataques de depresión y que, además, solía golpearlo fuertemente en muchas ocasiones sin razón alguna. “Desde su temprana infancia acumuló resentimiento contra el padre que lo golpeaba cruelmente y contra la madre que le había entregado mensajes confusos sobre su identidad. El resultado pudo haber desembocado en una fachada defensiva de hipermasculinidad y autosuficiencia”, escribió Martin.

Hemingway también, razona el psiquiatra, era heredero de una serie de desórdenes mentales entre los que se contaba el trastorno bipolar y las tendencias depresivas, que de algún modo lo llevaron a desarrollar dependencia por el alcohol, sumados a traumas cerebrales por varios golpes y al desarrollo de una personalidad narcisista en exceso.

Tales condiciones, en el caso de Hemingway, eran mucho más graves si se tenía en cuenta que su padre, Clarence Edmonds Hemingway, se había suicidado en diciembre de 1928 –cuando el escritor tenía 29 años– disparándose en la cabeza.

 “La familia de Hemingway tenía una larga historia de trastorno afectivo y otros desórdenes relativos al suicidio que precedieron el nacimiento de Ernest. Se suicidaron al menos tres hermanos de su generación y se presentaron suicidios en las dos generaciones siguientes”, escribe Martin haciendo referencia a los suicidios de Ursula, Leicester y Marcelline, tres de sus hermanos, y de Margaux Hemingway, la hija de su hijo mayor, Jack.

Según sus biógrafos y los testimonios de algunos de sus amigos como el escritor Jhon Dos Passos y la periodista Lillian Ross - quien publicó en 1950 una crónica en The New Yorker que describe los estados de ánimo de Hemingway- el novelista era un hombre que pasaba de la alegría a una profunda melancolía con facilidad y que tenía fuertes explosiones de irritabilidad, incluso con quienes más quería. “El péndulo en su sistema nervioso oscilaba periódicamente entre la megalomanía y la melancolía”, escribió Carlos Baker, su más famoso biógrafo.

Hemingway tuvo varios traumas craneoencefálicos, uno de ellos en un accidente en 1944 con el fotógrafo Robert Capa - cubriendo como periodista la II Guerra Mundial- que requirió 57 puntos de sutura; otro en un doble accidente de avión en Nairobi, en el que intentó salir de la aeronave en llamas golpeando la ventana con la cabeza y fracturándose el cráneo al punto de que el líquido cefalorraquídeo corrió por uno de sus oídos.

Esos traumas, mezclados con el abuso constante del alcohol y con un sentimiento de culpa por la muerte de su padre, además de un odio cada vez más fuerte contra la figura de su madre -a quien en una carta escrita a Jhon Dos Passos trata de “bitch”-, todas esas circunstancias, de algún modo se habían convertido en una especie de laberinto para Hemingway en el que la idea de la muerte y el suicidio eran una obsesión.

“Su correspondencia personal revela una fuerte obsesión con el suicidio. En 1923 escribió a Gertrude Stein: ‘Por primera vez entiendo cómo un hombre puede cometer suicidio solo por tener tantas cosas con las que debe cumplir que no sabe por dónde empezar’. 12 años después Hemingway le escribió a Archibald MacLeish: ‘A mí me gusta mucho la vida, tanto que será un gran disgusto cuando tenga que dispararme a mí mismo’”, según se lee en el ensayo del psiquiatra.

En 1954 el escritor le envía a Ava Gardner una carta que tremendamente esclarecedora en la que dice: “Aunque no soy un creyente de los análisis, creo que gasto todo este infierno de tiempo matando animales y pescando 'marlins' para de ese modo no matarme a mí mismo”.

La muerte de los animales que cazaba y su constante sometimiento a aventuras que podrían costarle la vida pero que afirmaban y profundizaban su implacable masculinidad fueron, de algún modo, los mecanismos por los cuales pudo aferrarse a la vida. Algún día, por supuesto, tendrían que fallar.

