lunes, 19 de julio de 2021

Salud Mental

¿Qué es la salud mental?

La salud mental incluye nuestro bienestar emocional, psicológico y social. Afecta la forma en que pensamos, sentimos y actuamos cuando enfrentamos la vida. También ayuda a determinar cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con los demás y tomamos decisiones. La salud mental es importante en todas las etapas de la vida, desde la niñez y la adolescencia hasta la adultez y la vejez.

¿Qué son las enfermedades mentales?

Las enfermedades mentales son afecciones graves que pueden afectar la manera de pensar, su humor y su comportamiento. Pueden ser ocasionales o de larga duración. Pueden afectar su capacidad de relacionarse con los demás y funcionar cada día. Los problemas mentales son comunes, más de la mitad de todos los estadounidenses serán diagnosticados con un trastorno mental en algún momento de su vida. Sin embargo, hay tratamientos disponibles. Las personas con trastornos de salud mental pueden mejorar y muchas de ellas se recuperan por completo.

¿Por qué es importante la salud mental?

 La salud mental es importante porque puede ayudarle a:

  • Enfrentar el estrés de la vida
  • Estar físicamente saludable
  • Tener relaciones sanas
  • Contribuir en forma significativa a su comunidad
  • Trabajar productivamente
  • Alcanzar su completo potencial

Su salud mental también es importante porque puede afectar su salud física. Por ejemplo, los trastornos mentales pueden aumentar su riesgo de problemas de salud física, como accidente cerebrovascular, diabetes tipo 2 y enfermedades cardíacas.

¿Qué puede afectar mi salud mental?

Hay muchos factores diferentes que pueden afectar su salud mental, incluyendo:

  • Factores biológicos, como los genes o la química del cerebro
  • Experiencias de vida, como trauma o abuso
  • Antecedentes familiares de problemas de salud mental
  • Su estilo de vida, como la dieta, actividad física y consumo de sustancias
  • También puede modificar su salud mental tomando medidas para mejorarla, como hacer meditación, usar técnicas de relajación y ser agradecido.

 ¿Puede cambiar con el tiempo mi salud mental?

Con el tiempo, su salud mental puede cambiar. Por ejemplo, puede estar enfrentando una situación difícil, como tratar de controlar una enfermedad crónica, cuidar a un pariente enfermo o tener problemas de dinero. La situación puede agotarle y abrumar su capacidad de lidiar con ella. Esto puede empeorar su salud mental. Por otro lado, recibir terapia puede mejorarla.

¿Cuáles son las señales de tener un problema de salud mental?

Cuando se trata de sus emociones, puede ser difícil saber qué es normal y qué no. Pero los problemas de salud mental tienen signos de advertencia, como:

  • Cambios en sus hábitos alimenticios o de sueño
  • Aislarse de las personas y actividades que disfruta
  • Tener nada o poca energía
  • Sentirse vacío o como si nada importara
  • Tener dolores y molestias inexplicables
  • Sentirse impotente o sin esperanza
  • Fumar, beber o usar drogas más de lo habitual
  • Sentirse inusualmente confundido, olvidadizo, enojado, molesto, preocupado o asustado
  • Tener cambios de humor severos que causen problemas en sus relaciones
  • Tener pensamientos y recuerdos que no puede sacar de su cabeza
  • Escuchar voces o creer cosas que no son ciertas
  • Pensar en lastimarse a sí mismo o a otros
  • No poder realizar tareas diarias como cuidar a sus hijos o ir al trabajo o la escuela

 ¿Qué debo hacer si creo que tengo un problema de salud mental?

Si cree que puede tener un problema de salud mental, busque ayuda. La terapia de conversación y / o los medicamentos pueden tratar los trastornos mentales. Si no sabe por dónde comenzar, hable con su profesional de la salud.

¿Qué es una evaluación de salud mental?

Una evaluación de salud mental es un examen de la salud de su mente. Permite averiguar si usted tiene una enfermedad mental. Las enfermedades mentales son comunes. En México, afectan a más de la mitad de las personas en algún momento de sus vidas. Hay muchos tipos de enfermedades mentales. Algunas de las más comunes son:

  1. Depresión y trastornos del estado de ánimo: Estas enfermedades mentales son diferentes de la tristeza o el duelo. Pueden causar tristeza extrema, enojo o frustración
  2. Trastornos de ansiedad: La ansiedad puede causar preocupación o miedo excesivos en situaciones reales o imaginadas
  3. Trastornos de la alimentación: Estos trastornos generan conductas y pensamientos obsesivos relacionados con los alimentos y la imagen corporal. Pueden hacer que una persona limite peligrosamente la cantidad de alimentos que come, que coma en forma descontrolada o una combinación de ambos
  4. Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH): El TDAH es una de las enfermedades mentales más comunes en los niños. Puede continuar en la adultez. Las personas con ADHD tienen dificultad para prestar atención y controlar el comportamiento impulsivo
  5. Trastorno de estrés postraumático (TEP): Este trastorno puede ocurrir después de una experiencia traumática, como una guerra o un accidente grave. Las personas con TEP se sienten estresadas y con miedo, aun mucho tiempo después de que el peligro ha pasado
  6. Abuso de alcohol o drogas y trastornos adictivos: Estos trastornos consisten en usar alcohol o drogas en forma excesiva. Las personas afectadas están en riesgo de tener una sobredosis y morir
  7. Trastorno bipolar: Antes conocido como depresión maníaca. Las personas con trastorno bipolar tienen episodios alternantes de manía (euforia extrema) y depresión
  8. Esquizofrenia y trastornos psicóticos: Estas son algunas de las enfermedades psiquiátricas más graves. Pueden hacer que una persona vea, oiga o crea cosas que no son reales

Los efectos de las enfermedades mentales varían de leves a graves y pueden poner la vida en peligro. Afortunadamente, muchas personas con enfermedades mentales pueden ser tratadas exitosamente con medicamentos y/o psicoterapia.

*Nombres alternativos: valoración del estado mental, examen de salud mental, evaluación psicológica, prueba psicológica, evaluación psiquiátrica

¿Para qué se usa?