Como es evidente, fue también la literatura su tabla de salvación. El propio Martin lo sostiene en su ensayo diciendo: “La obra de Hemingway puede ser vista como un mecanismo de defensa para luchar con sus dolorosos estados de ánimo y sus impulsos suicidas. Hemingway pudo haber escrito ciertas historias con el objetivo de aliviar el dolor que la vida le causaba. En 'Adiós a las armas' (1929), él cuenta la historia de Frederick Henry, un joven americano que es herido en la I Guerra Mundial mientras servía en el frente italiano y luego se enamora de una enfermera. En la vida real Hemingway se enamora de aquella enfermera cuando es herido en Italia, pero ella se niega a casarse con él. En la novela, ambos consuman su amor, pero ella muere durante el parto de su hijo. Contar la historia de esas heridas y hacer cambios ficticios pudo haber servido como defensa para el autor”.

El uso de la escritura como mecanismo de defensa es sugerido incluso por él mismo en una respuesta al artículo de Scott Fitzgerald, 'The Crack Up', en el que el autor habla de su lucha contra la depresión. Hemingway pensaba que Fitzgerald debía darse cuenta de que “el trabajo era lo único que lo salvaría, trabajo honesto con ficción honesta”.

Y su obra más conocida, esa misma de la que Faulkner –su mayor contendiente literario y el único escritor de su generación que ha sido juzgado superior a él– dijo que el tiempo habría de mostrar que era “la mejor composición de cualquiera de nosotros, quiero decir, de sus y de mis contemporáneos”, ‘El viejo y el mar’, fue la culminación de sus intentos por salvarse con la literatura.

Aquel hombre empobrecido que no ha podido pescar por 84 días, que no tiene una cama para dormir ni un plato que comer y que ha salido en su barco a cazar el pez más hermoso y grande y noble que pudo conocer, aquel hombre, podría decirse, es él, es el mismo Hemingway.

‘El viejo y el mar’ es la imagen de lo que él quiso hacer con su vida: enfrentarse con toda su fragilidad al mundo, a la existencia, a ese pez fuerte y púrpura que es su vida, y atraparlo y luchar con él, sabiendo que es su hermano, pero que debe asesinarlo, que debe ser superior a él.

Aquello fue lo que quiso hacer con su vida y lo que hizo, hasta el fin, cuando ya no pudo escribir más y su cuerpo y su cerebro se derrumbaron ante la enfermedad, cuando los tiburones se llevaron ese espléndido 'marlín' que él había atrapado. Así lo hizo, se mantuvo atado a aquel animal que arrastró su pequeño barco y lo extravió en el océano hasta el último momento, hasta esa mañana del 2 de julio de 1961, cuando supo que no podía escribir más porque le fallaba la memoria y no encontraba las palabras, cuando el delirio de persecución se exacerbó en extremo y la droga que le dieron en la Clínica Mayo agravó sus crisis depresivas; aquella mañana en que tomó la querida Boss calibre doce que llevaba a su jornadas de cacería, la cargó, subió a la sala de su casa e hizo retumbar el disparo por el mundo entero.

Esa obra fue su último triunfo y también la materialización de aquella sentencia inolvidable del final de ese, su último gran libro: “El hombre no está hecho para la derrota -se dijo el viejo pescador en medio de la lucha-. El hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.



Por: Yefferson Ospina  / Periodista de El País


jueves, 27 de junio de 2024

Epilepsia y Accidente Cerebrovascular

La Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular son dos condiciones del sistema nervioso central que, aunque distintas en su origen y manifestaciones, comparten la capacidad de alterar significativamente la vida de quienes las padecen.

El enfoque interdisciplinario es esencial para el manejo eficaz de estas condiciones, dado que involucran múltiples aspectos físicos, psicológicos y sociales que deben ser abordados de manera holística.

La relación entre la Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular

La Epilepsia es un trastorno neurológico caracterizado por episodios recurrentes de actividad eléctrica anormal en el cerebro, conocidos como crisis epilépticas. Estas crisis pueden variar desde breves y casi imperceptibles hasta prolongadas y severas, afectando la conciencia, el movimiento y la percepción del individuo.

Un ejemplo específico es la epilepsia parcial compleja, que puede provocar episodios en los que el paciente no reconoce su entorno o a las personas a su alrededor, generando confusión y angustia. Por otro lado, el Accidente Cerebrovascular, también conocido como derrame cerebral, ocurre cuando el suministro de sangre a una parte del cerebro se interrumpe o se reduce, impidiendo que el tejido cerebral reciba oxígeno y nutrientes.