La evaluación de salud mental se usa para diagnosticar enfermedades mentales. Su médico de cabecera puede usar esta evaluación para decidir si usted necesita ver a un profesional de salud mental. Un profesional de salud mental es alguien que se especializa en el diagnóstico y el tratamiento de los problemas de salud mental. Si usted ya está viendo a un profesional de salud mental, tal vez le hagan una evaluación de salud mental para guiar el tratamiento.

¿Por qué necesito una evaluación de salud mental?

Usted puede necesitar una evaluación si tiene síntomas de una enfermedad mental. Los síntomas varían dependiendo del tipo de enfermedad, pero algunos de los signos son:

  • Preocupación o miedo excesivo
  • Tristeza extrema
  • Cambios importantes en la personalidad, los hábitos de alimentación o los patrones de sueño
  • Grandes fluctuaciones del estado de ánimo
  • Enojo, frustración o irritabilidad
  • Fatiga y falta de energía
  • Confusión y dificultad para concentrarse
  • Sentimientos de culpa o inutilidad
  • Evitar actividades sociales

Uno de los signos más graves de una enfermedad mental es pensar en suicidarse o intentarlo. Si usted está pensando en hacerse daño o suicidarse, busque ayuda de inmediato.

Hay muchas maneras de recibir ayuda. Usted puede:

  • Llamar al 911 o ir a su sala de emergencias local
  • Llamar a su profesional de salud mental o a otro profesional de la salud
  • Llamar a un ser querido o un amigo cercano
  • Llamar a una línea telefónica de prevención del suicidio
  • Si usted es un veterano de las Fuerzas Armadas, puede llamar a la línea telefónica para veteranos en situaciones de crisis

 ¿Qué ocurre durante una evaluación de salud mental?

El profesional de la salud puede hacerle un examen físico y preguntarle sobre cómo se siente, su estado de ánimo, sus hábitos y otros síntomas. También podría pedir análisis de sangre para averiguar si un problema físico, por ejemplo una enfermedad de la tiroides, puede estar causando problemas de salud mental.

En una prueba de sangre, el profesional de la salud toma una muestra de sangre de una vena de un brazo con una aguja pequeña. Después de insertar la aguja, extrae una pequeña cantidad de sangre y la coloca en un tubo de ensayo o frasco. Tal vez sienta una molestia leve cuando la aguja se introduce o se saca, pero el procedimiento suele durar menos de cinco minutos.

Si lo examina un profesional de salud mental, tal vez le haga preguntas más detalladas sobre sus sentimientos y comportamientos. También podría pedirle que conteste un cuestionario sobre esto.

¿Debo hacer algo para prepararme para la evaluación de salud mental?

 La evaluación de salud mental no requiere ningún preparativo especial.

 ¿Tiene algún riesgo la evaluación?

 Hacerse un examen físico o contestar un cuestionario no implica ningún riesgo.

Los riesgos de un análisis de sangre son mínimos. Tal vez sienta un dolor leve o se le forme un moretón en el lugar donde se inserta la aguja, pero la mayoría de los síntomas desaparecen rápidamente.

¿Qué significan los resultados?

Si le diagnostican una enfermedad mental, es importante que reciba tratamiento lo antes posible. Esto puede prevenir el sufrimiento y una discapacidad a largo plazo. Su plan de tratamiento específico dependerá del tipo de enfermedad y de su gravedad.

¿Hay algo más que deba saber sobre una evaluación de salud mental?

Hay muchos tipos de profesionales que tratan las enfermedades mentales. Los más comunes son los siguientes:

  1. Psiquiatra: Médico que se especializa en la salud mental. Los psiquiatras diagnostican y tratan las enfermedades mentales. También puedan recetar medicamentos
  2. Psicólogo: Profesional que ha recibido capacitación en psicología. Los psicólogos generalmente tienen títulos de doctorado, no de médicos. Los psicólogos diagnostican y tratan las enfermedades mentales. Ofrecen asesoramiento individual y sesiones de terapia grupal. No pueden recetar medicinas a menos que tengan una licencia especial. Algunos psicólogos trabajan con profesionales que pueden recetar medicación
  3. Trabajador social clínico: Profesional que tiene una maestría en trabajo social y se ha especializado en salud mental. Algunos tienen otros títulos y han recibido capacitación adicional. Los trabajadores sociales clínicos diagnostican y ofrecen asesoramiento para una variedad de problemas de salud mental. No recetan medicinas pero pueden colaborar con profesionales de la salud que pueden hacerlo
  4. Consejero profesional autorizado: La mayoría de estos profesionales han obtenido una maestría. Los requisitos de capacitación varían en cada estado. Diagnostican y ofrecen asesoramiento para una variedad de problemas de salud mental. No recetan medicinas pero pueden colaborar con profesionales de la salud que pueden hacerlo

*Los trabajadores sociales clínicos y los consejeros profesionales autorizados también tienen otros nombres, o son terapeuta o consejero.

Si no está seguro de qué tipo de profesional de salud mental debe ver, consulte con su médico de cabecera.

Consejos para hablar con su proveedor de atención médica

No espere a que su médico u otro proveedor de atención médica le pregunte sobre su salud mental. Comience usted la conversación. Aquí le damos cinco consejos que le ayudarán a prepararse y le guiarán sobre cómo hablar con su proveedor de atención médica acerca de su salud mental para que aproveche al máximo su consulta.

1. ¿No sabe por dónde empezar para obtener ayuda? Hable con su médico de atención primaria.

Si va a consultar con su proveedor de atención primaria por otros problemas de salud, recuerde mencionar sus problemas de salud mental. La salud mental forma parte integral de la salud. A menudo, las personas con trastornos mentales pueden estar en riesgo de presentar otros problemas médicos, como enfermedades del corazón o diabetes. En muchos entornos actuales de atención primaria es posible que le pregunten si siente ansiedad o depresión, o si ha tenido pensamientos suicidas. Aproveche esta oportunidad para hablar con su proveedor de atención primaria, quien puede referirlo a un especialista en salud mental.

2. Prepárese antes de su visita.

Los proveedores de atención médica tienen un tiempo limitado para cada consulta. Piense de antemano en sus preguntas o inquietudes y anótelas.

  1. Prepare sus preguntas. Haga una lista de lo que desea consultar y cualquier pregunta o inquietud que pueda tener.
  2. Haga una lista de sus medicamentos. Es importante informar a su proveedor de atención médica sobre todos los medicamentos que está tomando. Esto incluye los medicamentos de venta libre (sin receta), las hierbas medicinales, las vitaminas y los suplementos.
  3. Revise su historial familiar. Ciertas enfermedades mentales tienden a ser hereditarias y tener un pariente cercano con un trastorno mental podría significar que corre un mayor riesgo de presentar ese trastorno. Conocer su historial familiar de salud mental puede ayudarle a determinar si tiene un mayor riesgo de presentar ciertos trastornos. Esto también puede ayudar a su proveedor de atención médica a recomendar acciones para reducir su riesgo y permitir que tanto usted como su proveedor busquen los primeros indicios de alerta.

3. Considere pedirle a un amigo o a un familiar que le acompañe.

A veces es útil llevar a un amigo cercano o a un familiar a su cita. Puede ser difícil asimilar toda la información que le comparte su proveedor de atención médica, sobre todo si no se siente bien. Su acompañante puede darle apoyo, ayudarle a tomar notas y recordar lo que usted y el proveedor dijeron. Esta persona también podría ofrecer información a su proveedor sobre cómo cree que está usted.

4. Hable con sinceridad.

Su proveedor de atención médica solo puede ayudarle a mejorar si usted se comunica de forma clara y honesta. Es importante recordar que las comunicaciones entre usted y un proveedor de atención médica son privadas y confidenciales y no se pueden compartir con nadie sin su permiso expreso. Describa todos sus síntomas a su proveedor y sea específico sobre cuándo comenzaron, qué tan graves son y con qué frecuencia ocurren. También debe compartir cualquier situación de estrés importante o cambios recientes en su vida que puedan estar desencadenando los síntomas.

  • Algunos ejemplos de los síntomas incluyen:
  • Tristeza continua o una sensación de ansiedad o de "vacío"
  • Sentimientos de desesperanza o pesimismo
  • Irritabilidad
  • Sentimientos de culpa, impotencia o que no vale nada
  • Pérdida del interés o de la satisfacción de dedicarse a pasatiempos y actividades
  • Disminución de energía o fatiga
  • Moverse o hablar más despacio
  • Sentirse inquieto o tener problemas para quedarse quieto
  • Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones
  • Dificultad para dormir, despertarse temprano por la mañana o dormir demasiado
  • Cambios en el apetito o en el peso (o ambos)
  • Pensamientos sobre la muerte o el suicidio, o intentos de suicidarse
  • Dolores o molestias, dolores de cabeza, calambres o problemas digestivos sin una causa física clara o que no se alivian incluso con tratamiento.

5. Haga preguntas.

Si tiene preguntas o incluso dudas sobre el diagnóstico o el tratamiento que le brinda su proveedor de atención médica, pídale más información. Si su proveedor sugiere un tratamiento con el que usted no se siente cómodo o con el que no está familiarizado, comuníquele sus inquietudes y pregunte si hay otras opciones. Está bien si no está de acuerdo con su proveedor sobre qué tratamiento intentar. Puede decidir intentar una combinación de enfoques. También es posible que desee obtener la opinión de otro proveedor de atención médica. Es importante recordar que no existe un tratamiento único para todos los pacientes. Es posible que deba acudir a varios proveedores de atención médica e intentar tratamientos diferentes, o una combinación de estos, antes de encontrar el que le funcione mejor.


MedlinePlus de la Biblioteca Nacional de Medicina



miércoles, 14 de julio de 2021

Neurobiología del Perdón: ¿en qué consiste?

El perdón tiene un efecto positivo en el cerebro. Reduce los estados de estrés provocados por el rencor y la ira para dar forma a una mente más relajada y capaz de afrontar las dificultades que aparezcan.

Suele decirse que errar es humano y perdonar es un acto divino. Sin embargo, la neurobiología del perdón añadiría que pocos actos son, en realidad, tan saludables para las personas. Este estado mental al que uno suele llegar, no sin cierto esfuerzo, meditación y voluntad, orquesta una serie de cambios que reducen desde el estrés hasta emociones como la ira.

En ocasiones cuesta dar el paso y que no falta quien, en su pleno derecho, opta por no perdonar a quien una vez le causó un daño. No obstante, si desde un punto de visto psicológico ya sabíamos que procurar esta acción revierte en el bienestar mental, los neurocientíficos nos señalan ahora que este proceso es capaz de modelar el cerebro. Muchas veces no buscamos una reconciliación con el perdón. En ocasiones, el objetivo más simple es el de encontrar alivio. En una parte de los casos, esta conducta se ejerce para cerrar etapas, dejar ir el peso del rencor y avanzar de manera más íntegra, de manera más equilibrada. Todo ello revierte de manera directa en múltiples áreas cerebrales.

Conozcamos cómo cambia el cerebro cuando perdonamos:

El perdón supone un cambio en el estado mental de una persona que decide por sí misma reducir emociones como el odio, la ira o el rencor provocado por un acto injusto. Es un acto que implica una reformulación cognitiva (pensamientos), una adecuada regulación emocional y una tendencia mental a no situar la mirada de manera constante en el pasado, en lo ya sucedido. Todo ello requiere esfuerzo, voluntad y un compromiso, lo que se traduce en activar una serie de mecanismos muy concretos en el cerebro. Vamos a bucear en la neurobiología del perdón.

Un estudio del Instituto SISSA de Trieste, publicado en el  Scientific Reports, nos señala algo interesante. Hay personas que son más proclives a ejercitar el perdón que otras. La clave está en el cerebro y, concretamente, en el surco temporal superior. Al parecer cuanta más materia gris exista en ese surco del cerebro más probabilidades hay de que alguien ejercite el perdón. Así, quienes evidencian un surco temporal superior más desarrollado, no solo demuestran conductas más indulgentes, sino que tienen mayores habilidades para conectar con las realidades emocionales ajenas. Esto favorece que detecten con mayor efectividad conductas como el arrepentimiento.

La neurobiología del perdón nos da otro dato que vale tener en cuenta. Las técnicas de diagnóstico revelan que las personas con una corteza prefrontal dorsolateral izquierda más grande también son más tendentes a ejercitar el perdón. No obstante, esto no es todo. Porque disponer de esta región cerebral más desarrollada correlaciona con una menor incidencia de los trastornos depresivos. De algún modo, aquellos que sean capaces de perdonar —y perdonarse— evidenciaban un menor riesgo de sufrir ansiedad o depresión.