Esto puede resultar en daño cerebral inmediato y duradero, afectando las funciones motoras, el habla y la percepción del paciente. La recuperación de un ACV a menudo implica un largo proceso de rehabilitación para recuperar las funciones perdidas o deterioradas.

La importancia del trabajo interdisciplinario

El manejo de la Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular requiere la colaboración de un equipo interdisciplinario de profesionales de la salud, incluyendo neurólogos, neuropsicólogos, psicólogos, psiquiatras y terapeutas ocupacionales. Cada uno de estos especialistas aporta una perspectiva única y un conjunto de habilidades necesarias para abordar los múltiples desafíos que enfrentan los pacientes.

Los neurólogos son esenciales para diagnosticar y tratar las condiciones subyacentes del sistema nervioso. En el caso de la Epilepsia, determinan el tipo de epilepsia y prescriben la medicación adecuada para controlar las crisis. Para los pacientes con ACV, los neurólogos ayudan a identificar el área del cerebro afectada y planifican el tratamiento médico inicial.

Los neuropsicólogos, por otro lado, evalúan las funciones cognitivas y conductuales del paciente, identificando áreas que requieren rehabilitación. Trabajan para fortalecer las capacidades cognitivas afectadas por la epilepsia o el ACV, como la memoria, la atención y la capacidad de resolver problemas.

La salud mental es un componente fundamental en el tratamiento de estas condiciones. Los psicólogos y psicoterapeutas ayudan a los pacientes a manejar el Estrés y la Ansiedad asociados con sus condiciones, proporcionando estrategias para afrontar las crisis epilépticas y las secuelas emocionales de un ACV.

En algunos casos, es necesario el apoyo de un psiquiatra para manejar los síntomas de Ansiedad y Depresión que pueden acompañar a la epilepsia y el ACV. Los psiquiatras pueden recetar medicación para estabilizar el estado de ánimo del paciente y prevenir la exacerbación de las crisis epilépticas.

Apoyo a la familia del paciente

Un aspecto fundamental del trabajo interdisciplinario es el apoyo a la familia del paciente. Es vital que la familia entienda las condiciones del paciente y cómo pueden ayudar en su recuperación y manejo diario. La educación familiar incluye enseñarles sobre los síntomas, el manejo de las crisis y la creación de un entorno seguro y de apoyo.

Epilepsia Parcial Compleja: Un caso de estudio

Imaginemos el caso de Manuel, un paciente con epilepsia parcial compleja. Manuel a veces no reconoce a las personas a su alrededor y puede sentirse desorientado. Su tratamiento involucra a un equipo interdisciplinario que trabaja conjuntamente para proporcionarle un entorno seguro y comprensivo.

Neurólogo: Identifica el tipo de epilepsia y prescribe la medicación adecuada para reducir la frecuencia de las crisis

  • Neuropsicólogo: Evalúa las áreas cognitivas afectadas y diseña un plan de rehabilitación
  • Psicoterapeuta: Ayuda a Manuel a entender y manejar sus crisis, reduciendo su ansiedad
  • Psiquiatra: Proporciona medicación adicional para estabilizar su estado emocional

Este equipo, junto con la familia de Manuel, trabaja para crear un ambiente que minimice el estrés y maximice las oportunidades de recuperación y adaptación.

El trabajo interdisciplinario sobre la Epilepsia y el Accidente Cerebrovascular es esencial para proporcionar un tratamiento integral y efectivo. Al combinar las habilidades y conocimientos de diversos profesionales de la salud, y al involucrar activamente a la familia del paciente, se puede mejorar significativamente la calidad de vida de quienes padecen estas condiciones.

Entender que cada paciente requiere un enfoque personalizado y comprensivo es clave para su recuperación y bienestar a largo plazo.

 

 

Psic. Norma Angélica Rosas Villaseñor, Psicología en Miguel Hidalgo


lunes, 24 de junio de 2024

Ansiedad y Depresión: Diferencias

Consideraciones.