Una investigación llevada en conjunto por las universidades de Pisa, de Roma y de Illinois en Estados Unidos incide también en la relación entre la corteza prefrontal dorsolateral y el perdón. No obstante, van un poco más allá: La corteza prefrontal dorsolateral favorece la regulación emocional.

Asimismo, procesos como la empatía, la regulación de la ira, del enfado y el rencor, así como todos los procesos asociados a la teoría de la mente, activan las regiones parietales inferiores derechas del cerebro, así como la propia corteza prefrontal dorsolateral. Por tanto, existiría una vía neurológica asociada a los procesos del perdón que unas personas tienen más desarrolladas que otras.

Algo que conviene tener en cuenta sobre el ejercicio del perdón es que su finalidad no es olvidar lo ocurrido. Ejercer el perdón permite aprende a vivir con lo sucedido, reducir la angustia y, a su vez, orientar a la persona hacia el futuro y la esperanza.

Como bien sabemos, y como nos indica la neurobiología del perdón, este no es un proceso sencillo. El cerebro pone en marcha procesos de análisis, reflexión, regulación emocional y hasta de planificación. Es intentar proyectarse en el futuro y no tanto en el dolor del pasado.

Todo ello tiene un gran número de beneficios a nivel neurológico:

  • Se reduce el estrés, el malestar, la angustia…
  • Se recuperan los mecanismos de control cognitivo. La persona tiene un mayor dominio sobre sus pensamientos.
  • Asimismo, se optimizan funciones ejecutivas como la toma de perspectiva, la atención, la capacidad para resolver problemas, la memoria, la atención selectiva, etc.

Es difícil hablar de la neurobiología del perdón sin hacer referencia al auto perdón. Dejar de juzgarnos por los errores cometidos, por lo hecho o incluso por lo no realizado nos proporciona bienestar. No podemos descuidar el impacto mental que supone reforzar el arrepentimiento y esas emociones que nos anclan al malestar emocional y también fisiológico. Por tanto, ser capaz de ser empáticos y compasivos con nosotros mismos para perdonarnos, reduce, por ejemplo, esa hiperactividad del sistema simpático que cursa con el nerviosismo, el insomnio y las enfermedades somáticas. Así pues, no dudemos en dar el paso, perdonar y perdonarnos es un ejercicio de valentía y bienestar que puede cambiarnos la vida.


Red

martes, 6 de julio de 2021

Test: para Saber si Sufres Depresión

La pandemia nos ha dejado huella a todos y ahora es cuando están saliendo las emociones contenidas, así que es muy importante saber si se padece este trastorno del estado anímico.

Para ello, les comparto el test sobre la depresión de Beck con el que, en líneas generales, descubriremos si estamos teniendo episodios de depresión o, por el contrario, nuestro estado emocional es estable.

En este cuestionario aparecen varios grupos de afirmaciones. Por favor, lee con atención cada una de ellas y, a continuación, señala cuál de cada grupo describe mejor cómo te has sentido durante esta última semana, incluido el día de hoy. Si dentro de un mismo grupo hay más de una afirmación que consideres aplicable a tu caso, márcala también. Asegúrate de leer todas las afirmaciones.

1. Tristeza

0 - No me siento triste

1- Me siento triste.

2- Me siento triste continuamente y no puedo dejar de estarlo.

3- Me siento tan triste o tan desgraciado que no puedo soportarlo.

2. Pesimismo

0 - No me siento especialmente desanimado respecto al futuro.

1 - Me siento desanimado respecto al futuro.

2 - Siento que no tengo que esperar nada.

3 - Siento que el futuro es desesperanzador y las cosas no mejorarán. 

3. Fracaso

0 - No me siento fracasado.

1 - Creo que he fracasado más que la mayoría de las personas.

2 - Cuando miro hacia atrás, sólo veo fracaso tras fracaso.

3 - Me siento una persona totalmente fracasada.

4. Pérdida del placer

0 - Las cosas me satisfacen tanto como antes.

1 - No disfruto de las cosas tanto como antes.

2 - Ya no obtengo una satisfacción auténtica de las cosas.

3 - Estoy insatisfecho o aburrido de todo.

5. Sentimiento de culpa

0 - No me siento especialmente culpable.

1 - Me siento culpable en bastantes ocasiones.

2 - Me siento culpable en la mayoría de las ocasiones.

3 - Me siento culpable constantemente.

6. Sentimiento de castigo

0 - No creo que esté siendo castigado.

1 - Me siento como si fuese a ser castigado.

2 - Espero ser castigado.

3 - Siento que estoy siendo castigado.

7. Disconformidad con uno mismo

0 - No estoy decepcionado conmigo mismo.

1 - Estoy decepcionado conmigo mismo.

2 - Me da vergüenza de mí mismo.

3 - Me detesto.

8. Autocrítica

0 - No me considero peor que cualquier otro.

1 - Me autocrítico por mis debilidades o por mis errores.

2 - Continuamente me culpo por mis faltas.

3 - Me culpo por todo lo malo que sucede.

9. Pensamientos o deseos suicidas

0 - No tengo ningún pensamiento de suicidio.

1 - A veces pienso en suicidarme, pero no lo cometería.

2 - Desearía suicidarme.

3 - Me suicidaría si tuviese la oportunidad.

10. Llanto

0 - No lloro más de lo que solía llorar. 

1 - Ahora lloro más que antes.

2 - Lloro continuamente.

3 - Antes era capaz de llorar, pero ahora no puedo, incluso aunque quiera.

11. Irritabilidad

0 - No estoy más irritado de lo normal en mí.

1 - Me molesto o irrito más fácilmente que antes.

2 - Me siento irritado continuamente.

3 - No me irrito absolutamente nada por las cosas que antes solían irritarme.

12. Sociabilidad

0 - No he perdido el interés por los demás.

1 - Estoy menos interesado en los demás que antes.

2 - He perdido la mayor parte de mi interés por los demás.

3 - He perdido todo el interés por los demás.

13. Toma de decisiones

0 - Tomo decisiones más o menos como siempre he hecho.

1 - Evito tomar decisiones más que antes. 

2 - Tomar decisiones me resulta mucho más difícil que antes.

3 - Ya me es imposible tomar decisiones.

14. Cambios físicos

0 - No creo tener peor aspecto que antes.

1 - Me temo que ahora parezco más viejo o poco atractivo.

2 - Creo que se han producido cambios permanentes en mi aspecto que me hacen parecer poco atractivo.

3 - Creo que tengo un aspecto horrible.

15. Trabajo

0 - Trabajo igual que antes.

1 - Me cuesta un esfuerzo extra comenzar a hacer algo.

2 - Tengo que obligarme mucho para hacer algo.

3 - No puedo hacer nada en absoluto.

16. Conciliar el sueño

0 - Duermo tan bien como siempre.

1 - No duermo tan bien como antes.

2 - Me despierto una o dos horas antes de lo habitual y me resulta difícil volver a dormir.

3 - Me despierto varias horas antes de lo habitual y no puedo volverme a dormir.

17. Cansancio o fatiga

0 - No me siento más cansado de lo normal.

1 - Me canso más fácilmente que antes.

2 - Me canso en cuanto hago cualquier cosa.

3 - Estoy demasiado cansado para hacer nada.

18. Cambios en el apetito

0 - Mi apetito no ha disminuido.

1 - No tengo tan buen apetito como antes.

2 - Ahora tengo mucho menos apetito.

3 - He perdido completamente el apetito.

19. Pérdida de peso

0 - Últimamente he perdido poco peso o no he perdido nada.

1 - He perdido más de 2 kilos y medio.

2 - He perdido más de 4 kilos.

3 - He perdido más de 7 kilos.

20. Preocupación

0 - No estoy preocupado por mi salud más de lo normal.

1 - Estoy preocupado por problemas físicos como dolores, molestias, malestar de estómago o estreñimiento.

2 - Estoy preocupado por mis problemas físicos y me resulta difícil pensar algo más.

3 - Estoy tan preocupado por mis problemas físicos que soy incapaz de pensar en cualquier cosa.

21. Pérdida de interés en el sexo

0 - No he observado ningún cambio reciente en mi interés.

1 - Estoy menos interesado por el sexo que antes.

2 - Estoy mucho menos interesado por el sexo.

3 - He perdido totalmente mi interés por el sexo.

 *Guía para la interpretación del inventario de la depresión de Beck:

 Puntuación nivel de depresión. Suma los números de cada una de tus respuestas.

  • 1-10 puntos: estos altibajos son considerados normales.
  • 11-16 puntos: leve perturbación del estado de ánimo.
  • 17-20: estados de depresión intermitentes.
  • 21-30: depresión moderada.
  • 31-40: depresión grave.
  • + 40: depresión extrema.

* Una puntuación persistente de 17 o más indica que puede necesitar ayuda profesional.

miércoles, 30 de junio de 2021

El Síndrome de Estocolmo: Relaciones de Pareja

Hace referencia a cuando una víctima genera un lazo emocional con su agresor, identificándose con él, incluso sintiéndose responsable o culpable de las agresiones recibidas.

Es un síndrome asociado a situaciones de secuestro, pero en realidad abarca un campo mucho más amplio y es más común de lo que podríamos pensar. Y pude darse en cualquier tipo de relación (en una pareja, en el trabajo, con los hijos, etc.) en la que una persona permite que otra adopte un lugar de poder, control o autoridad sobre ella. 

Una de las características fundamentales es la empatía que la víctima siente hacia su agresor, pudiendo incluso llegar a sentir gratitud hacia él.

¿Qué es el Síndrome de Estocolmo?

El síndrome de Estocolmo es un estado psicológico inconsciente en el cual una persona que padece algún tipo de situación de violencia, ya sea física o mental, llega a desarrollar sentimientos positivos de afecto hacia la persona que ejerce violencia física o mental hacia ella, pudiendo llegar incluso a establecer relaciones sentimentales de complicidad con el agresor. Es importante destacar que es un estado psicológico inconsciente, involuntario, irracional y por ello difícil o imposible de comprender para las personas del entorno de la persona que lo padece, que no entienden cómo la persona sigue con la relación. A menudo, la relación sentimental o amorosa empieza antes de que el abusador muestre su agresividad. Y poco a poco se va convirtiendo  en una relación tóxica en la cual la persona que recibe la hostilidad, queda atrapada, pues a pesar de que existan muchos abusos, prevalece el sentimiento afectivo que convierte la situación en un círculo vicioso difícil de romper.

El síndrome de Estocolmo es mucho más común de lo que se pueda suponer. La gravedad del caso en parte depende de la intensidad del abuso. También se pueden encontrar diferencias culturales en cuanto a la tolerancia o normalización de determinadas conductas abusivas por parte de uno de los dos miembros de la pareja. Y hay que tener en cuenta que la violencia psicológica, indirecta o sutil es menos evidente, pero no pero no por ello menos peligrosa.

¿Cómo saber si una persona sufre este síndrome?

Muchas personas pueden sufrir abusos o maltratos por parte de una o más personas de su entorno o incluso en su relación de pareja, pero no podemos decir que todas ellas sufran el síndrome de Estocolmo por el hecho de mantener esta relación tóxica. La característica fundamental del síndrome, es que la víctima desarrolla sentimientos positivos hacia su agresor, permitiendo el abuso, incluso justificándolo o mostrándose cómplice.

El abusador puede ser una persona carismática que despierta la admiración de su víctima, y suele ser una persona muy persuasiva, que llega a invalidar y convencer a su víctima de que todo lo que hace es por ella, porque la quieren mucho, por su bien o para protegerla.

Es frecuente que esta relación tan intensa genere una dependencia tan grande, que incluso tras terminar con la relación abusiva y controladora a la que la víctima ha sido sometida, ésta siga “amando” a su opresor. Incluso si llega a darse cuenta del abuso que tuvo que soportar, no logra romper el vínculo y sigue intentando justificar y entender a su agresor. Incluso pueden desear mantener o recuperar la relación a pesar de saber que es una relación dañina y tóxica.