La ansiedad y la depresión son los dos trastornos más comunes en nuestra sociedad. Todos hemos pasado por momentos malos que han mermado nuestro estado de ánimo, pudiendo haber caído en las garras de la depresión. 


También todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sufrido una pérdida o adversidad que nos hemos sabido afrontar no gestionar, haciendo que nuestros niveles de estrés se elevan tanto que nos lleve a padecer la temida ansiedad. Y aunque a veces pueda padecer lo contrario, tenemos que tener en cuenta las grandes diferencias entre ansiedad y depresión para poder afrontar cada trastorno del modo más efectivo posible.

Los resultados del Instituto Americano de estadística sobre las enfermedades mentales afirman que, el 81% de la población adulta ha sufrido alguna vez en sus vidas un cuadro depresivo o algún episodio ansioso, viéndose incrementado la incidencia en un 6% más durante la pandemia que hemos sufrido por el Covid-19 en el año 2020. Estos dos trastornos son muy comunes en nuestras sociedades, pero realmente sabemos muy poco de ellos, como por ejemplo cuáles son sus síntomas, sus causas, o sus tratamientos, y eso es algo que debemos reparar o solucionar por el bien de todos.

Es esencial que aprendamos las características de cada uno de estos dos trastornos. Hay muchas personas que por desinformación piensas que la depresión y la ansiedad se entremezclan, llegando a ser parte del mismo trastorno, cuando cada una de dichas patologías tiene unas características muy diferencias como podremos ver a continuación. La información es la vía que da paso a la búsqueda de un tratamiento efectivo, porque solo podemos afrontar aquello que podemos identificar.

Si sufres ansiedad o depresión, o ambas a la vez, debes saber a qué te enfrentas. Son dos patologías que ataca a cada persona de un modo diferente, pero cada una tiene unas características que se repiten en cada paciente. Sabiendo como nos puede atacar cada una de estas patologías mentales, podemos saber cómo debemos afrontarla, y que ayuda tenemos que pedir para poder hacerles frente con éxito. En este artículo veremos las grandes diferencias entre ansiedad y depresión.

 Las grandes diferencias entre ansiedad y depresión

Entre las grandes diferencias entre ansiedad y depresión que podemos encontrar son:

Tipo de trastorno

La depresión corresponde a un trastorno del estado de ánimo, mientras que la ansiedad es un trastorno de tipo ansioso. Es decir, los cuadros depresivos se centran en la falta de motivación, la apatía y una profunda tristeza que nos paraliza y no nos permite tener una vida normal. La ansiedad es producto de un miedo irracional cuando nos enfrentamos a algo que nos sobrepasa. El estrés que eso nos genera hace que nos sintamos realmente nerviosos, y nos paralicemos por completo. La ansiedad se alimenta de nuestro miedo, y de nuestra incapacidad de afrontar las cosas de un modo constructivo.

Las causas de la ansiedad y de la depresión

La depresión puede tener dos causas bien diferenciadas. La primera es una causa biológica, es decir, una alteración cerebral y hormonal que puede llevarnos a sufrir una tristeza tan profunda que nos paralizará por completo. Esta clase de depresión se le denomina: depresión endógena. Después está las depresiones cuya causa se centra en estímulos negativos externos, como sufrir una gran pérdida, o pasar por un mal momento personal. Esas experiencias que no podemos gestionar nos puede llevar a sufrir una bajada del estado de ánimo, y por tanto sufrir un cuadro depresivo. En esta clase de depresión se le denomina: depresión exógena.

Las causas de la ansiedad no tienen tanto que ver con alteraciones de tipo biológico, sino que surge por no saber como enfrentarnos a un estímulo adverso externo. Es decir, cuando no somos capaces de afrontar un problema, una adversidad, o una pérdida, nuestros niveles de estrés se elevan, y ese hecho prolongado en el tiempo, da paso a la ansiedad. La ansiedad es la respuesta de todo nuestro organismo a padecer una gran presión ocasionada por un problema que no podemos resolver. Podemos decir que la ansiedad patológica es una reacción a un miedo incontrolable.