Cómo saber si sufres el síndrome de Estocolmo:

  • Tienes sentimientos positivos, como amor, apoyo, o necesidad de defender a la persona que te hace daño.
  • Crees que aquellos que le critican están equivocados.
  • Justificas las conductas de tu abusador, le defiendes o empatizas con él por su pasado traumático.
  • La relación es desigual y se basa en amenazas.
  • Sientes que corres peligro, que existe riesgo de daños o pérdidas.
  • Sientes que necesitas a tu abusador y que no puedes vivir sin él.
  • Te culpas a ti del maltrato.
  • Tienes sensación de falta de control, de no poder cortar la relación aunque quisieras.
  • Aislamiento.
  • Te sientes anulado, perdido o desorientado. Olvidas secuencias de tiempo, dudas de si lo que has vivido es real.
  • Tendencia a recordar las cosas de forma selectiva: minimizando las agresiones y valorando las cosas que te hacen sentir bien.

¿Por qué ocurre?

En este tipo de relación, normalmente, los abusos o las agresiones no empiezan de repente, sino que son precedidos por una serie de mecanismos de control por parte del abusador, de manipulación, aislamiento sistemático, represalias que van apareciendo poco a poco, a veces de forma sutil, provocando en la persona dudas, desorientación, inseguridad, que la llevan a sentir que el otro tiene el control y uno mismo ya no es capaz de controlar nada, sintiéndose incapaz de tomar ninguna decisión.

En la base de este tipo de relación patológica está el miedo y la dependencia. El vínculo emocional que se crea con el maltratador en realidad es una estrategia de supervivencia. Al mostrarse complaciente, tranquila, colaboradora y manifestando aprecio hacia el agresor, la víctima siente, de forma inconsciente, que tiene una posibilidad de evitar un problema.

Existen unas condiciones básicas para que se desarrolle este síndrome:

a- Percepción de amenaza física o psicológica: a través de métodos directos, indirectos o simplemente siendo testigo de una situación violenta.

b- Gestos amables de parte del abusador (que a menudo son estrategias conscientes o inconscientes para manipular a la víctima): regalos, muestras de afecto, contención de una acción violenta que la víctima interpreta como una mejora. Detalles que hacen que la persona crea que su pareja va a acabar cambiando, que puede corregir su comportamiento y que en el fondo la quiere. La víctima tiene tendencia a ver la parte buena de la relación, el lado afectuoso, el deseo, la importancia que le concede su agresor queriéndola mantener a su lado a toda costa. Y esto genera una enorme dependencia emocional.

c- Compasión y empatía: el abusador puede compartir información acerca de su pasado, por ejemplo que fue maltratado, abusado, descuidado, abandonado, etc, y la víctima acaba sintiendo compasión y justificando sus acciones. Pero el hecho de mostrar compasión no suele producir ningún cambio en sus conductas agresivas y lo que acaba ocurriendo es que esta empatía alarga el periodo de tiempo que la víctima será abusada.

d- Aislamiento de la víctima: que poco a poco basa su decisiones en el miedo a una potencial reacción agresiva del abusador. Si el contacto que mantiene la víctima con sus familiares o amigos, es fuente de problemas, acabaran evitando estas relaciones e incluso pueden llegar a mostrarse hostiles con ellos.

e- Falta de autoestima, inseguridad, dependencia: Incapacidad para escapar o dejar la relación: debido a la necesidad de ser amados, o por  dependencia económica, por evitar situaciones legalmente complicadas, por amenazas (como quitarle a los hijos, exponer públicamente problemas de la víctima, amenazas de suicidio) o por el hecho de que la autoestima de la víctima está tan afectada que ha perdido la confianza en sí misma, y posiblemente se sienta totalmente débil, agobiada, incapaz y sin energía, debido al desgaste que provocan las relaciones tóxicas.

En definitiva, se podría decir que en este tipo de relaciones, existe una preocupación constante por posibles problemas que pueden surgir en cualquier momento y por cualquier motivo, que la persona emplea casi toda su energía en sobrevivir el día a día, evitando los conflictos.

¿Cómo lo podemos prevenir?. Recomendaciones.

Para prevenirlo lo más importante es ser conscientes del problema y para ello debemos prestar atención a una serie de situaciones que pueden desencadenar el problema, para poderlas identificarlas desde el principio, ya que el tiempo es un factor clave en el mantenimiento del problema. Cuanto más tiempo haya estado la víctima expuesta a situaciones de abuso, más difícil le será distanciarse del maltratador y recomponer su vida.

Las situaciones que hay que vigilar, son:

  1. Las amenazas (directas o indirectas) en forma de opiniones, comentarios hacia otros, decir que te va a dejar, etc. O muestras de poder, con gestos violentos como golpear una pared.
  2. Uso de la amabilidad, el cariño, el afecto para contrarrestar los efectos negativos de las amenazas. Generando una relación de amor/ odio, muchas veces de intensidad similar: a más agresividad, más pasión, reforzando un vínculo intenso, estableciendo una complicidad y reforzando el mantenimiento de una relación tóxica.
  3. El abusador se muestra vulnerable, se sincera, manipulando la pareja, para que se sienta especial al ser su confidente y provocando compasión y empatía.
  4. La persona controladora intenta cambiarte, aislarte de tu entorno y convertirte en una persona mejor (según su punto de vista). Y se muestra posesiva con la víctima, lo que puede generar en ésta una sensación de ser importante y necesaria.
  5. Sensación de estar atrapado/a, hacer varios intentos de dejar la relación pero acabar volviendo a pesar del sufrimiento, lo que genera ciclos de esperanza y desesperanza, que a la larga suelen acabar en una desesperanza, sufrimiento y preocupación constantes. Y una sensación de inseguridad, incapacidad y falta de controla
  6. Las relaciones abusivas producen una gran cantidad de inversión (emocional, social, familiar, económica, de estilo de vida, etc) y cuanto mayor es esta inversión, mayor es la sensación de pérdida si se acaba la relación, por lo que a más tiempo y recursos invertidos, mayor es la probabilidad de querer mantener lo que tenemos a pesar del sufrimiento.

Ayuda externa: ¿Cómo puedo ayudar a alguien que lo padece?