Sus síntomas principales

Entre los principales síntomas de la ansiedad y de la depresión encontramos:


Como podemos observar, existen algunos síntomas comunes entre la ansiedad y la depresión, como es la alteración del sueño o del apetito, pero lo cierto es que tiene una sintomatología muy diferenciada. Cada psicopatología ataca de un modo diferente, y nos ataca a cada persona de un modo distinto, todo dependerá de nuestras características personales. Es decir, hay personas que sufrirán algunos síntomas, y otras personas que sufren el mismo trastorno puede sufrir otros distintos. 

Por ello es importante conocer todos los síntomas que podemos llegar a sufrir si padecemos alguno de estos dos trastornos.

También me gustaría remarcar la duración de los síntomas de cada uno de estos dos trastornos, para poder diagnosticarlos. Para poder diagnosticar la ansiedad, la persona que puede padecerla ha debido sufrir sus síntomas durante al menos seis meses. En cambio, para poder diagnosticar la depresión, solo basta con que la persona haya sufrido sus síntomas durante al menos dos semanas. Esta es un de las grandes diferencias entre ansiedad y depresión.

Los pensamientos y sentimientos

La depresión hace que nos sumerjamos en una terrible y profunda tristeza, donde la apatía y la desmotivación están totalmente presentes, haciendo de nuestra vida un auténtico infierno. Estar mucho tiempo atrapados en ese pozo oscuro puede destruirnos por completo. Cuando nuestro estado de ánimo es muy bajo como ocurre en los cuadros depresivos, nuestra mente solo se centrará en lo inútil que nos sentimos, y todo lo que se nos ha escapado de nuestra vida. Es decir, nos centraremos en el pasado, y en nuestra incapacidad para poder salir de esa tristeza que nos envuelve y nos oprime.

En cambio, la ansiedad hace que nos centremos en el futuro, y en el miedo que nos produce la incertidumbre de aquello que sucederá. La ansiedad se alimenta por completo del miedo, y no hay nada que podamos temer más que aquello que no podemos controlar, como es el futuro. Por ese motivo, las personas que sufren ansiedad siempre están pendientes de lo que ocurrirá, siempre intentando prevenir algún posible peligro. El miedo se hace dueño de las personas que padecen este trastorno. Pero aun así, las personas que sufren ansiedad tienen la suficiente motivación para hacer cosas, e incluso plantearse luchar contra el trastorno ansioso que padecen.

Las emociones predominantes

La emoción predominante en la depresión es la tristeza. Padecer un cuadro depresivo lleva a las personas a padecer un profundo estado de tristeza continua y persistente. La aparición de esta emoción es fruto de una caída de nuestro estado de ánimo. Sufrir este tipo de emociones hace que toda nuestra vida se vea alterada. Las personas que sufren depresión sufren tal grado de tristeza que eso les lleva a padecer otra sintomatología intensa como la apatía o la desesperanza. También añadir que una persona que sufra depresión puede sentirse incapaz e inútil, ya que no puede tener un ritmo de vida normalizado. Un estado anímico afectado nos incapacita, generándonos una gran apatía, y una dificultad importante para hacer cualquier actividad.

En la ansiedad la emoción predominante es el miedo. Padecer ansiedad hace que nuestros temores más primitivos afloren, percibiendo todo como un peligro potencial. La ansiedad se alimenta del miedo, y el miedo hace que nuestra ansiedad se haga cada vez más fuerte. Es el pez que se muerde la cola, al final si no controlamos aquello que tanto miedo nos produce se convertirá en nuestros dueños, y nuestra vida quedará limitada por ello. Normalmente quien padece un cuadro ansioso suele sentir un gran sentimiento de culpabilidad por no poder controlarse y enfrentarse a las adversidades. Ese sentimiento puede tener un lado positivo, y es la voluntad por combatir este trastorno buscando la ayuda que necesita esa persona.

Recuerda que para afrontar tanto la ansiedad como la depresión no existen los atajos, ni hay medicamentos mágicos que te sanen sin más. Para afrontar cualquier problema emocional o psicológico siempre es necesario la terapia. Gracias a la terapia podrás obtener todas las herramientas que necesitas para poder superar cualquier obstáculo. Así que, si sufres ansiedad o depresión no lo dudes más y busca ayuda terapéutica. La solución está en tu mano. ¡Adelante! 