La solución a este problema requiere la ayuda de un grupo humano de apoyo ya que una de las características del síndrome es la negación del problema por parte de la persona afectada. La consulta a un especialista es una de las primeras acciones que se deberían tener en cuenta, tanto por parte de la persona afectada como por su entorno familiar social en el caso de que la persona se resista a reconocer el problema. Probablemente la relación de pareja empezó de una forma normal y se va convirtiendo en una relación abusiva poco a poco. Llega un momento en el que la víctima sólo intenta sobrevivir. Su autoestima está gravemente afectada y siente que se vendrá abajo si la relación termina. Seguramente ve a sus familiares y amigos como una amenaza para la relación y en consecuencia son una amenaza para su existencia.

Esta situación se vuelve emocionalmente muy dolorosa y difícil para el entorno de la víctima, ya que no pueden entender que ésta siga enamorada o enganchada a la persona que la maltrata. Probablemente la víctima ha tenido que elegir entre la relación de pareja o la familia. Es muy difícil que se dejen ayudar y es poco lo que se puede hacer por ellas, si ellas no llegan a tomar conciencia de la situación y deciden detener el abuso. Es difícil determinar el resultado de la relación con un abusador. Si la relación está en la fase inicial, la persona abusada puede terminar la relación por ella misma. Si la relación se ha alargado un año o más, es más probable que necesite ayuda y un plan de salida para terminar la relación. El matrimonio y los hijos dificultan la salida de la situación.

Consejos para familiares/ amigos cercanos a la víctima:

  1. Intenta mantener la calma: posiblemente la víctima reacciona con rabia y resentimiento hacia sus seres queridos, ya que cualquier contacto con otras personas puede generar un ataque verbal o emocional por parte del maltratador. La conducta de la víctima es totalmente irracional y no tiene ninguna lógica, y todo ello puede hacer que perdamos la paciencia o nos enfademos con ella. Es muy importante tener paciencia,  mantener la calma y demostrar de forma constante que puede contar con nosotros cuando nos necesite.
  2. Muestra comprensión: no discutas ni insistas en querer que la víctima entre en razón, porqué en esta situación la víctima probablemente es incapaz de razonar y cuanto más la presión más la alejarás de ti. Muestra comprensión, no la juzgues. Simplemente muestra que estas a su lado.
  3. Mantén el contacto afectivo: el afecto sano es indispensable para poder superar el síndrome de Estocolmo. Las personas que sufren este problema tienden a encerrarse en sí mismas y a asilarse. Las muestras de cariño, siempre y cuando sean aceptadas y no generen tensión en la persona abusada, pueden resultar muy reconfortantes.
  4. Intenta mantener contactos tradicionales con tu ser querido (por ejemplo celebraciones de cumpleaños, comidas de navidad, etc.): estos encuentros no resultan tan amenazantes para el abusador, y la probabilidad de represalias hacia la víctima es menor. También resulta más tolerable para el maltratador las citas o llamadas predecibles y acordadas, por ejemplo pactar una llamada el domingo por la tarde, o quedar los miércoles para ir de compras. Es mejor establecer citas cuando la víctima está fuera de casa y sin el abusador (siempre que esto sea posible). Y hay que tener mucho cuidado con los mensajes que enviamos a nuestro familiar o las llamadas que le hacemos, pues el maltratador puede leerlos o escucharlos. El objetivo de nuestras citas, llamadas o mensajes, es recordar (de forma indirecta) a la víctima, que estamos ahí.

También te podemos proporcionar apoyo y terapia psicológica si tienes una persona querida que está en esta situación y te sientes frustrado/a, preocupado/a y desorientado/a.


Canvis

jueves, 17 de junio de 2021

La Depresión Enmascarada

La depresión enmascarada, también llamada depresión somatizada, es una forma de depresión silenciosa que puede tener una repercusión importante en la salud emocional y física de la persona.

Se trata de un tipo de depresión donde los síntomas depresivos, similares a los de cualquier otra depresión, quedan en un segundo plano debido a que la persona se centra en los síntomas físicos. Por este motivo, la persona suele visitar a diferentes profesionales buscando un origen físico y no psicológico de su malestar.

La persona suele acudir en primer lugar a Atención Primaria, pero, como no suele expresar ni su tristeza ni su apatía en su motivo de consulta, la intervención médica se centra en su estado físico. Este hecho no sólo dificulta su diagnóstico, sino que, además, cualquier síntoma emocional que pueda expresar posteriormente, se interpreta como una causa de su problema físico.

Esta circunstancia, demora en el tiempo su diagnóstico de depresión y, cuando esto sucede, el paciente suele mostrar cierta resistencia a la hora de aceptar que, lo que realmente padece, es una depresión. Esto es debido a que socialmente se entiende y acepta mejor los problemas de origen físico y a que, una de las características personales que predisponen más a una persona a padecer este tipo de depresión, se encuentra en la dificultad para gestionar y conectar con las emociones.

Este tipo de depresión, se puede dar también en niños y en personas de edad avanzada.

La mayoría de las depresiones en niños y adolescentes, se caracterizan por presentar quejas somáticas y/o cuadros de alteración de conducta (irritabilidad, agresividad, problemas escolares, enuresis nocturna, aislamiento social, alteraciones del sueño y apetito).

En el caso de los ancianos, la depresión tiende a enmascararse debido a los síntomas físicos originados por las limitaciones psicofísicas, enfermedades crónicas, efectos secundarios de la medicación, pero también, debido a quejas de tipo hipocondríaco.

Las manifestaciones somáticas más frecuentes son:

  • Síntomas gastrointestinales: náuseas, vómitos, dolores gástricos, aerofagia, dispepsia funcional.
  • Síntomas neurológicos: parestesias, pérdida de memoria, cefalea, lumbalgia, dolores crónicos, mareos.
  • Síntomas cardio-respiratorios: disnea subjetiva, taquicardia, palpitaciones, dolor torácico.
  • Síntomas dermatológicos: alopecia, prurito, eczemas.
  • Síntomas generales: cansancio, debilidad, fatiga, alteraciones del sueño.
  • Síntomas genitourinarios: disminución de la lívido, impotencia, disuria.

 Tratamiento psicológico

Generalmente, se suele combinar la terapia psicofarmacológica con una psicoterapia. La medicación es insuficiente si la persona no modifica aquellos patrones de pensamiento y de conducta que originan y/o mantienen el estado de depresión. El tipo de intervención psicológica que ofrece mejores resultados es la Terapia Cognitivo-Conductual. Se trata de un proceso psicológico que ayuda a identificar la causa de la depresión y los factores que pudieran estar manteniéndola.

*Es importante que el psicólogo esté especializado en este tipo de intervención.

 Si crees que puedes sufrir una depresión enmascarada contáctame.


Ruiloba Psicología 

lunes, 14 de junio de 2021

Pandemia: Depresión en Niños y Adolescentes

Los adultos manifiestan tristeza profunda y prolongada, pero los niños tienen otras manifestaciones, como irritabilidad, problemas para dormir y aislamiento.

La depresión afecta a más de 300 millones de personas, lo que equivale al 4,4% de la población mundial, según la OMS. Este es un estimado pre pandémico. “Confusión, temor, incertidumbre y los duelos por seres queridos son los estresores sociales más agresivos que están sufriendo las personas”.

La depresión se identifica, principalmente, por los trastornos del ánimo: tristeza que dura más de dos semanas y se acompaña de otros síntomas: dificultad para disfrutar las actividades, falta de energía, insomnio, falta de apetito, ideas de minusvalía y de muerte.

Los síntomas varían entre el niño, el adolescente, el adulto joven o el adulto mayor.

En situaciones infantiles depende mucho de la edad del niño y de la etapa de desarrollo en que se encuentre. En ellos se combinan factores biológicos (pueden ser hereditarios), psicológicos (si el niño es introvertido, tiene dependencia emocional, baja autoestima o dificultad para adaptarse al cambio), ambientales, acoso escolar, difusión familiar o problemas en casa (enfermedades) y socioculturales, como la pobreza.

“Según la OMS, uno de cada 20 niños y adolescentes tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años”, en mi práctica clínica he visto un incremento de casi un 50% de menores de edad con esta patología en consulta externa.

La pandemia se ha convertido en un detonante para la depresión en niños y adolescentes. Estamos viviendo una etapa muy complicada, porque las circunstancias les impiden compartir y jugar con sus compañeros, esto quedó relegado a las redes sociales. Tenemos conflictos emocionales, porque los padres trabajan más que antes y les prestan menos atención, el horario ya no es de una jornada. Los niños absorben los conflictos familiares con una carga de responsabilidad.

Los rasgos que podrían sugerir depresión en los niños son diferentes a los que podemos ver en los adultos. En estos se presenta como marcada y prolongada tristeza, pero en los pequeños se evidencia como aislamiento y trastornos al dormir.

  • Tienen cambios en el estado de ánimo.
  • Tienen cambios en la conducta.
  • Muestran irritabilidad y agresividad.
  • No pueden dormir bien, no pueden conciliar el sueño.
  • Sienten que no pueden hacer sus actividades normales, que no pueden participar de la vida del hogar, que son relegados por la familia.
  • En el caso de los bebés y niños que no manejan el lenguaje verbal, no quieren comer, están enojados, les incomoda estar en casa.

Estas circunstancias pueden predisponer a situaciones de violencia y agresividad, e incluso al consumo de drogas.

El mejor tratamiento para la depresión infantil y juvenil

El hogar es la principal fuente de apoyo para la prevención y el tratamiento de los estados depresivos en el niño.

Es esencial dedicar tiempo. Me refiero a sentarse con ellos, hablar con ellos, jugar con ellos. Necesitan ser, que sus ideas, sus sueños y sus planes sean escuchados. Compartan anécdotas y experiencias. Permita que los niños y adolescentes participen en acciones y en decisiones en casa, que los hagan sentirse útiles.

Estos eventos pueden evitar que el niño entre en estados depresivos, que esté solo, que se encierre, que pase demasiado tiempo frente a los dispositivos electrónicos.

Si usted nota cualquiera de los cambios enumerados en su hijo, la recomendación inmediata es llevarlo al médico para que discrimine si está entrando en un estado depresivo y tome acciones. Mientras más pronto haya atención y se diagnostique, más pronto se podrá tratarlo. El tratamiento hoy es fácil, porque hay medicación, pero recuerde que la medicina no es el tratamiento. La familia es el sitio donde el niño se recuperará de mejor manera y en el menor tiempo posible.

Esto no significa que la depresión se cura ‘de la noche a la mañana’. Tenemos cuadros que se curan, en el mejor de los casos, en tres a seis meses o un año; otros van más allá. Depende del apoyo familiar.

El niño está creciendo y aprendiendo, idealmente a través de la experiencia en el entorno y con los pares, pero también con personas de toda edad con las que pueda jugar, a las que pueda escuchar y de las que pueda aprender.

Ese proceso le permite desarrollar su capacidad emocional, neurológica y adaptativa. Si el niño no tiene esta oportunidad, su mundo se reduce demasiado; y las circunstancias pequeñas, como conflictos caseros o ficticios, como los que ve en las películas, se convierten en sus referentes, los que marcan su estado de ánimo. La ficción de las películas, los videojuegos y las redes sociales puede convertirse, en su mente, en la realidad por la cual miden todo lo demás.

Los niños no deben pasar “pegados” a las pantallas, y sí jugar, leer e incluso vivir su mundo de sueños y fantasías, si eso es lo que necesitan para que su perspectiva se amplíe y para aprender a diferenciar lo real de lo irreal.

La pandemia nos debe dar la oportunidad de rescatar a la familia, y para ello los padres deben, dar tiempo para conversar, y no solo en grupo.

“Primero, converse con cada uno de sus hijos de forma individual. Escúchelo, sepa qué piensa, cómo le va, qué ha mirado, qué perspectivas tiene. Sugiera, aconseje. Que el niño sienta que es valorado. Abrácelo. Hágalo sentir que lo que él está pensando es importante”.

Mientras más pequeño es el niño, mayor cantidad de información del exterior necesita, por eso trate de sacar a los niños pequeños, bien protegidos, al menos por los alrededores de su casa. Disfrute con ellos el tiempo de las comidas, el tiempo antes de acostarse.

Luego, si hay más hijos en la familia, programen actividades, juegos, bailes, pintura, historias que hagan que todos se sientan parte de la familia, y que cada aporte, incluido el del niño, haga que siga creciendo. Que se sienta protegido, pero también sepa que está aprendiendo, y que al enfrentarse a la ficción pueda distinguir entre ella y la realidad, entre lo bueno para él y lo malo.