Conclusión

Tanto la ansiedad como la depresión paralizan al individuo y son consideradas enfermedades que restan calidad de vida y el placer de realizar actividades que antes eran placenteras. Son trastornos que van de la mano, pero cada uno tiene sus síntomas y un tratamiento adecuado. la mayor diferencia es que la ansiedad se caracteriza por el miedo y la angustia constante, mientras que la depresión suele ser un trastorno en el que la persona se siente deprimida y no tiene motivación ni interés para realizar tareas que antes eran satisfactorias.

En general, la presencia de un trastorno de ansiedad se considera un factor de riesgo de depresión y viceversa. ¿Pero por qué?

Según un grupo de ocho investigadores de la Universidad de Groningen, en los Países Bajos, existe la perspectiva de una red interconectada en el área de la psicopatología (el brazo de la ciencia dedicado a la salud mental). Explican que un trastorno psiquiátrico tiende a generar síntomas que desencadenan nuevos trastornos. Por ejemplo, sentirse letárgico dificulta mantenerse activo durante el día, lo que luego se traduce en mayor tristeza e inquietud porque la persona no logró lo que pretendía hacer", detalló el grupo de investigadores en un artículo publicado en 2020

Los investigadores sugirieron la posibilidad de que exista una especie de puente de estados mentales que conectaría la ansiedad y la depresión. Además, hay varios síntomas comunes (y superpuestos) en estos dos trastornos que pueden ayudar a comprender la comorbilidad entre los dos. Como es el caso del dolor.

Según la Universidad de Harvard, los estudios científicos muestran que existe una relación anatómica entre la ansiedad, la depresión y el dolor, especialmente en pacientes con afecciones crónicas como fibromialgia, síndrome del intestino irritable, lumbalgia, migrañas y dolor neuropático (causado por daño nervioso).

La corteza somatosensorial (la parte del cerebro que interpreta sensaciones como el tacto) interactúa con la amígdala, el hipotálamo y la circunvolución del cíngulo anterior (áreas que regulan las emociones y la respuesta al estrés) para generar la experiencia mental y física del dolor. Estas mismas regiones también contribuyen a la ansiedad y la depresión.

Además, dos neurotransmisores, la serotonina y la noradrenalina, contribuyen a la señalización del dolor en el cerebro y el sistema nervioso. Estos neurotransmisores también están relacionados con la ansiedad y la depresión.

Los trastornos mentales comórbidos (como la ansiedad y la depresión) ocurren en el 60% al 90% de los casos y que hay un aumento en las tasas de trastornos depresivos y, en menor grado, de trastornos por uso de sustancias psicoactivas en los primeros años del trastorno de ansiedad.

La presencia de estas condiciones en la infancia, adolescencia o adultez temprana aumenta el riesgo de trastornos depresivos y la probabilidad de un curso de depresión grave con cronicidad e intentos de suicidio.

Además, los estudios científicos indican que todos los trastornos de ansiedad, en particular el trastorno de pánico, la agorafobia y el trastorno de ansiedad social son fuertes factores de riesgo para el desarrollo de trastornos depresivos y abuso de sustancias. 

Psic. Cl. Alexandro A R

miércoles, 19 de junio de 2024

Fexting

Cuando escuché por primera vez del fexting, me di cuenta de que era algo que han estado haciendo muchas personas, sobre todo en relaciones duraderas. Se pelean a través de mensajes de texto por todo tipo de cosas, desde las más insignificantes hasta las más serias.

¿Qué es el fexting?

Fexting proviene de dos palabras en inglés “figh”, que significa discutir o luchar o “texting”, que significa enviar mensajes de texto.

El fexting es ese momento en el que te das cuenta de que estás teniendo una discusión con tu pareja a través de mensajes.

Vivimos en la era de la comunicación instantánea, así que si algo te preocupa en tu relación o sientes que la persona con la que estás saliendo se está distanciando, puede que sientas el impulso de actuar en el momento, en lugar de esperar a la próxima conversación cara a cara. Si te sientes ansioso por el estado de tu relación, también puedes desencadenar sin querer una discusión; aunque no sea sano que tu pareja responda a tu mensaje enfadado, obtienes la confirmación de que 'está ahí. Todo esto ¿suena demasiado familiar?

¿Por qué es tan común fexting?

El conflicto es vulnerable e incómodo y tenerlo a través de texto en lugar de hablar en persona es una manera de manejar esa incomodidad y evitar la confrontación. Por desgracia, el fexting a menudo continúa y se intensifica a partir de ahí. La falta de comunicación es la culpable en muchas ocasiones.

Hablando con amigos y compañeros, me di cuenta enseguida de que, aunque mis experiencias no son ideales, tampoco son raras: "Mi ex y yo tuvimos muchas discusiones por mensajes de texto, que culminaron en nuestra ruptura después de cinco años juntos", me cuenta una amiga. Otra, que tuvo una relación a distancia, dice: "La comunicación era lo principal por lo que peleábamos; a distancia, todo lo que tienes son mensajes de texto." Descubrió que el fexting ocurría a menudo cuando "sacas un tema y se convierte en una enorme discusión que ni siquiera pretendías que fuera".

¿El fexting siempre es negativo?

No siempre; en algunas ocasiones puede ser útil: A veces los miembros de una pareja tienen diferentes velocidades de procesamiento, por lo que escribir lo que sentimos, puede dar tiempo a cada persona para que analice la situación. Pero el fexting debe hacerse de la forma correcta, y eso suele significar esperar a verse en persona para aclarar realmente las cosas:  Prioriza las conversaciones en persona (o las videollamadas) para los temas delicados, de modo que puedas conectar con tu pareja (la capacidad de calmar y regular las emociones del otro mediante interacciones reconfortantes y de apoyo).

¿Y cómo impacta en tu relación?

Es importante señalar que el fexting puede tener tanto ventajas como desventajas. Entre los puntos en contra que tiene, destacan que puede ser muy fácil bloquear, eliminar o ignorar a la pareja cuando nos lleva la contraria o no tiene la misma opinión que nosotros, lo que no ayuda en nada a la comunicación en pareja ni la resolución de problemas.

Se estima que el 55% de lo que comunicamos es no verbal, es decir, que mucho de lo que decimos proviene de nuestros gestos, el tono de voz y el lenguaje corporal en general. Cuando no tenemos esta parte de la comunicación, nos exponemos a que ocurran malos entendidos y problemas de interpretación con la pareja. 

En los mensajes de texto, una coma mal puesta, un emoji equivocado o hasta tardar en contestar, puede enfadar más a la pareja que cualquier otro gesto.

Pero discutir por mensajes con la pareja también puede tener algunas ventajas, como tomarnos el tiempo y leer detenidamente lo que la pareja nos escribió para analizar la respuesta antes de contestar. En una discusión en persona esto es imposible, ya que debemos dar una respuesta inmediata a lo que nos dicen, lo que puede favorecer respuestas poco amigables o que digamos palabras hirientes por el calor de la discusión.

Puede ser un registro importante de la relación, ya que los hilos de texto pueden servir como un relato archivado de la historia de una relación… son el historial médico de la salud de una relación, releer estos mensajes o hasta compartir una captura de pantalla de la conversación con un terapeuta de pareja o experto, puede ayudar a responder de mejor manera para discusiones más constructivas.

¿Cómo discutir de forma correcta a través de mensajes de texto?

Es posible discutir de forma constructiva a través de mensajes de texto con la pareja y para ello, debemos poner atención a ciertos puntos:

  • Lee detenidamente los mensajes de texto de tu pareja
  • Reflexiona antes de responder, tómate el tiempo necesario
  • Lee tu propio texto en voz alta si es posible, para ver cómo podría interpretarlo la otra persona.
  • Comunícate siempre con empatía, paciencia y aceptación
  • Evita criticar, despreciar, evadir o estar a la defensiva
  • En caso de que la conversación sea delicada, mejor hablen en persona
  • Si empezaron una discusión por mensaje, no dejes pasar el momento de pasar a una conversación de frente, y que el contacto visual y corporal pueden hacer una diferencia.

Los mensajes de texto entre parejas son inevitables, pero hay que saber aprovecharlos.

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